miércoles 18 de marzo de 2009
¿Qué hace que una portada de un libro sea buena?
Diferentes grupos dentro de la misma editorial te darán respuestas distintas a esa pregunta. Lo que a un editor le parece bueno, puede que al departamento de ventas no se lo parezca. Y nosotros, como diseñadores, tenemos una serie de criterios completamente diferentes, que a la vez deben incluir los criterios de todos los demás. Resolver ese dilema siempre es complicado. Una portada realmente buena debe transmitir la esencia del libro de una manera única y sorprendente, y que quizá rompa un poquito los esquemas. Podría incluso llegar a complementar o a potenciar el contenido editorial del libro. Supongo que el que una portada sea vista y respetada por otros diseñadores también es bueno, pero la verdadera misión es conseguir que el libro cause una buena primera impresión. Si luego la gente realmente llega a comprar libros debido a la portada es algo abierto a debate.
Esto es lo que comentaba hace un par de años en una entrevista aparecida en la revista Step el diseñador norteamericano John Gall, director artístico de Vintage Books, un sello de Random House dedicado principalmente a las reediciones en rústica de novelas aparecidas anteriormente en Knopf.
Junto a Chip Kidd, Rodrigo Corral y Henry Sene Yee, Gall es uno de mis diseñadores favoritos de cuantos trabajan en la actualidad para las grandes editoriales estadounidenses, así que, en lo que termino de traducir un par de trabajos que tengo a medias y que me tienen un poco alejado del blog, he pensado que bien podía aprovechar para colgar aquí unas cuantas portadas suyas: mis doce favoritas.
Y como aquí en Cultura Impopular siempre estamos a la última, he pensado que a lo mejor os interesaba ver también este vídeo, producido en mayo del año pasado por la cadena de librerías Barnes & Noble, en el que el propio Gall explica cuáles son sus cinco reglas para diseñar la portada de un libro. Y para que no parezca una de esas entradas de relleno hecha en cinco minutos, le he añadido subtítulos en castellano, así que ya no hay excusa para no verlo. A ver qué os parece.
Si os ha interesado, podéis echarle un vistazo a esta otra entrevista, bastante interesante también y que además viene acompañada de muchas más imágenes. Mientras tanto, aquí os dejo el resto de mis portadas favoritas (todas ellas vinculadas a sus páginas respectivas en Amazon por si alguien siente curiosidad o se quiere dar un capricho). Espero que las disfrutéis.
Diseño • Libros • Videoteca
John Gall, Vintage Books 3 comentarios
lunes 16 de marzo de 2009
Para empezar bien la semana, nada mejor que acercarse a lo familiar desde una nueva perspectiva. ¡Sacúdete las neuronas, porque los lunes nada es lo que parece!
Poca gente he encontrado que se trabaje unos mashups tan ingeniosos y divertidos como los franceses de Overdub Bootlegs, los cuales ya asomaron por aquí precisamente en la primera entrega de esta sección. Hoy, para compensar el silencio de esta última semana, os traigo este Bastard Rock que parece pensado precisamente para empezar el día con un extra de energía. ¡A ver si se me pega a mí también!
Escucha el original de Nirvana en Spotify: «Breed».
Escucha el original de Apollo 440 en YouTube: «Stop the Rock».
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Apollo 440, Mashup, Nirvana 2 comentarios
sábado 7 de marzo de 2009
A través de The Book Design Review, me entero (seguro que tarde, como siempre) de la existencia de un libro a priori curioso. Se trata de Secret Identity, un nuevo trabajo de investigación a cargo de Craig Yoe, editor de Boody (la recopilación de disparatadas historietas de Boody Rogers recién publicada por Fantagraphics, siguiendo la estela del exitoso I Shall Destroy All The Civilized Planets! de Fletcher Hanks) y autor de Clean Cartoonist’s Dirty Drawings, aquel volumen de hace un par de años en el que se reunían ilustraciones de corte erótico o meramente picantón a cargo de varios grandes de la historieta norteamericana como Charles Schulz, Jack Kirby, Herriman, Carl Barks, Hank Ketcham, Steve Ditko o Alex Toth (podéis ver algunas muestras aquí). Ya en aquel volumen tenía especial preponderancia el trabajo de Joe Shuster (una de cuyas ilustraciones adornaba la portada), pero ni siquiera el propio Yoe sospechaba que lo que en aquel momento conocía de la obra erótica del cocreador de Superman pudiera ser tan solo la punta del iceberg.
Portadas de Secret identity y de Clean Cartoonists’ Dirty Drawings;dibujos originales de Joe Shuster.
“Hace poco descubrí varias ilustraciones fetichistas increíbles, anteriormente desconocidas, realizadas por Shuster», decía esta semana el autor en un mail remitido a varios blogs. «El artista y su guionista, Jerry Siegel, habían vendido a Superman por 130 dólares. Cuando demandaron [a National/DC Comics] con la intención de recuperar los derechos de su personaje, perdieron el juicio y se encontraron marginados en la industria de los tebeos. Shuster pasó una mala racha. Lo que no sabíamos hasta ahora era que, bien para ganarse la vida, bien debido a un interés personal en el tema, Shuster realizó entonces una serie de dibujos de porno sadomasoquista para una colección de librillos titulada Nights of Horror que se vendían de tapadillo en Times Square a primeros de los años cincuenta».
Dos muestras del arte fetichista de Joe Shuster no recopiladas en el libro.
Tras encontrar por casualidad el primer volumen en una librería de segunda mano, Yoe decidió embarcarse en la búsqueda de las restantes entregas (16 en total), descubriendo de paso que la historia aún tenía elementos mucho más sórdidos: Nights of Horror acabó sus días prohibida por mandato del Tribunal Supremo tras haber inspirado supuestamente varias torturas (entre ellas azotar con un látigo a unas jóvenes) y dos asesinatos cometidos por cuatro adolescentes de Brooklyn (posteriormente conocidos como los Brooklyn Thrill Killers) a lo largo del verano de 1954. En su momento, el caso causó sensación debido a la falta de motivo aparente para los crímenes. Como indica esta noticia aparecida en la revista Time el 30 de agosto de 1954, tras conocerse el arresto, «Ninguna de las víctimas fue robada. Todos los chicos vivían en buenos hogares. Todos eran buenos estudiantes. Ninguno pertenecía a bandas juveniles. Les gustaba el deporte, los libros, la música». Este aparente sin sentido, sumado a la posterior declaración por parte de los jóvenes de que habían sacado sus ideas de un número de Nights of Horror, sería posteriormente uno de los argumentos esgrimidos por el doctor Fredric Wertham para justificar su denuncia de que los tebeos eran «una de las principales causas de la delincuencia juvenil».
Diseño de interiores de Secret identity.
Todo esto es lo que, supongo, debe de contar con mucho más detalle Craig Yoe en Secret Identity, The Fetish Art of Superman’s Co-Creator Joe Shuster, un volumen de 160 páginas (prólogo de Stan Lee incluido) que saldrá a la venta el próximo 1 de abril y que recupera gran parte de las ilustraciones e historietas realizadas por el dibujante para Nights of Horror. Mientras tanto, para ir abriendo boca, Yoe lanzó el pasado 2 de marzo un nuevo blog en el que, afirma, irá reuniendo aquellos dibujos que finalmente no han encontrado hueco en el libro así como historias referentes a su creación. Os recomiendo que le echéis un vistazo, sobre todo a la primera entrada, que es una de esas que me gustan a mí particularmente, en la que va desgranando paso a paso el proceso de diseño de la cubierta del libro. No sé si al final el resultado estará a la altura de las expectativas, pero a juzgar por lo que se puede ver en este avance, el elegante diseño de interiores y la mera extravagancia del proyecto ya son motivos suficientes como para que yo al menos me haga con un ejemplar.
Diseño de interiores de Secret identity.
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Craig Yoe, Joe Shuster, Superman 2 comentarios
jueves 5 de marzo de 2009
«Los cómics por fin han pasado a formar parte de la cultura mayoritaria. La anticipación ante la versión cinematográfica en imagen real de Watchmen, la oscura y violenta obra de superhéroes que se estrena en los cines este viernes, ha llegado al punto de ebullición en todo el país. Y hoy, The Times presenta tres listas separadas con los libros gráficos más vendidos del país: tapa dura, rústica y manga. Iremos poniendo al día dichas listas todas las semanas en este espacio, acompañadas de algún que otro comentario».
No lo digo yo. Lo dice The New York Times en su blog dedicado a las artes y la cultura. A partir de ahora, junto a las ya clásicas listas de los libros más vendidos, los lectores del periódico podrán consultar las de los tebeos. Choca un poco el uso del término «Graphic Books» (libros gráficos) en vez de novelas gráficas o, sencillamente, cómics, algo que ya han criticado varios lectores en los comentarios, achacando por una parte una actitud quizá un poco cultureta y argumentando por otra, con toda la razón del mundo, que lo de libro gráfico parece como que debería incluir también a los libros de arte y fotografía. En cualquier caso, una muestra más de la progresiva normalización de la historieta a un nivel tanto cultural como económico (que al fin y al cabo es lo que de verdad importa).
Para ver el texto completo y las tres listas en cuestión, pinchad aquí.
Por fin tengo una excusa para colgar una imagen de The Walking Dead, cuyo impresionante vol. 4 aparece en quinta posición en la lista de los cómicsen tapa dura más vendidos esta semana según The New York Times.
Cómic
The Walking Dead, Zombis Sin comentarios
miércoles 4 de marzo de 2009
Parece que algunos medios empiezan a interesarse por Es Pop Ediciones. Ayer salió publicada en El Mundo de Baleares una entrevista que me hizo Laura Jurado a propósito del lanzamiento de nuestros dos primeros títulos y esta misma semana también se ha distribuido el número de marzo del periódico La Gran Ilusión, de distribución gratuita en los cines Renoir, en el que aparece otra entrevista que me hizo hace unos días Paco Mateo. Esta última me complace particularmente porque está enteramente dedicada a hablar de El otro Hollywood, el libro de Legs McNeil, Jennifer Osborne y Peter Pavia que repasa cincuenta años de historia de la industria del cine porno. Y digo que me complace particularmente porque, si bien Los trapos sucios era ya un libro bastante conocido entre su público potencial, a El otro Hollywood, por su temática, le viene bien cualquier empujoncito que contribuya a disipar posibles prejuicios o ideas preconcebidas acerca de su contenido. Por una parte me da un poco de pudor colgar ambas entrevistas aquí, pero por otra, qué caray, una vez hechas, cuanto más se lean mejor. Y eso, además, me permite tener una excusa para volver a mencionar los títulos de ambos libros varias veces más; a ver si así vamos multiplicando las referencias en Google, oiga.
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Para ver las entrevistas a tamaño legible, pincha sobre las imágenes. Por cierto, que la foto con la que han ilustrado la entrevista en El Mundo ya tiene un par de añitos. Soy yo en el plató de Smonka!, el programa concurso de Paramount Comedy, junto a mi antigua lavadora, la cual doné para que sirviera de atrezo en el programa. ¡Una pena que mi única aportación al «universo chanante» fuera meramente física!
Autobombo • En la prensa
El otro Hollywood, Es Pop Ediciones 2 comentarios
lunes 2 de marzo de 2009
Cuando empecé a pensar en montar la editorial, una de las primeras cosas que decidí en firme fue que quería darle un nombre que estuviera relacionado con a) Mallorca, b) el mar, c) ambas cosas. En un principio pensé hacerle un pequeño homenaje a mi pueblo natal, Cala Ratjada, que en mallorquín quiere decir «la cala de la raya» (un pez que, al parecer, abundaba por la zona), pero lógicamente, cuando le empecé a contar a mis amigos que pretendía montar una editorial llamada Libros La Raya y que pensaba estrenarla con Los trapos sucios y El otro Hollywood, dos títulos rebosantes de sexo, drogas y rock and roll, resultó que no era precisamente mi concepto de «raya» el primero que se les venía a la cabeza. De modo que, para evitar confusiones, decidí buscarme otro pescado.
No fue hasta un par de meses más tarde cuando, en el transcurso de una comida con mis padres, oí las palabras: «¿Y por qué no la llamas el pulpo?». Fue uno de esos momentos «eureka» en los que, de repente, lo ves todo tan claro y evidente que te sientes estúpido por no haberlo pensado antes. En mallorquín, «el pulpo» se dice es pop, lo cual podía hacer referencia tanto al animal en cuestión como al contenido de los libros. Además, el pulpo es un bicho tan fascinante y fotogénico que estaba convencido de que podría dar pie a un bonito logo. En cualquier caso, quería una imagen sencilla, sugerente pero muy icónica, nada recargada, que resultara fácilmente reconocible incluso a tamaños muy reducidos. Para diseñar el logo recurrí a Gabi Beltrán, un dibujante excelente que, en mi opinión, nunca ha recibido el reconocimiento que de verdad se merece y, además, un auténtico maestro de la síntesis, que es justo lo que yo necesitaba. Por suerte para mí, le interesó la propuesta y se puso manos a la obra. Lo que os traigo hoy son unos cuantos bocetos preparatorios y varias ideas de las que me fue presentando Gabi antes de llegar al diseño definitivo (aunque no hay mucho material porque, como veréis, no le costó demasiado dar en el clavo).
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Nada más verlo me quedé prendado del último, probablemente el que menos se parece a un pulpo y más a un marciano; pero es que, en realidad, una vez desarrollado todo el proceso, el parecido viene a ser lo de menos. Para mí sigue destilando la esencia de lo que es un pulpo (el cuerpo firme y ovoide, los tentáculos desplegados como a punto de expulsar la tinta, el ojo siempre atento) y, por encima de todo: es sencillo, reconocible y funciona a cualquier tamaño, ya sea en una camiseta, en el lomo de los libros o en la barra del navegador. O sea, ni más ni menos que lo que buscaba. Como dicen en el cine, si eres capaz de reunir un buen reparto ya tienes la mitad de la película hecha, y yo debo reconocer que, con los colaboradores que he tenido, nadie me lo habría podido poner más fácil.
Cómic • Diseño
Es Pop Ediciones, Gabi Beltrán 4 comentarios
lunes 2 de marzo de 2009
Para empezar bien la semana, nada mejor que acercarse a lo familiar desde una nueva perspectiva. ¡Sacúdete las neuronas, porque los lunes nada es lo que parece!
No es que me entusiasme particularmente la música de Eminem, pero la verdad es que «Lose Yourself», el tema principal de la banda sonora de la película 8 Millas, me gusta a rabiar. El mashup de hoy combina la contundencia del original con el ritmillo bailongo del banghra a cargo de Panjabi MC. El resultado no puede ser más sorprendente y pegadizo.
Escucha el original de Eminem en Spotify: «Lose Yourself».
Escucha el original de Panjabi MC: «Mundian To Bach Ke».
Descarga el mp3.
Mad Mix Monday • Música
Eminem, Mashup, Panjabi MC Un comentario
viernes 27 de febrero de 2009
No es que me guste particularmente tirar de la misma fuente para dos entradas consecutivas, pero esta entrevista de Damon Tabor al paleontólogo Jack Horner aparecida hace cuatro días en Wired, a propósito de la próxima publicación de su nuevo libro How to Build a Dinosaur: Extinction Doesn’t Have to Be Forever es demasiado buena como para dejarla pasar. ¡Prometo no volver a citarles en mucho tiempo!
Wired: Dinopollo… Repasemos el concepto.
Jack Horner: Los pájaros son descendientes de los dinosaurios. Llevan consigo su ADN. De modo que, en sus primeras fases, un embrión de pollo desarrollará rasgos propios de un dinosaurio, como la cola, los dientes y patas delanteras acabadas en tres dedos. Si fuéramos capaz de localizar los genes que cancelan el rabo y que fusionan los dedos para crear un ala y aprendiéramos a desactivarlos, podríamos criar animales con características de dinosaurio.
Wired: Es una idea romántica, esa de que los dinosaurios puedan pervivir en forma de pájaros.
Horner: Los dinosaurios no están extintos; en ese sentido siguen aquí con nosotros. Los pájaros tienen un aspecto diferente, sí, pero eso sólo es cosmética. Trasteando algunos de esos genes deberíamos poder volver a hacer visibles esas similitudes subyacentes. Y sí, es una idea descabellada, pero me gusta empezar la casa por el tejado.
Wired: Usted fue asesor en Parque Jurásico. ¿Deberíamos preocuparnos?
Horner: Mire, tampoco es que el dinopollo vaya a conquistar el mundo. Si se aparea con una gallina seguirán teniendo pollos. Eventualmente, a lo mejor conseguimos animales que se parezcan más a los dinosaurios, pero no tendremos manadas de velocirraptores sueltos.
Wired: ¿Algún espinoso dilema ético?
Horner: Si piensa usted que estamos jugando a Dios, quizá. Pero ya estamos modificando plantas y ratones. Y no veo a demasiada gente llevándose las manos a la cabeza quejándose porque haya mejores tomates.
Wired: ¿Le critican otros investigadores?
Horner: Los científicos que juegan siguiendo las reglas de otros no tienen demasiadas oportunidades de hacer nuevos descubrimientos.
Wired: La inversión inicial salió de su propio bolsillo. ¿Es un problema el dinero?
Horner: No debería costar más de un par de millones de dólares. No es demasiado dinero para tratarse de un experimento científico importante.
Wired: ¿Cuáles son las ventajas? ¿Qué piensa ganar con esto?
Horner: En última instancia, esperamos que pueda conducir a una cura para los defectos genéticos. Una vez hayamos aprendido a controlar los genes, tendremos la posibilidad potencial de regenerar la médula espinal, regenerar los huesos, etcétera, etcétera. A lo mejor también conseguimos pollos más rollizos.
Wired: Ciertamente demostraría que los creacionistas están completamente equivocados.
Horner: La religión se basa en la fe, no en las pruebas. Comparar la ciencia con la religión no es como comparar manzanas con naranjas, es más bien como comparar manzanas con máquinas de coser.
Wired: En su libro afirma su intención de presentar al dinopollo en el programa de Oprah Winfrey. ¿Por qué?
Horner: La criatura sería su mejor propio portavoz. Contribuiría mucho a convencer a la gente de que son muchas las cosas que podemos aprender con este tipo de experimentos, sobre biología, desarrollo, evolución. De otro modo, sólo somos un grupo de científicos alocados creando monstruos en nuestros laboratorios.
Pincha aquí para ver la entrevista en inglés.
Pincha aquí para ver la web del Museo de las Rocosas, de cuya área de paleontología es conservador Jack Horner.
Un dinopollo que tengo suelto por casa.
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miércoles 25 de febrero de 2009
Quedan nueve días para el estreno de Watchmen y me doy cuenta de que aún no he dicho absolutamente nada sobre el que, valoraciones críticas aparte, parece destinado a ser el fenómeno fílmico del año (¡vaya un blog sobre cultura popular!). El problema es que, entre tanta avalancha informativa, lo único que se me ocurre al respecto que pueda resultar mínimamente original son varios insultos para el responsable de haber retrasado una semana el estreno de Gran Torino, la nueva película de Clint Eastwood, de manera que coincida con el film basado en el popular tebeo de Alan Moore y Dave Gibbons. Yo, con todos mis respetos para el señor Snyder (cuyo Amanecer de los muertos he disfrutado como poco media docena de veces), le debo mi fidelidad eterna al tío Clint, así que, aunque ganas no me falten, no podré estar ahí el primer día de exhibición junto a todos los comiqueros de pro. En cualquier caso, esta mañana me he estado leyendo una extensa e interesante entrevista con Alan Moore publicada hace dos días en Wired y, viendo que nadie se ha hecho eco aún de sus declaraciones (no, al menos, en los sitios que suelo visitar regularmente, que por otra parte son pocos, así que por favor me disculpen si me equivoco), he pensado: pues mira, te traduces los dos o tres fragmentos que más te han llamado la atención y aprovechas para captar nuevos lectores, a ver si de paso les convences para que se compren el libro de Mötley Crüe o el del porno (ya sabéis que aquí estamos siempre con un ojo puesto en el negocio; y si no sabéis de lo que os hablo pinchad aquí). Pero basta de preámbulos. Os dejo con el señor Moore.
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Dos carteles de Gran Torino, un poco porque sí.
Alan Moore: Viendo a los superhéroes de hoy en día, me da la impresión de que se parecen demasiado a Watchmen pero sin la ironía; nosotros, a través de Watchmen, hablamos en profundidad sobre los potenciales abusos de este tipo de justicia, aplicada por vigilantes enmascarados, y sobre el tipo de individuos a los que probablemente atraería si estos sucesos tuvieran lugar en un mundo más realista. Pero no era algo que nosotros aprobáramos. Debo decir que hace mucho, mucho tiempo que no he visto un cómic, mucho menos uno de superhéroes. Años. Probablemente una década desde que estudié alguno con atención. Pero me da la impresión de que ciertas cosas que en Watchmen tenían una intención satírica o crítica, ahora parecen aceptarse tal cual como lo que aparentan ser a simple vista. Así que, sí, ahora mismo tengo un punto de vista bastante negativo hacia todo el concepto del «cruzado enmascarado».
Si recuerdas los ochenta, hubo una avalancha increíble de titulares monumentalmente perezosos en los periódicos y semanarios británicos y norteamericanos. Eran frases del estilo de «Bam! Sock! Pow! Los tebeos ya no son sólo para críos». A mí aquellos titulares me resultaban sencillamente irritantes, pero no ha sido hasta hace poco que, echando la vista atrás, me he dado cuenta de lo increíblemente inexactos que eran. Los tebeos no habían madurado. Lo que pasó fue que se publicaron dos o tres cómics que incluían, quizá por primera vez, elementos serios y adultos en su composición. Esto, en los ochenta, fue considerado tan milagroso como que un perro montara en bicicleta. Pero lo que importaba no era que montara particularmente bien; lo que importaba era sencillamente que hubiera sido capaz de hacerlo.
Creo que mucha gente, al margen de que hayan leído o no un libro como Watchmen, se lo tomó básicamente como una especie de licencia. Creo que ahí afuera había un número sorprendente de individuos que, en secreto, ansiaban seguir las aventuras de Linterna Verde, pero que pensaban que se verían marginados socialmente en caso de que les vieran leyendo un tebeo en un lugar público. Con la llegada de títulos como Watchmen, creo que esta gente se consideró autorizada por el término novela gráfica. Todo el mundo sabía que los tebeos eran para niños y para individuos intelectualmente subnormales, mientras que una novela gráfica suena como una propuesta mucho más sofisticada. Suena como algo que un treintañero —o incluso un cuarentón— podía leer tranquilamente en el metro sin sentirse avergonzado. Cuando empecé a trabajar para DC Comics, supuse que la edad de mis lectores, si antes había estado entre los 9 y los 13 años, ahora estaba entre los 13 y los 18. En la actualidad, la edad media de los lectores de cómics, y este ha sido el caso desde finales de los ochenta, probablemente esté entre los treinta y muchos y los cincuenta y pocos, lo cual tiende a apoyar la noción de que no son un producto comprado por críos. En muchos casos quienes los compran son nostálgicos sin remedio o, poniéndose en lo peor, casos de desarrollo interrumpido incapaces de abandonar su infancia por muy trilladas que estén las aventuras de sus héroes e ídolos
Wired: ¿Puedes ser más específico acerca de las cosas que los tebeos como medio pueden hacer mejor que otros medios?
Moore: Una cosa que tienen los tebeos, y esto ha sido demostrado (creo que mediante pruebas realizadas por el Pentágono a finales de los ochenta), es que son el mejor medio para transmitir información de manera que se retenga y se memorice. No soy yo quien lo dice, es el Pentágono. Por mi parte, pienso (y esto no son más que chorradas hippies pseudocientíficas), que esto podría deberse a que la unidad de divisa utilizada por lo que antes solía llamarse el cerebro izquierdo es la palabra. El lado izquierdo del cerebro controla el habla y el raciocinio. La unidad de divisa del lado derecho del cerebro, por el contrario, sería la imagen. De modo que, quizá, los tebeos deriven ese poder único de la combinación de palabras e imágenes dispuestas de una manera legible. Por supuesto, las películas también son una combinación de palabras e imágenes, pero tienen una estructura completamente diferente y un modo de operar también completamente diferente. En una película, te ves arrastrado por la situación a 24 implacables fotogramas por segundo. En un tebeo, puedes volver la mirada hacia la viñeta anterior o retroceder un par de páginas para ver si en el diálogo hay una referencia a una escena anterior. También puedes pasar todo el tiempo que quieras asimilando cada imagen. Esto resulta especialmente cierto en el caso de Watchmen, donde intenté aprovechar la brillante capacidad de Dave Gibbons como antiguo topógrafo para incluir una increíble cantidad de detalles en cada viñeta, de modo que pudiéramos coreografiar hasta el elemento más minúsculo. Los pequeños símbolos y señales que aparecen en segundo término, hasta el último toque podía ser coreografiado en detalle. Y sabíamos que el público, al leer cada uno a su ritmo, sería capaz de estudiar cada viñeta y asimilar incluso los detalles casi subliminales. Ni siquiera el mejor director del mundo, ni siquiera una persona de tanto talento como Terry Gilliam, habría sido capaz de incluir tanta información en un par de fotogramas de película. E incluso aunque lo hiciera, pasarían demasiado rápido. Porque los espectadores de una película no controlan la experiencia del mismo modo que lo hace un lector.
Una de mis principales objeciones ante el cine como medio es que resulta demasiado aturullante y creo que nos está convirtiendo en una población de autómatas perezosos y faltos de imaginación. Los absurdos extremos a los que llega el cine moderno con sus efectos generados por ordenador para ahorrarle al público la molestia de tener que imaginar cualquier cosa por sí mismo, probablemente estén teniendo un efecto capador para la imaginación del colectivo. No tienes que hacer nada. Sin embargo con un tebeo es mucho lo que has de poner de tu parte. Aunque tengas los dibujos, has de llenar los vacíos entre viñeta y viñeta, tienes que imaginar las voces de los personajes. Es mucho trabajo el que queda en tu mano. No tanto como con un libro ilustrado, pero aún así bastante. Y yo creo que el nivel de esfuerzo que contribuimos al disfrute de cualquier tipo de arte es un enorme componente de ese disfrute. Creo que nos gustan las obras que nos implican, que establecen una especie de diálogo con nosotros, mientras que con el cine te limitas a estar sentado en tu butaca y te dejas llevar. Te cuenta todo lo que necesitas y en realidad no hace falta que pienses demasiado. Hay películas muy buenas que son capaces de implicar al espectador con su narrativa, con sus misterios, con su ambigüedades. En ocasiones nos encontramos con películas en las que gran parte de lo que sucede, sucede en tu cabeza. Probablemente sean buenas películas, pero ya no se hacen demasiadas de esas.
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Alan Moore y Dave Gibbons.
Wired: Pero eso va al margen de las posibilidades intrínsecas del medio. Eso tiene que ver con si metes la pata o no. Es posible hacer un buen tebeo o un mal tebeo.
Moore: Por supuesto. Y es posible hacer una buena película y una mala película. Lo que pasa es que no veo demasiadas buenas películas ni demasiados buenos tebeos, y teniendo en cuenta las ingentes cantidades de dinero que se invierten en las producciones creo que me gustaría ver una proporción de éxito mucho más elevada. Vale, una gran película con un presupuesto de cien millones de dólares o más, en caso de ser un éxito, acaba generando unos buenos beneficios para el estudio, pero para tener una de esas has de estrenar seis o siete que no llegan a cubrir el desembolso. Y hay que pensar en esto en términos de impacto económico y ambiental. Uno pensaría, particularmente en un momento como éste en el que la economía mundial parece estar al borde del sumidero, que a lo mejor ha llegado la hora de empezar a idear nuevos modos de manejar nuestra cultura. A lo mejor deberíamos ser más conservadores a la hora de lanzarle estas enormes sumas de dinero a nuestros directores de cine, a nuestros actores, a nuestros deportistas o, hey, a nuestros guionistas de tebeos, aunque nosotros no somos tan culpables. Debo decir que no cobramos para nada lo mismo que los deportistas o las estrellas de cine. Pero a lo mejor deberíamos empezar a repensarnos todo esto. ¿De verdad merece la pena gastar todo ese dinero? ¿Desperdiciar todos esos recursos? O sea, con cien millones de dólares prácticamente podrías solucionar los terribles daños causados por las inundaciones en Haití. Oí que mencionaban esa misma cifra el otro día. Quizá deberíamos empezar a revisar nuestras prioridades y no limitarnos a intentar anestesiarnos con interminables películas y series de televisión porque nos aburren nuestras vidas en el asquerosamente rico mundo occidental. Quizá deberíamos cambiar un poco nuestras prioridades. Si vamos a gastarnos el dinero en películas, empecemos a valorar a la gente que produce maravillas con poco dinero. Dejemos de asombrarnos de un modo tan infantil por lo que esencialmente no es sino pirotecnia. La mayoría de películas que veo parecen esperar una respuesta crítica equivalente a la de un espectáculo de fuegos artificiales. Todo es «oooh» y «aaaah». Esas parecen las únicas respuestas apropiadas para la mayoría de las películas modernas. Creo que nos espera un periodo de re-evaluación cultural. O ciertamente espero que así sea, porque me parece que, de lo contrario, nos espera un periodo de condenación cultural. Creo que resulta bastante evidente que nos dirigimos de cabeza al infierno y que tenemos que cambiar nuestras prioridades. Tenemos que replantearnos todo esto y creo que reinventar nuestra cultura puede ser parte de ello. Ciertamente así lo espero.
Pincha aquí para leer la entrevista completa en Wired.
(Si te quieres gastar los cuartos) Cultura Impopular recomienda:
· Watchmen (Absolute Edition)
· Dave Gibbons: Watching the Watchmen
· Watchmen: The Art of the Film
Cómic • Entrevistas
Alan Moore, Clint Eastwood, Watchmen 7 comentarios
lunes 23 de febrero de 2009
Mientras termino de escribir una entrada que tengo a medias acerca de las ventajas y las desventajas de la utilización de diseños unitarios y cerrados como método para darle una seña de identidad a las colecciones literarias, he pensado que bien podría ir abriendo boca subiendo unas cuantas imágenes de las que tenía pensado utilizar como ejemplo, ya que de otro modo no voy a tener espacio para todas cuando llegue el momento. Ya os adelanto en cualquier caso que, en líneas generales, no me suelen gustar nada los diseños de colección cerrados. Soy de la opinión de que cada libro merece un diseño específico y adecuado a su contenido. Otra cosa es que uno se encuentre de vez en cuando con un número determinado de títulos que, por temática, autor o personaje, sí den pie a una imagen unitaria o compartida. De hecho, hay ocasiones en las que ciertos libros prácticamente exigen a gritos ese tratamiento. Uno de los mejores ejemplos recientes que me vienen a la cabeza es el de la reedición de las novelas de James Bond por parte de Penguin UK con motivo del centenario del nacimiento de su autor, Ian Fleming. Es muy posible que ya hayáis visto algunas de las portadas que voy a colgar aquí (cuando no todas), ya que los libros salieron en mayo del año pasado y fueron bastante comentados durante los dos o tres meses previos al lanzamiento, pero de todos modos recuerdo haber pensado entonces que, de tener un blog, este sería precisamente el tipo de noticia que me hubiera gustado comentar, así que ahora que lo tengo voy a aprovechar al menos para sacarme la espinita.
Al servicio secreto de Su Majestad, Sólo se vive dos veces y Diamantes para la eternidad.
Pincha sobre las imágenes para verlas en grande.
Como decía, el 28 de mayo de 2008 se cumplió el centenario del nacimiento del escritor británico Ian Fleming. Para conmemorarlo, la rama británica de Penguin decidió reeditar las 13 novelas (más una colección de relatos) protagonizadas por su célebre personaje, el espía con licencia para matar. Según explicaba Colin Brush en el siempre interesante blog de la editorial: «Durante gran parte de los cuarenta y cuatro años transcurridos desde su fallecimiento [el de Fleming], sus libros han sido tratados por una sucesión de editores como un divertimento rápido y agradable, indigno de ser tomado demasiado en serio ni merecedor de mucha atención; un producto ciertamente impropio para adultos. El centenario del nacimiento de Fleming era un buen momento para retomar los libros de Bond y presentarlos bajo un aspecto que diga: «sí, son divertidos», pero que también deje implícito que no hay ningún motivo para no tomarlos en serio. Más importante aún, debían parecer libros que mereciera la pena tener».
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Un par de ejemplos del trabajo de Michael Gillette. Pincha para ver en grande.
Para conseguirlo, Penguin decidió encargarle el trabajo al galés Michael Gillette, un ilustrador no exactamente fotorrealista pero que sí tira mucho de referencia fotográfica, que igual mete la mano en el pozo de la tradición del dibujo a línea caricaturesco británico (podéis ver sus caricaturas y bocetos en ese estilo suelto, con reminiscencias de Ralph Steadman, en su blog, Pencil Squeezing) que se acerca a escuelas de ilustración más recientes que le emparejan con artistas contemporáneos norteamericanos como Alex Gross, Tara McPherson o Craig Larotonda. Fue una decisión inspirada por parte de los editores, que bien podrían haber recurrido a un ilustrador más deliberadamente retro o, peor aún, haber intentado «modernizar» el irrepetible aspecto de los paperbacks originales (como hizo hace unos años Richie Fahey para la edición norteamericana de los libros de Bond). En vez de eso, apostaron por un artista capaz de recuperar el espíritu de las portadas originales pero sin renunciar a una estética moderna, sencilla y elegante; respetuoso con la tradición de Bond pero a la vez alejado de la simple imitación.
El espía que me amó, Dr. No y Casino Royale.
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La idea general para el proyecto, recuerda Gillette en esta entrevista para MI6 (una página británica dedicada a todo lo relacionado con 007), no pudo ser más sencilla: «Tipografía sobre mujeres desnudas. ¡Es difícil decirle que no a eso!». Y efectivamente, lo difícil no era eso, sino conseguir que cada portada tuviera una entidad personal sin dejar de mantener por ello una coherencia con el resto. En este caso, como en tantos otros, menos demostró ser más: los dos únicos elementos gráficos que se repiten exactamente igual en todas las portadas son el fondo crema y los números «007» en tipografía mecánica con el logo de Penguin refugiado en el segundo cero (curiosamente, en las primeras pruebas que se difundieron por la web, el pingüino iba sobre fondo naranja, replicando así el logo tradicional de la casa; en los ejemplares impresos, sin embargo, o al menos en los que tengo yo, el fondo es blanco, una decisión que me parece mucho más acertada). Los otros dos elementos de la portada también son conceptualmente los mismos (una chica más el título rotulado manualmente), pero la ejecución es diferente en todos los casos; las ilustraciones recorren varias gamas de colores, las hay verdes, naranjas, azules, moradas, marrones… y las tipografías también van de la más sencilla y directa de El hombre de la pistola de oro a los oropeles nupciales de Al servicio secreto de Su Majestad, pasando por la inevitable influencia cirílica de Desde Rusia con amor o por ese punto a lo Saul Bass de la que es mi particular favorita: Diamantes para la eternidad. ¿El resultado? Catorce portadas completamente distintas pero perfectamente reconocibles, sin necesidad de marcos, de inamovibles tipografías mecánicas, de enormes y anticuados logos o de cualquier otro recurso de esos a los que tan aficionados suelen ser los editores de nuestro país.
Sólo para tus ojos, El hombre de la pistola de oro y Octopussy.
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«La intención era que fueran cercanas», decía Michael Gillette en la entrevista anteriormente citada. «El desafío era conseguir que funcionaran como conjunto, como algo que una vez expuesto en la librería te atrajera desde lejos. Quería que fueran sencillas, desnudas en su mayor parte; el adorno en realidad es la tipografía. Las portadas de los libros deberían ser pequeños objetos de belleza que te dé placer tener sobre la mesa. Pequeñas joyas táctiles». Por mi parte, yo creo que estas lo son. De hecho, nunca he sido un gran fan de James Bond. Alguna que otra película me hace gracia, pero la única que puedo decir que realmente me apasiona es Casino Royale, y jamás había leído ninguna de las novelas hasta que, precisamente, estando de vacaciones este pasado junio me encontré en una librería de Edimburgo con esta edición llamándome a gritos desde el escaparate. Me compré seis de golpe y ahora me arrepiento de no haberme llevado también las demás, pues en menos de un año se han agotado y ya sólo se encuentran en tiendas de segunda mano o en e-bay, cosa que me fastidia horrores. No serán las mejores novelas del mundo (aunque algunas son bastante mejores de lo que cabría esperar) pero… carajo, mira que son bonitas.
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Ian Fleming, James Bond, Michael Gillette, Penguin 2 comentarios