Hay que reconocer que en parte me está viniendo bien que la publicación de la autobiografía de Slash haya coincidido precisamente con la gira de promoción de su nuevo (y también homónimo) disco. Hacía mucho tiempo que el de la chistera no estaba tan presente en los medios como en estos últimos meses, y aunque en la mayoría de sus intervenciones ni siquiera menciona el libro, en ocasiones encuentro cosas que me pueden resultar muy útiles como material promocional. Una de ellas es esta entrevista realizada por Shahesta Shaitly para el semanario británico The Observer, publicada el domingo pasado en la sección This Much I Know («Esto es lo que sé»), cuya principal característica es la de reproducir únicamente las respuestas del entrevistado en plan confesional. No deja de resultarme curioso que aunque sólo sea mediante unas cuantas pinceladas superficiales, el texto acaba revelando más sobre la vida y la persona de Slash en poco más de un folio que toda la patética entrevista que le hizo Buenafuente hace un par de semanas (de una sosería y una banalidad francamente imperdonables, máxime teniendo en cuenta que desde la redacción del programa se habían puesto previamente en contacto con nosotros para solicitarnos un ejemplar de la biografía, supuestamente para poder preparar a fondo la entrevista, o sea que no sería por falta de documentación). Pero bueno, tampoco era de eso de lo que quería hablaros hoy. Así que vamos a lo que vamos y aquí os dejo traducido, respetando su formato original, el «Esto es lo que sé» de Slash.
Las guitarras son el objeto más molón y sexy que existe. Me sentí sobrecogido la primera vez que junté tres notas seguidas y sonaron tal como debían sonar.
Toqué fondo de 1996 a 2001. Dejé Guns N’ Roses y mi alcoholismo alcanzó su cota máxima. Tenía 35 años y me tuvieron que instalar un defibrilador en el corazón.
Dejé la bebida y las drogas hace cinco años. Solía ser heroinómano. Hasta entonces, si tomaba drogas no bebía demasiado, y si le daba a la bebida no me drogaba en exceso. Siempre era o una cosa o la otra.
La gente tiende a pensar que era un borracho embrutecido, lo cual probablemente fuera cierto en algún momento. Pero incluso en los tiempos en los que me iba la marcha rehuía a la gente y prefería estar solo. Éramos yo y mis demonios.
Hace año y medio que no fumo un cigarrillo.
Me crié en Stoke-on-Trent. Nos mudamos a Los Ángeles cuando tenía cinco años. Mis recuerdos de Stoke son agradables: mi tía y mi abuela preparando pasteles de manzana y mi abuelo comportándose como un anticuado jefe de bomberos. Lo que más eché de menos cuando dejé Gran Bretaña fue que en L.A. no había lollipop ladies[controladoras de paso cebra].
Slash con la primera encarnación de Snakepit. Foto: Alison Dyer.
No sé qué sentimiento me produce lo «americano», pero desde luego siento afinidad por lo británico. Me siento más cómodo en una habitación llena de gente si hay un británico en ella.
Al haber crecido rodeado de famosos, a menudo me preguntaba qué se sentiría siendo uno, pero cuando me llegó el turno no tuvo nada de especial.
Le tengo fobia a sacar el brazo por la ventanilla del coche mientras conduzco. Imagino que tendrá algo que ver con que toco la guitarra y necesito el brazo.
La telerrealidad es un signo del fin de la civilización occidental tal como la conocemos. Ya no queda ningún misterio en nada.
Todo el mundo me hace preguntas acerca de qué pasó con Axl y me veo obligado a encontrar respuestas, pero en realidad no hay mucho que decir.
No soy una persona emotiva. Supongo que es uno de mis defectos. La última vez que lloré fue probablemente cuando murió mi madre.
Las groupies han cambiado. En los 70 sólo querían sexo. En los 80 querían estar cerca de alguien rico. De las groupies de los 90 no puedo contaros nada porque no me acuerdo. Ahora son o muy inocentes o acosadoras de las que dan miedo.
Soy un adicto a los programas de cocina. No tengo paciencia para cocinar, pero sé todo lo que se puede saber al respecto.
Trabajar con Michael Jackson fue estupendo. No era un dictador ni uno de esos gilipollas idiosincrásicos que se creen con derecho a comportarse como gilipollas porque son geniales. Michael era la encarnación de la música.
Creo en algo superior a sí mismo. No tiene que ver con dios.
Haber tenido hijos sigue cambiándome. Soy un eterno adolescente, así que tener a mis dos hijos es como estar acompañado de un par de colegas.
Mi mayor logro es haber seguido con vida todo este tiempo en la industria de la música… o quizá sencillamente haber seguido con vida, punto.
Slash cuando acostumbraba a destrozar furgonetas de alquiler. Si has leído la autobiografía, ya sabes de qué va la vaina. Foto: Robert John.
Si hay una mujer que actualmente pueda considerarse punta de lanza de ese nuevo movimiento que reinventa la novela negra norteamericana más tradicional desde un punto de vista femenino, esa es Megan Abbott. Por supuesto no es la única. Ya conocemos a Christa Faust y desde luego hay más autoras interesantes en activo, como Vicki Hendricks, de la que ya hablaremos más en profundidad próximamente. Pero por ahora, vamos a centrarnos en Abbott. Primero, porque probablemente, de las tres, es la que más popularidad está consiguiendo con sus obras, habiendo cosechado no sólo multitud de elogios por parte de algunos de los grandes popes del género, como el sempiterno James Ellroy, Allan Guthrie, Ken Bruen o Eddie Muller, sino también un aplauso unánime por parte de la crítica, que ha llegado a coronarla como «la nueva reina del noir«. Segundo, porque su novela Reina del crimen, galardonada en el año 2008 con el premio Edgar (el más prestigioso que puede recibir una obra de misterio en Estados Unidos), será el cuarto título de la colección Es Pop Narrativa, que editamos a medias con los amigos de Valdemar. Y aunque aún faltan algunos meses para que salga al mercado, me ha parecido buena idea ir conociendo a través de unas cuantas entradas la carrera y la obra de esta todavía joven autora, cuya carrera está en estos momentos en pleno despegue. Empezamos hoy con «See You in the Darkness», un texto escrito originalmente para el blog de Mulholland Books, que Megan nos ha cedido amablemente para reproducir aquí. Me parece una buena carta de presentación y da buena muestra del tipo de temas que le interesan como autora: dilemas éticos, ambigüedad moral, sentimientos ocultos, crimen y venganza. En definitiva, todos los elementos de los buenos clásicos del género. Con ustedes, Megan Abbott.
Dos portadas de Richie Fahey para novelas de Megan Abbott.
Nos vemos en la oscuridad
Una fresca tarde de febrero del año 2008, Alan Gordon, el autor de novelas de misterio, me llevó a casa en coche tras la fiesta de lanzamiento de Queens Noir (Akashic, 2008), una antología de cuentos de género negro ambientados en mi distrito natal. Tanto Alan como yo vivimos en Forest Hills, un barrio bastante tranquilo en lo más profundo de Queens. Al acercarnos a la comisaría de la esquina de la calle Yellowstone con Austin, notamos cierto movimiento junto a la puerta principal. Entre los presentes había cámaras de televisión y periodistas inquietos. Al día siguiente Alan me envió un correo electrónico: “Han arrestado a la esposa del dentista por haber contratado a un asesino a sueldo para matarlo. Por eso había tantos equipos de televisión anoche frente a la comisaría. Mi mujer me ha dicho: «siempre he sabido que era un mal bicho»”.
Yo conocía vagamente el caso. En octubre de 2007, Daniel Malakov, un vecino de la zona descrito por los periódicos como «un miembro prominente» de la comunidad judía bukhari de Forest Hills, había muerto tiroteado en un parque infantil cercano delante de su hija de cuatro años. En última instancia, su esposa, la doctora Mazoltuv Borukhova, de la que vivía separado, acabaría siendo condenada de asesinato en primer grado y de haber conspirado con un primo lejano para asesinar a Malakov, con el cual estaba batallando fieramente por la custodia de su hija. La prueba clave: un silenciador casero abandonado en el lugar de los hechos. El silenciador llevó a los investigadores hasta el primo de Borukhova, cuyas huellas dactilares estaban registradas desde que cometiera el delito de haberse colado en el metro sin pagar el billete. Poco después, la policía descubrió que el primo y la doctora habían intercambiado noventa y una llamadas en las tres semanas precedentes al asesinato. Se descubrió el pastel.
Detectives de Queens conduciendo a la Dra. Borukhova al tribunal.
En mi respuesta al e-mail de Alan, recuerdo haber mencionado que toda la historia era, de hecho, un arquetípico relato de género negro:esposa contrata a hombre para que asesine a su marido, sólo para acabar viéndose atrapada por su propia telaraña de engaños. Perdición en la vida real. Pero, por supuesto, más allá de las convenciones del género, el caso apela a algo mucho más elemental relacionado con el perdurable gancho de la ficción criminal, particularmente del noir, con su énfasis en el caprichoso dedo del destino. Hay cierta tendencia a despreciar las novelas criminales como escapismo amarillento y trivial. Este desprecio siempre me ha parecido un intento nervioso por minimizar el auténtico atractivo, completamente visceral, que tiene el género: las novelas criminales no son relatillos desechables de consumo rápido, sino que apelan a nuestra misma esencia, a esas emociones a menudo dolorosamente irresistibles (y forzosas) que, a pesar de todas las capas de «civilización» y modernidad que tenemos encima, aún permanecen sin domar. Deseo. Avaricia. Ira. Venganza. Son motores atemporales. Universales.
Cuando leemos la noticia del dentista asesinado por su esposa, inevitablemente experimentamos sensaciones complicadas que pueden reflejar todo tipo de prejuicios relacionados con nuestras experiencias personales con la pérdida, con el fracaso matrimonial, con la intensidad del amor maternal o paternal. Hacen aflorar justo la misma maraña de sensaciones primarias que provoca la lectura de una novela criminal: esa sensación de que, a pesar de todos nuestros intentos por contener el caos o la mayor parte del caos en nuestro interior, a veces no podemos. A veces, las cosas se tuercen de una manera horrible.
En un artículo muy comentado para The New Yorker (“Iphigenia in Forest Hills”, 3 de mayo de 2010), Janet Malcolm se enfrenta durante casi treinta páginas no sólo al caso Malakov, sino a su respuesta personal ante el mismo ,y en su parte más interesante, a su declarada dificultad para creer, debido a un «prejuicio fraternal», que la refinada e hipereducada doctora Borukhova, con su cara de no haber roto jamás un plato, pudiera ser culpable de semejante crimen. Más aún, es incapaz de ocultar la simpatía que siente por su dilema en el caso de la custodia de su hija, su “viaje desde el despiadado desorden de la vida privada al inmisericorde orden del sistema legal». Un sistema legal que le arrebató dicha custodia al parecer por motivos arbitrarios. Pieza tras pieza, Malcolm repasa una historia cada vez más compleja, repleta de acusaciones de abusos sexuales y violencia doméstica. El caso acaba siendo un laberinto del que la propia autora no consigue salir, y ese laberinto se convierte en el corazón del artículo.
Fred McMurray y Barbara Stanwyck en Perdición, de Billy Wilder.
Cuando leemos novelas criminales que nos afectan, también nosotros podemos sentir que nos internamos en un laberinto, un laberinto que en última instancia conduce de nuevo hasta nosotros mismos. En mi caso, me pasa cuando leo a James Ellroy o a Ken Bruen o a George Pelecanos o a Raymond Chandler, cuyos héroes-detectives experimentan precisamente la misma incomodidad consigo mismos, con sus complejas simpatías, que la que nos muestra Janet Malcolm. Es el tipo de zona gris moral que provoca que nos revolvamos incómodos mientras estamos leyendo, pero a la vez vemos algo de nosotros mismos en ella, y no podemos desviar la mirada.
Supongo que lo que quiero sugerir es lo siguiente: cuando leemos estas novelas, estamos realizando un viaje interno hacia nuestras mejores y peores cualidades e impulsos. Por supuesto, cuando leemos o cuando vemos una serie en la tele, podemos juzgar. Algunas historias están diseñadas para facilitar ese juicio. Ley y orden, por ejemplo, está estructurada de tal manera que casi sea imposible sentirse incómodo o inseguro. Las cuestiones morales están decididas de antemano y podemos observar con la distancia que da la certeza total. Y hay un placer supremo en ello. Volviendo al caso Malakov, recuerdo haber saboreado el titular del New York Post que anunciaba: “MADRE ASESINA, FRÍA COMO EL HIELO HASTA EL MOMENTO DE SER DECLARADA CULPABLE». Aún sigo saboreando ese titular. Pero muchos relatos criminales no nos permiten adoptar esa distancia tan cómoda. Inevitablemente empezamos a identificarnos con todos los personajes «equivocados», con los impulsos más turbios, los motivos más oscuros. Y así comienza un baile: ¿cuánto nos acercarán nuestros contoneos al borde del abismo? ¿Cuánto nos permitiremos mirar hacia nuestro interior, experimentar sentimientos contradictorios, considerar los aspectos más sombríos de nuestra personalidad?
Con esto no pretendo sugerir que todos somos asesinos en potencia; que dadas ciertas circunstancias todos nos veríamos arrastrados a desesperados actos de violencia. Más bien, que las novelas criminales ponen al descubierto aquello que intuimos a un nivel más profundo: que nuestros corazones son un misterio incluso para nosotros mismos. Y que leer ficción criminal nos permite visitar clandestinamente nuestros rincones más secretos. Y cuando giramos la última página, sentimos cierto alivio al saber que podemos, por el momento, dejar de buscar. Podemos volver a sentirnos más cómodos con nosotros mismos. Podemos dejar el libro y empezar a fingir de nuevo.
En 2007, con motivo del lanzamiento de su autobiografía, Slash participó en el Late Show de David Letterman para hablar un poco del libro, de su vida en general y de Guns N’ Roses en particular. Ahora que sólo queda una semana para la publicación de Slash en España, me ha parecido un buen momento para recuperar la entrevista de Letterman y subtitularla en castellano. Como siempre, cualquier uso que queráis hacer del vídeo (vincularlo, difundirlo, incrustarlo en vuestros blogs) será bien recibido.
Os recuerdo los detalles del libro: Slash, la autobiografía, de Slash y Anthony Bozza. Publicado por Es Pop Ediciones. 16,5 x 24 cm. Tapa dura. Sobrecubierta. 480 pags. Ilustrado. ISBN: 978-84-936864-3-7. PVP: 26 €. Y además puede comprarse aquí.
El próximo veinte de octubre se pondrá por fin a la venta la edición en español de Slash, la autobiografía del melenudo guitarrista de Guns N’ Roses y Velvet Revolver (y de Snakepit, ojo, que a mí It’s Five O’Clock Somewhere siempre me ha parecido un disco nada desdeñable). Como siempre, trabajar con una docena de distribuidoras hace que sea difícil llegar a todos los punto de venta al mismo tiempo, pero ese es al menos el día oficial en el que debería de estar en las tiendas. En cualquier caso, esta vez hemos preparado una página de preorder, para que quien quiera pueda ir reservando su ejemplar o ejemplares directamente con nosotros. Los que hayáis comprado anteriormente en nuestra tienda, ya sabéis cómo funciona el tema. Para los que no, decir sólo que los libros se envían por mensajero, que no cobramos gastos de envío y que, como es lógico, se paga en el momento de la entrega, no al hacer el pedido. Si queréis probar, esta es una buena oportunidad. Por lo demás, disculpas una vez más por el retraso acumulado por el libro a todos aquellos que lo lleváis esperando desde hace meses. Gracias por vuestro apoyo, por el continuo interés que habéis mostrado hasta ahora y por vuestra paciencia. Mientras tanto, aquí os dejo la ficha del libro y el consabido enlace al adelanto en PDF por si queréis ir picoteando un poco. Que lo disfrutéis.
SLASH: LA AUTOBIOGRAFÍA
Nació en Inglaterra, pero creció en Los Ángeles, en el vibrante hervidero de música y cultura que fueron los primeros años setenta. Su adolescencia la pasó en las calles, descubriendo la bebida, las drogas, la música rock y las mujeres, a la vez que adquiría un notable prestigio como corredor de bicicross. Pero todo su mundo cambió el día que sostuvo por primera vez la baqueteada guitarra con una sola cuerda que encontró escondida en el armario de su abuela. Ahora, tras haber vendido más de 100 millones de discos con Guns N’ Roses y tras haberse ganado a pulso la fama de ser uno de los mejores guitarristas del mundo, Slash ha decidido contar, por primera vez, la historia del grupo desde dentro: su formación, los años de penurias, la creación de las canciones que definieron una era, la locura del éxito y, en última instancia, el tortuoso y desquiciado camino hacia la autodestrucción que terminó acabando con ellos. Pero esta no es sólo la historia de Guns N’ Roses, sino también una crónica personal llena de triunfos y tragedias; la de una vida marcada por el empeño de huir de sus demonios, ahogándolos en vodka, heroína, cocaína, actrices porno y lo que fuese que le saliera al paso. Slash ha sobrevivido a todo ello: adicciones, demandas, revueltas callejeras, sobredosis, decadencia y destrucción, hasta encontrar una salida en la evolución de su música, desde Snakepit hasta Velvet Revolver. Slash es todo lo que puede esperarse del hombre, el mito, la leyenda: divertido, sincero, fresco y abracadabrante… en una palabra: excesivo.
«La autobiografía más demencial que leerás en tu vida».
The Observer
«Maravillosamente sincera».
Entertainment Weekly
«Entretenida y educativa. Un curso acelerado para todos aquellos que aspiran al estrellato del rock».
Spin Magazine
Características: 16,5 x 24 cm. Tapa dura. Sobrecubierta.
464 pags BN + 16 pags a color. Ilustrado.
ISBN: 978-84-936864-3-7
PVP: 26 €
Ahora que Slash ya va camino de la imprenta y que cada vez falta menos para que llegue a las tiendas, ha llegado el momento de traeros un primer adelanto algo más sustancioso del libro. Sin embargo, en esta ocasión, en vez de colgar el típico capítulo de muestra en PDF (que de todos modos podréis encontrar en breve en la web de Es Pop), he preferido hacer algo un poco diferente. De modo que, aprovechando que los vídeos de Guns N’ Roses están disponibles en YouTube, se me ha ocurrido ir extractando aquellos fragmentos de la autobiografía en los que Slash va comentando cómo fue el rodaje de cada uno de ellos para elaborar esta especie de guía audiovisual. Comenzamos por…
Welcome to the Jungle, 1987
Antes de salir a la carretera con The Cult, rodamos el vídeo para “Welcome to the Jungle”, el primero que hacíamos. El rodaje duró dos días. El primero, grabamos todas las pequeñas escenas que nos definen a cada uno como personajes individuales: Axl saliendo de un autobús, Izzy y Duff paseando por la calle, etc. Si parpadeas, lo más probable es que a mí ni me veas: soy el borracho sentado en un portal con una botella de Jack metida dentro de una bolsa de papel. Rodamos aquellas escenas en La Brea, frente a una pequeña tienda de barrio que había encontrado nuestro director, Nigel Dick. Yo ya estaba familiarizado con el largo y arduo proceso de grabar vídeos: en 1982 había sido extra en uno para un tema de Michael Schenker sacado de su álbum Assault Attack. El ciclo constante de «carreras y pausas» habitual en cualquier tipo de rodaje me parecía tan aburrido que para cuando llegó el momento de grabar mi escena para el vídeo de “Jungle” ya estaba completamente borracho. Ese clip muestra perfectamente cómo era mi vida en aquel momento: un minuto después de que el director gritara «Corten» me peleé con nuestro representante, Alan Niven. Lo mandé al carajo y me perdí en la noche, haciendo autoestop hasta quién sabe dónde.
A la noche siguiente grabamos en el Park Plaza Hotel, donde tenía su sede el Scream Club de Dale Gloria. Dale es célebre entre los noctámbulos de Los Ángeles por haber sido el propietario de varios clubes; Scream era el más legendario. Aquel segundo día fue igual de largo y tedioso, pero al menos grabamos al grupo interpretando la canción en directo. Primero la tocamos a puerta cerrada y después llenamos el club con público y la volvimos a interpretar tres veces seguidas. Aquello sí estuvo bien. Y con eso terminamos nuestro primer vídeo.
Sweet Child O’ Mine, 1987
Regresamos a L.A. y grabamos el vídeo para “Sweet Child O’ Mine”, más que nada para mantenernos ocupados mientras Alan buscaba un modo de volver a sacarnos a la carretera. El rodaje no estuvo del todo mal; sólo fueron otro par de días sentados esperando a que nos llegara el turno de hacer algo. Mientras hubiera un elemento de interpretación en directo, a mí ya me parecía bien. En el vídeo salen todas nuestras novias del momento, lo cual me resulta bastante gracioso al verlo ahora, con la distancia que da el tiempo.
Paradise City, 1988
En el transcurso de aquella gira [con Aerosmith] tocamos en el estadio de los Giants, compartiendo cartel con Deep Purple. Es un recinto gigantesco y teníamos tanto espacio en el escenario que podíamos ponernos literalmente a correr; siempre se nos dio bien eso. Hicimos un set de cuarenta y cinco minutos y tocamos “Paradise City” dos veces porque aprovechamos para rodar un vídeo. El público explotó. El estadio de los Giants tiene una capacidad de ochenta mil personas, y aunque no estaba del todo lleno nunca habíamos tocado para tanta gente a la vez. La energía era increíble. Fue uno de esos momentos en los que de verdad me di cuenta de lo populares que nos estábamos volviendo en el mundo «real». Fue un momento de claridad. Visto con la perspectiva que otorga el tiempo, era evidente que a pesar de los éxitos de Aerosmith en la radio pronto fuimos nosotros los que pasamos a ser la atracción principal. Sucedió muy rápido, gracias a la constante rotación del vídeo de “Sweet Child O’ Mine” en la parrilla de MTV. En apenas unas semanas desde que se lanzó como single a primeros de junio, llegó al número uno y nos convirtió en el grupo más popular del país. Desde arriba nos llegaban rumores, pero yo no fui realmente consciente de ello hasta que la revista Rolling Stone apareció en mitad de la gira. Habían enviado a un periodista para que escribiera un artículo de portada sobre Aerosmith, pero al cabo de un par de días observando las reacciones del público y viéndonos tocar, la revista optó por darnos a nosotros la portada. Para cuando acabó la gira, éramos un puto fenómeno y generábamos un nivel de entusiasmo que a mí me dejaba desconcertado noche tras noche.
Las secuencias de concierto que se ven en “Paradise City” se rodaron en dos lugares; el primero fue el estadio de los Giants en Nueva Jersey y el segundo, un mes más tarde, durante el festival Monsters of Rock en Castle Donington, en las Midlands inglesas, el 20 de agosto de 1988. Para cuando llegamos a Donington, “Sweet Child” y “Welcome to the Jungle” habían irrumpido en las listas de todo el mundo y el disco había entrado en el Top Ten. En aquel concierto obtuvimos una reacción frenética que nunca hasta entonces habíamos presenciado. El festival rompió aquel año todos sus récords de asistencia, superando la marca de las cien mil personas. No se nos ocurría un lugar más indicado para grabar nuestro directo… hasta que dos personas fallecieron pisoteadas justo frente al escenario durante nuestra actuación.
Patience, 1989
Grabamos el vídeo para “Patience” en dos localizaciones: una fue The Record Plant, el estudio en el que habíamos registrado las canciones; de ahí salieron las secuencias en las que se nos ve tocar. El resto del vídeo (las escenas con los diferentes miembros del grupo) las grabamos en el Hotel Ambassador, donde asesinaron a Bobby Kennedy. En aquel momento estaba cerrado al público, pero disponible para rodajes de películas y vídeos.
Yo tenía dos serpientes que me habían regalado mientras estaba en el apartamento de Larrabee: una era una boa constrictor de cola roja y metro ochenta de envergadura, llamada Pandora, que había sido un regalo de Lisa Flynt, la hija de Larry. La otra era una pitón birmana de dos metros setenta de envergadura llamada Adriana. Las dos vivían en el armario de mi dormitorio y las dos salen en el vídeo.
Recuerdo bien aquel día. Estaba empezando a convertirme en uno de esos músicos yonquis que asumen que lo que hacen es tan común y sabido por todos que apenas sienten la necesidad de disimularlo. Aparecí en el rodaje, pasé a toda velocidad junto a los técnicos de luces y los cámaras, que llevaban allí apelotonados todo el día para preparar la escena, y me encerré en el cuarto de baño. Ahora era el típico guitarrista cuya reputación le precede y que vive a su altura: me quedé allí dentro unos ocho minutos, después salí colocado y me tiré en la cama con mi boa por encima. Apenas me moví mientras ellos rodaban lo que necesitaban. Creo que no le dije ni media palabra a nadie. Debió de ser surrealista.
It’s So Easy, 1989
El día anterior al primer concierto con los Stones, dimos una actuación de calentamiento en el Cathouse que fue la polla. Era la primera vez que volvíamos a tocar tras una buena temporada y teníamos tanta energía contenida que sonamos asombrosamente bien. Fue un concierto memorable, aunque no careció de momentos desagradables, ya que Axl insultó a David Bowie de tal manera desde el escenario que Bowie se marchó a mitad de actuación.
David estaba allí con mi madre, sentados a una mesa cerca del escenario, y al parecer Axl estaba convencido de que en el backstage, antes de empezar, David le había estado tirando los tejos a Erin Everly. Era una idea tan absurda que mi madre tuvo que preguntarme después qué cojones le pasaba a Axl. Fue una situación incómoda, pero intenté obviarla para centrarme únicamente en lo positivo. Aquella velada fue registrada para la posteridad en el video de “It’s So Easy”, que nunca fue aceptado por MTV ni emitido en Estados Unidos porque nos negamos a eliminar los tacos de la canción.
Don’t Cry, 1991
Una vez que quedó decidido, una vez que quedó grabado en piedra que el segundo de los cinco miembros fundadores de Guns N’ Roses dejaba el grupo, terminamos la gira europea. El último concierto de Izzy fue frente a setenta y dos mil personas en el estadio Wembley, en Londres, para el cual agotamos las entradas más rápidamente que cualquier otro artista en la historia. Pero lo que realmente merece la pena mencionar es que, al menos según yo lo recuerdo, después de que Izzy nos informara de que abandonaba el grupo, ninguno de los conciertos restantes de la gira europea comenzó tarde. Tras Wembley, regresamos a L.A. y grabamos el vídeo para “Don’t Cry”, en el que Dizzy Reed sale con una camiseta que pone: «¿Dónde está Izzy?».
November Rain, 1992
Cuando regresamos a L.A. me permití un raro capricho: una guitarra. Un coleccionista se había puesto en contacto con nuestros representantes porque quería venderme la Les Paul de 1959 de Joe Perry, el modelo Sunburst de color tabaco con la que sale en incontables fotografías. La ex mujer de Joe la había vendido cuando él aún era drogadicto y habían pasado por una mala racha económica. Y era la auténtica; el tipo tenía fotos y toda la documentación. Era una guitarra que yo conocía bien: era la que enarbolaba Joe en el póster de Aerosmith que había tenido en la pared de mi cuarto durante mi adolescencia. Tenía un rayazo inconfundible; era la de verdad.
El tipo quería ocho mil dólares por ella, y aunque yo nunca me había gastado ocho de los grandes en nada en toda mi vida, tenía que tenerla. Fue un momento bastante alucinante para mí cuando por fin la tuve entre mis manos; el mismo instrumento que había jugado un papel esencial en el camino que había elegido para mi vida era ahora mío (más tarde la utilizaría en el vídeo de “November Rain”). Fue entonces cuando sentí que de verdad había triunfado.
Since I Don’t Have You, 1993 The Spaghetti Incident salió a la venta en noviembre de 1993 y el single fue “Since I Don’t Have You”, lo cual estaba lejos de ser la mejor idea, a pesar de que fuera una excelente versión. También grabamos un vídeo. Por aquel entonces yo salía cantidad de marcha con Gary Oldman, así que el día del rodaje me lo llevé conmigo al estudio. Tras “November Rain” y “Estranged”, estaba ya harto de los vídeos conceptuales ideados por Axl, y este prometía ser otro más en la lista. Casi me marché del plató cuando me dijeron que tenía que ponerme en mitad de un estanque lleno de agua y posar mientras tocaba la guitarra durante quince tomas. Afortunadamente, Gary intervino:
—No, no —dijo—. Saldrá bien. Espera un momento.
Desapareció un buen rato en vestuario y maquillaje para reaparecer disfrazado de Marqués de Sade, con un traje victoriano completamente auténtico. También tenía un par de accesorios de atrezo y decidió que me llevaría en bote a través de la laguna Estigia mientras yo tocaba el solo bajo la lluvia. Para cuando llegó el momento de rodar, había perdido el disfraz y terminó interpretando a una especie de demonio con la cara pintada de blanco y unos pantalones ajustados. Casi fue demasiado convincente. Después de aquella tarde, estoy casi seguro de que lo siguiente que supe de Gary fue que estaba en rehabilitación.
Y con esto acabamos el repaso de Slash a los vídeos de Guns N’ Roses. Evidentemente, faltan varios sobre los que no comenta nada en el libro, aunque en determinados casos, como el de «Estranged», la verdad es que no me extraña (¡esos delfines!). Para eso, mejor nos despedimos con este:
Este mes, Cultura Impopular va a estar dedicado, entre otras cosas, a la inminente salida de Slash, la autobiografía del melenudo guitarrista de Guns N’ Roses y Velvet Revolver. En los próximos días os iremos presentando cosas como la portada y vídeos relacionados con el libro, más los consabidos adelantos. Pero hoy, para empezar, una pequeña curiosidad. Lo que podéis ver arriba en la foto son varias páginas de de la traducción que demuestran que, aunque pudiera parecer que el catálogo de la colección Es Pop Ensayo es más bien de su padre y de su madre, en el fondo todo está mucho más relacionado de lo que parece. Si ampliáis la imagen, veréis que en Slash se hacen referencia a acontecimientos y personajes tanto de Los trapos sucios como de El otro Hollywood e incluso a Carlitos y Snoopy. Así que ya lo sabéis, después del Universo Marvel y del Whedonverso, aquí llega el Universo Es Pop. Y bueno, como esto no deja de ser una chorrada, aquí os dejo también un enlace a un miniadelanto del libro que acabo de colgar en tumblr para celebrar nuestros primeros 1.000 posts, en el que podréis ver en exclusiva el culazo que se gasta Slash. Muy pronto, más.
Portada de Glen Orbik para la secuela de A la cara, de próxima publicación en EEUU.
A la cara. Y a la yugular. Christa salta como una gata malherida y se agarra a la parte del cuerpo que le pongas a tiro. Lo tiene todo y lo sabe, y juega inteligentemente con sus recursos. Con una biografía que ni inventada —antigua bailarina de cabina de peep show y tatuada modelo—, aspecto de haber roto todos los platos de la alacena y un ojo clínico que le permite buscar el punto débil del lector, debuta en un género tan complejo como la novela negra con aroma a clásico —olviden ustedes los helados parajes nórdicos— y logra impactar. A vieja fórmula, nuevos personajes y paisajes: en un mundo sórdido de actrices porno, chulos sin escrúpulos, esclavas sexuales y psicópatas repulsivos, la heroína Angel Dare, antigua estrella del cine de entretenimiento para adultos, se ve envuelta en un anfetamínico carrusel de agresiones, asesinatos, torturas y huidas. Nacida para correr y hacer correr, Faust engorda su nómina de seguidores con nombres ilustres —con Tarantino a la cabeza—, no engaña al insinuar cual es su objetivo final e inaugura, junto a Neil Cross y Todd Grimson, una colección de narrativa pop que promete emoción con olor a pulp. Alfred Crespo, en el nº 273 de Ruta 66 (julio/agosto 2010).
La semana pasada se inauguró en el centro de creación contemporánea Matadero Madrid la muestra Cartográfica: Madrid Diseña, una exposición impulsada, en palabras de la organización, «con la doble idea de visualizar la gráfica que se hace en, desde o para Madrid y para hacer un inventario gráfico de los profesionales que trabajan o viven en Madrid». Lo bonito y lo original de la muestra es que, gracias a ese afán inventariador, uno puede ver el trabajo de diseñadores absolutamente consagrados junto al de completos desconocidos y admirar el resultado de grandes campañas para firmas como Mahou, Camper, El País, el Museo del Prado o Alfa Romeo junto a diseños para pequeñas editoriales, librerías, fanzines y proyectos personales. Vamos, que sí tiene uno la sensación de estar viendo un auténtico panorama, completo, complejo y variado del diseño que se está haciendo actualmente en Madrid.
Varios trabajos de, entre otros, Javier Olivares.
Vaya por delante que yo no me considero ni mucho menos diseñador. Me apasiona el tema y trasteo lo que puedo, más que nada por necesidad y para poder sacar adelante mi proyecto editorial, pero de verdad que no es falsa modestia cuando digo que me siento bastante intruso en una muestra como esta, ya no sólo al lado de gigantes a los que admiro como Pep Carrió, Óscar Mariné, Fernando Rapa Carballo o Isidro Ferrer, sino también al lado de todos los demás participantes, la gran mayoría desconocidos para mí pero en muchísimos casos sobrados de auténtico talento.
Es Pop en Cartográfica.
En cualquier caso, una vez recibida la invitación a participar en el proyecto, no podía dejar pasar la ocasión de promocionar los libros de Es Pop en un marco tan apetitoso. Para que os hagáis un idea de la magnitud de la exposición, cada diseñador de los más de 500 que han participado podía enviar hasta cinco ejemplos de su trabajo. Todos ellos pueden verse en Matadero Madrid tal y como podéis comprobar en las fotos que acompañan a este texto. Entre todas estas obras propuestas, un comité de selección escogió una serie de ellas para componer una segunda muestra dentro de la muestra en la que se pueden ver los diseños reproducidos a mucho mayor tamaño y ordenados por temáticas.
La cubierta de Acero, ilustrada por David Sánchez. en buena compañía.
Y sí, ahí entre los libros está la portada de Acero. Me parece evidente que si algo ha debido de llamar la atención del comité de selección tiene que haber sido, por encima de cualquier otro elemento, la potencia gráfica de David Sánchez, el ilustrador de la misma, pero aun así no he podido evitar sentir cierta satisfacción personal, más como editor que como diseñador, al verla ahí expuesta. Pero lo que más marciano me parece de todo esto es la posibilidad de que si, tal y como estaba previsto, esta parte de la muestra viaja a finales de año al pabellón de Madrid en la Expo de Shanghai, pueda llegar a darse el caso de que algún espectador chino vea la portada y piense: «Oye, pues tiene buena pinta este libro». En fin, vaya tonterías que se me ocurren.
Cómo me gustan los carteles de Isidro Ferrer para el Centro Dramático Nacional.
Lo importante, en cualquier caso, es que la exposición podrá seguir viéndose hasta el próximo 5 de septiembre, de martes a viernes de 16:00 a 22:00 horas y los fines de semana de 11.00 a 22:00. Ya sabéis, en Matadero Madrid (Paseo de la Chopera, 14). Y de verdad que merece bastante la pena. Podéis ver más fotos y comentarios en los blogs de otros amigos que también participan en la muestra, como Manuel Bartual y Javier Olivares. También, con un poco de paciencia, podéis ver todos los trabajos presentados en la web de Cartográfica, aunque quizá no sea la manera más cómoda de hacerlo. Por último las portadas de Es Pop están aquí.
Ali Karim es colaborador de varios medios especializados en novela policiaca, entre ellos uno de mis blogs de referencia, The Rap Sheet. También es la persona que me puso sobre la pista de Neil Cross gracias a una entrevista publicada precisamente en dicho blog. Por si eso fuera poco, Ali ha tenido a bien cederme algunos fragmentos de la misma para compartirlos aquí con vosotros. Si os quedáis con ganas de más, recordad que hay otra más extensa y mucho más centrada en Capturado disponible en el dossier de prensa del libro.
Ali Karim: Eres conocido tanto por tus guiones para televisión como por tus novelas, pero ¿qué fue lo primero? Neil Cross: Supongo que las novelas, ya que además me considero principalmente novelista. Dicho esto, lo cierto es que me convertí en novelista escribiendo tebeos. Cuando era adolescente escribía guiones para tebeos de superhéroes, lo cual en retrospectiva no está tan alejado de escribir guiones para la tele, si entiendes cómo funcionan los storyboards. AK: ¿Qué tebeos leías, norteamericanos? ¿Marvel? ¿DC? ¿Jack Kirby, Stan Lee, Steve Ditko? NC: Por supuesto. En mi opinión El Hombre Máquina de Steve Ditko es un gran clásico infravalorado. Los tebeos de Marvel me enseñaron cantidad de cosas sobre narración, personajes, conflicto. De hecho debo decir que todo lo bueno que he aprendido como escritor de ficción vino de los tebeos Marvel. […] Uno de mis tebeos favoritos de toda la vida es el de Daredevil peleando contra Hulk. Recuerdo que Daredevil recibía una paliza de muerte. Uno sentía de verdad la violencia de aquella situación casi absurda, un superhéroe ciego batallando heroicamente contra alguien tan amenazador y poderoso como la Masa. Y el siguiente número empezaba con él en el hospital. Puro genio. El Daredevil de Frank Miller en los ochenta fue seminal. AK: Tras varias novelas que no eran de género, escribiste Enterrada, que me dejó completamente impresionado. Me pareció que trataba temas de moralidad y confianza que, casualmente, también son los que predominan en la serie de espionaje de la BBC Spooks. ¿Dirías que “moralidad y confianza” son dos temas que te atraen? NC: Desde luego. Una cosa que me interesa en particular de la novela criminal norteamericana es que tiene un tema unificador: “El libre albedrío ejercitado como pecado”. Esto va en directa oposición de gran parte de la novela criminal británica, en particular la de la, según ellos, época dorada del género, que habla de la restauración del orden. Alguien ha sido asesinado, todo se descontrola, por el amor de Dios volvamos a la normalidad para que todo siga su curso. Me interesa más “el libre albedrío ejercitado como pecado” que la “restauración del orden”. AK: Entonces supongo que habrás leído a Patricia Highsmith, ¿no? NC: Me obsesiona Patricia Highsmith… He leído muchas novelas suyas y también cuentos, aunque no todo su canon. Y por supuesto no todo está a la altura de sus mejores trabajos, pero una de sus novelas que más me impresionó, al margen de las de Ripley, fue El grito de la lechuza, protagonizada por una mujer que se enamora de su acosador. Sería prácticamente impublicable hoy en día, pero en manos de Highsmith tiene todo el sentido.
Idris Elba en la nueva serie de Cross para la BBC: Luther.
AK: Volviendo a Enterrada, los dos personajes principales, Nathan y Bob, no son demasiado atractivos como protagonistas, pero el libro es absorbente. ¿Cómo conseguiste desarrollar una historia tan intensa a partir de dos protagonistas poco atrayentes? NC: Esa precisamente era una de las dificultades. Parte de la génesis de Enterrada estaba en ver si era capaz de hacer personajes tan amorales como los de Patricia Highsmith y contar una historia con ellos, y hasta cierto punto la respuesta fue no, no pude, fui incapaz de escapar de cierta moralidad. Pero sí puedo escribir sobre la culpa. De modo que hasta cierto punto Enterrada fue un desafío intelectual para ver hasta qué punto era capaz de salirme con la mía y aun así poner al lector de parte de los personajes principales. AK: ¿Cómo empezaste a escribir para Spooks? ¿Conocías a David Woolstencroft? NC: No, fue una serie de accidentes y coincidencias. Como ejercicio para aprender a escribir guiones, adapté mi novela Always The Sun y el resultado fue leído por la gente adecuada. Tenía un agente literario, lo cual contribuyó a ello. A continuación un agente especializado en cine y televisión accedió a cogerme como cliente y llevó mi guión de Always The Sun a varias personas. Les gustó a todas y eso, curiosamente, me consiguió el trabajo de escribir para Spooks. AK: ¿Pero cómo se escribe una serie para la televisión británica viviendo en Nueva Zelanda? ¿Puedes comentarnos un poco cómo es el proceso? NC: Bueno, primero vine a Londres para una serie de reuniones iniciales junto a los productores y los demás guionistas en el transcurso de las cuales charlamos sobre las historias incluidas en la temporada, en términos muy generales, temas. Para la última temporada me apetecía mucho explorar temas relacionados con la guerra frío, y la respuesta de los productores fue muy entusiasta. A partir de esas pinceladas generales, tratamos lo que le pasaría a cada uno de los personajes en el transcurso de la temporada y qué nos gustaría hacer con ellos, también en términos ejemplares. Por ejemplo: me gustaría ver a tal personaje fracasar, de modo que, ¿qué haría dicho personaje en una situación como esta? Y a partir de estos vagos apuntes uno desarrolla ideas para la historia y episodios específicos aparecen mediante un misterioso proceso que no acabo de comprender del todo. Es parte inspiración, parte álgebra y parte leer las noticias. AK: ¿Qué puedes contarnos sobre tu nueva novela? NC: Se llama Capturado, se publicará en enero de 2010 y aunque es muy diferente a Enterrada discurre por un territorio similar. Confianza, moralidad y las cosas terribles que hacemos por amor.
Antes de pasar a formar parte de la legión de seguidores de la pandilla Peanuts, había seguido a otros cómics legendarios […] pero el grupo de Carlitos y Snoopy siempre tuvo para mí algo que ninguno de [los demás] poseía: humanidad, una compleja y con frecuencia atormentada humanidad. Y además condensada en cuatro o cinco viñetas, no como las elaboradas historias de Tintín o de Astérix. Se trataba de un grupo de niños y de un perro, sí, pero ¡Dios mío, cuántos problemas y complejos sufrían! Muchas de las tiras de los Peanuts son, como todas las viñetas de El Roto, tratados de filosofía existencial en dibujos. […] Está bien que después de tanto tiempo, alguien, David Michaelis, se haya esforzado por producir una biografía bien documentada y argumentada de Schulz.
José Manuel Sánchez Ron, ayer en Babelia. Pincha aquí para leer el texto completo en la web o aquí para leerlo en PDF.
Cultura Impopular es el blog de Es Pop Ediciones, una editorial independiente especializada en temas relacionados con la cultura pop. Nuestra intención es convencerte de que compres los libros que editamos, pero intentaremos que no se note demasiado hablando también de otras cosas. Si quieres saber más sobre Es Pop, visita nuestra página web.
Cultura Impopular está escrito por Óscar Palmer. Puedes contactar con él por correo electrónico.