Cultura Impopular

El blog de Espop Ediciones

viernes 19 de junio de 2009

A todo trapo

El suplemento EP3 del diario El País publica hoy una entrevista con Vince Neil, cantante de Mötley Crüe, a propósito de su concierto de mañana en el Kobetasonik de Bilbao y de la publicación en España de Los trapos sucios. A continuación, un par de respuestas de Vince centradas directamente en el libro.

EP3. Los trapos sucios se acaba de publicar en España. ¿Cambiarías algo del libro?
Vince. No podemos, porque todo es verdad. Cuando se publicó, le pedí a mi tercera mujer que no lo leyera. Me prometió que no lo haría, pero lo hizo. Al día siguiente, me llamó para pedir el divorcio [risas].
EP3. Es que tanta sinceridad…
Vince. Es lo que queríamos. Una biografía real, de verdad. Pocas bandas se atreven a publicar un libro así. Quizá porque la mayoría están casados. Nunca quisimos ser una banda salvaje. Pero fue lo que ocurrió.
EP3. Han pasado ocho años desde Los trapos sucios, la autobiografía de Mötley Crüe. ¿Cómo se llamaría una posible segunda parte sobre estos últimos tiempos?
Vince. The Dirtier [Lo más sucio].
EP3. ¿Está todo contado u os habéis guardado algún secreto?
Vince. Está todo contado, o por lo menos, lo que recordamos. Nos faltan algunas piezas en la memoria, pero el 99% de lo que nos ocurrió está en el libro.
EP3. Se decía que ibais a convertir el libro en una película. ¿Qué ha pasado?
Vince. Una gran empresa compró los derechos hace nueve años. Leímos el guión y estaba guay. Hasta la iba a dirigir David Fincher [El club de la lucha, Seven, Zodiac…]. Pero no tenemos ni idea de cómo va el proyecto.
EP3. ¿Quién querrías que hiciese de ti?
Vince. Sería mejor que lo hiciesen actores desconocidos. No me veo con la cara de Val Kilmer.
EP3. Hombre, y se hace difícil imaginar a Leonardo DiCaprio con unas mallas ajustadas de leopardo y un cardado gigante…
Vince. Bueeeeno, no estaría mal.

Pincha aquí para leer el resto de la entrevista en la página web de El País.

Pincha sobre las imágenes para ampliarlas.

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martes 9 de junio de 2009

El otro Hollywood en Dirigido

El escritor Hunter S. Thompson flanqueado por los hermanos Mitchell, productores de cine porno y directores de la seminal Tras la puerta verde.

Este mes ha aparecido publicada en la revista Dirigido una excelente crítica de El otro Hollywood. La transcribo aquí no sólo por lo sumamente elogiosa, sino sobre todo porque hace hincapié en dos elementos que me parecen fundamentales y que hasta ahora no había visto comentados por ningún reseñista. Uno, la enorme dificultad técnica y el esfuerzo descomunal que implica realizar un libro de estas características. Dos, que a través del retrato de una pequeña comunidad los autores han acabado haciendo una excelente radiografía de toda una cultura y una época.

El otro Hollywood. Una historia oral y sin censurar de la industria del cine porno
Sin duda alguna, estamos ante uno de los mejores libros de cine publicados en nuestro país en mucho tiempo. No sólo porque El otro Hollywood sea un clásico desde su aparición en Estados Unidos en 2005, sino por el rigor, interés y profundidad con que trata el nacimiento y declive -cualitativamente hablando- del cine porno norteamericano (1950-1995). Un espacio cinematográfico, huelga decirlo, frecuentado en demasía por fetichistas, onanistas y freaks de todo pelaje y condición, que emborronan páginas de libros y fanzines sin verdaderos conocimientos fílmicos sobre el tema, carentes de una perspectiva artística, psicológica, ética, lúdica, de la pornografía como forma válida de cine.
El principal mérito de El otro Hollywood radica en que sus autores, Legs McNeil & Jennifer Osborne (y Peter Pavia), han cedido todo el protagonismo a aquellos hombres y mujeres que hicieron posible la industria del cine pornográfico USA. Este es un texto compuesto, como si de un inmenso puzzle se tratara, de cientos de declaraciones breves, ordenadas cronológica y casi dramáticamente, sobre las vivencias, sentimientos y reflexiones de actrices, actores, productores, directores, mánagers, policías, periodistas, pornógrafos, espectadores, críticos, historiadores y políticos, declaraciones a veces apostilladas por recortes de prensa, informes policiales o los datos de una autopsia (¡). Sexo (of course), dinero, drogas, belleza, gama, violencia, Mafia, sida, crimen, traición, libertad y represión son los temas que articulan el testimonio de personajes como Linda Lovelace, Chuck Traynor, Harry Reems, Marilyn Chambers, Ron Jeremy, Ginger Lynn, Tom Byron, Sharon Mitchell, Tim Connelly o Traci Lords, entre muchos otros, quienes en ningún instante disfrazan sus puntos de vista sobre la industria y sus integrantes, sus simpatías y odios.
Trabajar con fuentes orales no es nada fácil, entre otros motivos porque su utilización supone un enorme trabajo previo de investigación, al compararlos con otras fuentes escritas, y más tarde, un colosal esfuerzo de estructuración, sin olvidar el problema que plantean la confiabilidad y la representatividad de los testimonios orales, relacionados con el concepto de la saturación retórica. En este sentido, Legs McNeil & Jennifer Osborne (y Peter Pavia), con su método ensayístico-discursivo, han conseguido realzar la importancia de un testimonio oral, el cual reposa en su no correspondencia con los hechos establecidos, sino más bien en su discrepancia con los mismos, resaltando el modo en que los actos y los modelos de conducta son experimentados y retenidos en la memoria. En este sentido, son historias que sirven para definir comunidades e individuos y los contextos donde adquieren significado.
Excelentemente editado y traducido (por Óscar Palmer Yáñez) El otro Hollywood se erige como un testimonio dinámico, veraz y tremendamente revelador de toda una época, de toda una visión del cine, de toda una industria, vacío de tonos moralizadores y/o pseudocientíficos, eruditos y/o exaltados. Porque, como prueba el libro de McNeil & Osborne (y Pavia), el cine pornográfico también es cine y, mal que le pese a muchos -eso queda bien claro en sus páginas-, ha contribuido a modificar, para bien y para mal, los hábitos sexuales del mundo occidental, más allá de clichés y leyendas negras.
Antonio José Navarro – Dirigido nº 390 (junio 2009)
Pincha aquí para ver la reseña tal y como ha aparecido en la revista.

Izquierda: Ron Jeremy. Derecha: Savannah.

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martes 26 de mayo de 2009

Doblemente imprescindible

Siguen llegando poco a poco las reseñas de El otro Hollywood. Estas dos que subo hoy han aparecido recientemente en las revistas Freek y Go, y ambas coinciden en calificar el libro de Legs McNeil y Jennifer Osborne con el mismo adjetivo: imprescindible. Y está mal que lo diga yo, pero… estoy de acuerdo. Ya sé que me pongo un poco pesado repitiéndolo una y otra vez, pero es que me da la impresión de que todavía hay muchos lectores que no acaban de animarse a acercarse a él únicamente por la temática, cuando el libro habla de muchas otras cosas al margen de lo estrictamente pornográfico, como el precio de la fama, la corrupción institucional, la evolución de la contracultura estadounidense, los intríngulis de la mafia y el FBI, y… bueno, no sigo, que ya me estoy repitiendo otra vez. Aquí están las reseñas:

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sábado 9 de mayo de 2009

Hollywood Delux

Reseña de El otro Hollywood, aparecida en el nº 273 de Rockdelux.

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miércoles 6 de mayo de 2009

Plétora de trapos

Hace años, cuando el término «cultura popular» no sólo no se había puesto de moda sino que aún estaba considerado prácticamente un oxímoron, Mauro Entrialgo ya se dedicaba a observar todo lo que dicho término engloba, desde sus historietas, con inteligencia, humor y ojo clínico. Esto, evidentemente, lo sabe de sobra cualquiera que haya leído sus tebeos, pero me ha parecido pertinente recalcarlo una vez más para que se entienda mejor la ilusión que me ha hecho que mencionara Los trapos sucios de Mötley Crüe en su tira de hoy para Público.

Pincha sobre la imagen para ir al blog de Mauro y verla en grande.

Aprovecho para recordar que esta tarde, a las 19:30, Mauro presentará su álbum Tyrex en la librería Casa del Libro de Madrid (Gran Vía, 29). La presentación irá acompañada de la proyección del documental de Ricardo Mena e Ignacio Cartón «La colección de dispensadores de caramelos Pez de Mauro». Allí nos veremos.

Y ya que estamos con Los trapos sucios, aquí os dejo una nueva reseña del mismo aparecida en el blog de Ramón Palomar en el diario Las Provincias.

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miércoles 4 de marzo de 2009

El ojo público

Parece que algunos medios empiezan a interesarse por Es Pop Ediciones. Ayer salió publicada en El Mundo de Baleares una entrevista que me hizo Laura Jurado a propósito del lanzamiento de nuestros dos primeros títulos y esta misma semana también se ha distribuido el número de marzo del periódico La Gran Ilusión, de distribución gratuita en los cines Renoir, en el que aparece otra entrevista que me hizo hace unos días Paco Mateo. Esta última me complace particularmente porque está enteramente dedicada a hablar de El otro Hollywood, el libro de Legs McNeil, Jennifer Osborne y Peter Pavia que repasa cincuenta años de historia de la industria del cine porno. Y digo que me complace particularmente porque, si bien Los trapos sucios era ya un libro bastante conocido entre su público potencial, a El otro Hollywood, por su temática, le viene bien cualquier empujoncito que contribuya a disipar posibles prejuicios o ideas preconcebidas acerca de su contenido. Por una parte me da un poco de pudor colgar ambas entrevistas aquí, pero por otra, qué caray, una vez hechas, cuanto más se lean mejor. Y eso, además, me permite tener una excusa para volver a mencionar los títulos de ambos libros varias veces más; a ver si así vamos multiplicando las referencias en Google, oiga.

Para ver las entrevistas a tamaño legible, pincha sobre las imágenes. Por cierto, que la foto con la que han ilustrado la entrevista en El Mundo ya tiene un par de añitos. Soy yo en el plató de Smonka!, el programa concurso de Paramount Comedy, junto a mi antigua lavadora, la cual doné para que sirviera de atrezo en el programa. ¡Una pena que mi única aportación al «universo chanante» fuera meramente física!

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lunes 2 de marzo de 2009

Cefalópodos

Cuando empecé a pensar en montar la editorial, una de las primeras cosas que decidí en firme fue que quería darle un nombre que estuviera relacionado con a) Mallorca, b) el mar, c) ambas cosas. En un principio pensé hacerle un pequeño homenaje a mi pueblo natal, Cala Ratjada, que en mallorquín quiere decir «la cala de la raya» (un pez que, al parecer, abundaba por la zona), pero lógicamente, cuando le empecé a contar a mis amigos que pretendía montar una editorial llamada Libros La Raya y que pensaba estrenarla con Los trapos sucios y El otro Hollywood, dos títulos rebosantes de sexo, drogas y rock and roll, resultó que no era precisamente mi concepto de «raya» el primero que se les venía a la cabeza. De modo que, para evitar confusiones, decidí buscarme otro pescado.
No fue hasta un par de meses más tarde cuando, en el transcurso de una comida con mis padres, oí las palabras: «¿Y por qué no la llamas el pulpo?». Fue uno de esos momentos «eureka» en los que, de repente, lo ves todo tan claro y evidente que te sientes estúpido por no haberlo pensado antes. En mallorquín, «el pulpo» se dice es pop, lo cual podía hacer referencia tanto al animal en cuestión como al contenido de los libros. Además, el pulpo es un bicho tan fascinante y fotogénico que estaba convencido de que podría dar pie a un bonito logo. En cualquier caso, quería una imagen sencilla, sugerente pero muy icónica, nada recargada, que resultara fácilmente reconocible incluso a tamaños muy reducidos. Para diseñar el logo recurrí a Gabi Beltrán, un dibujante excelente que, en mi opinión, nunca ha recibido el reconocimiento que de verdad se merece y, además, un auténtico maestro de la síntesis, que es justo lo que yo necesitaba. Por suerte para mí, le interesó la propuesta y se puso manos a la obra. Lo que os traigo hoy son unos cuantos bocetos preparatorios y varias ideas de las que me fue presentando Gabi antes de llegar al diseño definitivo (aunque no hay mucho material porque, como veréis, no le costó demasiado dar en el clavo).


Nada más verlo me quedé prendado del último, probablemente el que menos se parece a un pulpo y más a un marciano; pero es que, en realidad, una vez desarrollado todo el proceso, el parecido viene a ser lo de menos. Para mí sigue destilando la esencia de lo que es un pulpo (el cuerpo firme y ovoide, los tentáculos desplegados como a punto de expulsar la tinta, el ojo siempre atento) y, por encima de todo: es sencillo, reconocible y funciona a cualquier tamaño, ya sea en una camiseta, en el lomo de los libros o en la barra del navegador. O sea, ni más ni menos que lo que buscaba. Como dicen en el cine, si eres capaz de reunir un buen reparto ya tienes la mitad de la película hecha, y yo debo reconocer que, con los colaboradores que he tenido, nadie me lo habría podido poner más fácil.

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miércoles 18 de febrero de 2009

Sexo implícito

Como ya comenté en la entrada dedicada al proceso de diseño de la portada de Los trapos sucios, mi primer impulso es respetar las portadas originales cuando son oportunas y existe la posibilidad de reproducirlas, pero en el caso de El otro Hollywood, una historia oral y sin censurar de la industria del cine porno, nos dimos de bruces con el mismo problema que con el libro de Mötley Crüe: el estudio de diseño propietario de la imagen original parece haber desaparecido y no hubo manera de hacerse con los derechos. Así pues, de vuelta al tablero.
En este caso, el concepto principal de la portada se le ocurrió a Manuel Bartual cuando todavía el libro no estaba ni terminado de traducir. Si en la edición norteamericana habían elegido poner el énfasis en el contraste entre el Hollywood tradicional y el erótico, combinando la imagen de la fachada de un cine con una foto de Marilyn Chambers sobre un glamuroso fondo de focos y edificios, nosotros optamos por ir directamente al grano y mostrar directamente una escena sacada de una película porno, recortada de tal manera que el acto en sí quedara implícito pero aun así resultara evidente.

Izquierda: portada original de Bau Design para la edición norteamericana.
Derecha: primer boceto de Manuel Bartual. Pincha para ver en grande.


La idea de Manuel me entusiasmó de inmediato, pero había un par de detalles que no me acaban de convencer, principalmente la utilización de las tres bandas negras para el texto y la elección de unos colores tan «punk», de modo que le envié un contra-boceto, uniendo todo el texto en el bloque central, cambiando el amarillo por el naranja y acercando un poco más el plano al rostro de ambos actores. Y así quedó la cosa durante lo mínimo medio año, a la espera de que yo acabara de traducir el libro y llegara el momento de ponerse a trabajar de verdad en la realización. Entre medias, quedaba la ardua tarea (ejem) de revisarse decenas y decenas de películas porno en busca de una escena apropiada (las imágenes utilizadas para los bocetos habían salido de una captura de pantalla hecha a vuelapluma).
Sin embargo, cuando ya parecía que lo teníamos todo claro, revisando un libro de viejos carteles de cine que tenía en casa, se me ocurrió que a lo mejor podía ser interesante utilizar el mismo concepto de Manuel pero aplicándolo a imágenes del Hollywood clásico, con el objetivo de, en cierto modo, subvertirlas con la intención de subrayar esa dicotomía, tan bien tratada en el libro, entre la industria cinematográfica «legítima» y la del porno, que no sólo no están tan separadas como en un principio podría parecer sino que en muchos casos se solapan. Así que rápidamente preparé este otro boceto que podéis ver aquí abajo a la derecha.

Izquierda: mi respuesta a la primera propuesta de Manuel. Derecha: un intento por darle a las imágenes del Hollywood clásico un tratamiento erotizante. Pincha para ver en grande.


A Manuel le gustó mucho la idea, pero me sugirió que buscara otras imágenes en las que los rostros tuvieran unas dimensiones más similares, porque de otro modo la portada quedaba un poco descompensada. Esto presentaba una dificultad añadida, ya que por necesidades legales debíamos atenernos a imágenes pertenecientes a películas de los años veinte actualmente en dominio público. En cualquier caso, encontré otra que, con un par de mínimos retoques, se adaptaba perfectamente a lo que necesitábamos. El resultado final, lo podéis ver abajo a la izquierda, ya con las tipografías definitivas, tal y como habría quedado si hubiera llegado a publicarse. Mientras tanto, Manuel, que seguía trabajando en la otra versión de la portada, decidió prescindir del tratamiento original y sustituyó las tramas que había aplicado en un primer lugar por un fondo de manchas y churretones que, una vez superpuesto a las imágenes elegidas, le daba a la portada un aire a película pringosilla de los setenta realmente apropiado. A mí me gustó tanto que, en algún que otro momento de actividad febril, llegué incluso a plantearme seriamente prescindir de cualquier tipo de imágenes para utilizar como portada únicamente los bloques de color salpicados de manchas, tal y como podéis ver abajo a la derecha. De hecho, no estoy seguro de que para este libro hubiera sido la elección correcta, pero sí que estoy convencido de que quedaría de maravilla como portada de algún título de narrativa contemporánea (como la que hizo Frank Miller para el Gravity’s Rainbow de Thomas Pynchon, aunque ésta yo se la pondría más bien, así a bote pronto, a Las partículas elementales de Houllebecq).

Izquierda: versión definitiva de la portada más «clásica».
Derecha: sexo conceptual. Pincha para ver en grande.


Finalmente, nos encontramos con que teníamos dos portadas y que las dos nos gustaban mucho. Los amigos a los que se las mostramos se declararon igualmente divididos. Por un lado, estaba la elegancia y la sugerencia de una frente a la contundencia y la claridad de la otra. En última instancia (y debo reconocer que también debido a algo de cobardía por mi parte) nos quedamos con la fotográfica, ya que nos parecía que era la más segura, la que mejor describía el tipo de material que iba a encontrar el lector dentro del libro; no queríamos que nadie fuera a pensar que se trataba de un cúmulo de anécdotas acerca de las costumbres sexuales de los actores del Hollywood clásico u otra especie de Hollywood Babilonia, ni que el público objetivo de la obra (si es que realmente existe eso) pudiera pasar de largo ante una portada que no hiciera referencia directa al porno. Todavía hoy me sigo cuestionando si hicimos bien y sigo fantaseando con que el libro llegue a venderse lo suficientemente bien como para hacer una segunda edición con la otra portada. Así al menos me ahorraré tener que elegir; podré quedarme con las dos. ¡Ah! La definitiva, por si no la habéis visto, es ésta:

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sábado 31 de enero de 2009

¿Y esto de qué va?

Hola, bienvenido a Cultura Impopular, un extraño híbrido entre blog personal y promocional en el que predominará lo primero pero sin perder nunca de vista lo segundo. Antes que nada, permite que me presente: me llamo Óscar Palmer. A finales del siglo pasado escribí dos libros sobre tebeos (Guía básica del cómic y Cómic alternativo de los 90, afortunadamente olvidados) y participé en la creación de una revista gratuita sobre literatura llamada Más Libros. Posteriormente, trabajé para ClubCultura.com, dirigí la penúltima etapa de la revista Volumen y la última de U, escribí para varios medios, desde suplementos como Tentaciones hasta fanzines como 9º Arte, y los últimos 7 años los he pasado trabajando en el canal de televisión Paramount Comedy. Desde hace una década me vengo dedicando también, cada vez más, a la traducción, principalmente para Valdemar (donde me he encargado de autores como Bram Stoker, Stephen King, Edward Gorey, Shirley Jackson y David J. Skal) y, de un tiempo a esta parte, para la editorial de tebeos Astiberri (donde he tenido el placer de traducir a historietistas como Chester Brown, Jason, Andi Watson, Ben Katchor y Jason Lutes).

El arpa sin encordar, de Edward Gorey.

Nunca pensé que fuera a ser así, pero lo cierto es que, con el tiempo, lo de la traducción ha acabado siendo el trabajo que más satisfacciones me ha dado; hay algo en esa labor de transmisor que me resulta francamente estimulante. Supongo que va inextricablemente unido al hecho de ser, desde siempre, un consumidor compulsivo de cultura. Libros, tebeos, discos, películas… no son mi «ocio» sino parte fundamental de mi vida; no son una manera de llenar el tiempo libre sino, muy al contrario, aquello por lo que trabajo con la misma intensidad con la que otros trabajan para pagar la hipoteca. Evidentemente, no soy el único. Y creo que la idea de poder llegar a esa gente que disfruta con las mismas cosas que yo es el motivo de que me guste tanto traducir. Saber que has intervenido en el proceso, que has contribuido aunque sea en escasa medida a que ese libro, tebeo o película que tanto te ha impresionado llegue a otras personas, resulta altamente gratificante. Es, en cierto modo, una manera de pagarle al autor el placer que te ha proporcionado, llevándoselo a otros para que compartan esa misma sensación. Supongo que por eso mismo hay ciertos autores consagrados que se dedican ocasionalmente a traducir según qué obras, como en el célebre caso de Cortázar con los cuentos de Edgar Allan Poe o como cuando Javier Marías se lía la manta a la cabeza y lo mismo te traduce Tristram Shandy que a Faulkner. Y es que, aunque el acto de crear y el de transmitir la obra de otro sean fundamentalmente distintos, no vayas a pensar que el segundo carece de satisfacciones. Creo, de hecho, que esa especie de retribución, llamémosla… «kármico-cultural», es la que mueve también a ciertos escritores siempre dispuestos a escribir prólogos o recomendaciones para otros autores, como Stephen King o James Ellroy, por mencionar a dos de los que más me suelo encontrar en las contraportadas. Y no me parece que sea tanto una cuestión de ego como de experimentar el placer de transmitir, de compartir, como el que cocina para sus amigos porque sencillamente le da gusto verles disfrutar.

Los pequeñines macabros, de Edward Gorey.

Como traductor he tenido mucha suerte. Tengo la suficiente amistad y confianza con mis editores como para elegir, en ocasiones incluso impulsar, los proyectos en los que suelo trabajar y pocas veces me veo en la tesitura de traducir algo que no me gusta. Pero tenía ganas de ir un poco más allá. Tenía ganas de contar con una plataforma propia desde la que lanzar algunos de esos libros que a mí me gustan y que a lo mejor no tienen cabida en otros sellos. Por eso me he animado a montar una pequeña editorial propia, Es Pop Ediciones, que me permita dar rienda suelta a mi fascinación por la cultura popular.

En principio, este blog es una prolongación de ese proyecto, un sitio en el que poder ir hablando de las novedades que vayan surgiendo en relación con la editorial. En cualquier caso, Es Pop es una propuesta muy modesta que, en el mejor de los casos, publicará contados títulos al año. No sólo por la mayor o menor capacidad de trabajo del que esto suscribe sino también para garantizar una coherencia y unos niveles mínimos de calidad dentro de la línea escogida. La intención es conseguir que el lector al que le guste uno de nuestros libros pueda tener la certeza de que todos los demás van a estar a la misma altura. El inconveniente es que, por fuerza, dudo mucho que un proyecto así vaya a generar novedades suficientes como para justificar la existencia de un blog propio; no de uno vivo, al menos. Por eso, iré alternando la información puramente editorial con otro tipo de contenidos relacionados con todos aquellos temas que me gustan y que, después de todo, son los que alimentan la caldera de Es Pop Ediciones. Supongo que, en última instancia, lo que pretendo es transmitir la siguiente idea: si compartimos intereses, si disfrutas igual que yo con las cosas que aquí vaya colgando, lo más probable es que te gusten los libros que publico. Y no nos engañemos. Si estoy aquí es para convencerte de que los compres. Para seguir la actualidad y para leer buena crítica ya existen decenas de blogs de gente mucho más informada, articulada y preparada que yo haciéndolo desde hace tiempo (a algunos de mis favoritos los encontrarás en la columna de la derecha, pero por supuesto hay muchos más). Si quieres, piensa más en Cultura Impopular como en el bar de la esquina al que vas a tomar cañas y en el que trabaja un camarero raro. El servicio no será el mejor del barrio pero espero que el ambiente sea agradable.

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No se me ocurre nada más aburrido que ser sermoneado por alguien mayor que tú. Y mi mayor temor en la vida es ser un aburrido.
Charles Schulz
Popsy