Cultura Impopular

El blog de Espop Ediciones

jueves 13 de octubre de 2011

Art Spiegelman y el futuro del libro

Hace un par de días el semanario Publishers Weekly entrevistaba a Art Spiegelman a propósito de la publicación de su nuevo tebeo: MetaMaus. Aunque toda la conversación es realmente interesante (podéis encontrarla entera aquí), si algo me ha llamado particularmente la atención han sido las reflexiones de Spiegelman acerca del futuro del libro. Ahí van algunas de las más destacadas.

· La misma tecnología que amenaza con acabar con los libros tal como los conocemos (el «libro físico», una nueva frase en nuestro vocabulario) es también la que permite que el libro físico pueda ser más hermoso de lo que lo han sido los libros desde la edad media.

· Lo que estamos perdiendo culturalmente con más rapidez, además de los recursos naturales y el petróleo y la idea de democracia y justicia social, es la habilidad para concentrarse. Ahora me pasa que cuando leo un libro físico, desvío la mirada hacia la esquina superior derecha para ver qué hora es en mi libro. La confusión es universal. Tanto el digital como el físico tienen cosas positivas, pero si vas a leer y releer un libro, tiene más sentido que sea un libro de verdad, debido a esa habilidad para concentrarse y esa relación que estableces con él, en oposición al tipo de relación que estableces con tu pantalla, que lo que recompensa es el cambio. Incluso en el iPad o el Kindle, obtienes tu recompensa pulsando un botón, es casi un reflejo pavloviano. Provocas una pequeña reacción. Y siempre obtienes una pequeña subida de adrenalina. Pero esa subida es distinta cuando lo que haces es pasar una página como si fuera un telón en un teatro para mostrarte otra cosa.

· Diría que, en el futuro, el libro estará reservado para cosas que funcionan mejor como libro. Si necesito un libro de texto que va a quedar obsoleto debido a nuevas innovaciones tecnológicas, será mejor tenerlo en un formato que permita descargar suplementos y actualizaciones. Si lo que quieres es leer una novela rápida de misterio para entretenerte mientras vas de viaje, igual. Pero nada de todo esto depende del modelo de negocio. Tiene que ver con la naturaleza estética del libro, la idea de que, como dice McLuhan, cuando una tecnología se ve reemplazada por otra tecnología, la anterior o se convierte en arte o muere.

· Recuerdo hace años una fiesta en mi casa a la que vinieron muchos autores famosos. Estaba trabajando en The Wild Party para Pantheon e intentando decidir entre una encuadernación en cartoné normal o en tres piezas, y si ponerle sobrecubierta o no. Así que les consulté a aquellos escritores qué preferían ellos y me preguntaron que qué era un cartoné en tres piezas. No lo sabían. No sabían cómo estaban hechos sus libros. Y tampoco tenían motivo para ello. Estoy convencido de que si les entrevistaras ahora, te dirían lo importante que les parece que el libro siga siendo un libro, porque ellos, igual que yo, han crecido con el objeto, y sin embargo su obra puede transferirse con relativa facilidad al plano digital. Sin embargo, nunca he conocido a un historietista que no supiera en qué papel va a ser impreso su tebeo y a qué formato. Forma parte de la semilla del proyecto en el que quieres trabajar. Por supuesto, puede modificarse y ajustarse en caso de ser necesario, pero empiezas a crearlo con un objetivo en mente. El formato es una parte integral de la narración. Diría que incluso Maus nace de una decisión formal; no de «Voy a hablarle al mundo del Holocausto», sino más bien de «Quiero ver un libro que sea como los demás libros que tengo en la estantería y que sea lo suficientemente gordo como para necesitar un marcapáginas».

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viernes 13 de agosto de 2010

Buscando en los suburbios

Una de las ocho portadas con las que se ha lanzado The Suburbs.

Acabo de leer en Creative Review un interesante texto sobre el trabajo realizado por el director de vídeos Vincent Morisset para el nuevo disco de Arcade Fire, The Suburbs. Morisset ya había trabajado con el grupo anteriormente en el vídeo interactivo de «Neon Bible», y en esta ocasión se ha encargado de idear un sistema para que los archivos digitales del álbum resulten interesantes visualmente. Copio y pego:

Morisset ha trabajado con la diseñadora Caroline Robert para crear muestras de arte digital que aparecen mientras el disco va sonando en reproductores de mp3 como el iPod o el iPhone. El trabajo recrea deliberadamente los placeres de las viejas carpetas de vinilo, en las que las letras de los temas aparecían a menudo reproducidas en su totalidad. Cada una de las canciones del disco tiene una imagen individual sobre la cual va apareciendo la letra del tema sincronizada con la voz del cantante al reproducirse en el iPod.
«Win [Butler, el cantante de Arcade Fire], quería crear una versión de las ilustraciones que fuera relevante en el mundo digital», explica Morisset en su página web. «Actualmente, la mayoría de nosotros compra, comparte y escucha la música a través de ordenadores y aparatos portátiles. Resulta absurdo que en 2010 la imagen del álbum siga siendo un único jpg. Me puse a pensar en la relación que tenemos con la carpeta o los insertos de los discos de vinilo mientras escuchamos la música, ojeando las letras, observando una foto del grupo o un dibujo chulo relacionado con una canción mientras la oímos. Eso es algo que hemos perdido con el mp3. Quería hallar un modo de volver a acercarnos a esa experiencia».

Vídeo demostración realizado por Ian Rogers.

Como en el caso de su vídeo para «Neon Bible», parte del éxito de la propuesta es su sencillez. Morisset explica su funcionamiento de la siguiente manera: «Sólo hay que sincronizar una serie de imágenes con momentos específicos de una canción utilizando el formato m4a. Como hacen algunos podcasters, pero con microcapítulos para cada verso de la letra. Además de eso, añadimos vínculos de los de toda la vida que también sincronizamos con los temas. Esto le permitirá al grupo añadir en cualquier momento todo tipo de referencias relacionadas con cada una de las canciones. Su intención es ir actualizando dichos vínculos ocasionalmente».
La presentación caligráfica de las letras sobre la pantalla combinan a la perfección con el diseño del disco realizado por Caroline Robert, que incluye fotografías de Gabriel Jones tomadas en los suburbios de Houston.

Esta copia digital con añadidos visuales es un extra que acompaña a la compra de cualquiera de las versiones del álbum (digital, CD o vinilo) en la web del grupo, pero ignoro si también puede descargarse con algún tipo de vale incluido en las copias físicas que lleguen a las tiendas de discos (que sería lo suyo).
El caso es que, aunque no tenga nada que ver con los libros, la noticia me ha parecido relevante en relación a lo que indicaban amigos como Soulnow y Carlos Andrés en los comentarios a la anterior entrada, respecto a la necesidad de desarrollar valores añadidos y elementos gráficos propios del libro electrónico, para que la cosa no se quede en un mero trasunto digital de algo que en realidad resulta inimitable: el libro como objeto físico. Quizá en vez de seguir ideando sistemas que intenten reproducir con mayor o menor fortuna la sensación de leer un libro, lo que habría que hacer es explorar las posibilidades que ofrece el nuevo formato y crear soluciones a su medida. En resumen: que el libro electrónico no se limite a ser una simulación de otra cosa sino que adquiera entidad propia y aproveche las herramientas que le son inherentes. La idea de Arcade Fire me parece un buen ejemplo de esto último, puesto que aprovecha las posibilidades del m4a para crear algo más complejo e interesante que la simple copia digital de un disco. Lo cual me lleva a pensar que quizá los desarrolladores de libros electrónicos harían mejor fijándose menos en los libros de toda la vida y más en lo que se está haciendo en otros campos (arte digital, HTML5, videojuegos, etcétera). Vamos, que el formato dé forma al contenido, no al revés, como está sucediendo ahora. Y con esto prometo dejar el tema del libro digital por una temporada.

Dos de los carteles de Mico Toledo.

Aprovecho en cualquier caso para aplicarme el consejo de seguir buscando nuevas soluciones más allá de los límites de tu especialidad (en los suburbios, podríamos decir) para pegar aquí otro reciente descubrimiento realizado a través de Creative Review. Se trata de Music Philosophy, un proyecto del diseñador Mico Toledo consistente en crear todas las semanas un póster a partir del estribillo de una canción, sirviéndose de un número mínimo de elementos, principalmente tipográficos. Echadles un vistazo que de verdad merecen la pena. ¡No me diréis que no funcionarían estupendamente como portadas de libros!

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lunes 9 de agosto de 2010

Romances digitales, cubiertas animadas

Dos portadas que se me pasó incluir en la entrada anterior: Ciudad de ladrones, en versión norteamericana y española (que afortunadamente ha cambiado en las reediciones).

Dos curiosas adendas a mi entrada anterior sobre diseño y libros electrónicos. La primera, el anuncio realizado la semana pasada de que Dorchester Publishing, una de las principales editoriales de libro de bolsillo en Norteamérica, abandona el formato físico para pasarse por completo al libro digital y a la impresión por demanda a partir de hoy mismo. Dorchester trabaja lo que en Estados Unidos se llama el mass market, es decir, el mercado masivo: novelas de bolsillo muy baratas (de precio y factura) destinadas al consumo mayoritario, no tanto en librerías como en grandes almacenes tipo Wal-Mart y demás. Es decir, que no sigue estrictamente las estrategias de venta de las editoriales, llamémoslas, «literarias». En cualquier caso, no deja de ser un paso bastante radical que incide en lo que ya comentábamos acerca del creciente abismo entre el mercado mayoritario y el minoritario. Según este artículo de Jeffrey A. Trachtenberg para el Wall Street Journal, la medida ha venido marcada por una caída del 25% en las ventas del año pasado. «La decisión de pasarse a digital», escribe Trachtenberg, «podría ser un signo de lo que se avecina para otros pequeños editores enfrentados a una bajada de las ventas en el negocio de la impresión tradicional. Este cambio le asegurará a Dorchester un significativo ahorro en un momento en el que sus expectativas pasan por doblar sus ventas digitales en 2011. Dorchester, que lleva editando novelas de bolsillo para el mercado masivo desde 1971, publica entre 25 y 30 nuevos títulos al mes, de los cuales aproximadamente un 65% son de género romántico. Los fans de la novela romántica en particular ya han acogido con entusiasmo el libro electrónico, en parte porque les permite leer sus novelas en público sin tener que mostrar la cubierta». Esta última puntualización me parece no sólo curiosa sino también muy acertada, y lo cierto es que nunca me había parado a pensarlo. Es indudable que la lectura, como todo tipo de actividad cultural, lleva implícita cierto grado de pavoneo: hay libros que se exhiben con más orgullo y comodidad que otros, y no me parece exagerado pensar que el pudor pueda llegar a influir en el tipo de lecturas que uno se lleva al metro o a la playa y cuáles reserva para casa. ¿Quizá títulos como El otro Hollywood pudieran funcionar mejor como libro electrónico que como libro tradicional? ¿Puede resultar un inconveniente la cubierta en casos como este? No lo sé, pero desde luego da qué pensar.

A la izquierda, el último libro de HCC que saldrá coeditado con Dorchester (portada de Bob McGinnis, por supuesto). A la derecha, lo nuevo de Christa Faust se retrasa hasta el 2011.

De todas maneras, y para terminar con el sorpresivo anuncio de Dorchester, si por algo he traído a colación su cambio de modelo de negocio ha sido no sólo porque me pareciera significativo, sino porque, como sabrán los seguidores de Cultura Impopular, Dorchester es también la editorial que ampara uno de mis proyectos editoriales favoritos, Hard Case Crime, cuyo máximo responsable, Charles Ardai, ya ha salido al paso para aclarar que no, que él no se pasa al digital. «El destino de HCC no está particularmente ligado a esta situación», declaraba hace tan sólo dos días en The Rap Sheet. «El sello HCC es de mi propiedad y si Dorchester ya no va a seguir en el negocio de imprimir y distribuir libros como los nuestros, podemos asociarnos con otro editor o distribuidor que lo haga. Ya estoy en conversaciones con varios e imagino que en las próximas semanas o meses podremos ir aclarando nuestras opciones. Mientras tanto, los dos libros que tenemos anunciados en nuestra página web [entre ellos el nuevo de Christa Faust] sufrirán sin duda algún retraso, y cuando salgan es probable que sea en colaboración con otra compañía que no será Dorchester, pero mi previsión es que saldrán. No tengo ningún interés en convertir Hard Case Crime en una editorial de libros electrónicos. No tengo nada contra el e-book, pero sería una solución que iría en contra del objetivo principal de HCC, que es celebrar un tipo muy concreto de artefacto físico, la novela de bolsillo criminal de mediados de siglo».

Las coloridas portadas de Melville House.

La segunda adenda tiene más que ver con lo que decíamos en los comentarios de la anterior entrada sobre el modo en el que podrían cambiar o no las portadas de los libros electrónicos y los nuevos retos que les esperan a los diseñadores. He aquí dos soluciones posibles en extremos opuestos del espectro. A través del twitter de Jorge Portland llego a este artículo de James Bridle con abundantes muestras de tres editoriales, Odyssey, Melville House y Reclam, especializadas en diseños minimalistas que convierten el libro en poco más que un icono.

Más minimalismo de la mano de Odyssey.

Por otra parte, Charlie Orr, desde su blog The Hypothetical Library, realizó hace un par de meses tres curiosas pruebas animando portadas ya existentes para adaptarlas al mundo digital. «Básicamente una portada es una imagen y un título», explica Orr. «Pero podría ser un cortometraje o una animación, abstracta o narrativa. Podría tener música o ruidos inquietantes. También podría ser un portal con enlaces a otra información, como el catálogo del editor o más información acerca del libro. Podría hacer cualquier cosa que nunca hubiéramos imaginado que pudiera hacer una portada. Pasé de asumir que un día las portadas podrían desaparecer por completo a creer que podían adoptar una vida completamente nueva. Desarrollé algunas muestras del aspecto que podía tener una portada de libro digital, principalmente para mostrarlas dentro de la industria, pero he decidido que ha llegado el momento adecuado para presentarlas en público. Echad un vistazo y a ver si estáis de acuerdo conmigo».

Animación de Charlie Orr para una portada original de Paul Sahre.

Podéis ver el resto de animaciones de Charlie Orr, a mayor tamaño, en la página enlazada más arriba o directamente en Vimeo. No sé hasta qué punto puede llegar a cuajar una idea como esta, pero no me cabe duda de que veremos muchos más ejemplos en el futuro.

Otra de las animaciones de Charlie Orr, en este caso sobre una portada propia.

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martes 3 de agosto de 2010

Un objeto mucho más bello

Este artículo de Ivor Tossell aparecido en The Globe and Mail sobre las posibilidades que abre para el diseño el advenimiento del libro electrónico tiene más de un mes, así que disculpad si ya lo habéis visto repetido por ahí más veces, pero entre el Mundial, la canícula estival y Slash, no había tenido tiempo de ponerme a traducir esta serie de fragmentos que me apetecía destacar:

En el mundo del libro nadie se toma las portadas a la ligera. Los editores invierten tiempo, dinero y talento para desarrollar sus cubiertas. Reclutan a artistas de primera línea, realizan tests de mercado y organizan grupos de prueba. Y cuentan con que las portadas hagan que sus viejos libros parezcan nuevos otra vez y llamen la atención en las librerías, donde la mitad de las compras se hacen siguiendo el capricho del que ojea. Pero a medida que el mundo literario entra en la era del libro electrónico, las portadas van perdiendo parte de su función, al menos tal como la conocemos ahora. Cuando los libros tengan pantallas en vez de portadas, ¿podrán los editores seguir dependiendo de ellas como herramientas de mercadotecnia? En el proceso de perder la forma física, ¿seguirá el arte de portada de los libros el mismo camino que las cubiertas de los discos hasta convertirse en una sombra de lo que fue? A medida que los Kindle baratos proliferan, la portada parece oscilar al borde del abismo de la obsolescencia. Pero puede que la era dorada del diseño gráfico literario esté sólo empezando.

A la izquierda, la Odisea de toda la vida. A la derecha, el mismo título con portada de Gregg Kulick.

A la hora de vender libros, el envoltorio importa. La portada de un libro no sólo sirve como su plumaje en la librería, sino que es particularmente decisivo para promocionar lo que los editores llaman el “fondo”, su creciente colección de títulos aún en catálogo, pero ya no tan promocionados como las novedades. “El diseño de portadas es una manera de darle frescura a algo, de devolverlo a la vida», dice Adam Freudenheim, el editor de Penguin Classics en Londres. “Por lo general ese es el desafío con los fondos: ¿Cómo conviertes libros antiguos en novedades o consigues que el público los vea con nuevos ojos?”. No es cuestión baladí. Los fondos pueden llegar a sumar una enorme proporción de las ventas de un editor, en algunos casos más del 80 %. Un diseño atrevido puede atraer atención sobre un viejo título y aportarle al comprador la impresión de que no es que se trate sólo de un libro antiguo, sino que se ha convertido en «clásico».

A corto plazo, el acelerado ritmo de los cambios experimentados por la industria literaria está añadiendo presión a los editores para acentuar el diseño físico de los libros, dice Joel Silver, presidente de Indigo Books & Music. «El valor de poner [un libro] en la estantería o sobre la mesita del salón pasa a ser mucho más importante», afirma Silver. “Como objeto físico ha de ser mucho más bello». La sensación física de sostener y mostrar un libro impreso, después de todo, es una de sus ventajas competitivas. Pero esas opciones sencillamente no son válidas para los e-books. No sólo no tienen portada en el sentido tradicional de la palabra sino que además algunos, como el Kindle de Amazon, sólo reproducen escalas de grises. Ni siquiera las tabletas a color capaces de hacerle justicia a una imagen de portada pueden replicar las funciones sociales de una cubierta. La portada, dice Sarah MacLachlan, directora de House of Anansi Press, hace algo más que vender un libro en la tienda: es publicidad para la edición cada vez que un lector lo saca a la calle. Es una herramienta de interacción social en el sentido más viejo del término, permitiendo que la gente vea lo que otros están leyendo, sentados en el metro o en la sala de espera. «En un dispositivo electrónico, la portada no juega ese papel», dice MacLachlan. […] Pero si las portadas están perdiendo terreno como la mejor manera de vender un libro, su diseño gráfico acabará por ser más importante que nunca, aunque sea de maneras ligeramente distintas.

Entre esta portada y la de Todo por una chica, Anagrama está consiguiendo
que Nick Hornby parezca un ñoño de cuidado.

El artículo continúa enumerando algunos de los nuevos desafíos a los que se enfrentan los diseñadores, como son la creación de portadas lo suficientemente llamativas e identificables incluso en una versión tan reducida como la que suelen utilizar las tiendas electrónicas o el desarrollo de aplicaciones para los lectores de e-books. A mí lo que más me interesa, en todo caso, es esta idea de que el cambio que se avecina pueda ser una llamada de atención que propicie el estímulo creativo. Por supuesto, en Estados Unidos e Inglaterra la recuperación continua del fondo editorial, pasado por el filtro de la reinvención gráfica, es una práctica habitual: ya hablamos aquí en su día de los James Bond de Michael Gillette; otros dos ejemplos notables recientes podrían ser el rediseño de toda la obra de Cormac McCarty realizado hace unos meses por David Pearson (podéis ver el resultado aquí) o la fantástica colección Great Ideas de Penguin (ejemplos aquí y aquí). Sin embargo, esta sana costumbre que sirve no sólo para modernizar el aspecto del libro, sino también para acercarlo a nuevas generaciones de lectores, carece de toda tradición en nuestro mercado, el cual, si por algo se caracteriza a nivel gráfico, es por un inmovilismo que ronda lo pavoroso, tanto en lo referido al catálogo de fondo como a las mismas novedades: fotos de stock, cuadros de pintores románticos, escasa o nula relación de la imagen con el contenido, la manía de basar el diseño de colección en la presencia de cajas de color o marcos (tanto da que sean negros, rojos, amarillos o de damero).

La educación sentimental de Flaubert: Losada vs. Penguin.

Todo lo cual no tendría por qué ser malo si no fuera tan exageradamente omnipresente desde hace treinta años. Por eso, al margen de que todavía no tenga una idea muy definida de lo que va a traer de bueno y de malo el libro electrónico, si al menos sirve, como parece que así va a ser, para acentuar aún más la división entre «productos de consumo masivo» y «libros-objeto editados con mimo para una minoría», puede que el diseño de estos últimos empiece a estar marcado por nuevas tendencias más innovadoras y creativas. Francamente, a mí como consumidor me gustaría que así fuera (a qué fan de Bolaño, por ejemplo, no le gustaría tener un mercado en el que se publicaran ediciones de 2666 como esta), pero debo reconocer que no soy demasiado optimista. Y desde luego no será por falta de talento; así a bote pronto me vienen a la cabeza trabajos como los libros de J. G. Ballard y de Agatha Christie diseñados por el estudio Opalworks, las portadas de Ferrán López para Plaza & Janés o las de Fernando Carballo para la colección Pensamiento Crítico, que demuestran con creces que si algo falta en España no son ideas ni buenos diseñadores. Pero el trabajo de un diseñador nace siempre constreñido por la línea que quiera marcar el sello para el que trabaje. Teniendo en cuenta lo enquistadas que llegan a estar algunas editoriales en sus fórmulas de toda la vida, y viendo por otra parte el comportamiento de un público por lo general acomodaticio que tiende a comprar más de lo mismo antes que a arriesgar con lo nuevo (y que por lo tanto suele rechazar en principio propuestas gráficas más elaboradas porque, al no seguir la pauta establecida, intuye que el contenido también se va a salir de lo normal o no se va a adecuar a sus gustos), mucho me temo que el cambio aún tardará en llegar. A no ser que, efectivamente, el seísmo que se avecina llegué a ser de tal magnitud como para forzarlo. Lo cierto es que estoy deseando ver a dónde nos lleva todo esto.

Dos aproximaciones pero que muy distintas a Haruki Murakami. Pincha sobre la imagen de la derecha para ver la cubierta diseñada por Chip Kidd en todo su esplendor.

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No se me ocurre nada más destinado a hacer infeliz a alguien que dejar de hacer
conscientemente lo que te apetece porque la gente quiere que hagas otra cosa.
Chuck Klosterman
Popsy