En memoria de Harry Patch
El pasado 25 de julio fallecía, a los 111 años, Harry Patch, el último veterano de la Primera Guerra Mundial. Hace un par de días, Iñigo Sáenz de Ugarte escribía un incisivo texto al respecto en Guerra Eterna, reflexionando sobre cómo los gobiernos aprovechan ocasiones como ésta y la existencia de personas como Patch para ensalzar el heroísmo y el sacrificio del individuo, obviando y minimizando la sangría a la que someten al colectivo e incluso las opiniones de los propios soldados (Harry Patch fue en sus últimos años un activo portavoz en contra de la guerra). Ayer, en homenaje al longevo veterano, el grupo Radiohead presentó un nuevo tema titulado «Harry Patch (In Memory Of)», descargable desde su página web a cambio de una libra (todo lo recaudado será donado a los fondos de la British Legion, una organización benéfica que se encarga precisamente de atender a veteranos). En su comunicado de ayer, Thom Yorke, vocalista del grupo, recordaba: «Hace un par de años escuché una entrevista muy emotiva con él en el programa Today de Radio4. El modo en el que hablaba sobre la guerra dejó una profunda huella en mí. Se convirtió en la inspiración para un tema que grabamos apenas un par de semanas antes de su muerte. Se grabó en directo en una abadía. Los arreglos de cuerdas fueron realizados por Jonny. Espero que la canción haga justicia a su memoria como el último superviviente. Sería muy fácil para nuestra generación olvidar el verdadero horror de la guerra, sin individuos como Harry para recordárnoslo. Espero que no lo olvidemos. Como el mismo Harry decía: «Al margen de los uniformes que vestíamos, todos éramos víctimas»».
Todo lo cual me recuerda que, a la vuelta del verano, se publicará el sexto volumen ya de la colección en la que Titan Books está recuperando el Charley’s War de Pat Mills y Joe Colquhoun, uno de los mejores y más rabiosos tebeos bélicos que he leído nunca, ambientado precisamente en la guerra de las trincheras. Todavía recuerdo perfectamente lo impresionado que me dejaron los episodios que pude leer en los dos primeros números de Guerras de ayer, hoy y mañana, de MC Ediciones, allá por 1987 (ignoro si salieron más números, pero si fue así yo nunca los encontré), y lo brutales que resultaban (que todavía resultan releídas hoy) historias como la del fusilamiento del teniente de Charley por un falso cargo de cobardía (ejecución encargada además, con inusitada crueldad, a sus propios subordinados) o aquella en la que a los soldados se les castiga atándolos durante días a las ruedas de un cañón. En aquel entonces, con doce años, era la primera vez que encontraba un retrato tan brutal e inmisericorde de la guerra. Ahora que han pasado más de dos décadas desde entonces, puedo decir que sigo sin haber encontrado dentro del medio demasiados ejemplos que lleguen a la altura de Charley’s War (y los que se le intentan acercar, como el reciente Battlefields de Garth Ennis, tienen una deuda evidente con su predecesora), por lo que cada vez que sale un nuevo tomo de esta reedición me lanzó a por él sin pensarlo dos veces.
Y así, en memoria de Harry Patch y de tantos otros como él, termino con esta breve declaración extraída de una extensa e interesante entrevista con Pat Mills aparecida en esta página dedicada a su imprescindible tebeo: «Considero que las fuerzas asesinas que enviaron a toda una generación a su muerte entre 1914 y 1918 no se desvanecieron simplemente, sino que únicamente pasaron a operar de una manera más sofisticada y encubierta. Mucho mejor a la hora de suprimir información. Y la tecnología moderna ya no requiere el sacrificio masivo de nuestros soldados, a pesar de que las mismas fuerzas siguen teniendo la potestad de masacrar iraquíes y serbios sin queja alguna. Mi intento deliberado por hacer que el lector se identifique con todos los bandos del conflicto en Charley’s War, de que vea los puntos de vista del otro, (en este caso los alemanes y los franceses) es consecuencia de este tema. La guerra puede darle un gran empujón a la economía del lado vencedor, y estoy convencido de que ése es el motivo de que Estados Unidos vaya regularmente a la guerra. De modo que si hay una agenda al servicio del interés económico de la riqueza, ¿por qué deberían los jóvenes de clase obrera morir por ella? La tragedia de la carne de cañón no acabó en 1918, sólo pasó a ser más… sofisticada».