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jueves 9 de enero de 2014

Cuestión de género

Megan Abbott. Foto: Joshua Gaylord.

Hace un par de meses, Megan Abbott, autora de Reina del crimen, entrevistaba para el magazine digital The Rumpus a las también escritoras Kelly Braffet y Lisa Lutz a propósito de sus novelas más recientes. En el transcurso de la conversación abordaban sus respectivos puntos de vista acerca del sempiterno debate generado por las todavía persistentes divisiones entre literatura de género y literatura «de verdad», entre profundidad y escapismo (tema, como ya sabéis, recurrente en este blog). Traduzco a continuación un par de fragmentos de la entrevista. Si queréis leer el resto, sigue aquí.

Megan Abbott: Voy a empezar por una de esas preguntas que para mí —y posiblemente para vosotras— es una de mis bestias pardas: el debate entre «ficción literaria» contra ficción «de género». Un artículo reciente en Salon.com se preguntaba qué es lo que hace que un libro sea literario en oposición a una obra de género. Un par de autores intentaban definir tal distinción, indicando, por ejemplo, que las novelas literarias están «menos pendientes de proporcionar placeres escapistas y más pendientes de proporcionar el placer de un análisis incisivo». ¿Qué pensáis vosotras? ¿Existe una distinción? Y si es así, ¿en qué la basáis?

Lisa Lutz. Foto: Jerry Bauer.

Lisa Lutz: Yo hago la distinción porque el otro bando siempre la está haciendo. Cuando me entran ganas de llevarles la contraria, puede que me haga las siguientes preguntas: ¿sucede algo en el libro? ¿Tiene una trama discernible? Si la respuesta es negativa, añadiría el libro a la pila del bando literario. Evidentemente no es un caso aplicable a toda la «literatura», pero en ocasiones la distinción parece ser la misma que existe entre un narrador y un charlatán. Un narrador reconoce la existencia de un público; sus historias pretenden enganchar y absorber al oyente. Un charlatán simplemente se dedica a darle vueltas y más vueltas a su «incisivo análisis». Me estoy refiriendo sobre todo a las malas novelas literarias, porque asumo que cuando la gente menosprecia la ficción de género únicamente están hablando de la mala. Seguir pensando que una novela no puede ser reveladora y penetrante sólo porque también encaja dentro de un género me parece una locura cercana a cierto tipo de ascetismo. Cuando yo leo un libro, no quiero que únicamente me estimule intelectualmente, quiero perderme en él.

Kelly Braffet. Foto: Juliet Varnedoe.

Kelly Braffet: Lisa tiene razón. El resto del mundo insiste en seguir haciendo esa distinción, por lo que si queremos tener una oportunidad de comunicarnos con ese mundo, en cierto modo también tenemos que hacerla. Aunque creo que existe una zona gris que es cada vez mayor. Para mí, por darle una vuelta a otra de las cosas que ha dicho Lisa, no depende de que en el libro suceda algo, sino más bien de si ese algo resulta descaradamente excitante. Cinco personas sentadas alrededor de una mesa charlando sobre sus divorcios es algo que puede suceder, pero no es algo necesariamente excitante. No se añade emoción a la historia, tal como se haría si estuvieran sentados alrededor de una mesa charlando sobre sus divorcios mientras planean el atraco a un banco. Y por cierto, la idea de que la presencia misma del atraco al banco pueda invalidar automáticamente la perspicacia de los comentarios acerca de lo que supone estar en una relación que se desmorona hace que me entren ganas de disparar fuego por los ojos. Lo que más me llama la atención de la cita mencionada por Megan es la idea de que el escapismo sea algo malo o un recurso barato, algo en cierto modo ajeno a la experiencia habitual de leer una novela. Viene más o menos a implicar que existe un tipo de persona capaz de sentarse en un café a leer una novela, sin dejar de ser consciente en todo momento de que está sentado en un café leyendo una novela, sin dejarse en ningún momento arrastrar por ella ni verse absorbido por ella. Lo cual, para mí, es simplemente triste. Cuando me gusta un libro, el resto del mundo desaparece mientras lo estoy leyendo, da igual que sea de Raymond Chandler o de Jennifer Egan. De modo que no sé muy bien a qué se refiere la gente cuando habla de esa manera del «escapismo».

Megan Abbott: A mí también me irrita mucho el argumento del escapismo. Y ahora voy a caer en el estereotipo de la supuesta ficción literaria, pero para mí nada podría ser más escapista que imaginarme en el mundo protegido y autoindulgente de Brooklyn o de cualquier ciudad universitaria al azar, donde mis principales preocupaciones deberían ser supuestamente el adulterio y un vago malestar interno. Una buena novela criminal, como cualquier buena novela de lo que sea, te retuerce las tripas o por lo menos te agarra de la pechera de la camisa y se niega a dejarte escapar. ¿Qué tiene eso de escapista? Da igual que estemos hablando de ficción literaria, criminal o de cualquier otro tipo; cuando está mal escrita, parece estar siguiendo una fórmula, y cuando está bien escrita te produce la sensación de estar leyendo algo increíble, bien trabajado, especial. Sientes todo lo que sucede de manera palpable porque estás conectando con la intensidad de la emoción y con unos personajes a los que notas como poderosamente reales. Y es entonces, supongo, cuando la frase «trasciende el género» asoma su inoportuna cabeza.

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No se me ocurre nada más destinado a hacer infeliz a alguien que dejar de hacer
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