sábado 26 de septiembre de 2009
Diane Arbus fotografiando un concurso de belleza, por William Gedney, 1967.
«Quiero fotografiar todas las ceremonias dignas de consideración de nuestro presente porque, mientras vivimos el aquí y el ahora, tendemos a percibir únicamente aquello aleatorio, estéril e informe. Mientras lamentamos que el presente no sea como el pasado y perdemos la esperanza de que se transforme en el futuro, sus innumerables e inescrutables hábitos permanecen a la espera de un significado».
Diane Arbus
Ya he mencionado aquí en alguna que otra ocasión el libro Monster Show, de David J. Skal, que traduje hace unos años para la colección Intempestivas, de Valdemar. Hoy lo vuelvo a traer a colación debido a una foto de Diane Arbus que vi hace poco en el tumblr de Monster Crazy. La foto aparece mencionada, pero no reproducida, en el libro de Skal, y hacía tiempo que tenía curiosidad por verla, ya que el capítulo dedicado a Arbus me parecía y me sigue pareciendo uno de los más sugerentes. Luego se me ha ocurrido seguir buscando otras de las instantáneas citadas y he acabado localizando varias, lo que a su vez me ha llevado a pensar en una de las grandes ventajas que va a tener el libro electrónico sobre el de papel (de las desventajas ya hablamos otro día), que va a ser precisamente el de manipular, indexar y ampliar la información al gusto de cada lector. En una versión en html manipulable de Monster Show, por ejemplo, uno podría ir añadiendo sus imágenes favoritas de Arbus para ilustrar el texto o vincular a otras webs o a la wikipedia para ampliar información (adiós a las notas a pie de página)… ¡o incluso incrustar fragmentos de las películas mencionadas sacados de Youtube! Ya me veo, en un futuro no muy lejano, a los usuarios compartiendo «sus» versiones de sus libros favoritos y a los lectores descargándose unos u otros dependiendo de lo completas e interesantes que resulten sus modificaciones y aportaciones. Mientras llega el día, aquí dejo (con unos cuantos añadidos, por supuesto) un par de fragmentos de Monster Show que hablan de la influencia ejercida sobre Diane Arbus por la película La parada de los monstruos, de Tod Browning .
Un circo en Camelot
Arbus ya había tomado algunas fotografías de gemelos y enanos, pero el descubrimiento de la película de Browning la armó de coraje. Comenzó a frecuentar uno de los últimos espectáculos de fenómenos de feria existentes en Norteamérica, el Museo Hubert de la calle 42. En carne y hueso, los monstruos eran incluso más perturbadores y atractivos que los de la película. Según [Susan] Bosworth, la reacción de Arbus ante la mujer gorda, el chico foca y el hombre de tres piernas fue un ataque de emoción visceral, acompañado de sudores fríos y palpitaciones. En un primer momento los fenómenos se mostraron distantes, pero gradualmente fueron aceptando la intensa presencia de la mujer de pelo negro y consintieron el escrutinio de su cámara. A Arbus no debió escapársele un eco del diálogo más famoso de La parada de los monstruos, que sin duda le regocijó: La aceptamos… ¡una de los nuestros!
Arbus retrató a sus modelos con una cámara Rollei de formato cuadrado y película de grano fino en blanco y negro, anhelando catalogar sin concesiones unas imágenes previamente prohibidas o deliberadamente ignoradas por la fotografía moderna. Los deformes. Los retrasados. Los sexualmente ambiguos. Los agonizantes y los fallecidos. Todo aquello que la gente deseaba ver, pero se le había enseñado que no debía hacerlo. Arbus le confesó a su mentora, Lisette Model, que deseaba fotografiar «el mal». El mal, para ella, era evidentemente un sinónimo de todo aquello que fuera tabú. Y a pesar de que pocos argumentarían que Arbus llegase a fotografiar algo genuina o destructivamente malvado, ciertamente creó para sí una imagen de «chica mala» que permaneció sin rival hasta la ascendencia de Robert Mapplethorpe en los años ochenta. También Mapplethorpe utilizaría el formato cuadrado y el blanco y negro, yuxtaponiendo una imaginería prohibida con el artificio de la naturaleza muerta clásica. Arbus evitaba las composiciones estudiadas pero tenía sus propios y reconocibles manierismos que evocaban los rostros muertos pero aparentemente vivos de los daguerrotipos y el formalismo embalsamado de los museos de cera. […]
Arbus entendió la América de Tod Browning mejor que nadie. Vio que los «monstruos» estaban por todas partes, que el conjunto de la vida moderna podía interpretarse como un circo tétrico, impulsado por sueños y terrores cotidianos de alienación, mutilación y muerte. Las familias de clase trabajadora emergían a través de la lente implacable de Arbus como habitantes de una feria existencial suburbana. Las viudas acomodadas eran primas cercanas de los travestidos de Times Square. Sorprendido en el momento adecuado, prácticamente cualquiera podía parecer retrasado. Norteamérica, al parecer, no era sino una feria de monstruos. Fue una revelación, una causa, un credo.
Al año siguiente de haber descubierto La parada de los monstruos, Arbus se topó con el Drácula de Tod Browning, no en un cine sino tatuado en el tronco de un hombre que se hacía llamar Jack Drácula. También se había hecho tatuar la palabra DRÁCULA en la parte interior del labio inferior. El monstruo de Frankenstein ocupaba un lugar preferente, justo por encima de su ombligo; cerca de él acechaba el Fantasma de la Ópera, acompañado de varios murciélagos, serpientes, hombres lobo, diablos, gules, dragones alados y pájaros de presa. En total, tenía más de trescientos tatuajes, el primero de los cuales, según dio a conocer Arbus, había sido la imagen de una bisagra de acero implantada en el pliegue interior del codo. Llevaba los nombres de BORIS KARLOFF, BELA LUGOSI y LON CHANEY permanentemente grabados en la piel. […] Pero Jack había ido un paso más allá de los aficionados de salón, sirviéndose de los monstruos como vehículo para una auténtica transformación física. Al igual que su tocayo vampiro, Jack debía evitar una prolongada exposición a la luz del sol; sus diseños, sensibles a la luz, contenían tintes permanentes que podían devenir venenosos. […]
Inevitablemente, Arbus buscó presas mayores que las que podían ofrecer los espectáculos de Times Square. Dan Talbot, director de la New Yorker Film Society, fue vagamente consciente de la presencia de Arbus en su cine durante la semana que duró la reposición de La parada de los monstruos. «Se sentía tan atraída por lo grotesco que no me sorprendió». Más tarde, Talbot actuaría como intermediario cuando Arbus quiso fotografiar a una envejecida Mae West para la revista Show. «Accedí con ciertas reservas», recordaría luego Talbot. Se había ganado la confianza de la notoriamente huidiza estrella mediante un intercambio de correspondencia desarrollado durante el transcurso de un ciclo para recuperar sus películas. A pesar de la reputación de Arbus como respetada fotógrafa de modas (sus imágenes más perturbadoras todavía no habían tenido apenas difusión) a Talbot le inquietaban sus motivos. Sus peores temores se vieron confirmados con la publicación del reportaje. Las despiadadas imágenes de Arbus (una mostraba a la estrella acurrucada en su cama junto a un mono cuyas heces, según se le hacía saber al lector en los escuetos textos de apoyo, poblaban liberalmente la blanca alfombra que cubría la estancia) habían convertido a la marchita reina del sexo en un espectral fenómeno de feria. Talbot recibió una lacerante postal de West, cuyos abogados amenazaron al editor de la revista. Pero Arbus continuó persiguiendo su nueva estética macabra con la pasión de un fanático.
A la sombra de la monstruomanía [de los años sesenta] el editor James Warren, la contrató para documentar a un grupo de lectores de su revista [Famous Monsters of Filmland]. La foto resultante, titulada Bronx, Nueva York, 1964: encuentro con los Famous Monster, no llegó a publicarse, pero fue descrita en un artículo de la revista Rolling Stone en 1974. La fotógrafa agrupó a los cinco jóvenes frente a una casa en ruinas. Sus rostros permanecían ocultos bajo horribles máscaras. Cuando la mano de uno de los chicos, nerviosa o inadvertidamente, tocó su entrepierna, la fotógrafa abrió el obturador.
Diane Arbus, la madre de los malditos, había encontrado su imagen.
· Más sobre Arbus, en este extraordinario especial de la revista Shangri-la.
· Otro artículo más breve, aquí, y un tercero profusamente ilustrado aquí.
· Puedes comprar Monster Show aquí o aquí.
Libros
David J. Skal, Diane Arbus, Monster Show 4 comentarios
domingo 22 de marzo de 2009
Monstruos modernos: Tommy, The Hip-Hop Clown, de Naomi Harris.
«Los norteamericanos tienden a carecer de moderación. Ya sea comiendo, bebiendo, comprando o conduciendo enormes coches que no dejan de tragar gasolina. Los individuos a los que he retratado los superan teniendo además un feroz apetito sexual». Naomi Harris
Si os interesa la fotografía y el arte es muy probable que sigáis ojo avizor las últimas novedades de la editorial alemana Taschen. De ser así, quizá os suene el libro America Swings, de la fotógrafa canadiense Naomi Harris, de cuya publicación a finales del año pasado ya se hicieron eco algunos periódicos españoles (entre ellos el suplemento dominical de El País, que le dedicó todo un reportaje). America Swings es una colección de fotos tomadas en reuniones y encuentros de «swingers», que es como se denomina en Estados Unidos a los aficionados al intercambio de parejas y al sexo con desconocidos. El resultado es, como poco, sorprendente; una nueva prueba palpable de que, como cantaban los Leño, maneras de vivir las hay a puñados. Y a veces no hace falta ir demasiado lejos para encontrar la sorpresa, basta con entrar en casa de los vecinos. Este talento de Naomi Harris para rascar por debajo de la superficie y poner de manifiesto estas realidades superpuestas entre sí (muchos de sus retratados viven en el llamado «cinturón bíblico» de Estados Unidos y son manifiestamente conservadores: devotos creyentes y votantes republicanos que se declaran liberales sólo en lo que se refiere al sexo) le ha valido comparaciones con Diane Arbus, otra fotógrafa también muy apreciada por aquí en Cultura Impopular, cuyas impactantes fotos de decrepitud y decadencia humana han influido no poco en su trabajo.
Monstruos modernos: Leigh en Haddon Hall, de Naomi Harris.
También, igual que Arbus alternaba sus trabajos comerciales como cotizada fotógrafa de moda con proyectos personales mucho más descarnados, Harris combina su labor como retratista de famosos como Michael Bublé, Rufus Wainwright, Peter O’Toole, Sarah Silverman o Jenna Bush, la hija de George W., con impresionantes reportajes centrados en las residencias para la tercera edad de Miami o en el sorprendente paisanaje que frecuenta las carreras automovilísticas de NASCAR. «Me chifla Diane Arbus», corrobora ella desde las páginas de su libro. «Adoro el hecho de que se sintiera atraída hacia individuos que otros habían elegido ignorar. Es evidente que además interactuaba con la gente a la que fotografiaba; una no consigue ese tipo de fotos siendo meramente una observadora. También me gusta mucho el fotógrafo inglés Martin Parr, el sueco Lars Tunbjörk, los primeros trabajos de Richard Billingham y Nick Waplington. También Bellocq, Disfarmer y August Sander. Supongo que puedes ver un patrón: me encanta lo oscuro y el realismo. Adoro ver lo que pasa tras las puertas cerradas y me encantan los fotógrafos que son capaces de conseguir acceso a situaciones realmente duras».
Monstruos modernos: desayuno para perros en elHotel Beverly Wilshire, de Naomi Harris.
Mientras estaba en Miami realizando uno de sus reportajes fotográficos sobre la vida de los ancianos retirados, Naomi Harris empezó a frecuentar una playa nudista llamada Haulover Beach. «Tan pronto como me convertí en una habitual, empecé a fotografiar allí a la gente», contó en esta entrevista aparecida en la edición norteamericana de Playgirl. «Sabía que muchos de los que frecuentaban la playa eran swingers. Un amigo mío, sexagenario, me pidió que le acompañara a cierto club un domingo por la noche ya que necesitaba una «cita» (los clubes de intercambio de parejas raramente permiten la entrada a hombres solos). Y pensé: ¿por qué no? La curiosidad me estaba matando. Todo el mundo vino vestido con ropa sexy pero yo no podía dejar de pensar en ellos como en gente normal y corriente –profesoras, contables, cajeras de banco– con una vida de lo más mundana. Pero allí estaban, poniéndose morados en el bufé y luego, 20 minutos más tarde, metiéndose en un reservado para montar una orgía. Me pareció fascinante y divertido a la vez. Supe que tenía que fotografiar este fenómeno. Nadie más lo había hecho».
Swinger con problemas de apnea en Swingstock, un festival de cuatro días dedicadoal nudismo, el intercambio de parejas y el fornicio. Foto de Naomi Harris.
En su introducción a America Swings, Richard Prince incide en este aspecto de normalidad anormal: «Según el cine, la televisión y la pornografía comercial norteamericana, las únicas personas que follan en Estados Unidos son jóvenes, esbeltos y perfectos. Naomi Harris piensa de otra manera. En el transcurso de sus cuatro años de exploración por el submundo sexual de Norteamérica, la fotógrafa canadiense descubrió que los que tienen la vida sexual más desatada no son los maniquíes de Hollywood, sino la gente normal y corriente de la puerta de al lado: la señora amable del banco, tu médico de cabecera, esa camarera tan simpática e incluso tu maestro de la escuela dominical. Llámenlo como quieran: intercambio de parejas, «la buena vida» o deporte de interior; pero el caso es que lo de entregarse al sexo extramatrimonial consentido bien podría ser la afición que más rápidamente se está popularizando en Norteamérica. Para penetrar en este mundo, Harris, de 38 años, se unió a los swingers en su propio terreno de juego, trabajando a menudo con sólo unas zapatillas y un cinturón de herramientas en el que llevar los accesorios de la cámara. En 48 meses, fotografió 40 fiestas, a lo largo y ancho del país, desde Mahwah, Nueva Jersey, hasta Pleasanton, California; de Big Lake, Minnesota a Washington, Texas. Acudió a fiestas navideñas, de Halloween, de San Valentín, para celebrar la Super Bowl y también a una cena de Acción de Gracias completamente en bolas. Fotografió la fornicación en camionetas y en yates de lujo. Conoció a médicos, abogados, párrocos, granjeros, maestras de colegio y amas de casa, y descubrió que todos estos improbables adictos a la sensualidad eran acogedores y simpáticos, y estaban más que dispuestos a mostrarle la auténtica forma del sexo norteamericano».
Espero que sea champagne. Imagen de America Swings, de Naomi Harris.
Esa forma no solo está completamente alejada de todos los convencionalismos (la propia Harris define su libro más como un trabajo antropológico que como un libro de arte erótico) sino que además ofrece un reflejo de nuestra sexualidad que puede que algunos consideren grotesco, pero que en realidad es mucho más genuino, dentro de su desnudez, su patetismo y su humor, que el que nos muestra a diario el espejo deformante de los medios de comunicación; por mucho que queramos (o quieran) convencernos de lo contrario, nuestro futuro no es parecernos a las estrellas del papel cuché sino más bien a estos maduritos entrados en carnes de nalgas blancas y fofas.
America Swings se publicó, como decía antes, a finales del año pasado. Hace unos días, State of the Art, el interesante blog de la revista American Photo, publicó una entrevista con Naomi Harris que ha sido la que me ha recordado que le debía una entrada. Os pego, para acabar, un par de fragmentos de la misma. El resto lo encontraréis aquí.
Diseño de interiores de America Swings, de Naomi Harris.
AP: ¿Cómo reaccionaron los swingers, muchos de los cuales son tirando a maduros y nada fotogénicos desde un punto de vista tradicional, cuando te vieron?
Harris: No hacían más que decirme que dejara la cámara y participara, lo cual no me vino nada mal para el ego. El primer día, recuerdo haber visto a unas mujeres con cincuenta kilos de más disfrutando de orgasmos múltiples. Me pregunté por qué a mí no me pasa eso.
AP: ¿No objetaron ante tu presencia?
Harris: A veces alguno decía: «¡Ya está bien de fotos!». Pero a menudo les excitaba. Muchos de estos individuos son exhibicionistas, así que no les importaba. Sólo fotografié a aquellos que me firmaron una hoja de autorización.
AP: ¿Hiciste un esfuerzo por pasar desapercibida?
Harris: Intenté ir vestida según los temas. Si era una fiesta nudista, iba desnuda. Otras veces me vestía sexy, con pantalones cortos ajustados y sujetador. Creo que es mejor no destacar demasiado para hacer las fotos. Consigues que la gente se cuestione menos qué es lo que estás haciendo allí.
AP: ¿Qué cámara utilizaste?
Harris: Uso una Contax 645. Por desgracia, la empresa ya no existe, pero yo sigo utilizándola. Es mi cámara favorita. Parece de 35mm a pesar de que es de formato medio. Para fotografiar a la gente en el acto, usé un Quantum Q Flash. Sencillamente quería capturar el sexo tal y como lo estaba viendo. Para los retratos, utilicé reflectores con paraguas, haciendo rebotar la luz en el techo para conseguir una apariencia más formal.
AP: He visto que la galería de swingers de tu página web está protegida con contraseña. ¿Por qué?
Harris Al principio no lo estaba. En un primer momento pensé que la gente se daría cuenta de que si soy capaz de fotografiar a gente como ésta, que no es precisamente chic ni sofisticada, y conseguir que se sientan a gusto, entonces es que puedo fotografiar a cualquiera. Pero he perdido algunos trabajos comerciales debido a esas fotos. Hubo uno en concreto en el que prescindieron de mí después de haberme hecho volar hasta Carolina del Norte. Un ejecutivo vio las imágenes en mi web y se sintió incómodo. Es curioso. Creo que si fotografiase chicas jóvenes y atractivas, sería como Terry Richardson. A él todo el mundo le halaga y le admira por crear imágenes altamente sexuales. Eso te demuestra el doble rasero de nuestra sociedad: las chicas jóvenes y atractivas pueden follar, pero los demás deberíamos quedarnos escondidos en el armario.
Acción de Gracias en pelotas. Imagen de America Swings, de Naomi Harris.
Pincha aquí para ir a la página web de Naomi Harris. Para ver una buena muestra de sus fotos, entra en el Slideshow. ¡Ah! Y no dejes de ver la galería dedicada a Haddon Hall, un hotel de Miami reservado a la tercera edad. Es realmente impresionante.
Pincha aquí para ver la página oficial de America Swings y aquí para leer una extensa entrevista de Richard Prince a Naomi Harris.
Y si después de todo esto, aún te quedan ganas de más, entra aquí para leer otra entrevista más con Harris y descubrir quiénes son y qué hacen «los mandingos». ¡Impresionables abstenerse!
Fotografía • Sexo
Diane Arbus, Naomi Harris, Swingers Un comentario