Siempre hace ilusión que alguien te diga que le ha gustado el libro que has editado, porque, leches, para eso lo haces (entre otras cosas). Pero si que te lo digan hace ilusión, más ilusión hace aún que lo dibujen. Y eso es lo que ha hecho esta mañana Manel Fontdevila en su blog del diario Público:
¿Qué más puedo decir aparte de «Muchas gracias, Manel»? Si acaso, que la foto a la que se refiere es a ésta y que, efectivamente, es lo mejor del libro. Y bueno, ya que estoy, después de la alegría que me ha dado Manel, aprovecho para enlazar un par de artículos más que han ido apareciendo en la web sobre los libros de Es Pop:
Una reseña de El otro Hollywood que hicieron en febrero en Banda Deseñada y que se me pasó enlazar la última vez.
Una reseña de Los trapos sucios en Llegir en cas d’incendi.
Otra reseña de Los trapos sucios en Metal Trip.
Y por último una entrevista que me ha hecho Javier Patón para Metronome en la que tampoco es que diga nada demasiado nuevo, porque me repito más que el ajo, pero que ahí está.
«Esto es lo que es el cine negro para mí: un movimiento fílmico genéricamente norteamericano que va de 1945 a 1958 y que expuso un gran tema. Y ese tema es: estás bien jodido» James Ellroy
Comentaba Stephen King en la introducción a su libro de relatos El umbral de la noche que todos nacemos equipados con una especie de filtro o cedazo en el cerebro que atrapa según qué cosas y deja escapar otras, dependiendo de la persona. «Es posible que Louis L’Amour, el autor de novelas del oeste, y yo, nos detengamos a orillas de una laguna de Colorado», decía, «y que ambos concibamos una idea en el mismo instante. Es posible también que los dos sintamos la necesidad apremiante de sentamos a verterla en palabras. Quizá el tema de su relato serán los derechos de riego en época de sequía, y es más probable que el mío se ocupe de algo espantoso y desorbitado que emerge de las aguas mansas para llevarse ovejas… y caballos… y finalmente seres humanos. La «obsesión» de Louis L’Amour gira alrededor de la historia del oeste americano. Yo prefiero lo que se arrastra a la luz de las estrellas. Él escribe novelas del Oeste; yo escribo relatos de terror».
Me parece una manera bastante apropiada de describir la manera en la que tendemos hacia ciertos intereses a la vez que descartamos otros. En mi caso, y centrándonos en el consumo de cultura popular, los dos géneros que siempre me han atraído por encima de cualquier otro, aquellos que invariablemente han quedado atascados en mi cedazo, han sido el negro y el de terror. Nunca he terminado de tener muy claro por qué. A estas alturas ignoro hasta qué punto puede haber influido mi querencia por dichos géneros en mi visión del mundo y hasta qué punto ha sido mi visión del mundo la que me ha atraído hacia dichos géneros. Pero de una cosa estoy convencido: ambas cosas se solapan. Y aunque es posible que nunca llegue a tener claro qué mecanismos mentales provocaron que a los seis años me fascinara mucho más La mujer y el monstruo que La Guerra de las Galaxias o que a los diez me lo pasara pipa con Gremlins mientras me aburría soberanamente con Los Goonies, a día de hoy sí que tengo bastante claro por qué esos intereses primigenios siguen cautivándome cinco lustros más tarde.
Robert Mitchum en Retorno al Pasado. Foto: Doctor Macro.
Decía hace unos días que, para mí, toda obra de ficción tiene básicamente dos niveles: el puro relato (la trama) y el peso simbólico (voluntario o involuntario; tanto da que Godzilla fuera un símbolo premeditado o accidental del horror atómico, el caso es que lo era y tal era la función que desempeñaba para el inconsciente colectivo). En el caso del terror y del noir, no resulta difícil detectar varias corrientes metafóricas comunes a ambos géneros: desconfianza hacia la autoridad, creencia en la generalización de la corrupción y en la inevitable aparición de fuerzas ocultas que van a turbar tu existencia (quítese el monstruo de turno o el maletín atómico de El beso mortal y póngase en su lugar una enfermedad o una carta inesperada de Hacienda para entender mejor a lo que me refiero), presencia constante de una corriente turbia y malsana por debajo de una superficie de aparente «normalidad» y, en última instancia, triunfo ineludible del mal (la muerte). Un mal al cual es imposible vencer pero (y ésta es la parte más importante) contra el que no se renuncia a luchar a pesar de que la batalla esté perdida de antemano. Cualquier tipo de victoria en estos géneros suele ser tirando a pírrica: el alien siempre vuelve en una nueva secuela y el cocodrilo gigante siempre deja en las alcantarillas un huevo oculto que empezará a abrirse en el último fotograma (recordándonos que, vale, te salvaste esta vez, pero ya veremos qué pasa la próxima). De igual manera, el destino más habitual de Sterling Hayden y Robert Mitchum suele ser el de morir desangrados o empotrando el coche, pero su fatalismo y su aparente cinismo nunca es una excusa para dejar de luchar, más bien al contrario. Ese entendimiento del mundo como un lugar esencialmente corrupto que te depara un destino inevitable, acompañado de esa negativa a desfallecer a pesar de todo, es lo que, ahora sí, me conquista intelectualmente del mismo modo que antes lo hacía visceralmente (lo sigue haciendo, que conste; una cosa no quita la otra, sólo la complementa).
Izquierda: Sterling Hayden en La jungla de asfalto, 1916/17.Derecha: Veronica Lake y Alan Ladd en El cuervo.
Como en lo del terror como metáfora pienso seguir ahondando próximamente, el resto de esta entrada estará dedicada en exclusiva al género negro. Para ello, he recuperado una serie de declaraciones extraídas del documental Film Noir: Bringing Darkness To Light, de Gary Leva (responsable también de los excelentes extras incluidos en la última edición de las películas de Harry el Sucio). Dicho documental se grabó expresamente para acompañar en Estados Unidos el volumen 3 de la Film Noir Classic Collection, una serie de cajas en las que Warner ha ido recuperando algunas de las películas más emblemáticas del género. En España se han publicado algunas de ellas, pero no todas, y el documental permanece inédito (las tres primeras cajas de la edición americana, por si alguien tiene un reproductor multizona y está interesado, están subtituladas en castellano, incluido el documental; la cuarta y más reciente, por desgracia, no). Cabe añadir, como última consideración, que el género negro, al menos tal y como yo y otros lo consideramos, no es lo mismo que el policiaco (cuyos preceptos suelen ser mucho más sencillos y, sí, conservadores: el detective investiga, el policía detiene, el criminal paga y el status quo, la ley y la justicia, permanecen inalterables), aunque a veces ambos géneros se superpongan. Para aclararnos: Agatha Christie no es ni mucho menos género negro. Zodiac, por irnos al otro extremo del policiaco, tampoco. Ahora sí, sin más dilación, os dejo con estos extractos de Bringing Darkness to Light.
La diferencia entre las películas de gangsters de los treinta y primeros cuarenta —los clásicos de Jimmy Cagney— y el cine negro es realmente generacional. Si analizas las películas de los años treinta, verás que, por ejemplo, Edward G. Robinson en Hampa dorada no tomaba decisiones, no había ninguna gran cuestión moral en juego. Su dilema era o bien matar a aquel tipo para hacerse con el control del hampa o bien morir en el intento. Sé que mucha gente puede que no piense esto, pero el cine negro es mucho más sutil. En el cine negro hay que elegir. Y la clave está en que va a ser esa elección la que te conduzca a tu destino. Fue decisión tuya montar en el coche. Fuiste tú quien decidiste quedarte o no con Barbara Stanwyck y ayudarla a asesinar a su marido. Tu destino no está dictado de antemano tal y como lo estaba en las películas de gangsters de los treinta y primeros cuarenta. Tu destino está en tus manos y eres tú quien toma las decisiones. Eso es lo que lo hace negro. Nicholas Pileggi, guionista de Casino y Uno de los nuestros.
La gente confunde los relatos criminales con el género negro, cuando la mayor diferencia que yo veo entre ambos es que la ficción criminal tiende a ser realista. Tiende a depender del aquí y el ahora y generalmente pretende sobrecogerte con lo cruda y realista que es. A mí las historias criminales suelen resultarme demasiado literales, a menudo bastante aburridas y por lo general feas de ver. El noir sin embargo es visualmente espléndido, es puro estilo, y lo que persigue es el realismo emocional. No es que te estés divorciando de la realidad, sino que más bien dices: “La realidad es mi arcilla”. Frank Miller, autor de Sin City.
Cuando el cine negro aparece en el sentir popular, siempre lo hace asociado a una sociedad un poco más cínica, un poco más paranoica y suspicaz. Si ahora vuelve a tener relevancia bien podría ser porque la propia situación hace que la gente se abra más al cinismo y que quienes hacen las películas estén más interesados en explorar esa parte de sí mismos. Brian Helgeland, guionista de Los Ángeles Confidencial y Payback.
John Dall y Peggy Cummins en El demonio de las armas.
El género negro tenía mucho que ver con cierta desazón arrastrada desde la época de la Depresión, ya que muchas de las historias estaban basadas en los trabajos de escritores que encontraron su mejor momento creativo durante la Gran Depresión: Hammet y James M. Cain y W. R. Burnett empezaron a escribir guiones para películas de crímenes. También Raymond Chandler y Cornell Woolrich. Y esto dio pie a toda una oleada de este tipo de películas. Yo la llamo «la marea negra» que inundó Hollywood en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Y daba buena muestra, creo yo, de la pérdide de la inocencia de Norteamérica. Los guionistas estaban decididos a pintar prácticamente un antimito. Si durante la Depresión Hollywood había estado vendiendo ideas como el “No te preocupes, ya saldremos de ésta” y el “Somos eternamente optimistas”, ahora que había pasado la Segunda Guerra Mundial y que habíamos visto lo mal que podían llegar a estar las cosas los guionistas pasaron a decir: “Eh, ¿sabes qué? Ya es hora de madurar, y eso del felices para siempre es en cierto modo una aberración”. Y así crearon lo que esencialmente era un antimito mediante estos dramas criminales que venían a decir que en realidad el mundo es un lugar desagradable, feo y oscuro. Y supongo que por fin el público norteamericano estaba listo para aceptarlo. Eddie Muller, autor del ensayo Dark City, The Lost World of Film Noir.
Parafraseando a Alfred Hitchcock cuando decía que el melodrama era como la realidad pero prescindiendo de las partes aburridas, el cine negro somos nosotros: nuestra naturaleza más básica, sexual, ambiciosa, honorable y malvada. Pero culturalmente, en la cultura pop, siempre buscamos una metáfora. Del mismo modo que la amenaza soviética fue convertida en alienígenas y naves espaciales y platillos volantes, la frustración de los soldados que regresaban de la guerra pensando que habían creado una utopia para descubrir que seguía siendo el mismo mundo de mierda de siempre quedó traducida en todo este género en el que un mundo caótico debe ser reparado por estos hombres solitarios decididos a arreglar la situación. Frank Miller
Acabas de conocer a una mujer con la que estás a punto de echar el mejor polvo de tu vida, pero a las seis semanas de conocerla te condenarán por un crimen que no has cometido y acabarás en la cámara de gas. Y mientras te atan y te dispones a respirar los vapores de ácido cianhídrico, te sentirás agraciado por las pocas semanas que tuviste junto a ella y agradecido por tu propia muerte. Son los grandes temas del cine negro: corrupción institucional, obsesión sexual y vidas sometidas a una gran tension psicológica. Coges esos tres elementos y, tío, ya puedes montarte una buena historia criminal. James Ellroy, autor de La Dalia Negra y Los Ángeles Confidencial.
Glenn Ford y Gloria Grahame en Deseos humanos. Foto: Doctor Macro.
Durante la Segunda Guerra Mundia, el país se mostró muy reacio a entrar en la contienda, y eso mismo es lo que les pasa a la mayoría de los héroes del cine negro. Saben que se están enredando en algo malo, pero aun así tienen que hacerlo por un motivo u otro. Se ven impulsados a ello. Y una vez en el meollo, descubren que por mucho que pensaran que tenían controlada la situación, la realidad dista mucho de ser así. Y saben que todo va acabar mal, incluso aunque ganen. Christopher McQuarry, guionista de Sospechosos habituales.
Lo que de verdad necesitas para que una película sea de cine negro es, en primer lugar, el personaje, y el personaje del cine negro es un personaje gris. Eso es lo divertido del cine negro, que tienes personajes imperfectos, a veces profundamente imperfectos, pero mientras tengan un código y se mantengan fieles a sí mismos, realmente pueden salirse con la suya con un comportamiento que en una película normal inmediatamente les identificarían como el villano. Brian Helgeland
Chandler fue el que mejor lo definió cuando describió al héroe del cine negro como “un caballero de sucia armadura”. A lo largo de mi carrera yo he intentado redefinirlo como un caballero con la armadura cubierta de sangre reseca, pero sigue siendo un caballero, lo que pasa es que sencillamente no tiene aspecto de serlo y nunca es recompensado por sus actos. Es un personaje solitario que está ahí fuera y al que sencillamente hay cosas que le soliviantan. Frank Miller
Según informaba AP hace unas escasas horas, la actriz Marilyn Chambers ha fallecido a los 56 años de edad por causas hasta el momento desconocidas. Chambers fue en 1972 la protagonista de Tras la puerta verde, una de las primeras grandes producciones del cine porno (responsable, junto a Garganta profunda, de lanzar el fenómeno conocido como «porno chic», que dio cierta legitimidad al género y lo sacó de los sórdidos cines para adultos de la época para convertirlo en un producto de consumo mucho más mayoritario).
Previamente, Chambers había sido modelo y actriz convencional (tuvo un pequeño papel en la comedia de Barbra Streisand El búho y la gatita) y accedió a participar en Tras la puerta verde porque pensaba que, teniendo en cuenta el clima de liberación sexual y los cambios sociales vividos a finales de los sesenta y primeros de los setenta, sería beneficioso para su carrera, pero no fue así:«Cuando pasó a presentar The Tonight Show, Sammy Davis Jr. quiso llevarme de invitada. Pero The Tonight Show no estaba preparado para mí. La pornografía tenía connotaciones negativas y ahora empezaba a ver las consecuencias. Yo había creído que iba a ser un trampolín hacia cosas más importantes y mejores. Pensé que me ganaría la atención del público y que luego me tomarían en serio como artista. En realidad quería ser como Ann-Margret. Pero eso nunca pasó. En vez de eso, me decían: «Básicamente, no eres más que una puta que ha follado en pantalla». Me quedé hecha polvo, porque no era así como me veía a mí misma ni como veía las películas. Pero también era un punto de vista muy hipócrita, porque luego todo el mundo quería conocerme y hablar conmigo». Durante el resto de su carrera, Marilyn Chambers seguiría combinando el cine porno (en películas como La resurrección de Eva, Insaciable y Up’n’Coming) con trabajos ocasionales al margen de la industria del sexo, de los cuales el más memorable sea posiblemente su intervención en Rabia, la película de David Cronenberg de 1977. En 1999, Chambers volvió a salir en las noticias gracias a su publicitado «regreso» al cine porno (en realidad nunca lo había dejado, aunque para el gran público hacía tiempo que había desaparecido del radar) con Todavía insaciable, película que rodó a los 47 años y que cuenta con la peculiaridad de estar escrita por Legs McNeil, autor de Por favor mátame y de El otro Hollywood. Aquí os dejo precisamente un extracto en PDF de El otro Hollywood en el que Marilyn Chambers recuerda el rodaje de su película más famosa junto a otros compañeros de reparto y junto a los hermanos Mitchell (directores del film). Pincha aquí para leerlo.
Para empezar bien la semana, nada mejor que acercarse a lo familiar desde una nueva perspectiva. ¡Sacúdete las neuronas, porque los lunes nada es lo que parece!
No sé si lo de hoy es un mashup o una remezcla oficial del «Fuck All Y’all» de Tupac. Tal y como está presentado, parece más bien lo segundo, pero la estructura y el modo en el que está utilizado el tema «Black Swan» de Thom Yorke, no sólo como base sino como contrapunto, sugiere más bien lo primero. He estado buscando por ahí pero no he conseguido encontrar mucha más información. Lo único que sé es que, si después del puente, hoy te toca volver a trabajar, es muy probable que compartas el sentimiento expresado tanto por Tupac como por Thom.
Estos últimos días me han coincidido en el tiempo varios encargos que me están manteniendo alejado del blog (y es que, por si alguien se lo preguntaba: no, lo de la editorial no da ni mucho menos para comer, sigo realizando bastantes trabajos por cuenta ajena; espero poder comentar alguno de ellos aquí en breve). En lo que voy despejando un poco la carpeta de pendientes, aquí os dejo una recomendación rapidita y más visual que otra cosa.
Hace un par de años, estando de vacaciones, encontré en la tienda de un museo (ahora mismo no recuerdo cuál) una colección de libritos publicada por la editorial alemana Prestel, dedicada a los dibujos eróticos de varios artistas. Hasta la fecha llevan publicados, que yo sepa, nueve de estos «Erotic Sketchbooks», centrados en la obra de Schiele, Modigliani, Rodin, Degas, Matisse, Kokoschka, Rembrandt, Picasso y Klimt. Todos tienen 64 páginas, un diseño de lo más coqueto y un (breve) texto en inglés y alemán redactado por Norbert Wolf. Aún no los he visto a la venta en ninguna tienda en España, pero supongo que habrá más de una que los tenga, ya que sí he encontrado otros títulos de Prestel distribuidos por aquí. Lógicamente, no son ni por asomo los libros más completos del mundo, pero como curiosidad bien merece la pena echarles un vistazo. Los siguientes son seis ejemplos del buen hacer de Gustav Klimt, artista acusado en su día por los guardianes de la moralidad de, según Wolf, «ofender a la vista con «la insolencia artística más inicua que jamás se haya visto en Viena» y de dar rienda suelta a sus obsesiones sexuales bajo la guisa de arte». A mí, como me pasó con Joe Shuster, del cual me gustan más sus dibujos guarros que sus tebeos, me han servido para darme cuenta de que, en el caso de Klimt, me atrae más la directa simpleza de estos bocetos que sus ornamentados lienzos. ¿A vosotros qué os parece?
Sin título, 1912/13. Pincha para ver en grande.
Izquierda: Desnuda en pie con las manos en las caderas, 1916/17. Derecha: Desnuda en piecon el pelo largo y la pierna izquierda levantada, 1906/07. Pincha para ver en grande.
Izquierda: Sin título, 1912. Derecha: Sin título, 1912/13. Pincha para ver en grande.
Estudio para La novia, 1911/12. Pincha para ver en grande.
Con la excusa del inminente estreno de Terminator Salvation, los chicos de Wired se han montado un pequeño especial bastante simpático celebrando la vigencia del personaje creado por James Cameron hace 25 años. Me ha gustado particularmente el modo en el que dos individuos de diferentes generaciones, el propio Cameron y Josh Friedman, productor y guionista de la serie de televisión Terminator: The Sarah Connor Chronicles, explican sus razones para abordar el mismo proyecto desde planteamientos metafóricos relacionados entre sí, pero a la postre distintos.
Me interesa bastante el modo en el que la ficción moderna crea nuevos mitos y los motivos por los cuales unos arraigan en el inconsciente colectivo mejor que otros. Además de eso, creo que toda obra de ficción tiene básicamente dos niveles, como el propio Terminator. Está la epidermis, que es lo que se ve a simple vista, y luego está lo que se oculta por debajo: el exoesqueleto metálico en el caso del Terminator y el peso simbólico en el caso de las películas, tebeos y novelas. Un peso simbólico que está ahí para darles su razón de ser al margen de que se haya plantado consciente o inconscientemente. Sospecho que gran parte del éxito de filmes como Terminator reside precisamente en su capacidad para conectar con el público a través de una metáfora premeditada y perfectamente estudiada, pero oculta tras la narración de tal modo que los espectadores puedan reconocer su verdad de una manera inconsciente, no obstructiva. Por eso siempre me resulta interesante leer o escuchar declaraciones de artistas que afrontan sus procesos creativos asimilando que existen varios niveles de lectura e intentando aprovecharlos al máximo, y por eso también he traducido un par de párrafos de cada una de sus respectivas entrevistas. Seguid los links si os apetecee leer el resto.
James Cameron entrevistado por Steve Daly
Recuerdo haber sido consciente por primera vez de lo que es la geopolítica durante la crisis de los misiles cubanos. Cuando tenía siete u ocho años, encontré un panfleto de refugios atómicos sobre la mesa del salón en casa de mis padres, en Ontario, y recuerdo haber pensado: «¿De qué va esto?». Tuve la sensación repentina de que mi protegida infancia no era más que una fachada. Algo oscuro y aterrador acechaba más allá. Desde entonces me siento fascinado por la propensión humana a bailar justo al borde del apocalipsis. Así que cuando escribí el primer tratamiento de Terminator, allá por 1982, lo que hice fue explotar aquellas sensaciones de mi infancia. También surgió de todas las películas y literatura de ciencia ficción con las que crecí, en su mayor parte advertencias sobre la ciencia, la tecnología, el ejército y el gobierno. Uno no podía escapar ni de aquellos temas ni del temor a un holocausto nuclear.
La belleza de las películas es que no tienen por qué ser lógicas. Sólo han de resultar plausibles. Si en pantalla acontece algo visceral y cinematográfico que enganche al público, les dará igual que parezca poco probable. Yo no creo que lo que pasa en Terminator pueda suceder en el mundo real, no creo que vayamos a ver una guerra genocida entre los hombres y las máquinas de aquí a un par de generaciones. Las historias funcionan más a un nivel simbólico y por eso la gente conecta con ellas. Hablan de nosotros mismos y de la lucha contra nuestra tendencia hacia la deshumanización. Cuando un policía no muestra compasión, cuando un psiquiatra no tiene empatía, han pasado a ser máquinas en forma humana. La tecnología está cambiando todo el tejido de la interacción social. Estamos absorbiendo nuestras máquinas de manera simbiótica, evolucionando hacia una unidad entre nosotros y nuestros aparatos, y eso va a continuar indefinidamente. Leer el resto.
Josh Friedman entrevistado por Alan Rogers
Cuando empecé a trabajar en Terminator: The Sarah Connor Chronicles, el estudio me dio una idea general: querían una serie centrada en John y Sarah Connor y ambientada en un momento en el tiempo posterior a Terminator 2. Mientras le daba vueltas al concepto, intentando encontrar un modo de abordarlo, me di cuenta de que lo que da sentido a Terminator son las relaciones. Necesitábamos una relación central que anclara la serie. La primera Terminator, en realidad, iba del romance entre Kyle y Sarah. La segunda película es la relación paternofilial entre John y el Terminator. De modo que se me ocurrió que mi serie, en el fondo, sería un drama familiar en torno a una madre cuyo hijo está entrando en la edad adulta. Pero si queríamos centrarlo en Sarah y John, necesitábamos también a una chica, porque eso es lo que normalmente suele acabar con las relaciones edípicas. Y decidí que la chica en cuestión debía ser un Terminator.
Antes de que pudiera sentarme a escribir el piloto, me diagnosticaron un cáncer de riñón. Tuvieron que operarme para extraerme el tumor, lo que significó no poder escribirlo para aquella temporada. Pasé un par de meses sin poder hacer nada, consumido por el dolor. Sufrí una crisis. Fui a una psiquiatra y le dije: «¿Pero qué estoy haciendo? ¿Escribir una puta serie sobre un robot cabrón? ¿A quién le importa eso?». Pero cuando ella me hubo calmado, empecé a reflexionar y me di cuenta de que en realidad la serie hablaba de mi vida; de la mortalidad. La primera voz en off que escribí para la serie decir: «Voy a morir. Voy a morir y tú también vas morir. La muerte no deja escapar a nadie». Y eso son los Terminators, son la muerte que viene a buscarnos. Para mí, la serie habla de lo que haces con tu vida frente a la presencia de la muerte. O sea, vamos a ver, es una serie de género. Es Terminator, tiene un rollo pulp y habrá incluso quien piense que su momento ya ha pasado. Pero cualquiera puede encontrarse a sí mismo en esta serie. Yo lo hice. Leer el resto.
¡Ah, Internet! Ese maravilloso invento que nos permite culturizarnos e informarnos sin salir de casa, investigar nuevas áreas de interés y ponernos al día con nuestras aficiones; que nos ayuda, en definitiva, a ser unas personas más completas y satisfechas… siempre y cuando tu buscador no te lleve traicioneramente a una página que no tiene nada que ver con lo que tú estabas buscando. De entre todos los criterios de búsqueda que trajeron visitantes engañados a Cultura Impopular a lo largo del mes de marzo, estos son los 25 más curiosos. ¡Sentimos no haber estado a la altura de las expectativas!
Bicicleta arrastrada por perros
Cajeras de banco follando
Caratula la venganza es mia
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¿Como se hace para que un perro vaya en bicicleta?
Como le hablo a mi hija de sexualidad
Como leer en bicicleta
Cual es el mejor galgo americano que corra hoy en estados unidos
Diane Arbus + independientemente de como te sientas
El hombre solo es hombre a raiz del ser ahi en el
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La semana pasada vi en Boing Boing este vídeo que hoy quiero compartir con vosotros. Había pensado subtitularlo en castellano, pero al tener ya subtítulos en inglés he pensado que lo mismo iba a quedar una maraña de letras ilegible, así que, como de todos modos es cortito, os lo transcribo a continuación.
Milán, Italia
· Éste es el hermano Cesare Bonizzi.El hermano Bonizzi es monje capuchino. También es el vocalista principal de «Fratello Metallo» (Hermano del Metal), un grupo italiano de heavy metal.
· Hermano Bonnizzi: «Hace 15 años fui a un concierto de Metallica, sentí la energía que expresaban con este tipo de música y me enamoré del metal».
· El hermano Bonizzi se describe a sí mismo como un Cantante Predicador. No le da miedo cantar sobre el alcohol, el tabaco y el sexo, pero sus letras también tratan temas como Dios y la fe.
· Cesare Zanotti, guitarra solista: «Debo decir que al principio tuve dudas sobre todo el proyecto cuando me propusieron participar en él, porque me pareció que juntar el heavy metal con un monje capuchino era, como poco, extraño. Pero me bastaron cinco minutos con el hermano Cesare para que me decidiera a hacerlo sin ninguna duda, porque se entrega con tanta energía que es difícil que otros colegas del metal, aunque sean más jóvenes, se le puedan comparar».
· El grupo ha editado varios discos y hace poco actuó en el festival italiano «Dioses del Metal» junto a Iron Maiden.
Y vosotros os preguntaréis, ¿y esto qué tiene que ver con Cultura Impopular, al margen de que pueda resultar más o menos gracioso? Pues tiene que ver con el afán de crear, de jugar con el arte y con las convenciones, de pasarlo bien, sin importar si la idea es buena o mala, si a otros les va a parecer patética o simpática, de si se van a reír de ti o de si va a servir para que reconduzcas tu vida por otro camino. Tiene que ver, en definitiva, con lanzarse a la piscina, que es una cosa que, a medida que van pasando los años, más admiración me produce. Y tiene que ver con este artículo que leí en Cracked gracias a la recomendación de uno de mis blogs sobre ciencia favoritos: Bad Astronomy.
Para los que no leáis inglés, resumir brevemente que el artículo se titula «5 maneras en las que el sentido común te engaña a diario» y que trata precisamente de eso, desde un punto de vista distendido y con ejemplos divertidos, como suele ser habitual en Cracked. Una de esas cinco maneras, precisamente la que más me interesa a mí, es la que han bautizado como «falacia de Nirvana». Y dice así (traduzco):
* * *
LA FALACIA DE NIRVANA Cómo la habrás oído expresada:
«¿Le has dado un bocata a ese mendigo? ¡Ja! ¡Como que con eso vas a arreglar el hambre en el mundo!» Cómo nos jode la vida:
La falacia de Nirvana es cuando rechazas cualquier cosa del mundo real porque lo comparas con una alternativa perfecta e irreal junto a la cual palidece en comparación. Esto no sería un problema, si no fuera porque nos impide hacer cosas. Por ejemplo, hay muchos motivos para perder el tiempo: anoche bebiste demasiado o sencillamente no estás inspirado o es que es la primera vez que te dedicas al porno gay y a última hora te han entrado dudas, pero uno de los motivos más habituales por los que procrastinamos es por temor a que el resultado final no esté a la altura de la idea «perfecta» que tenemos en la cabeza. Piensa en esos amigos tuyos escritores que en realidad nunca han escrito nada porque están esperando a que se les ocurra «la idea apropiada» para un libro. Ése es el motivo de que haya gente que acabe viviendo en el sótano de sus padres: porque se pasan la vida esperando al trabajo perfecto, a la novia perfecta, a los amigos perfectos, sin comprometerse nunca a nada. Y si tú en concreto no experimentas ese tipo de dudas, no te preocupes, que el mundo está lleno de gilipollas dispuestos a proporcionártelas. Cualquier intento de superación por parte de alguien será recibido por otros con burla, como si fuera una ilusa hipocresía, porque todo aquello que no sea perfecto no merece la pena hacerse, así que para eso mejor no hacer nada, como ellos. «¡Ja! ¿Te has pedido una Coca-Cola light con la hamburguesa? ¡Como si eso fuera a marcar alguna diferencia!». La cosa empeora…
Los políticos utilizan este sistema para atacar cualquier idea que no les guste. «Claro, tu plan podría ayudar a millones de familias que viven en la pobreza. Pero he encontrado ejemplos de gente que abusa de él. Así que lo mejor será eliminarlo por completo». También habrás leído a los típicos radicales que escriben en Internet diciendo: «¡No pienso votar por ninguno de esos candidatos! ¡No son mejores que Bush! ¡Todos son agentes corruptos del Nuevo Orden Mundial! ¡Mientras no me mostréis a un político perfecto, incorruptible e inteligente que crea exactamente lo mismo que yo, no pienso salir de casa!».
Y ésa es la falacia de Nirvana según Cracked. Y aunque supongo que todos nos dejamos llevar por ella en mayor o menor medida, me reconforta y me anima sobremanera a seguir trabajando en lo que me gusta cuando veo a individuos como el hermano Bonnizzi que se lían la manta a la cabeza porque su pasión es lo suficientemente fuerte como para decir: «Al carajo con todo. ¿Os parece chocante? ¿Os parece ridículo? Pues peor para vosotros, porque yo me lo estoy pasando bomba».
Vale, vale, ya sé que el título de esta entrada me ha quedado como de poemario chungo, pero prometo que no van por ahí los tiros. El galgo ruso, también conocido como borzoi, fue el animal elegido en 1915 por el editor norteamericano Alfred A. Knopf para que adornara e identificara los lomos de sus libros. Desde entonces, el logo del perrito ha sufrido múltiples mutaciones, pero siempre ha seguido siendo, como su contrapartida del mundo real, elegante y estilizado. Hace unos días volví a pensar en el bueno de Alfred y en su galgo ruso gracias a una extensa entrevista (mucho más extensa de lo que me merezco) que me hizo Rafa Rodríguez para su blog El arte de cocinar para dos. Aparte de sobre el mercado del libro en general, sobre los orígenes de Es Pop y sobre los dos primeros títulos que hemos publicado, Rafa me preguntó si había alguna editorial en concreto que me hubiera servido de inspiración directa para el proyecto. Mi respuesta fue más o menos ésta: una única editorial en concreto, no, pero sí que recuerdo perfectamente el momento en el que me compré Book One. 1986-2006, de Chip Kidd [un libro básico para todos los aficionados al diseño de portadas de libros], y leí reproducido en su interior un manifiesto de Alfred A. Knopf que decía, entre otras cosas, lo siguiente: «Creo que los buenos libros deberían estar bien hechos, y yo intento darle a cada libro que publico un formato que sea distintivo y atractivo», unas palabras que se me quedaron grabadas en la mente y que me animaron no poco a la hora de romper con algunas de las convenciones más extendidas entre las editoriales de nuestro mercado en lo que a la apariencia del libro se refiere. Evidentemente, Es Pop no llegará a ser nunca ni una fracción de lo que es Knopf hoy en día, ni como empresa ni como fuerza creativa, pero eso no quiere decir que, dentro de nuestra torpeza y nuestra limitada capacidad, no podamos soñar al menos con seguir de cerca preceptos como éste. Lo más probable es que fracasemos en el intento, pero por lo menos que sea intentando hacer algo más que un producto simplemente mediocre.
Si queréis leer la entrevista completa, pinchad aquí. Y si no, pues cinco minutos que os ahorráis, pero en cualquier caso no dejéis de echarle un vistazo al blog de Rafa, que ya sólo por la entrevista que le hizo el mes pasado a Lolo Rico merece la pena. Y ya que estamos con el autobombo, aquí van también un par de vínculos más.
Por mi parte, he pensado que podía aprovechar la ocasión para dejaros aquí el manifiesto editorial completo de Alfred A. Knopf, tal y como apareció publicado originalmente, en forma de anuncio, en la revista The Atlantic Monthly en noviembre de 1957. Y es que, como ya decía Chip Kidd en su libro: «¿Quién no querría trabajar para una empresa como ésta?».
EL CREDO BORZOI
· Creo que el sello de un editor significa algo, y que si los lectores se fijaran más en qué editoriales publican los libros que compran, sus posibilidades de verse decepcionados serían infinitamente menores.
· Creo que los buenos libros deberían estar bien hechos, y yo intento darle a cada libro que publico un formato que sea distintivo y atractivo.
· Creo que nunca he publicado premeditadamente un libro que careciera de mérito.
· Creo que hay que mantener el precio de los libros lo más bajo posible en relación con su calidad, los costes de producción y los recursos financieros del lector al que están dirigidos.
· Creo que un editor tiene la obligación moral, así como comercial, ante sus autores, de intentar promocionar de todas las maneras posibles la venta de sus libros, de mantenerlos en circulación y de aumentar el prestigio de su autor.
· Creo en el buen gusto innato de los lectores de libros y en su habilidad para reconocer un libro superior cuando alguien les orienta hacia él.
· Creo que una reseña de un crítico incompetente es un pecado contra el autor, el libro, el editor y la publicación en la que esa reseña aparece.
· Creo que lo que necesita este negocio no son las patrañas de los publicistas de Madison Avenue, sino más libreros que amen y entiendan los libros y que pueden comunicar ese entusiasmo a un público expectante.
· Creo que las revistas, las películas, la televisión y la radio nunca desplazarán a los buenos libros.
Monstruos modernos: Tommy, The Hip-Hop Clown, de Naomi Harris.
«Los norteamericanos tienden a carecer de moderación. Ya sea comiendo, bebiendo, comprando o conduciendo enormes coches que no dejan de tragar gasolina. Los individuos a los que he retratado los superan teniendo además un feroz apetito sexual». Naomi Harris
Si os interesa la fotografía y el arte es muy probable que sigáis ojo avizor las últimas novedades de la editorial alemana Taschen. De ser así, quizá os suene el libro America Swings, de la fotógrafa canadiense Naomi Harris, de cuya publicación a finales del año pasado ya se hicieron eco algunos periódicos españoles (entre ellos el suplemento dominical de El País, que le dedicó todo un reportaje). America Swings es una colección de fotos tomadas en reuniones y encuentros de «swingers», que es como se denomina en Estados Unidos a los aficionados al intercambio de parejas y al sexo con desconocidos. El resultado es, como poco, sorprendente; una nueva prueba palpable de que, como cantaban los Leño, maneras de vivir las hay a puñados. Y a veces no hace falta ir demasiado lejos para encontrar la sorpresa, basta con entrar en casa de los vecinos. Este talento de Naomi Harris para rascar por debajo de la superficie y poner de manifiesto estas realidades superpuestas entre sí (muchos de sus retratados viven en el llamado «cinturón bíblico» de Estados Unidos y son manifiestamente conservadores: devotos creyentes y votantes republicanos que se declaran liberales sólo en lo que se refiere al sexo) le ha valido comparaciones con Diane Arbus, otra fotógrafa también muy apreciada por aquí en Cultura Impopular, cuyas impactantes fotos de decrepitud y decadencia humana han influido no poco en su trabajo.
Monstruos modernos: Leigh en Haddon Hall, de Naomi Harris.
También, igual que Arbus alternaba sus trabajos comerciales como cotizada fotógrafa de moda con proyectos personales mucho más descarnados, Harris combina su labor como retratista de famosos como Michael Bublé, Rufus Wainwright, Peter O’Toole, Sarah Silverman o Jenna Bush, la hija de George W., con impresionantes reportajes centrados en las residencias para la tercera edad de Miami o en el sorprendente paisanaje que frecuenta las carreras automovilísticas de NASCAR. «Me chifla Diane Arbus», corrobora ella desde las páginas de su libro. «Adoro el hecho de que se sintiera atraída hacia individuos que otros habían elegido ignorar. Es evidente que además interactuaba con la gente a la que fotografiaba; una no consigue ese tipo de fotos siendo meramente una observadora. También me gusta mucho el fotógrafo inglés Martin Parr, el sueco Lars Tunbjörk, los primeros trabajos de Richard Billingham y Nick Waplington. También Bellocq, Disfarmer y August Sander. Supongo que puedes ver un patrón: me encanta lo oscuro y el realismo. Adoro ver lo que pasa tras las puertas cerradas y me encantan los fotógrafos que son capaces de conseguir acceso a situaciones realmente duras».
Monstruos modernos: desayuno para perros en elHotel Beverly Wilshire, de Naomi Harris.
Mientras estaba en Miami realizando uno de sus reportajes fotográficos sobre la vida de los ancianos retirados, Naomi Harris empezó a frecuentar una playa nudista llamada Haulover Beach. «Tan pronto como me convertí en una habitual, empecé a fotografiar allí a la gente», contó en esta entrevista aparecida en la edición norteamericana de Playgirl. «Sabía que muchos de los que frecuentaban la playa eran swingers. Un amigo mío, sexagenario, me pidió que le acompañara a cierto club un domingo por la noche ya que necesitaba una «cita» (los clubes de intercambio de parejas raramente permiten la entrada a hombres solos). Y pensé: ¿por qué no? La curiosidad me estaba matando. Todo el mundo vino vestido con ropa sexy pero yo no podía dejar de pensar en ellos como en gente normal y corriente –profesoras, contables, cajeras de banco– con una vida de lo más mundana. Pero allí estaban, poniéndose morados en el bufé y luego, 20 minutos más tarde, metiéndose en un reservado para montar una orgía. Me pareció fascinante y divertido a la vez. Supe que tenía que fotografiar este fenómeno. Nadie más lo había hecho».
Swinger con problemas de apnea en Swingstock, un festival de cuatro días dedicadoal nudismo, el intercambio de parejas y el fornicio. Foto de Naomi Harris.
En su introducción a America Swings, Richard Prince incide en este aspecto de normalidad anormal: «Según el cine, la televisión y la pornografía comercial norteamericana, las únicas personas que follan en Estados Unidos son jóvenes, esbeltos y perfectos. Naomi Harris piensa de otra manera. En el transcurso de sus cuatro años de exploración por el submundo sexual de Norteamérica, la fotógrafa canadiense descubrió que los que tienen la vida sexual más desatada no son los maniquíes de Hollywood, sino la gente normal y corriente de la puerta de al lado: la señora amable del banco, tu médico de cabecera, esa camarera tan simpática e incluso tu maestro de la escuela dominical. Llámenlo como quieran: intercambio de parejas, «la buena vida» o deporte de interior; pero el caso es que lo de entregarse al sexo extramatrimonial consentido bien podría ser la afición que más rápidamente se está popularizando en Norteamérica. Para penetrar en este mundo, Harris, de 38 años, se unió a los swingers en su propio terreno de juego, trabajando a menudo con sólo unas zapatillas y un cinturón de herramientas en el que llevar los accesorios de la cámara. En 48 meses, fotografió 40 fiestas, a lo largo y ancho del país, desde Mahwah, Nueva Jersey, hasta Pleasanton, California; de Big Lake, Minnesota a Washington, Texas. Acudió a fiestas navideñas, de Halloween, de San Valentín, para celebrar la Super Bowl y también a una cena de Acción de Gracias completamente en bolas. Fotografió la fornicación en camionetas y en yates de lujo. Conoció a médicos, abogados, párrocos, granjeros, maestras de colegio y amas de casa, y descubrió que todos estos improbables adictos a la sensualidad eran acogedores y simpáticos, y estaban más que dispuestos a mostrarle la auténtica forma del sexo norteamericano».
Espero que sea champagne. Imagen de America Swings, de Naomi Harris.
Esa forma no solo está completamente alejada de todos los convencionalismos (la propia Harris define su libro más como un trabajo antropológico que como un libro de arte erótico) sino que además ofrece un reflejo de nuestra sexualidad que puede que algunos consideren grotesco, pero que en realidad es mucho más genuino, dentro de su desnudez, su patetismo y su humor, que el que nos muestra a diario el espejo deformante de los medios de comunicación; por mucho que queramos (o quieran) convencernos de lo contrario, nuestro futuro no es parecernos a las estrellas del papel cuché sino más bien a estos maduritos entrados en carnes de nalgas blancas y fofas.
America Swings se publicó, como decía antes, a finales del año pasado. Hace unos días, State of the Art, el interesante blog de la revista American Photo, publicó una entrevista con Naomi Harris que ha sido la que me ha recordado que le debía una entrada. Os pego, para acabar, un par de fragmentos de la misma. El resto lo encontraréis aquí.
Diseño de interiores de America Swings, de Naomi Harris.
AP: ¿Cómo reaccionaron los swingers, muchos de los cuales son tirando a maduros y nada fotogénicos desde un punto de vista tradicional, cuando te vieron? Harris: No hacían más que decirme que dejara la cámara y participara, lo cual no me vino nada mal para el ego. El primer día, recuerdo haber visto a unas mujeres con cincuenta kilos de más disfrutando de orgasmos múltiples. Me pregunté por qué a mí no me pasa eso. AP: ¿No objetaron ante tu presencia? Harris: A veces alguno decía: «¡Ya está bien de fotos!». Pero a menudo les excitaba. Muchos de estos individuos son exhibicionistas, así que no les importaba. Sólo fotografié a aquellos que me firmaron una hoja de autorización. AP: ¿Hiciste un esfuerzo por pasar desapercibida? Harris: Intenté ir vestida según los temas. Si era una fiesta nudista, iba desnuda. Otras veces me vestía sexy, con pantalones cortos ajustados y sujetador. Creo que es mejor no destacar demasiado para hacer las fotos. Consigues que la gente se cuestione menos qué es lo que estás haciendo allí. AP: ¿Qué cámara utilizaste? Harris: Uso una Contax 645. Por desgracia, la empresa ya no existe, pero yo sigo utilizándola. Es mi cámara favorita. Parece de 35mm a pesar de que es de formato medio. Para fotografiar a la gente en el acto, usé un Quantum Q Flash. Sencillamente quería capturar el sexo tal y como lo estaba viendo. Para los retratos, utilicé reflectores con paraguas, haciendo rebotar la luz en el techo para conseguir una apariencia más formal. AP: He visto que la galería de swingers de tu página web está protegida con contraseña. ¿Por qué? Harris Al principio no lo estaba. En un primer momento pensé que la gente se daría cuenta de que si soy capaz de fotografiar a gente como ésta, que no es precisamente chic ni sofisticada, y conseguir que se sientan a gusto, entonces es que puedo fotografiar a cualquiera. Pero he perdido algunos trabajos comerciales debido a esas fotos. Hubo uno en concreto en el que prescindieron de mí después de haberme hecho volar hasta Carolina del Norte. Un ejecutivo vio las imágenes en mi web y se sintió incómodo. Es curioso. Creo que si fotografiase chicas jóvenes y atractivas, sería como Terry Richardson. A él todo el mundo le halaga y le admira por crear imágenes altamente sexuales. Eso te demuestra el doble rasero de nuestra sociedad: las chicas jóvenes y atractivas pueden follar, pero los demás deberíamos quedarnos escondidos en el armario.
Acción de Gracias en pelotas. Imagen de America Swings, de Naomi Harris.
Pincha aquí para ir a la página web de Naomi Harris. Para ver una buena muestra de sus fotos, entra en el Slideshow. ¡Ah! Y no dejes de ver la galería dedicada a Haddon Hall, un hotel de Miami reservado a la tercera edad. Es realmente impresionante. Pincha aquí para ver la página oficial de America Swings y aquí para leer una extensa entrevista de Richard Prince a Naomi Harris.
Y si después de todo esto, aún te quedan ganas de más, entra aquí para leer otra entrevista más con Harris y descubrir quiénes son y qué hacen «los mandingos». ¡Impresionables abstenerse!
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Cultura Impopular está escrito por Óscar Palmer. Puedes contactar con él por correo electrónico.