Cultura Impopular

El blog de Espop Ediciones

jueves 27 de noviembre de 2014

El tipo que lo entendió todo

Philip K. Dick.

El año pasado por estas fechas, Rafa Rodríguez, de la revista cultural Verlanga, me escribió para proponerme participar en un artículo en el que se les solicitaba a diversos editores que recomendasen un libro publicado por otra editorial que no fuera la suya. Mi elección fue Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos, una biografía de Philip K. Dick escrita por Emmanuel Carrère y publicada en nuestro país por Minotauro en 2002. El motivo principal, tal como explicaba en el artículo, fue que «me despertó el gusto por un tipo de biografía menos tradicional; uno que no se centrara exclusivamente en la obra y milagros del artista de turno, sino que prestara particular atención a su relación con la cultura y la sociedad de su momento, así como a nuestra propia relación, la de los lectores, con la cultura y la sociedad de nuestro tiempo a través de la obra del individuo en cuestión. La mera existencia de este libro ejerció sobre mí una influencia decisiva a la hora de animarme a montar Es Pop, ya que uno de los motivos para ello fue precisamente dar a conocer más biografías y ensayos similares que, más allá del interés particular de la persona o el tema al que estén dedicados, contribuyan a arrojar cierta luz sobre cómo nos afecta a nivel personal y como sociedad la cultura popular y los modos en los que establecemos una relación con aquellos que la crean».

Hace unos meses di por casualidad con una excelente entrevista con Carrère aparecida el año pasado en la revista The Paris Review, en la que hablaba precisamente sobre su biografía de Dick y los motivos que le llevaron a escribirla. Traduzco a continuación un par de fragmentos de la misma. Si os parece interesante, no dejéis de hincarle el diente al libro. Merece la pena.

CARRÈRE: [Escribir la novela] Hors d’atteinte? me dejó tan agotado que me pasé el siguiente par de años completamente bloqueado. Me ganaba la vida escribiendo guiones. Llegado cierto punto, mi agente, François Samuelson, me dijo: «¿Sabes? El último recurso contra el bloqueo del escritor es la biografía». Así que me puse a pensar en ello y de inmediato me vino Dick a la cabeza. También sucedió otra cosa, y fue que en la primavera de 1990 fui a Rumanía justo tras la caída de Ceaucescu para hacer un reportaje. Y Rumanía tras la caída de Ceaucescu era uno de los lugares más aterradores en los que he estado jamás. Era The Twilight Zone. Todo parecía peligroso y traicionero. Recuerdo que una noche en Bucarest el gobierno que sucedió a Ceaucescu llevó a la ciudad a veinte mil mineros para que apalearan a la multitud con palancas. Una violencia inimaginable. Me había hecho colega de un periodista estadounidense que recibió una paliza de muerte. Estábamos bebiendo en el bar cuando nos dimos cuenta de que ambos éramos fans de Dick y que, sumidos en el aterrador caos de Rumanía, continuamente estábamos pensando en sus novelas, como si fueran la única clave posible para poder llegar a entender aquel mundo incomprensible. De modo que regresé convencido de que lo que tenía que hacer era escribir una biografía de Dick. […] Al final, escribir la biografía fue una solución excelente. Fue como construir un avión a partir de un montón de piezas. Disfruté mucho con aquel juego de mecano. Y me gustaba imaginarme a Dick mirando por encima de mi hombro. En muchos aspectos, Dick era un tío insufrible, pero durante los dos años que dediqué a escribir la historia de su vida, nunca dejé de sentir afecto, incluso ternura, hacia él. Hacíamos buena pareja.

TPR: ¿Qué fue lo que te atrajo de Dick?

CARRÈRE: Para mí, es el Dostoievski del siglo XX, el tipo que lo entendió todo. Francamente, me impresiona su vigencia póstuma, no sólo todas las películas basadas en sus libros, sino todas las películas que no lo están, como Matrix, El show de Truman y Origen, que tratan del modo en el que la realidad desaparece detrás de su representación. Solía irritarme que toda esa gente no reconociera su deuda con Dick, pero en última instancia me parece estupendo. Lo que hace veinte años llamábamos el mundo de Philip K. Dick ahora es simplemente el mundo. Ya no necesitamos seguir citándole. Ha ganado.

TPR: ¿Dedicaste mucho tiempo a la documentación?

CARRÈRE: Para ser sincero, no. Me releí todos sus libros en orden. Leí una excelente biografía previa, escrita por Lawrence Sutin. Basándome en ella, preparé una lista de acontecimientos: cuándo se casó, cuándo se mudó, etcétera. Después tiré la biografía a la basura, para evitar la tentación de volver a ella. Después cotejé los acontecimientos de su vida con sus novelas, convencido de que sus historias, que parecen surgir de una imaginación desbocada, eran en realidad una forma de autobiografía. Y la cosa encajó bastante bien. Llegué hasta el extremo de utilizar un conversación entre dos robots en una de sus novelas como un diálogo entre Dick y una de sus esposas. El resultado es una especie de viaje por su cerebro. Al lector anglosajón, acostumbrado a las biografías con muchos datos, debe de resultarle muy extraño, pero es un libro por el que siento mucho cariño. Puede que su defecto sea un exceso de información que lo haga agotador para el lector. Creo que uno debe ser exigente con sus lectores, pero al mismo tiempo debes cuidar de ellos.

TPR: Lo cierto es que tienes un modo muy coloquial y natural de escribir. ¿Editas mucho?

CARRÈRE: Un montón. Lo que busco siempre es un equilibrio entre un tono natural, íntimo, coloquial, como bien has dicho, y el máximo de tensión posible, de modo que pueda mantener atrapado al lector. Las frases han de tener corriente eléctrica. Tiene que haber tirantez y a la vez flexibilidad, velocidad y pausa, como en las artes marciales. Has de simplificar las frases todo lo posible, al tiempo que haces que asuman una temática cada vez más compleja. Me gusta eso que dice Hemingway: como todo el mundo, me sé unas cuantas palabras complicadas, pero me esfuerzo al máximo por no utilizarlas.

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