Superhéroes de barrio
Science Not Fiction es un blog que me tiene completamente enganchado. Está escrito por varios colaboradores de la revista Discover y es una mina de información para aquellos aficionados a la ciencia que, como yo, prácticamente han aprendido más sobre el tema consumiendo cultura popular que estudiando en firme. Por desgracia, el problema de una educación tan informal es acabar confundiendo las churras con las merinas y no sabiendo realmente qué es ciencia y qué es ficción. Precisamente para dirimir cuáles de esas imaginativas ocurrencias que nos maravillan en películas, series, novelas y tebeos tienen una auténtica base científica, y para explicar didácticamente en qué consiste dicha base, está Science Not Fiction. ¿Que en un episodio de Galáctica reparan la nave con una especie de metal biológico creado por los cylones? En SNF se escriben un artículo sobre avances reales en la creación de sustancias autorreparables. ¿Que en Dollhouse le implantan a Eliza Dushku un aparato en el cerebro para poder ver en una pantalla lo que ella está viendo a través de sus ojos? Resulta que el experimento ya se ha hecho con gatos (y con éxito moderado, por cierto). ¿Que en Terminator: Las Crónicas de Sarah Connor aparece un robot de metal líquido? Te ponen al día con los últimos experimentos en materia multiforme y programable. Francamente, ahora mismo no se me ocurre otro blog en el que leer párrafos tan fascinantes y a la vez delirantes como el siguiente, extraído de la entrada Creando superhéroes:
«Ya que toda la vida en la Tierra utiliza el mismo código genético, en teoría cualquier cosa que encontremos en la naturaleza es susceptible de ser asimilada. Por ejemplo, las células sanguíneas de los cocodrilos contienen un tipo de hemoglobina que oxigena el cuerpo con tal eficiencia que el cocodrilo puede permanecer bajo el agua una hora sin tener que salir a respirar. Un equipo de investigadores ha sido capaz de alterar el ADN responsable de producir la hemoglobina humana para que incorpore algunas de las instrucciones genéticas halladas en la de los cocodrilos, creando de esta manera una hemoglobina humana más eficiente. Dicha hemoglobina superhumana sólo se produce actualmente mediante bacterias en cubas y está pensada para aplicaciones médicas, pero en principio podría adaptarse a seres humanos para que la asimilaran, dándoles poderes parecidos a los de Aquaman».
Y ya que hablamos de superhéroes, aquí os dejo traducido el artículo más reciente aparecido en Science Not Fiction (escrito por Eric Wolff y centrado en parte en uno de mis personajes favoritos de la Marvel) que ha sido el que me ha recordado que les debía una entrada. Pinchad aquí si queréis leer la versión en inglés y no dejéis de revisar sus archivos. Encontraréis cantidad de ejemplos tanto o más curiosos que éste.
Superpoderes incorporados: Ecolocalización entre humanos
Todos sabemos que para obtener superpoderes hace falta un gen mutante, un origen alienígena o un objeto mágico, generalmente acompañados de una cataclísmica desgracia familiar que sirva de motivación. Matt Murdock, más conocido como Daredevil, perdió la vista en un accidente con un camión que transportaba sustancias radioactivas. El accidente incrementó sus otros sentidos, lo que le permite «ver» sirviéndose de una especie de radar que detecta con su súper oído. ¿Pero sabéis qué? Para ver con el oído no necesitamos radar, ni supersentidos, ni siquiera una muerte en la familia. Es algo que podemos hacer todos los seres humanos normales y corrientes.
¿Cómo, os preguntaréis? Prácticamente igual que lo hace Daredevil (o los murciélagos y los delfines): haciendo rebotar el sonido contra nuestro entorno y prestando atención a los ecos. Los ciegos ya hacen algo parecido a esto de una manera instintiva, que generalmente describen diciendo que son capaces de «percibir» un obstáculo cercano, como una pared o una puerta. Lo que están haciendo en realidad es escuchar el modo en el que cambia el ruido de sus pisadas a medida que se aproximan a dicho obstáculo. Un estudio reciente dirigido por el investigador español Juan Antonio Martínez en la Universidad de Alcalá de Henares puso a prueba una serie de sonidos y técnicas diseñadas para enseñar a la gente a usar la ecolocalización para sus propios fines. El sonido más efectivo que podemos producir, según han descubierto, es un chasquido con la lengua.
“El sonido casi ideal es el ‘clic palatal’, un chasquido que se origina poniendo la punta de la lengua en el velo del paladar, justo detrás de los dientes, y realizando un movimiento rápido hacia atrás, aunque es frecuente hacerlo erróneamente hacia abajo”, dijo Martínez en un comunicado de prensa.
Los seres humanos normales, carentes de supersentidos como nosotros, debemos recurrir a la fuerza de voluntad y a la insistencia para poder llegar a ecolocalizar con efectividad. Martinez dice que sus estudiantes necesitaron dos horas al día durante dos semanas para aprender a detectar cuándo tenían un objeto delante de ellos y un par de semanas más para ser capaces de identificar formas como árboles o aceras. Un estudio del año 2000 reveló que un individuo que escuche en movimiento puede aprovechar el efecto Doppler para localizar los objetos con mayor efectividad.
Por otra parte, aquél que tiene un motivo poderoso para aprender a ecolocalizar puede llegar a hacerlo con sorprendente virtuosismo. Ben Underwood, que falleció el mes pasado, perdió la visión a los dos años a causa de un cáncer. Aprendió a patinar y a jugar al futbolín guiándose únicamente por sonidos y ecolocalización (el vídeo es realmente asombroso). Paseaba por la calle proyectando precisamente el tipo de clics recomendados por Martínez y era capaz de distinguir los coches aparcados, de las tomas de agua para los bomberos de los contendores de la basura.
¡Así que todavía hay esperanza para aquellos de nosotros que aún no hemos conseguido ser mordidos por un perrillo radiactivo ni provenimos de un lejano asteroide en órbita alrededor de un sol morado! Ver con los ojos cerrados es un superpoder bien chulo que todos podemos llegar a tener… con mucha práctica.