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martes 24 de mayo de 2011

Clásicos como cachiporras

Esta semana llega a las tiendas, justo a tiempo para la Feria del libro de Madrid, un librito que he traducido para otra editorial amiga, Rey Lear. Se trata del ensayo de Oscar Wilde The Soul of Man Under Socialism, rebautizado en esta ocasión como La importancia de ser socialista para que haga juego con otros dos títulos del mismo autor (La importancia de no hacer nada y La importancia de discutirlo todo) aparecidos anteriormente en la misma colección. Los tres, por cierto, con portada de Miguel Ángel Martín. Como suele ser habitual en Wilde, al final lo del socialismo no deja de ser otra excusa para hablar largo y tendido sobre las dos cuestiones que realmente le preocupan: el individuo y el arte. Y desde ese punto de vista tiene observaciones muy interesantes, en ocasiones muy socarronas y, por lo general, muy relevantes todavía hoy. Una de mis favoritas es esta que os pego a continuación.

«Al público le desagrada la novedad porque le tiene miedo. Representa para él una forma de Individualismo, una aseveración por parte del artista de que es él mismo quien elige su tema, y lo trata según su antojo. Y al público no le falta razón en su actitud. El Arte es Individualismo, y el Individualismo es una fuerza perturbadora y desintegradora. En ello reside su inmenso valor. Pues lo que busca perturbar es la monotonía del tipo, la esclavitud de la costumbre, la tiranía del hábito y la reducción del hombre al nivel de una máquina. En el Arte, el público acepta lo que ya ha sido porque no puede alterarlo, no porque lo aprecie. Engulle los clásicos de una sentada y nunca los saborea. Los tolera como inevitables y, al no poder mutilarlos, opina vacuamente sobre ellos. Curiosamente —o no tan curiosamente, dependiendo del punto de vista de cada uno—, esta aceptación de los clásicos causa un gran prejuicio. […] Lo cierto es que el público hace uso de los clásicos de un país como herramienta para comprobar los progresos del Arte. Degrada a los clásicos a la categoría de autoridades. Los usa como cachiporras para impedir la libre expresión de la Belleza en nuevas formas. Siempre le está preguntando al escritor por qué no escribe como otro, o al pintor por qué no pinta como otro, completamente ignorante del hecho de que si cualquiera de los dos hiciera algo similar dejarían de ser artistas. Los nuevos modos de Belleza le resultan completamente de mal gusto, y cada vez que aparece uno se muestra tan airado y desconcertado que siempre usa dos expresiones estúpidas: una, que la obra de arte es groseramente ininteligible; la otra, que la obra de arte es groseramente inmoral. A mí me parece que lo que quiere decir el público con estas expresiones es lo siguiente. Cuando dice que una obra es groseramente ininteligible, quiere decir que el artista ha dicho o creado algo nuevo; cuando describe una obra como groseramente inmoral, quiere decir que el artista ha dicho o creado algo bello que además es cierto».

Más información sobre La importancia de ser socialista en la página web de Rey Lear Editores.

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