Cultura Impopular

El blog de Espop Ediciones

miércoles 25 de febrero de 2009

Un perro en bicicleta

Quedan nueve días para el estreno de Watchmen y me doy cuenta de que aún no he dicho absolutamente nada sobre el que, valoraciones críticas aparte, parece destinado a ser el fenómeno fílmico del año (¡vaya un blog sobre cultura popular!). El problema es que, entre tanta avalancha informativa, lo único que se me ocurre al respecto que pueda resultar mínimamente original son varios insultos para el responsable de haber retrasado una semana el estreno de Gran Torino, la nueva película de Clint Eastwood, de manera que coincida con el film basado en el popular tebeo de Alan Moore y Dave Gibbons. Yo, con todos mis respetos para el señor Snyder (cuyo Amanecer de los muertos he disfrutado como poco media docena de veces), le debo mi fidelidad eterna al tío Clint, así que, aunque ganas no me falten, no podré estar ahí el primer día de exhibición junto a todos los comiqueros de pro. En cualquier caso, esta mañana me he estado leyendo una extensa e interesante entrevista con Alan Moore publicada hace dos días en Wired y, viendo que nadie se ha hecho eco aún de sus declaraciones (no, al menos, en los sitios que suelo visitar regularmente, que por otra parte son pocos, así que por favor me disculpen si me equivoco), he pensado: pues mira, te traduces los dos o tres fragmentos que más te han llamado la atención y aprovechas para captar nuevos lectores, a ver si de paso les convences para que se compren el libro de Mötley Crüe o el del porno (ya sabéis que aquí estamos siempre con un ojo puesto en el negocio; y si no sabéis de lo que os hablo pinchad aquí). Pero basta de preámbulos. Os dejo con el señor Moore.

Dos carteles de Gran Torino, un poco porque sí.


Alan Moore: Viendo a los superhéroes de hoy en día, me da la impresión de que se parecen demasiado a Watchmen pero sin la ironía; nosotros, a través de Watchmen, hablamos en profundidad sobre los potenciales abusos de este tipo de justicia, aplicada por vigilantes enmascarados, y sobre el tipo de individuos a los que probablemente atraería si estos sucesos tuvieran lugar en un mundo más realista. Pero no era algo que nosotros aprobáramos. Debo decir que hace mucho, mucho tiempo que no he visto un cómic, mucho menos uno de superhéroes. Años. Probablemente una década desde que estudié alguno con atención. Pero me da la impresión de que ciertas cosas que en Watchmen tenían una intención satírica o crítica, ahora parecen aceptarse tal cual como lo que aparentan ser a simple vista. Así que, sí, ahora mismo tengo un punto de vista bastante negativo hacia todo el concepto del «cruzado enmascarado».
Si recuerdas los ochenta, hubo una avalancha increíble de titulares monumentalmente perezosos en los periódicos y semanarios británicos y norteamericanos. Eran frases del estilo de «Bam! Sock! Pow! Los tebeos ya no son sólo para críos». A mí aquellos titulares me resultaban sencillamente irritantes, pero no ha sido hasta hace poco que, echando la vista atrás, me he dado cuenta de lo increíblemente inexactos que eran. Los tebeos no habían madurado. Lo que pasó fue que se publicaron dos o tres cómics que incluían, quizá por primera vez, elementos serios y adultos en su composición. Esto, en los ochenta, fue considerado tan milagroso como que un perro montara en bicicleta. Pero lo que importaba no era que montara particularmente bien; lo que importaba era sencillamente que hubiera sido capaz de hacerlo.
Creo que mucha gente, al margen de que hayan leído o no un libro como Watchmen, se lo tomó básicamente como una especie de licencia. Creo que ahí afuera había un número sorprendente de individuos que, en secreto, ansiaban seguir las aventuras de Linterna Verde, pero que pensaban que se verían marginados socialmente en caso de que les vieran leyendo un tebeo en un lugar público. Con la llegada de títulos como Watchmen, creo que esta gente se consideró autorizada por el término novela gráfica. Todo el mundo sabía que los tebeos eran para niños y para individuos intelectualmente subnormales, mientras que una novela gráfica suena como una propuesta mucho más sofisticada. Suena como algo que un treintañero —o incluso un cuarentón— podía leer tranquilamente en el metro sin sentirse avergonzado. Cuando empecé a trabajar para DC Comics, supuse que la edad de mis lectores, si antes había estado entre los 9 y los 13 años, ahora estaba entre los 13 y los 18. En la actualidad, la edad media de los lectores de cómics, y este ha sido el caso desde finales de los ochenta, probablemente esté entre los treinta y muchos y los cincuenta y pocos, lo cual tiende a apoyar la noción de que no son un producto comprado por críos. En muchos casos quienes los compran son nostálgicos sin remedio o, poniéndose en lo peor, casos de desarrollo interrumpido incapaces de abandonar su infancia por muy trilladas que estén las aventuras de sus héroes e ídolos


Wired: ¿Puedes ser más específico acerca de las cosas que los tebeos como medio pueden hacer mejor que otros medios?
Moore: Una cosa que tienen los tebeos, y esto ha sido demostrado (creo que mediante pruebas realizadas por el Pentágono a finales de los ochenta), es que son el mejor medio para transmitir información de manera que se retenga y se memorice. No soy yo quien lo dice, es el Pentágono. Por mi parte, pienso (y esto no son más que chorradas hippies pseudocientíficas), que esto podría deberse a que la unidad de divisa utilizada por lo que antes solía llamarse el cerebro izquierdo es la palabra. El lado izquierdo del cerebro controla el habla y el raciocinio. La unidad de divisa del lado derecho del cerebro, por el contrario, sería la imagen. De modo que, quizá, los tebeos deriven ese poder único de la combinación de palabras e imágenes dispuestas de una manera legible. Por supuesto, las películas también son una combinación de palabras e imágenes, pero tienen una estructura completamente diferente y un modo de operar también completamente diferente. En una película, te ves arrastrado por la situación a 24 implacables fotogramas por segundo. En un tebeo, puedes volver la mirada hacia la viñeta anterior o retroceder un par de páginas para ver si en el diálogo hay una referencia a una escena anterior. También puedes pasar todo el tiempo que quieras asimilando cada imagen. Esto resulta especialmente cierto en el caso de Watchmen, donde intenté aprovechar la brillante capacidad de Dave Gibbons como antiguo topógrafo para incluir una increíble cantidad de detalles en cada viñeta, de modo que pudiéramos coreografiar hasta el elemento más minúsculo. Los pequeños símbolos y señales que aparecen en segundo término, hasta el último toque podía ser coreografiado en detalle. Y sabíamos que el público, al leer cada uno a su ritmo, sería capaz de estudiar cada viñeta y asimilar incluso los detalles casi subliminales. Ni siquiera el mejor director del mundo, ni siquiera una persona de tanto talento como Terry Gilliam, habría sido capaz de incluir tanta información en un par de fotogramas de película. E incluso aunque lo hiciera, pasarían demasiado rápido. Porque los espectadores de una película no controlan la experiencia del mismo modo que lo hace un lector.

Una de mis principales objeciones ante el cine como medio es que resulta demasiado aturullante y creo que nos está convirtiendo en una población de autómatas perezosos y faltos de imaginación. Los absurdos extremos a los que llega el cine moderno con sus efectos generados por ordenador para ahorrarle al público la molestia de tener que imaginar cualquier cosa por sí mismo, probablemente estén teniendo un efecto capador para la imaginación del colectivo. No tienes que hacer nada. Sin embargo con un tebeo es mucho lo que has de poner de tu parte. Aunque tengas los dibujos, has de llenar los vacíos entre viñeta y viñeta, tienes que imaginar las voces de los personajes. Es mucho trabajo el que queda en tu mano. No tanto como con un libro ilustrado, pero aún así bastante. Y yo creo que el nivel de esfuerzo que contribuimos al disfrute de cualquier tipo de arte es un enorme componente de ese disfrute. Creo que nos gustan las obras que nos implican, que establecen una especie de diálogo con nosotros, mientras que con el cine te limitas a estar sentado en tu butaca y te dejas llevar. Te cuenta todo lo que necesitas y en realidad no hace falta que pienses demasiado. Hay películas muy buenas que son capaces de implicar al espectador con su narrativa, con sus misterios, con su ambigüedades. En ocasiones nos encontramos con películas en las que gran parte de lo que sucede, sucede en tu cabeza. Probablemente sean buenas películas, pero ya no se hacen demasiadas de esas.

Alan Moore y Dave Gibbons.


Wired: Pero eso va al margen de las posibilidades intrínsecas del medio. Eso tiene que ver con si metes la pata o no. Es posible hacer un buen tebeo o un mal tebeo.
Moore: Por supuesto. Y es posible hacer una buena película y una mala película. Lo que pasa es que no veo demasiadas buenas películas ni demasiados buenos tebeos, y teniendo en cuenta las ingentes cantidades de dinero que se invierten en las producciones creo que me gustaría ver una proporción de éxito mucho más elevada. Vale, una gran película con un presupuesto de cien millones de dólares o más, en caso de ser un éxito, acaba generando unos buenos beneficios para el estudio, pero para tener una de esas has de estrenar seis o siete que no llegan a cubrir el desembolso. Y hay que pensar en esto en términos de impacto económico y ambiental. Uno pensaría, particularmente en un momento como éste en el que la economía mundial parece estar al borde del sumidero, que a lo mejor ha llegado la hora de empezar a idear nuevos modos de manejar nuestra cultura. A lo mejor deberíamos ser más conservadores a la hora de lanzarle estas enormes sumas de dinero a nuestros directores de cine, a nuestros actores, a nuestros deportistas o, hey, a nuestros guionistas de tebeos, aunque nosotros no somos tan culpables. Debo decir que no cobramos para nada lo mismo que los deportistas o las estrellas de cine. Pero a lo mejor deberíamos empezar a repensarnos todo esto. ¿De verdad merece la pena gastar todo ese dinero? ¿Desperdiciar todos esos recursos? O sea, con cien millones de dólares prácticamente podrías solucionar los terribles daños causados por las inundaciones en Haití. Oí que mencionaban esa misma cifra el otro día. Quizá deberíamos empezar a revisar nuestras prioridades y no limitarnos a intentar anestesiarnos con interminables películas y series de televisión porque nos aburren nuestras vidas en el asquerosamente rico mundo occidental. Quizá deberíamos cambiar un poco nuestras prioridades. Si vamos a gastarnos el dinero en películas, empecemos a valorar a la gente que produce maravillas con poco dinero. Dejemos de asombrarnos de un modo tan infantil por lo que esencialmente no es sino pirotecnia. La mayoría de películas que veo parecen esperar una respuesta crítica equivalente a la de un espectáculo de fuegos artificiales. Todo es «oooh» y «aaaah». Esas parecen las únicas respuestas apropiadas para la mayoría de las películas modernas. Creo que nos espera un periodo de re-evaluación cultural. O ciertamente espero que así sea, porque me parece que, de lo contrario, nos espera un periodo de condenación cultural. Creo que resulta bastante evidente que nos dirigimos de cabeza al infierno y que tenemos que cambiar nuestras prioridades. Tenemos que replantearnos todo esto y creo que reinventar nuestra cultura puede ser parte de ello. Ciertamente así lo espero.

Pincha aquí para leer la entrevista completa en Wired.


(Si te quieres gastar los cuartos) Cultura Impopular recomienda:

·  Watchmen (Absolute Edition)
·  Dave Gibbons: Watching the Watchmen
·  Watchmen: The Art of the Film

    CómicEntrevistas , , 7 comentarios

    Sólo debemos leer libros de los que nos muerden y pinchan. Si el libro que
    leemos no nos despierta de un puñetazo en la cara, ¿para qué leerlo?
    Franz Kafka
    Popsy