Ferenc Pintér y el Maigret ausente
Lo bueno de ser amigo de alguien como Javier Olivares es que no se limita a ser un dibujante increíble y un portadista como la copa de un pino (¡y mira que ya podría!), sino que encima continúa siendo un estudioso tan entusiasta y enamorado del medio como un jovenzuelo que estuviera empezando. No tiene esa distancia que caracteriza a otros artistas veteranos que aducen «estar de vuelta de todo» cuando en realidad lo que les pasa es que, de tanto dibujar profesionalmente, han perdido el interés por el goce puro y duro de la imagen. Prácticamente no hay mes que Javier no me envíe vínculos e imágenes que va encontrando en sus viajes reales y virtuales. Y la mayoría suelen ser acojonantes, claro.
Hace poco, a raíz de las portadas de Valdemar/Es Pop, le dio por hablarme de Ferenc Pintér, un ilustrador italiano del que, para variar, yo nunca había oído hablar. Javier estaba convencido de que sus portadas (realizadas principalmente para ediciones populares de autores de misterio como Simenon, Agatha Christie, McBain, Thompson o Stark) me iban a tocar la fibra, y caray que si lo han hecho.
Pintér nació en 1931 en la Liguria, de padre húngaro y madre italiana. Cuando tenía nueve años, la familia se mudó a Budapest, donde Ferenc conocería a algunos de los principales artistas comerciales húngaros de la postguerra, como Konecsni Gyorgy y Tamassi Zoltan, a los que siempre consideraría sus maestros. Posteriormente, Pintér aliaría la inescapable influencia de Bob Peak y Robert McGinnis (cuya sombra durante los años sesenta y setenta era ciertamente alargada) con esta asumida tradición de la Europa del Este, fusionándolas a la perfección en un estilo claramente personal a la vez que perfectamente integrado en las corrientes mayoritarias de ilustración comercial del momento.
En 1956, Ferenc regresó a Italia, instalándose en Milán, donde comenzó a trabajar en la industria publicitaria. Su gran oportunidad llegó en 1960, cuando entró como portadista en Mondadori, empresa para la que seguiría ilustrando durante los siguientes 32 años.
Entre toda su abundante obra, destaca con luz propia la serie de cubiertas realizadas durante los años setenta para las novelas de Georges Simenon protagonizadas por el comisario Maigret. Pintér ya había ilustrado decenas de cubiertas del mismo personaje, bastante más convencionales, en el transcurso de la década anterior (podéis verlas en esta galería).
Pero cuando nuestro artista retoma a Maigret para la colección de bolsillo Oscar Mondadori, parece dispuesto a explotar la familiaridad y la asociación que ha sabido crear en la mente del público entre su estilo, su interpretación del personaje y la obra de Simenon, para dar un salto exponencial en lo que a la composición de las imágenes se refiere. En muchas de las cubiertas Maigret ni siquiera es un elemento importante, como lo había sido durante la década anterior: aparece de espaldas o envuelto en sombras, empequeñecido o incluso de refilón, como si simplemente pasase por allí.
Sabemos que es Maigret (a ojos del comprador italiano de la época, dibujado con ese estilo y esos colores, no puede ser otro), pero su avasalladora presencia ha dejado de ser lo más importante a la hora de presentar los libros. Con esta serie de portadas, Pintér consiguió sustituir la ineludible imagen «de personaje» (supuestamente la que vende el producto o, al menos, este tipo de producto) por una simple presencia (casi se diría que Maigret se limita a hacer un cameo en las portadas de sus libros, como si fuera Hitchcock en sus películas) que le dejó libre para llevarse la ilustración a nuevos y más personales terrenos, lo cual no deja de ser un éxito extraordinario para cualquier artista comercial.
Casi todos los ejemplos de esta entrada están sacados de la la página oficial de Ferenc Pintér (http://www.ferencpinter.it/), donde podréis encontrar muchas más ilustraciones a una resolución mayor.