martes 14 de febrero de 2012
Desconozco los motivos que habrán impulsado a Es Pop Ediciones a editar Fargo Rock City en castellano diez años después de su publicación original, pero no nos queda más remedio que aplaudirlo. Las obras maestras son atemporales y sin lugar a dudas, el debut de Chuck Klosterman —como casi toda su obra, pues recomiendo enfervorizadamente Chuck Klosterman IV – A Decade of Curious People and Dangerous Ideas— lo es. A medio camino entre la autobiografía y el ensayo, el punto de partida de Fargo Rock City surge de las vivencias de un joven tirando a nerd criado en la rural Dakota del Norte y amante por encima de todo del hair metal. Que Klosterman fuese un amante del hair metal en los 80 era casi inevitable —como cualquier chaval de los Estados Unidos de aquellos días—, pero que en 2001, teniendo en cuenta que ya era un crítico musical de cierto renombre, escribiera un libro como este defendiéndolo, ya es mucho más extraño. Klosterman tira de su inigualable ironía y sentido del humor para crear un relato que explica su experiencia adolescente como amante de Mötley Crüe, Ratt, Guns N’ Roses… Y al mismo tiempo, reflexionar sobre un estilo de música que siempre ha sido vilipendiado y usado como objeto de mofa. Es cierto que en los años que separan la creación de Fargo Rock City y el momento actual, este estilo ha ganado algo de respeto —sólo hay que ver las recientes declaraciones de Ryan Adams proclamando su amor por Ratt—, pero el fondo de la cuestión sigue siendo el mismo. El autor es el primero que se ríe —y hace reír al lector— de todo aquello cuando toca, pero detrás de todo eso, hay una reflexión inteligente sobre ya no sólo el hair metal, sino del porqué cuando un estilo se vuelve tan popular —aunque haya sido coyunturalmente—, éste suele ser tan poco respetado. Y de eso, el heavy metal en general podría decir unas cuantas cosas. Aunque algunos de los argumentos de Klosterman puedan ser más que discutibles, especialmente si uno ha vivido a fondo esa música, y que en algún momento casi intenta justificar su amor por estas bandas —el alcohol, la desorientación adolescente, etc.— la lectura del libro es todo un festival, no solamente imprescindible para aquellos a los que les gusta leer libros sobre música, sino para todo un público más casual que disfrute ante las exhibiciones literarias sobre la cultura pop. A poco que tenga suerte, de aquí a unos meses todo el mundo estará hablando de las excelencias de esta obra, siendo en cierta manera el equivalente literario a la película de Anvil. Vamos, que disfrutarás de ella aunque Poison te la traiga floja.
Richard Royuela. Rockzone # 77 (enero 2012)
Oh, el glam metal y el heavy de los ochenta. Mötley Crüe, Ratt, Poison, Cinderella, Guns N’ Roses… De acuerdo: tres de cada cuatro lectores arquearán las cejas pensando en esos cardados excesivos, el sexismo sonrojante y, en fin, el descerebre cervecero de casi todos los implicados, pero aun así no se me ocurre un libro mejor que Fargo Rock City (2001) para entender los cómos y los porqués de discos como Shout at the Devil y Appetite for Destruction. Y no tanto para apreciar el género como para encajarlo en el contexto adecuado desde el que debería ser observado.
Porque, como reza el subtítulo, esto es «Una odisea metalera en la Daköta del Nörte rural», y Klosterman echa el resto para responder a ese gigantesco ¿POR QUÉ? que ahora mismo pende sobre sus cabezas. «Nunca podré amar a Radiohead tanto como a Mötley Crüe porque nunca volveré a tener 15 años. Ciertamente puedo apreciar a Radiohead, pero no son una extensión de mi vida», escribe el autor de Pégate un tiro para sobrevivir (2005; Mondadori, 2006) como resumen a un libro en el que el gusto por el humor, conocimiento del medio y perspectiva de quien ha visitado otros lugares se alían para encontrarle sentido a algo que casi todos consideran un sinsentido.
Tal vez por eso algunas de sus teorías resultan tan desconcertantes como sugestivas —las similitudes que traza entre Axl Rose y Morrissey—, y sus alocadas idas y venidas a través del género acaban convirtiendo Fargo Rock City en un libro indispensable para cualquier amante de los discos y las canciones con un mínimo sentido del humor.
David Morán. Rockdelux # 303 (febrero 2012).
A pesar de algún que otro desacuerdo, Fargo Rock City es un libro imprescindible. La nostalgia es un arma muy poderosa, pero a todos aquellos que veáis en él un reflejo de vuestra vida, deciros que no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió. Por supuesto que es grande que alguien escriba (y que otro alguien traduzca) una obra sobre el Hard 80’s que no sea la típica biografía de tal o cual grupo, y si encima resulta tan divertido como el presente, pues mejor que mejor. Pero que quede claro que a pesar de estar ante una obra tremendamente adictiva, divertida y razonada, tenemos un problema, si bien no insalvable, sí francamente irritante: las formas de Klosti. […] Cuando habla de sus experiencias juveniles, de su opinión sobre esta o aquella banda, un videoclip, el look de Poison… resulta tremendamente divertido, se podrá estar o no de acuerdo con sus afirmaciones, reflexiones y frases lapidarias, todas perfectamente razonadas y argumentadas, a pesar de que se nota sobremanera que después de haber sido metalero en su juventud (la obra se publicó originalmente en 2001) es consciente de lo ridículo que resultaba, que sus horizontes musicales se han ampliado, cosa que está muy bien, pero el tonillo de sabiondo es algo que no encaja muy bien con el tema. […] Las afirmaciones y calificaciones sobre bandas como Whitesnake, Cinderella o Great White, grupos que aun así le interesaban, no sentarán bien al fan y el hecho de otorgar a alguno de sus discos favoritos un valor monetario en el capítulo más largo del libro —valora su gusto por cada disco en términos de cuánto dinero tendría que recibir por no volver a escucharlo—, me parece una falta de respeto importante. […] A buen seguro su primera y última finalidad es la provocación (entre medias dejamos el autobombo y las pretensiones de demostrar lo cool que es, viéndose a sí mismo como una especie de adalid underground del sueño americano), lo que a pesar de que nos irrite a la vez que nos deleita, es algo implícito dentro del rock’n’roll. Chuck usa —tanto la suya como la nuestra— la rebeldía y la pasión como armas, y consigue darnos de lleno. En ese aspecto estamos ante una obra absolutamente magistral. […] Las contradicciones personales es lo que dan sentido a cada vida. Chuck lo sabe y hace de ello un arte.
Momentos brillantes hay muchos. Particularmente me quedo con ese fragmento en que define qué tipo de chicas le interesaban a cada banda… absolutamente descacharrante y no falto de razón. El fondo de la obra es, en una palabra, el reflexionar sobre por qué nos gusta y nos fascina un determinado tipo de música, el Hard & Heavy 80’s en este caso, y la posterior influencia que nuestros gustos juveniles ejercen en nuestra forma de entender la vida y el arte en el futuro como adultos. […] Estoy convencido de que Fargo Rock City despertará por igual odios y pasiones, pero si alguna vez habéis sentido algo de amor por el Rock’n’Roll no podéis dejarlo pasar de largo.
Fernando Tanxencias, Popular 1 # 460 (febrero 2012)
En la prensa
Chuck Klosterman, Es Pop Ediciones, Fargo Rock City Un comentario
miércoles 16 de noviembre de 2011
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Las dos imágenes que veis sobre estas líneas son las portadas con las que se ha publicado Fargo Rock City en el mercado norteamericano. La de la izquierda pertenece a la primera edición en tapa dura y juega un poco torpemente con la baza de la nostalgia, un valor al que nosotros no queríamos ni arrimarnos en este caso. La segunda, sin embargo, siempre me ha parecido magnífica. Diseñada por Paul Sahre para la edición en rústica, cuenta con un concepto tan sumamente brillante que, una vez vista, cuesta imaginar una solución mejor. La ejecución, en cualquier caso, creo que daba para más. Los añadidos puramente mercantiles, como la inclusión de la cita de Stephen King o el sello de «ganador de chorrocientos premios» (impuestos, estoy seguro, por el departamento de ventas), acaban agarrotando la imagen y afeando un poco el conjunto. Por eso a la hora de abordar la edición española decidí agarrar por los cuernos el concepto de Sahre, pero con la intención de llevarlo en otra dirección.
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Para empezar, me parecía necesario apartarnos del retoque fotográfico para acercar la portada un poco más a nuestro «universo gráfico». No había pensado volver a colaborar tan pronto con David Sánchez*, autor de la portada de Acero, pero cuando vi su serie de cromos Holocausto Australopithecus para el nº 1 de ¡Caramba! se me ocurrió la idea de pedirle que me dibujase una vaca-metálica en el mismo estilo. Así dispondríamos de un concepto alternativo, en caso de que la adaptación de la idea de Sahre no funcionase del todo, y en cualquier caso tendríamos una imagen que funcionaría de maravilla para la contraportada (como así ha sido al final). Lo primero que hice fue enviarle a David estas dos pruebas que veis aquí arriba para que se hiciera una idea del tratamiento tipográfico que iba a tener la cubierta, la gama de colores y el espacio del que iba a disponer para el dibujo.
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Otra de las cosas que le comenté a David, inspirado por la foto del rebaño, fue si sería posible bovinizar no sólo a un miembro de Kiss sino a los cuatro, pero su primer boceto dejó claro de inmediato que machacar de tal manera la idea sólo iba a servir para quitarle peso al concepto en vez de para reforzarlo, y que un tratamiento excesivamente caricaturesco de los rumiantes no iba a funcionar demasiado bien. Aunque Fargo Rock City tiene mucho humor, no se trata de un libro chistoso ni paródico. El objetivo, por tanto, era intentar transmitir el estilo literario de Klosterman, que a grandes rasgos consiste en adoptar un tono socarrón para realizar un ensayo crítico serio. Consideraciones filosóficas aparte, bastaba ampliar la imagen de David para darse cuenta de que una sola vaca grande funcionaba mucho mejor que cuatro pequeñas.
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Así pues, David me pasó una versión simplificada de la ilustración anterior, pero por algún motivo el resultado seguía sin convencerme. Más que una vaca me parecía un becerro excesivamente simpático; un tanto blando, quizá, para tratarse de un libro que lleva las palabras «odisea metalera» en el subtítulo. Así pues, me puse a hacer un par de pruebas apresuradas intentando aportarle a la portada ese «algo más» que no estaba encontrando en la imagen. La idea del círculo de color me atrajo bastante en un principio, quizá porque puede traer a la memoria el diseño de los quesitos de La Vaca que Ríe, que no deja de ser otro icono pop tan reconocible como el logo de Jack Daniel’s que ya habíamos recreado en la portada de Los trapos sucios. Sin embargo, dichas pruebas sólo sirvieron para convencerme de que prefería que las manchas de la vaca fueran más oscuras. En fin, algo es algo.
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Le pedí a David que retocara una vez más la ilustración para que transmitiera una sensación un poco más agresiva; más de animalote que de dócil ternerillo. Arriba podéis ver otras dos pruebas con esa nueva versión, más corpulenta y barbudilla de la vaca. La cuestión es que me seguía pareciendo que el conjunto quedaba un poco desangelado y no me acababa de gustar que la ilustración fuese tan simétrica. Así pues, hicimos lo que suele hacerse en estos casos en los que empiezas a estar desesperado porque no haces más que darle vueltas y más vueltas al mismo problema: intentamos darle otro enfoque.
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Mientras yo probaba a darle un aire más cartoon a la portada, retomando la idea del círculo de color a lo Looney Toones y pintando las manchas de la vaca con un negro 100% para simplificarle los rasgos y acentuar el contraste, David dibujó una nueva versión, esta vez en tres cuartos, para ver si funcionaba mejor que el plano frontal. El resultado no nos convenció a ninguno, pero al menos introdujo un nuevo elemento: la etiqueta en la oreja de la vaca que, a mi parecer, acabaría resultando fundamental en la imagen definitiva. Debo decir que desde el primer momento David estuvo convencido de que la ilustración tenía que ser frontal y que de esa manera iba a quedar mucho más llamativa que de perfil o en cualquier otra posición. Así pues, ni corto ni perezoso, tras el paso en falso del tres cuartos (provocado, todo sea dicho, por mi insistencia), me envió esta otra versión con dos opciones a elegir, corpórea e incorpórea:
Esta vaca ya era, a la vista está, mucho más molona que las anteriores. No sólo había ganado en expresividad, sino que detalles como los pelillos del bigote, las orejas y, sobre todo, la etiqueta, proporcionaban un detallismo asimétrico que le daba un aire mucho más realista sin por ello dejar de ser una interpretación artística bien personal; es decir, justo el tono que me parecía a mí que casaba con el texto de Klosterman. Sin embargo, los colores me descolocaban un poco, así que le pedí a David que volviera al esquema blanco/gris de las versiones anteriores.
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Armado, pues, con la ilustración definitiva y tras haber realizado esta desconcertante prueba que podéis ver aquí arriba a la izquierda (no sé en qué estaría pensando) acabé encontrando al fin la disposición adecuada para la cubierta. Ya sólo quedaba ajustar el volado de la Chunk Five (la tipo elegida para el título, que tiene un kern un tanto puñetero) y buscar alguna manera de resaltar un poco el nombre del autor, que quedaba un tanto perdido entre el poderío de la vaca y la corpulencia del título. Dicho y hecho, aquí abajo podéis ver la cubierta definitiva. De la robovaca de la contraportada no he comentado nada porque David la clavó a la primera y todo fue tan sencillo como plantarla en la contra y aprovechar el espacio que quedaba para colar el texto promocional (una de las ventajas de no depender de un departamento de marketing que te dicta los contenidos es que puedes ajustar los textos a la imagen en vez de hacer lo contrario, que es lo más habitual). Desde aquí mi más sincero agradecimiento a David por su paciencia y su buena voluntad para ir probando una versión tras otra hasta llegar a la definitiva.
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* No por ningún motivo en concreto, más allá de que siempre tengo en mente más ilustradores con los que me gustaría trabajar que proyectos en cartera.
Diseño • Libros
David Sánchez, Es Pop Ediciones, Fargo Rock City 5 comentarios
viernes 14 de octubre de 2011
Lo que veis aquí arriba es el fragmento de una carta enviada por el casero de Chuck Klosterman que aparece reproducida en las páginas finales de Fargo Rock City. Para darle un poco más de gracia al asunto, en vez de limitarnos a traducir sin más el texto de la carta inglesa, creamos este facsímile en castellano con sus borrones de tippex y sus manchas de café y después la escaneamos para incluirla en el libro. Si quieres recibir en tu casa ya no una carta parecida, sino exactamente esta misma… ¡ahora puedes! Para celebrar que estamos a punto de alcanzar los 1.000 usuarios en twitter, hemos decidido sortear un ejemplar de Fargo Rock City que enviaremos recién salido de la imprenta y todavía calentito (como mínimo una semana antes de que llegue a las tiendas) acompañado del original de la misiva en cuestión como recuerdo exclusivo (bueno, Klosterman tiene una igual, pero nadie más). Reconozco que como regalo no pasará a los anales de la historia, pero… ¡esperad a que lleguemos a los 2.000!
Para participar, lo único que tenéis que hacer es escribir un tuit en el que mencionéis Fargo Rock City o a Chuck Klosterman de cualquier modo o manera. Tanto da que sea algo del estilo de «Qué ganas de leer Fargo Rock City» como del de «Qué pesaos que están los de @EsPopEdiciones con el puto Chuck Klosterman». Evidentemente todo esto no es sino un burdo ardid para crear un poco de expectación por el libro, pero no por ello os pedimos que vayáis a decir nada que no penséis de verdad (por la misma regla de tres, si ya conocéis la obra y os parece magnífica, tampoco os vayáis a cortar de gritarlo a los cuatro vientos, claro). En cualquier caso, importante: acordaos de incluir un @EsPopEdiciones en el tuit o al final del mismo para que podamos contabilizarlos todos debidamente e ir asignándoles número en riguroso orden de llegada. El lunes 31 de octubre, haremos un sorteo entre todos los tuits recibidos y enviaremos el libro al ganador (y si eres de los que ya has hecho o van a hacer la precompra del libro en nuestra tienda, no te preocupes: participa igualmente y ya nos aseguraremos de que ambas cosas no se solapen). ¡Mucha suerte y gracias por la difusión!
Autobombo • Libros
Chuck Klosterman, Fargo Rock City 3 comentarios
lunes 10 de octubre de 2011
A medio camino entre las memorias, el ensayo y el estudio antropológico, Fargo Rock City es un libro hilarante que narra el auge y la caída del heavy metal y de algunos de los grupos más populares de los años 80 y 90 (Guns N’ Roses, Poison, Bon Jovi, Def Leppard, Metallica y muchos otros) a la vez que recrea las experiencias juveniles del autor: un fan irredento del metal, nacido en Wyndmere, Dakota del Norte (población: 498), un lugar en el que habitan más vacas que personas y en el que los temas de conversación habituales son la recogida de la cosecha, el correcto cuidado del ganado agropecuario y los secretos del arte de reparar un tractor. Pero aunque quizás tal entorno no parezca el más propicio para entregarse en cuerpo y alma al rock and roll, hubo un momento en la historia de la música en el que el poder del metal era simplemente imparable e incluso los páramos helados de Dakota del Norte vibraban al compás de KISS y Mötley Crüe. Klosterman,calificado como «uno de los principales críticos culturales de Norteamérica» por la revista Entertainment Weekly y como «el nuevo Hunter S. Thompson» por la revista People, disecciona con humor e impecable precisión la historia y los rasgos básicos del género, desvelando todas sus glorias y miserias.
«No se puede escribir mejor ni con más gracia sobre cultura popular norteamericana. Si amas el rock ‘n’ roll, adorarás Fargo Rock City«.
Stephen King
«Klosterman escribe de maravilla y su libro no sólo habla de grupos de heavy metal, sino de cómo sentimos la música y experimentamos hoy en día la cultura. Tienes que leerlo».
David Byrne
«El mejor libro de música que jamás me haya hecho gastar un solo centavo en nuevos discos; una ganga poco habitual. Pero tanto si picas el cebo y decides revaluar la obra de Ratt, Poison, Def Leppard y demás grupos de ese jaez como si no, las confesiones de Klosterman te harán vislumbrar tu solitario y soñador corazón adolescente».
Jonathan Lethem
«Un libro magnífico por mucho motivos: es un acto de valentía cultural, un argumento convincente sobre por qué esta música ruidosa fue importante para toda una generación y un delicioso ataque a las pretensiones de todos los críticos rancios que la odiaban».
The New York Times Book Review
Características:
Rústica. 352 pags.
14 x 21,5 cm.
PVP: 17’95 €
ISBN: 978-84-936864-4-4
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Libros
Chuck Klosterman, Es Pop Ediciones, Fargo Rock City 7 comentarios