martes 1 de marzo de 2022
El «Maus» de Art Spiegelman.
Hace unos días, Borja Crespo me mando un breve cuestionario recabando declaraciones para este artículo sobre cómic y censura publicado en El Correo, a raíz de la prohibición del Maus de Art Spiegelman por parte de una junta escolar en Tennessee. Como soy dado a enrollarme más que las persianas, la cosa acabó alargándose y le mandé a Borja bastante más material del necesario. Ya que en este blog hemos tratado repetidas veces la cuestión de la censura, en relación con títulos de Es Pop como La plaga de los cómics, El libro más peligroso o Maestros del Doom, me ha parecido justificado recuperar aquí todo nuestro intercambio. Gracias especiales a Borja por las preguntas y por contar conmigo para su artículo.
¿Estamos volviendo a la censura de tiempos pasados?
Aún no. La censura, como todo, ha evolucionado. Si nos referimos a España, no es comparable la censura que imperaba durante la dictadura, que era preventiva y contaba con cuerpos gubernamentales creados de manera específica para implantarla y asegurar su cumplimiento, que la que pueda darse ahora, que salvo casos contados depende principalmente de la presión ejercida a posteriori por particulares indignados y empresas que rehuyen herir sensibilidades en pos del beneficio económico. Irónicamente, este tipo de censura popular y económica es menos clara, más caprichosa y, por tanto, mucho más impredecible. De todos modos, el conflicto entre artista y opinión pública es parte consustancial de nuestra sociedad, nunca va a desaparecer. El verdadero problema llega cuando se legisla en contra de las obras y sus creadores, y en ese sentido aún no estamos tan mal como en el pasado, aunque a veces pueda parecerlo.
¿Cómo fue la acogida del libro Cuando los tebeos eran peligrosos?
Discreta. Muy bien a nivel de crítica, pero con unas ventas más bien reducidas. Lo que, por otra parte, también era de esperar. Se trata de un ensayo detallado sobre la industria del cómic norteamericano y la censura, doy por hecho que va a tener un público limitado. Por mucho que me parezca accesible y disfrutable para un lector generalista e interesado en cuestiones más amplias, como las formas en que reaccionamos ante la cultura popular y cómo funcionan los movimientos de oposición a la misma, entiendo que va a ser difícil que se acerque al libro de buenas a primeras si no le gustan los tebeos.
Antes se censuraba el Hitler SS de Vuillemin y ahora se acusa a Maus, dos obras totalmente opuestas sobre un mismo tema, de mostrar cuerpos femeninos… Resulta muy contradictorio.
Tampoco tanto. Hitler SS se secuestró porque hubo varias querellas presentadas por agrupaciones particulares que llegaron a juicio y el Constitucional dictó que el cómic atentaba contra la dignidad y los sentimientos religiosos. Si te fijas, los argumentos son los mismos que en otras demandas producidas con clara intención censora en nuestro país, como el de la portada de El Jueves o el “Cómo cocinar un Cristo” de Krahe. Dignidad y sentimiento religioso, las dos bazas con las que más a menudo juegan nuestros ofendidos y las que mejor resultado les brinda en los tribunales. En Estados Unidos, sin embargo, les obsesiona más la obscenidad. Los casos más célebres de prohibición, como el Ulises, El amante de Lady Chatterley o El almuerzo desnudo, estuvieron todos relacionados con la obscenidad. También hay que decir que las tres obras citadas acabaron siendo absueltas por el Supremo en sentencias que contribuyeron a ampliar el campo de la libertad de expresión. Por otra parte, está el caso de Mike Diana, el único historietista condenado a prisión en Estados Unidos por su obra, también por obscenidad. Por eso, no me extraña que la excusa para retirar Maus haya sido la desnudez. En realidad, lo que tienen en común ambos casos es a quién creen los censores que está dirigida la lectura. El ataque contra Maus procede de una junta escolar y también nuestro Constitucional señaló que parte del “peligro” de Hitler SS era que su público potencial era inmaduro y sugestionable. Claro, no les entraba en la cabeza que los lectores de cómics pudieran ser adultos hechos y derechos.
La industria del cómic lleva practicando los lavados de cara desde los años 50.
¿La prohibición puede suponer una campaña promocional ideal?
Es un arma de doble filo. En un caso como el de Maus, donde la prohibición ha sido localizada y puntual, es evidente que ha contribuido a que la obra vuelva a estar en boca de todos, renueve su popularidad y experimente un pico de ventas. Sin embargo, qué otras obras no se estarán prohibiendo o retirando y no nos enteramos precisamente porque no son Maus y no resultan tan “noticiables”. Además, la memoria del público es corta. ¿Qué pasó, por ejemplo, con la polémica de las versiones censuradas de clásicos como Las aventuras de Tom Sawyer, alguien se acuerda? Si el clamor popular momentáneo no consigue que las prohibiciones se revoquen, a la larga pueden acabar siendo perjudiciales.
¿Cómo crees que puede evolucionar este tema?
Lo que más me preocupa es que esta corriente actual de “cancelaciones” y “linchamientos”, que son muy desagradables pero al fin y al cabo no tienen consecuencias penales, acabe por degenerar en una recuperación plena de los organismos censores estatales, bien con la excusa de hacerse eco de un “sentir popular» o bien porque realmente llegue un momento en que contemos con una mayoría de ciudadanos a los que la censura les parezca beneficiosa y consideren que existen obras que merecen ser atajadas de manera preventiva y en última instancia castigadas. Por desgracia, tampoco lo veo tan disparatado.
Los pitufos negros ahora son violetas, Tintín mejor que no viaje al Congo… ¿En qué queda el contexto al enfrentarse a una obra?
El contexto es imprescindible. Reeditar obras alterándolas para acomodarlas a criterios modernos me parece un ejercicio espurio y cínico. Condenarlas al olvido, una idiotez. Lo que hay que tener claro es que han dejado de ser productos de consumo popular creados para el público mayoritario de su tiempo y que por tanto no deberían seguir comercializándose como tales, algo que sólo responde al interés económico, cuando su verdadero interés a día de hoy es el histórico.
La prohibición de la lectura de Maus en el un plan de estudios de niños de 14 años, ya adolescentes, subraya una infantilización de la sociedad que parece imparable. ¿Qué tebeos leías con esa edad?
Pues mira, precisamente el Maus, cuya primera parte se publicó en España en 1989, justo cuando yo tenía catorce. También muchos tebeos de Forum y Zinco, los álbumes de La Cúpula, con especial predilección por los de Max, Pons y Crumb, e Historias Completas de El Víbora (donde aquel mismo año salió el Sangre de Barrio de Jaime Martín, otro tebeo básico para mi adolescencia), mucho Toutain, pero particularmente todo lo de Altuna, Bernet y Corben, El Jueves, algún Cimoc Extra Color cuando me lo podía permitir… prácticamente cualquier cosa que me cayera entre manos, vaya. Era la edad perfecta para descubrir. Ahora bien, también te digo que ninguno de los tebeos que leía estuvo nunca en un plan de estudios. Y sin duda era parte de su encanto.
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Hitler SS, Maus Sin comentarios
lunes 20 de julio de 2020
Este año se han cumplido veinte años del lanzamiento de La historia del blues, una de las aventuras más curiosas de Siniestro Total, que acabó dando pie a todo un proyecto multimediático bastante ambicioso y singular para la época. Además del disco homónimo, acompañado de su correspondiente espectáculo itinerante, el grupo se embarcó en la elaboración de un falso documental en el que se exploraba la biografía de Jack Griffin, un músico inexistente cuyas peripecias servían de hilo conductor para el peculiar viaje de los gallegos por la música negra estadounidense, desde el blues primigenio hasta el rap. Por si eso fuera poco, a Julián Hernández se le ocurrió la idea de añadir al proyecto un cómic que, tomando como punto de partida los doce cortes del álbum, profundizara en la historia de Jack Griffin, añadiendo capas de historia al personaje. No sólo tuve la suerte de encargarme de coordinar dicho cómic, lo que me llevó a trabajar con varios de mis artistas favoritos, sino que La historia del blues supuso también mi primera experiencia diseñando y maquetando un libro. Por todo ello, es un trabajo que sigue ocupando un lugar muy especial en mi trayectoria. Hace un par de semanas, el periodista Jaime Lorite publicó en Icon un excelente artículo al respecto, en el que repasaba el origen y la realización de La historia del blues, así como su ampliación a otros medios. Jaime tuvo la amabilidad de entrevistarme para hablar sobre la parte comiquera del proyecto. Como por motivos de espacio era imposible encajar toda nuestra conversación en el artículo, la recupero íntegra en las siguientes líneas para el «archivo».
¿Cómo recibiste la propuesta de Siniestro Total, tenías ya una relación previa con el grupo?
En 1999 entrevisté a Julián Hernández para Más Libros, una revista literaria en la que trabajaba entonces, y poco después dio la casualidad de que coincidimos una tarde firmando ejemplares en la caseta de Madrid Comics en la Feria del Libro. Él acababa de editar su libro ¿Hay vida inteligente en el rock & roll? y yo una guía sobre cómic. Como aún teníamos la entrevista reciente y había buen feeling, nos pasamos la tarde charlando entre firmas y cervezas sobre aficiones compartidas e historietistas a los que admirábamos. Al cabo de un rato me contó que estaban preparando La historia del blues, que querían que fuese un trabajo multidisciplinar y que uno de los proyectos paralelos que tenían pensado era un cómic. Supongo que, como fan de Siniestro de toda la vida, los ojos me hicieron chiribitas y que Julián debió de pensar que teníamos gustos parecidos, porque aquella misma tarde me propuso la coordinación del tebeo. ¡Rememorándolo ahora aún me parece más increíble que todo surgiera así de fácil y fluido!
¿Cómo se desarrolló la elaboración del libro?
Los Siniestro ya tenían en mente contar con algunos autores cercanos a su entorno, como Daspastoras, Miguelanxo Prado o el pintor Antón Patiño, a los que rápidamente sumamos una lista de «impepinables” con los que todos queríamos trabajar sí o sí, como Max, Gallardo, Javier Olivares o Miguel Ángel Martín. Por último le fui proponiendo a Julián autores en aquel momento relativamente nuevos como Pepo Pérez, José Luis Agréda, Sequeiros o Álex Fito, porque la idea era precisamente hacer un tebeo un poco multigeneracional que plasmara diversos estilos y maneras de entender el cómic, igual que hacía el disco con la evolución del blues. También le sugerí editar el proyecto con Under Cómic, sello ya extinto, fundado por Christian Osuna, que en aquel momento estaba haciendo un trabajo bastante meritorio editando precisamente a nuevos talentos. Una vez seleccionados los autores, la realización fue bastante sencilla. Se les enviaron copias en CD de las maquetas y cada uno fue escogiendo la canción con la que sentía más afinidad. Para explotar al máximo el concepto del álbum, tomamos de manera consciente la decisión de esquivar el recurso habitual en cómics de este tipo, que es ilustrar tal cual las letras de los temas. Nos pareció más interesante narrar episodios de la vida de Jack Griffin ambientados en las distintas épocas de las que supuestamente provenían cada una de las canciones. Esto les dio a los autores manga ancha para contar historias más personales dentro de un contexto común y a la vez potenció la unidad del cómic, dos cosas que creo que marcaron bastante la diferencia en el resultado final.
¿Y qué te pareció el resultado final?
Aun con los altibajos propios de este tipo de proyectos, creo que quedó un tebeo muy sólido y muy coherente, respetuoso con el álbum y el concepto de Siniestro, pero capaz de funcionar como una lectura satisfactoria de manera independiente. Y para mí personalmente fue un verdadero subidón verme asociado aunque fuera de manera tangencial con el disco de uno de mis grupos favoritos de toda la vida. Nunca le podré agradecer a Julián lo suficiente que me hiciera aquella propuesta improvisada.
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La historia del blues, Siniestro Total Sin comentarios
sábado 1 de diciembre de 2018
¿Cómoooo? Sí, sí, no es una errata. Es Pop cumple diez años. Puede que el dato te sorprenda si nos has descubierto hace poco o que directamente te cause estupor si nos conoces desde el principio (¿Diez años? ¡Ni nosotros mismos nos lo creemos todavía!), pero fue en diciembre de 2008 cuando salieron a la venta nuestros dos primeros títulos: Los trapos sucios y El otro Hollywood, editados al unísono cuando aún ni siquiera teníamos una red de distribución demasiado extensa. En esta década transcurrida entre medias han cambiado algunas cosas (entre ellas, afortunadamente, la distribución). Otras siguen exactamente igual.
Tal como indicaba en la primera entrada que escribí para este blog, «Es Pop es una propuesta muy modesta que, en el mejor de los casos, publicará contados títulos al año. La intención es conseguir que el lector al que le guste uno de nuestros libros pueda tener la certeza de que todos los demás van a estar a la misma altura». No me corresponde a mí decir si este objetivo se ha cumplido con regularidad, pero desde luego sigue siendo a día de hoy el principio rector del sello: publicar únicamente libros que yo mismo recomendaría a ciegas como lector, libros con los que me sienta personalmente vinculado, y sobre todo no caer jamás en el vicio de editar por inercia ni por cumplir unas cuotas comerciales. En resumen: sacar partido de las carencias. En el camino quedan algún que otro bache, no pocos pasos en falso y espero que también algunos aciertos. Reconozco que cuando empecé con Es Pop ni se me pasaba por la cabeza hacer planes de futuro. Puede que el mayor cambio de todos haya sido comenzar a plantearse en serio cierta continuidad. En ese sentido, este último año ha abierto algunas puertas que sientan nuevas bases para el proyecto. Por lo pronto, la editorial abandona una de sus principales características, dejando de ser el one man show que había sido hasta ahora. El próximo día 12 de diciembre publicamos La plaga de los cómics, de David Hajdu, traducido no por mí sino por José María Méndez, la primera en una serie de colaboraciones con otros amigos y compañeros de profesión que debería redundar en un ligero aumento del número de títulos publicados (nada demasiado exagerado; la idea es pasar de tres libros anuales a cuatro o cinco; lo justo para que no se me sigan amontonando los proyectos pendientes).
Por otra parte, siempre he comentado que uno de los motivos para crear Es Pop fue la frustración que me generaba ver libros de ensayo y biografía que me encantan dispersos en distintas colecciones, formatos y editoriales. Por eso, este año hemos recuperado Soy Ozzy, la primera en una serie de reediciones de libros a mi juicio inmerecidamente descatalogados. La próxima, durante el primer semestre de 2019, será el Killing Yourself to Live de Chuck Klosterman que ya publicara Reservoir Books hace más de una década. Tenemos también en preparación otros cuatro libros que todavía no voy a citar, ya que si algo he aprendido este último año ha sido a no anunciar los lanzamientos con demasiada antelación, que luego vienen los retrasos. Sí puedo adelantar, no obstante, que tenemos preparada una pequeña sorpresa de aniversario sobre la que ya me extenderé en otra entrada. Por ahora, poco más tengo que añadir: diez años dan para mucho y también son muchos los amigos, viejos y nuevos, que me han ayudado a sobrellevarlos con su simpatía, consejos y buen humor, demasiados como para citarlos a todos aquí. No puedo, en cualquier caso, dejar de nombrar a las siguientes personas, sin las cuales no me cabe la menor duda de que Es Pop habría acabado siendo algo muy distinto, suponiendo que hubiera acabado siendo algo: Manuel Bartual me brindó su apoyo y sus conocimientos para echar a rodar y ha seguido estando ahí cada vez que he necesitado su ayuda; Manuela Carmona ha revisado todos y cada uno de los libros que hemos publicado, aportando continuamente la ilusión y el cariño con los que mantiene a flote el barco cada vez que me entran ganas de mandarlo todo al garete; David Muñoz ha compartido con regularidad su ojo clínico y su sabiduría metalera; Rafael Díaz y Juan Luis Caballero se animaron a embarcarse en una aventura paralela cuya escasa fortuna sigue siendo una de las pocas cosas cosas que verdaderamente lamento de estos diez años. Y por supuesto, un agradecimiento de corazón a todos nuestros lectores pasados, presentes y futuros; sin vosotros, nada de todo esto tendría sentido.
Nota: Las imágenes que ilustran esta entrada pertenecen a cuatro carteles en tamaño DIN A-3 que hemos preparado para celebrar el 10º aniversario de Es Pop; si te los quieres descargar, están a tu disposición pinchando en este enlace. Las ilustraciones principales son obra de David Sánchez, César Sebastián, Javier Rodríguez y Robert Maguire.
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Es Pop Ediciones Sin comentarios
martes 1 de mayo de 2018
Foto de Lupe de la Vallina para Jot Down.
Este año Es Pop Ediciones cumplirá su primera década de existencia. Casualmente o no, en estos últimos meses me han hecho un par de entrevistas bastante extensas que me han ayudado a sintetizar y poner un poco en orden algunas reflexiones que por lo general dan vueltas a lo loco y sin demasiado concretar por mi cabeza. Reconozco que, en lo que a la editorial se refiere, tiendo a funcionar de manera más intuitiva que meditada, y me ha venido muy bien que alguien me obligara a sentarme durante unas horas para verbalizar esos impulsos y dar forma a esas opiniones. También para repasar errores y quizá algún que otro acierto de cara a lo que espero que sean por lo menos unos cuantos años más de actividad. Cuando en mayo de 2008 anuncié en el curro que me despedía para montar una editorial, no podía sospechar siquiera que diez años más tarde fuera a seguir aquí. Sólo tenía en mente editar dos o tres libros que me apetecía mucho traducir y preferí no perder demasiado tiempo en hacer planes de futuro. A decir verdad, no tenía nada claro que fuera a haber uno. Así pues, gracias en primer lugar a todos los que habéis apoyado y contribuido a que este proyecto saliera adelante.
Dejo aquí para el archivo un par de extractos y vínculos a ambas entrevistas y, como bola extra, un segmento del programa Página 2 para el que también me entrevistaron en octubre del año pasado. El rodaje, por cierto, tuvo lugar en el museo de la Imprenta Municipal de Madrid, cuya visita recomiendo a cualquier persona interesada en la edición y las artes gráficas.
* * *
Los tres primeros libros de Es Pop (Los trapos sucios, El otro Hollywood y Schulz, Carlitos y Snoopy) son metal, pornografía y cómic. Todo aliñado con la frase de Nietzsche («Ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo»), ¿son una declaración de intenciones o una provocación?
[Risas] Sí, sí, fue algo intencionado. Bueno, tampoco es que dijera «tengo que sacar uno sobre porno y otro heavy por narices». Pero sí que entre los libros que tenía pensados, los más potentes, más llamativos y más inexplicablemente inéditos en España eran esos. Cuando edité Los trapos sucios, el libro llevaba ya casi ocho o diez años publicado en Estados Unidos. El otro Hollywood también llevaba dos o tres años en el mercado. Y me preguntaba ¿por qué nadie los saca?
Te devuelvo la pregunta: ¿Por qué? ¿Era una cuestión de que las editoriales de entonces no les encontraban encaje en sus catálogos o más bien era falta de audacia?
Quizás me equivoco, pero yo tengo la teoría de que básicamente no les interesaban en lo más mínimo. Hay un determinado tipo de editor que abunda mucho en la industria y que tiene unos prejuicios culturales muy marcados. A lo mejor son mis prejuicios también los que hablan, pero es que hay cosas que a mí solo me resultan explicables desde el desprecio, un desprecio total por parte de la industria hacia este tipo de cuestiones: el rock duro, el heavy metal, los cómics… La actitud hacia los cómics ahora está empezando a cambiar, pero durante años fueron la hermana fea.
Decías, cuando te metiste en el mundo de la edición, que en las primeras reuniones de editores la impresión que te causó aquello es que «parecía que acababas de entrar en Pedralbes».
Quizás fuera un comentario un poco sobrado, pero lo que sí es verdad es que en el mundo editorial impera una clase socioeconómica de un nivel tirando a elevado. Eso está claro. Entre otras cosas porque editar es un oficio caro. Hombre, también hay mucho voluntarioso, mucho editor pequeño que se está dejando la piel para sacar lo que le apetece. Pero sigue abundando la gente de pasta, eso es así. Y ese nivel socioeconómico va a unido a determinadas experiencias y unas formas de ver la cultura que no se corresponden con las mías.
Las ediciones sobre música en España solían ser las biografías blanditas de toda la vida, de lo poco algo duro anterior a esto fue el de Por favor, mátame.
Iban saliendo cosas aisladas, como la de Marilyn Manson que sacó Mondadori, me temo que por motivos puramente coyunturales. Pero eran casos puntuales que no tenían solución de continuidad, y eso fue precisamente lo que me dio un poco la idea de montar la editorial. Tengo en casa una estantería dedicada en exclusiva a ensayos y biografías y aquello era un puto desastre: cada libro de una editorial, de un formato distinto, parecía un Tetris mal encajado. ¿No estaría guay que hubiera una editorial que uniera todos estos ensayos —sobre música, cine, cómic, literatura— bajo un mismo paraguas? Y eso fue lo que me decidió. Era el año 2008, estaba hasta las narices de hacer mi trabajo de oficina y dije «me lanzo». Fíjate, 2008, no sabía lo que se nos venía encima. Pero es que ni lo pensé, respondía más a una necesidad vital.
· Entrevista de Bárbara Ayuso y Ricardo Jonás G. Continúa en Jot Down Magazine.
Siempre se ha considerado a Es Pop como una editorial rockera: Lemmy, Mötley Crüe, Thin Lizzy… El próximo proyecto, casi en el horno, es la autobiografía de Ozzy.
Sí, en realidad la editorial no deja de ser un espacio en el que ir dando cabida a todas mis aficiones y obsesiones. En ese sentido, el propio hecho de editar se convierte en una especie de autobiografía. Y claro, uno de los momentos clave de mi adolescencia fue descubrir a Black Sabbath a los catorce años.
Otra de las vías de Es Pop es el cómic; has traducido cómics para otras editoriales, publicaste la biografía de Schulz y preparas para este año La plaga de los cómics.
Ahí se juntan las aficiones con las preocupaciones; con el tiempo me he ido dando cuenta que lo que publico traza el mapa de mis obsesiones. Casi todos los últimos libros, como La plaga de los cómics, Maestros del Doom o El libro más peligroso, tratan sobre personas creativas enfrentadas a la incomprensión del sistema y siendo censuradas a nivel social, económico, judicial, y me resulta interesante ver todas esas conexiones. A ninguna persona normal se le ocurre relacionar el Ulises de Joyce con videojuegos como Doom o con los cómics de EC o con los blackmetaleros noruegos, pero sus historias repiten un mismo proceso: una pequeña comunidad creativa con una propuesta nueva que en principio parece minoritaria y chocante, recibe el desprecio del establishment cultural del momento e incluso acaba siendo perseguida judicialmente por el sistema. Evidentemente las líneas argumentales difieren, pero siguen un mismo patrón. Y en todos los casos, al cabo del tiempo, esa propuesta acaba triunfando o siendo asumida. Las personas no tanto, porque otra de las constantes en Es Pop es que los protagonistas casi siempre acaban mal, pero la propuesta, las obras, perduran. Es un proceso que me resulta fascinante y me doy cuenta de que vuelvo a él una y otra vez.
¿Te das cuenta a posteriori? ¿No hay un plan trazado de antemano?
No, nunca me planteé «Voy a sacar cinco libros sobre artistas puteados por la censura y la justicia» [risas]. Simplemente ha salido así la cosa.
¿Te conoces entonces a través de los títulos que publicas?
Por momentos pasa eso, sí. Por eso digo que la editorial es mi autobiografía [risas].
· Entrevista de Javier Sanabria. Continúa en Rock I+D.
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jueves 29 de marzo de 2018
En marzo de 1998, hace ahora veinte años, apareció el número uno del periódico literario Más Libros. En realidad no fue la primera entrega, ya que en enero se había publicado un número cero destinado principalmente a libreros y editoriales para dar a conocer el proyecto, por lo que quizá habría sido más apropiado escribir esta entrada hace un par de meses, pero reconozco que el «aniversario» se me pasó completamente por alto (principalmente porque me resulta increíble que de verdad hayan podido pasar veinte años desde aquello).
De Más Libros hablé ya brevemente en este blog hace algún tiempo, en esta entrada en la que recopilé las portadas de los diez números que llegamos a editar. Sin ánimo de repetirme demasiado, no quería dejar pasar la oportunidad de volver a recordar un proyecto del que siempre me he sentido muy orgulloso y que considero un verdadero punto de inflexión en mi vida. De no ser por Más Libros, quizá nunca hubiera tenido una carrera como traductor, ya que fue gracias a la revista como conocí a Rafael Díaz y a Juan Luis González, los editores de Valdemar, que me dieron una oportunidad abriéndome las puertas de su Colección Gótica (el primer libro que traduje para ellos fue El Santuario, de E. F. Benson, cuya publicación en mayo de 1999 coincidió con la aparición del último número del periódico).
Literatura de terror por Santiago Sequeiros. Más Libros nº 6 (noviembre 1998).
Fue también mi trabajo en Más Libros lo que me valió un puesto en el equipo inicial de Club Cultura, el ambicioso portal cultural lanzado por Fnac España en el año 2000, donde por cierto no duré demasiado, pero aprendí lo justo sobre diseño web como para pasarme los siguientes ocho años llevando la página del canal de televisión Paramount Comedy. Además, gracias a Más Libros conocí al periodista Eric Frattini, que me propuso escribir a medias un libro sobre historieta (Guía básica del cómic, editado por Nuer en 1999) y al editor Christian Osuna, para cuyo sello Under Comic acabé dirigiendo durante unos meses la revista Volumen. En resumidas cuentas: antes de Más Libros era un estudiante de Filosofía que seguía regresando todos los veranos a Mallorca para trabajar en la hostelería y ya se veía de camarero para los restos (lo cual tampoco habría tenido nada de malo; al menos en aquella época estábamos bien pagados), y en apenas año y medio se me abrieron caminos laborales que en la vida se me hubiera ocurrido que pudiera llegar a plantearme algún día.
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Izquierda: Portada del nº 6. Derecha: original a lápiz de Luis Bustos para esa portada.
Pero, al margen de lo laboral, Más Libros fue una experiencia magnífica en lo personal. Siempre había leído mucho, pero la cantidad de reseñas que hacíamos al mes era tal que me obligó a abrirme a temas y autores que quizá nunca hubiera tanteado de no ser por obligación (algunos de mis libros favoritos, como Longitud de Dava Sobel, El camino de la ballena de Francisco Coloane o El aprendiz de carnicero de Patrick McCabe, pertenecen a esa categoría). También me obligó a hacer cantidad de entrevistas, una actividad con la que, para mi sorpresa, resultó que disfrutaba enormemente. Tanto me daba que fuera con autores con tan pocos elementos en común como Suso de Toro, Alexandre Vona, Alicia Giménez Bartlett, Manuel Rivas, Anne Perry, Larry Collins, Susana Fortes, Max, Francisco Peregil, Berta Vías o incluso Jordi Mollà (que acababa de publicar novela con Libros del Alma, una editorial de trayectoria más bien fugaz). Me las preparaba todas con el mismo gusto y me esforzaba por intentar que fueran ligeramente distintas a las que veía en la mayor parte de los medios (nuestra periodicidad mensual y el espacio que les dedicábamos también se prestaba a ello; quiero pensar que iban más allá de simples intercambios promocionales para convertirse en charlas con cierta sustancia). A nivel personal, una de las más memorables (para el número uno, precisamente) fue la que le hice a Peter Viertel, cuya novela Cazador blanco, corazón negro acababa de publicar en España la extinta Ediciones del Imán. Imaginaos lo que supuso para un joven mitómano de 23 años tener la oportunidad de charlar durante casi una hora con el que fuese guionista de Sabotaje (para Hitchcock), La reina de África (para Huston) y El viejo y el mar (para Sturges) y, para colmo, marido de Deborah Kerr (si llega a descolgar ella el teléfono, me desmayo; por suerte o por desgracia, no pasó).
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Izquierda: Peter Viertel por Luis Bustos. Derecha: Amin Maalouf por José Luis Ágreda.
Un segundo momento que recuerdo como particularmente especial fue el de entrevistar largo y tendido a Julián Hernández en el bar Batela a propósito de su libro ¿Hay vida inteligente en el rock & roll? En estos tiempos de Twitter e Instagram, en los que el contacto con los creadores a los que admiras parece una cosa más normal y cercana, podrá sonar ridículo y exagerado, pero en aquel momento, para un fan de toda la vida de Siniestro Total como yo, como quien dice recién llegado del pueblo, compartir charla y cañas con Julián fue como haber atravesado un portal interdimensional, pura ciencia ficción. Por si eso fuera poco, hicimos buenas migas y poco después de aquello acabé encargándome de coordinar y diseñar para Siniestro el cómic La historia del Blues (editado en 2000 por Under Comic como acompañamiento del disco homónimo). Como veis, no creo estar exagerando en lo más mínimo cuando digo que Más Libros me cambió la vida. En fin, había empezado este texto con intención de comentar cuatro cosas y veo que me estoy enredando como las persianas y hundiéndome cada vez más en el ombligo. Había dicho que no quería repetir demasiados detalles de mi anterior entrada, pero no puedo hablar de Más Libros sin hablar de mis compañeros de aventura. El núcleo central de la revista, lo que podríamos llamar los «socios fundadores», estaba compuesto por David Muñoz (ideólogo y director del invento), Luis Bustos (diseñador, ilustrador y maquetista), Esther Muñoz, Eduardo Salazar y yo mismo (redactores). Entre los amigos y colegas que aportaron textos, reseñas y/o entrevistas estuvieron Eric Frattini, Santiago García, Eduardo García Sánchez, Berta González y Francisco Naranjo.
Escritores suicidas por Javier Olivares. Más Libros nº 8 (marzo 1999).
El corrector ortográfico de todos los números fue un amigo de David, Antonio Martín, que justo acababa de fundar Cálamo & Cran (quién me iba a decir a mí que veinte años más tarde sus alumnos me inundarían el correo de currículums). La nómina de colaboradores gráficos fue sencillamente espectacular. Además de Javier Olivares, que se encargó de realizar tres portadas y numerosas ilustraciones interiores, pasaron por las páginas de Más Libros artistas del calibre de Darío Adanti, José Luis Ágreda, Eduardo Alvarado, Víctor Aparicio, Joaquín López Cruces, Max, Javier Rodríguez, Juanjo Sáez y Santiago Sequeiros. He intentado rescatar varias de esas ilustraciones para engalanar esta entrada; me disculpo si la reproducción no es del todo buena en alguno de los casos, pero la mayoría (menos el Stephen King de Luis y el Amin Maalouf de Ágreda, de los cuales conservo los originales) están escaneadas directamente de la versión impresa en papel de periódico. Más Libros tenía 24 páginas en formato tabloide (28 x 43). Se distribuía de manera gratuita, principalmente en Madrid y en unas pocas librerías de Barcelona, y se financiaba exclusivamente mediante publicidad. Nunca buscamos ni contamos con ningún tipo de respaldo institucional ni con mecenas de ningún tipo.
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Izquierda: Eric Darton por David Muñoz. Derecha: Libros de cine por Víctor Aparicio.
Creo, o al menos así lo veo ahora con la distancia, que el proyecto fue una extensión natural de nuestra implicación con el mundillo fanzinero y de nuestro amor compartido por los cómics. A finales de los noventa, con el mercado del tebeo en plena implosión, los fanzines y la autoedición fueron en muchos casos el único recurso para varias generaciones de autores empeñados en desarrollar una obra personal (entre ellos, varios de los que luego colaboraron con Más Libros). Javier Olivares, David y Luis venían de crear, junto a otros amigos, el sello Malasombra, con el que publicaron más de una docena de maravillosos minicómics artesanales (¡grapados a mano!) antes de llegar a un acuerdo con la editorial barcelonesa Camaleón para editar comic-books de 28 páginas de autores como Gallardo, Keko, Aparicio, López Cruces o Adanti. Javi Rodríguez venía de autoeditarse Love Gun en Asturias. Incluso todo un veterano como Max había vuelto a las trincheras con el fanzine/revista Nosotros somos los muertos. Esa cosa tan punk de convertir la carencia en virtud parecía respirarse en el aire o, por lo menos, en nuestro entorno cercano. Y me parece que ese mismo espíritu de edición de guerrilla, de cubrir huecos evidentes a nuestra manera y con nuestros recursos, fue un poco (consciente o inconscientemente) el motor de la revista. Queríamos un periodismo cultural alejado de la pedantería y la ranciedad de los suplementos, pero sin caer en el bestsellerismo vacuo del Qué leer. No sé si lo conseguimos, pero desde luego empeño le pusimos, tanto a nivel gráfico como en la elección de los contenidos (en un solo número cogido al azar me salen entrevistas con Suso de Toro, Dulce Chacón, Asun Balzola e Ibáñez, junto con reseñas destacadas de obras de Michael Ondaatje, Joe Orton, Miguel Rellán, Richard Adams, Sade, Alejandro Dumas y el Un largo silencio de Miguel Gallardo).
Lecturas de verano por Juanjo Sáez. Más Libros nº 9 (mayo 1999).
Si falló algo fue precisamente lo que suele fallar en este tipo de aventuras: aunque teníamos la parte creativa creo que bastante controlada, la empresarial no tanto. La búsqueda de publicidad fue nuestro talón de Aquiles (siempre nos faltaron un par de buenos comerciales). Conseguimos la suficiente como para ir costeando los gastos de producción (que yo recuerde, nunca perdimos dinero), pero no tanta como para ponernos unos sueldos decentes. Al cabo de año y medio, la situación empezó a ser insostenible y las opciones laborales que nos llegaban desde otros lados terminaron por empujarnos en nuevas direcciones. David vendió el guión de El espinazo del diablo, que había coescrito con Antonio Trashorras, iniciando así una larga carrera en el audiovisual. Luis siguió maquetando y diseñando, primero en la revista Volumen y después como parte del Estudio Fénix, al tiempo que iba labrándose una carrera como historietista con obras como Las aventuras de Zorgo, Endurance o Puerta de Luz. Eduardo Salazar empezó a colaborar como articulista en Comics Forum y publicó, entre otros, un libro sobre sus adorados Vengadores (¡mucho antes de que se pusieran de moda!). Yo empecé a traducir y ya veis cómo acabé: otra vez en el mundillo de los libros, sólo que ahora al otro lado de la barrera. Veinte años después, no concibo una escuela mejor que Más Libros y no podría sentirme más agradecido por la experiencia. Por todo ello, una vez más, gracias de corazón a todos los que lo hicisteis posible.
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miércoles 8 de noviembre de 2017
Hoy, 8 de noviembre de 2017, se cumplen 170 años del nacimiento de Bram Stoker. Para celebrarlo, recupero aquí un artículo que escribí en 2012 para el libro Drácula, un monstruo sin reflejo, catálogo de la exposición del mismo título, comisariada por Jesús Egido, que pudo verse en la Fundación Luis Seoane de A Coruña y en Matadero Madrid. Se trata de una breve semblanza biográfica pensada originalmente para dar un poco de contexto cultural sobre el autor y, sobre todo, para desmentir ciertos mitos recurrentes respecto a su figura. Poco podía sospechar que un lustro más tarde iba a darme el gusto de editar la primera biografía de Stoker publicada en España. Me refiero, cómo no, a Algo en la sangre, de David J. Skal. Como bola extra, recupero también (bajo estas líneas) una intervención de 2013 en el programa Viaje al interior de la cultura, de La 2, para el que me entrevistaron con motivo precisamente de la llegada de la citada exposición a Madrid.
Bram Stoker: el padre del vampiro
Aunque el nombre de Bram Stoker (8 de noviembre de 1847 – 20 de abril de 1912) sea de sobra conocido, la imagen que suele transmitirse del escritor irlandés parece a menudo más propia del personaje que podría haber sido que de la persona que realmente fue. Un personaje nacido a la sombra de su más famosa criatura, Drácula, probablemente el icono popular más importante que ha dado la literatura de terror; un personaje, irónica y muy apropiadamente, vampirizado por su propia creación, hasta el punto de que la mayoría de los estudiosos que se han acercado a su figura lo han hecho poniéndola en relación con su obra, y no al revés, que sería lo normal. De este modo, se ha hecho repetidamente hincapié en los elementos más «oscuros» y supuestamente turbadores de su existencia: su hipotética homosexualidad, su fallecimiento a causa de una posible sífilis, su obsesión por lo macabro, su mesmérica relación con el actor Henry Irving… creando así la imagen de un Stoker reprimido y atormentado, que utilizaba la literatura como medio de escape para plasmar sobre el papel sangrientas alegorías de la oscuridad que anidaba en su torturada mente. La riqueza psicológica de Drácula y su multiplicidad de lecturas se han convertido a menudo en los principales argumentos de los que se han servido críticos y biógrafos para crear este personaje-fachada, que quizá cuente a priori con más atractivo o morbo que el del funcionario que un buen día se convirtió en agente teatral, pero que no deja de ser un aspecto muy parcial de la rica y compleja personalidad del auténtico Bram Stoker, un hombre atlético e industrioso, afable, mordaz y dotado de un espléndido sentido del humor —una de las constantes más notables y menos señaladas en su trabajo—, que contemplaba la literatura no como una actividad confesional o catártica, sino como un verdadero placer: el tan irlandés placer de contar y transmitir historias, cualquier tipo de historias, por el simple hecho de hacerlo.
Bram Stoker (aprox. 1884).
Abraham «Bram» Stoker nació en Clontarf, una aldea costera situada a las afueras de Dublín. Pasó los primeros siete años de su vida prácticamente enclaustrado y postrado en la cama. Apenas sabemos nada de sus dolencias infantiles, pero lo más probable es que tuviesen una raíz psicosomática en vez de congénita, ya que Bram acabaría superándolas sin ninguna secuela física para acabar convirtiéndose en un robusto y enérgico deportista (durante sus años universitarios sería remero, futbolista y participante habitual en numerosas pruebas atléticas, llegando a ganar las de levantamiento de peso, marcha de 5 millas y marcha de 7 millas). Una de las grandes influencias en la vida literaria de Stoker fue la de su madre, Charlotte, la cual solía sentarse junto al lecho del postrado muchacho para entretenerle desgranando docenas de deliciosas historias macabras, tan abundantes y ricas en la tradición oral irlandesa. Varias de ellas le servirían posteriormente de inspiración directa para uno de sus libros más celebrados, la colección de relatos El País del Ocaso (1883). «Era pensativo por naturaleza y el ocio de una larga enfermedad me dio oportunidad de desarrollar muchas ideas que acabarían dando su fruto en los años venideros», rememoraría el autor en 1906.
Stoker estudió en el Trinity College de Dublín, donde desarrolló una gran actividad tanto deportiva como intelectual, en calidad de miembro (y finalmente presidente) de la Sociedad Filosófica. Gran enamorado de la poesía y del teatro, actuó en diversas obras, como The Rivals, de Richard Sheridan, o The Happy Man, de Samuel Lover, y participó en varios debates públicos defendiendo la poesía de Walt Whitman, autor que habría de marcarle indeleblemente y cuyo romanticismo naturalista y viril acabaría teniendo una clarísima y específica influencia en Drácula.
Walt Whitman.
«Cuando Michael Rossetti publicó en 1868 sus Poemas Selectos de Walt Whitman», recordaría Stoker en su libro Personal Reminiscenses of Henry Irving, «provocó una verdadera tormenta en los círculos literarios británicos. Los críticos amargados de la época se arrojaron sobre el Poeta y su obra como perros guardianes sobre un pobre mendigo. En mi Universidad, el libro fue recibido con cínicas carcajadas. Durante días no hablamos de otra cosa que de Walt Whitman y la nueva poesía con desprecio, especialmente aquellos de nosotros que no habíamos visto el libro. Hasta que un día me encontré con un individuo que tenía un ejemplar [de Hojas de hierba] y le solicité que me permitiese hojearlo. Se mostró encantado de hacerlo: “Llévese el condenado libro —me dijo—. ¡Ya me he hartado de él!”. Me lo llevé al parque y a la sombra de un olmo comenzé a leerlo. Rápidamente empecé a formarme una opinión propia; la obra era diametralmente opuesta a todo aquello que había estado oyendo acerca de ella. A partir de aquel momento, pasé a ser un rendido admirador de Walt Whitman».
El día de San Valentín de 1876, tras haber defendido acaloradamente la obra del poeta norteamericano en una sesión del Fortnight Club, Stoker se decidió a escribirle, adjuntando en su carta una encendida y admirativa misiva redactada cuatro años antes, que no se había atrevido a mandar en su día. Whitman le respondió el 6 de marzo en los siguientes términos: «Mi querido joven. He recibido con sumo gusto sus cartas; con sumo gusto la persona y también con sumo gusto el autor, pues no sé a cuál de los dos han agradado más. Ha hecho bien en escribirme de manera tan poco convencional, tan fresca, tan masculina y también tan afectuosa. También yo espero (aunque no es probable) que algún día podamos conocernos en persona. Mientras tanto, le envío mi amistad y agradecimiento».
Por poco probable que le hubiese podido parecer al poeta, Stoker aprovechó sus viajes por Estados Unidos para llegar a reunirse hasta en tres ocasiones con Whitman, en 1884, 1886 y 1887. «Me pareció todo lo que siempre había soñado que sería o había deseado que fuera», diría el irlandés sobre su primer encuentro. «Sumamente inteligente, abierto de miras, tolerante en grado sumo; la simpatía encarnada; comprensivo con una perspicacia que parecía más que humana. ¡Un hombre entre los hombres!».
Lejos de limitarse a la obsesión adolescente, la obra de Whitman seguiría ejerciendo un profundo influjo sobre Stoker toda su vida, tal como demuestra el hecho de que, cuando en 1898, un año después de la publicación de Drácula, se le solicitara una biografía de sí mismo para la guía Quien es quién, indicase como aficiones: «Más o menos las mismas que las de los otros hijos de Adán». Stoker se estaba refiriendo al Libro IV de Hojas de hierba, en el que los hijos de Adán son descritos como aquellos que «saben nadar, remar, montar, pelear, disparar, correr, golpear, retirarse, avanzar, resistir, defenderse a sí mismos». Una definición que viene a describir a la perfección a la siempre animosa pandilla de cazavampiros formada por Jonathan Harker, Arthur Holmwood, Quincey Morris y el doctor Seward, guiados con mano firme por Abraham Van Helsing, un «intelectual aventurero» cuyos talentos se asemejan no poco a los atribuidos por Stoker a Whitman.
Florence Balcombe, antes de casarse con Bram Stoker.
Sin embargo, a pesar de su innegable amor por las artes, Stoker venía de una familia sumamente práctica, por lo que tras graduarse en Matemáticas Puras, siguió la estela de su padre y consiguió un puesto de funcionario en el Castillo de Dublín. En 1872 se incorporó a la Sociedad Histórica del Trinity College y se convirtió en invitado habitual de Sir William y Lady Jane Wilde, padres de Oscar, al cual propuso como candidato para la Sociedad Filosófica de la universidad. No sería éste su único vínculo con el malogrado dramaturgo: Wilde fue durante dos años («Dos dulces años, los años más dulces de toda mi juventud») el novio formal de Florence Balcombe, una atractiva joven de Clontarf con la que Stoker acabaría casándose en 1878. Oscar siguió visitando regularmente a Florence y, según Barbara Belford, autora de las biografías Bram Stoker and the Man who Was Dracula y Oscar Wilde: A Certain Genius, Bram incluso podría haberle llevado dinero a París en sus años de penuria. En cualquier caso, la última comunicación confirmada de Florence con Wilde fue cuando éste le envió una copia en francés de la primera edición de Salomé.
Menos talentoso que Wilde, pero mucho más trabajador, Stoker aprendió desde un primer momento a combinar las labores funcionariales con su incipiente carrera literaria, iniciada en 1872, cuando vendió su primer cuento, «The Crystal Cup», a la revista London Society. Entre 1873 y 1974 se convirtió en editor de The Halfpenny Press, y en 1875 serializó tres historias en el semanario The Shamrock: The Primrose Path, Buried Treasure y The Chain of Destiny (su primer relato de horror). Un año más tarde, Bram fue ascendido a Inspector de Tribunales de Primera Instancia, un puesto que le obligó a viajar por la Irlanda rural, donde pudo comprobar el alcance de la miseria de la mayor parte de la población, los abusos de los terratenientes y el caótico estado del sistema judicial. Todo ello le animó a escribir su primer libro, un árido pero educativo tratado legal de 1879 titulado The Duties of Clerks of Petty Sessiones in Ireland, y pondría también el telón de fondo para su primera novela, The Snake’s Pass, romance costumbrista publicado por entregas en 1888 en la revista The People y reunido en un solo volumen al año siguiente. Entre ambos títulos, su vida experimentó un extraordinario cambio de rumbo que le llevó a abandonar su cómodo y seguro trabajo gubernamental para mudarse a Londres. El responsable de todo ello no fue sino el actor más célebre de la escena británica del momento: Henry Irving.
Henry Irving en The Bells.
Stoker había visto actuar por primera vez a Irving en 1871, durante una representación de The Bells, de Erckmann y Chatrian, en el Vaudeville Theatre de Dublin, y había quedado maravillado por su magnetismo. Entusiasmado y a la vez molesto por la escasa repercusión de la obra, decidió ofrecerse como crítico teatral sin remuneración alguna al Evening Mail, periódico editado por Henry Maunsell y Sheridan Le Fanu, en el que publicaría sus crónicas durante los siguientes cinco años. En diciembre de 1876, de regreso en Dublín para interpretar Hamlet, Irving expresó su interés por conocer a aquel valedor suyo que se deshacía en elogios cada vez que presentaba una nueva obra en la capital irlandesa y le invitó a cenar. Stoker recogería sus impresiones de aquel decisivo encuentro en Personal Reminiscenses of Henry Irving: «Tras la cena me dijo que recitaría para mí el poema El sueño de Eugene Aram, de Thomas Hood. Es una experiencia que nunca podré olvidar. La recitación fue distinta, tanto en estilo como en intensidad, a cualquier otra que hubiese oído hasta entonces. Fue poder encarnado, pasión encarnada. El arte puede acometer muchos logros, pero, como todo, también tiene sus cimas. Aquella noche, durante un rato, mientras el resto del mundo parecía inmóvil, el genio de Irving voló en ardoroso triunfo sobre la cima del arte. En cuanto a su efecto, sólo puedo decir que al cabo de unos segundos de pétreo silencio sufrí una especie de ataque de histeria».
Irving y Stoker entablaron una amistad que fue estrechándose progresivamente en sucesivas visitas hasta que, en 1878, aprovechando que había viajado a Londres para verle interpretar el papel de Holandés Errante en la obra Vanderdecken, el actor solicitó la ayuda de su rendido admirador para darle un repaso al texto, con el que no estaba del todo satisfecho. «Trabajamos mucho en la obra y la alteramos considerablemente. Para mejor, creo yo», recordaría Stoker. En noviembre de aquel mismo año, Irving le pidió que acudiese a verle a Glasgow, donde le informó de que acababa de comprar el Lyceum y le ofreció el puesto de mánager del teatro. «Acepté de inmediato. Llevaba entonces trece años al servicio de la administración pública. A la mañana siguiente envié mi dimisión y organicé ciertos detalles domésticos supremamente importantes para mí». Dichos detalles no eran sino los de su boda con Florence, celebrada el 4 de diciembre de aquel mismo año. 5 días después, Bram se reunió con Irving en Birmingham para emprender su nueva carrera como mánager: «Cual no fue su sorpresa cuando me vio llegar con una esposa. Mi esposa». El 30 de diciembre, el nuevo Lyceum abrió sus puertas estrenando Hamlet, con Irving en el papel protagonista y Ellen Terrry, su primera actriz, como Ofelia. La obra alcanzaría 100 representaciones seguidas y constituiría un primer éxito de organización para Stoker.
Henry Irving y Bram Stoker saliendo del Lyceum.
Su trabajo como mánager de la compañía de Irving, que seguiría desempeñando hasta 1905, año del fallecimiento del actor, convirtió a Stoker en un personaje reconocido y popular en la sociedad londinense. En el interior del Lyceum existía además una estancia que demostró ser decisiva para el desarrollo no sólo de su círculo social sino también de su labor literaria: The Beefsteak Room, la habitación del bistec, una especie de restaurante privado dominado por una enorme parrilla que había sido sede de la curiosa The Sublime Society of Beefsteaks, un club de amantes de la carne de buey y otras delicias palatales. Después de cada función, Irving y Stoker cenaban en la habitación del bistec y se pasaban las horas muertas contándose historias. A menudo lo hacían acompañados de otros comensales, amigos y admiradores del actor, que participaban en la conversación con sus propias anécdotas, ofreciendo decenas de puntos de partida (cuando no desarrollos completos) para las narraciones de Stoker. Su relación con Irving puso al escritor en contacto con luminarias de la cultura, la política y la sociedad de la época, nombres como Sarah Bernhardt, Alfred Tennyson, Franz Liszt, François Gounod, George Bernard Shaw, Ernest Renan, Robert Browning, Edward Burne-Jones, Sir Richard Burton, Henry Stanley e incluso el mismísimo William Gladstone. Las diversas giras que realizó la compañía por Estados Unidos le permitieron conocer, entre otros, a su admirado Whitman, a Mark Twain —con el que entablaría una buena amistad y al que recibiría dos veces en su casa de Londres—, y a los presidentes McKinley y Roosevelt.
Stoker empezó a escribir Drácula en 1890 durante unas vacaciones en Whitby,pintoresco pueblo costero coronado por una atmosférica abadía en ruinas.
Que envuelto en la vorágine de su labor cotidiana como encargado de llevar las cuentas del teatro, supervisar el día a día de la compañía, organizar las giras e incluso contestar la correspondencia de Irving (afirmaba haber redactado unas cincuenta cartas al día durante los casi treinta años que estuvo al servicio del gran histrión), Stoker fuese además capaz de encontrar tiempo para la literatura resulta poco menos que milagroso, máxime teniendo en cuenta que el Lyceum no era en absoluto un teatro cualquiera, sino el teatro de referencia del momento. El escritor Horace Wyndham recordaría en su libro The Nineteen Hundreds que «ver a Stoker en su elemento era verlo de pie en lo alto de las escaleras del teatro, observando a la multitud apelotonarse en una noche de estreno. No puede haber duda al respecto: una première en el Lyceum atraía a un público que verdaderamente era representativo de todo lo mejor del periodo en los campos del arte, la literatura y la sociedad». Bajo su supervisión, la troupe del Lyceum realizó siete tournées por Estados Unidos y puso en escena espectáculos como Fausto, con Irving en el papel de Mefistófeles, 250 extras y abundantes efectos especiales; sin duda la producción teatral más espectacular de la era victoriana, que llegaría a alcanzar las 792 representaciones, convirtiéndose en el mayor éxito de la compañía. No es de extrañar, pues, que la mayor parte de sus obras (ocho novelas, un libro de relatos, dos volúmenes de no ficción y varios cuentos de variado pelaje en el periodo 1879-1905) fueran escritas a matacaballo o en breves periodos vacacionales. La única y notable excepción a esta regla fue Drácula, novela a la que dedicó casi siete años de su vida. En ella abordaría algunos de sus más profundos sentimientos y lidiaría con algunos de sus fantasmas más personales, sí, pero también dejaría constancia de su perenne sentido del humor y de su amplísimo bagaje cultural. Porque, en última instancia, no debemos olvidar que, aunque gran parte del atractivo de la obra de Stoker pueda tener su origen en el reflejo inconsciente de las complejidades y deseos reprimidos de su autor, en un trasfondo psicológico que a su vez puede ser interpretado como espejo deformante del conjunto de la sociedad victoriana, otra parte no menos importante de su capacidad para pervivir y seguir fascinando a múltiples generaciones de lectores deriva simple y llanamente del puro goce literario que produce su lectura, fruto precisamente de una serie de decisiones muy conscientes (subvertir el arquetipo del vampiro romántico byroniano, integrarlo completamente en el zeitgeist —no es difícil encontrar en la novela ecos de varios de los principales temas de conversación de la burguesía del momento, como el marcado incremento en la emigración proveniente de Europa Oriental, los crímenes de Jack el Destripador, el juicio a Oscar Wilde, la fascinación por Norteamérica o el sufragismo—, dinamitar los esquemas clásicos de la novela de horror tradicional dándole un tratamiento narrativo vanguardista y fragmentado —deudor de Wilkie Collins y Conan Doyle, pero igualmente precursor del monólogo interior joyceano y otros recursos asociados posteriormente al modernismo—, y sacar al monstruo de las catacumbas medievales para establecerlo firmemente en el presente mediante una aventura marcada por el uso de la ciencia y la tecnología) por parte de un escritor que quizá nunca tuvo oportunidad de desarrollar por completo sus talentos, pero que al menos en una ocasión, ésta, pudo atisbar lo mejor de sí mismo y ofrecernos no la última gran novela del siglo XIX sino la primera gran novela del XX.
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Algo en la sangre, Bram Stoker, Drácula Sin comentarios
viernes 21 de octubre de 2016
Hoy termina nuestra exposición «8 años de Es Pop: Portadas ilustradas» que ha podido verse estas dos últimas semanas en La Fiambrera Art Gallery de Madrid. No quería dejar pasar la ocasión sin agradecer la amabilidad y la fantástica labor de Ruth López-Diéguez y Maite Valderrama, de La Fiambrera, que además de cedernos su magnífico espacio han conseguido que la exposición luciera de maravilla. Gracias también a Fernando Vicente e Isabel por toda su ayuda en la preparación de la misma y, cómo no, a todos los autores que aportaron las ilustraciones para la muestra: Paco Alcázar, Abel Cuevas, Javier Godoy, Ian Jepson, Kano, Keko, Javier Rodríguez, David Sánchez, Javier Olivares, Miguel Porto y, de nuevo, Fernando Vicente. Me siento particularmente en deuda con Ferran López, que se vino desde Barcelona para participar en la charla sobre portadismo y diseño editorial que dimos el martes 11 de octubre y que acabó resultando mucho más concurrida y animada de lo que hubiéramos podido esperar en pleno puente festivo. Y gracias, por supuesto, a todos los que os habéis pasado por allí estos días a ver la exposición.
Si una cosa hemos aprendido en los ocho años que llevamos editando es que en este negocio las cosas rara vez salen completamente rodadas. Ésta ha sido una de esas veces. Fue una idea que surgió de manera espontánea, casi como una ocurrencia pasajera, y que gracias a la ayuda de personas como las ya mencionadas no sólo ha acabado convertida en realidad sino que además no podía haber tenido un resultado más satisfactorio. ¡Habrá que ir pensando algo para el décimo aniversario!
· Para todos aquellos que no hayáis podido ver la exposición en persona, hemos preparado esta pequeña «visita virtual» en nuestro Flickr.
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sábado 1 de octubre de 2016
Ocho años y todavía no hemos terminado de llenar la estantería.
Este mes de octubre se cumplen ocho años del lanzamiento de los dos primeros libros de Es Pop, Los trapos sucios y El otro Hollywood. Ocho años parece una cifra un poco rara como para festejarla, pero para nosotros tiene todo el sentido del mundo. El primer crédito nos lo dieron a cinco años; el segundo, a tres. Así pues, toca celebrar que 96 mensualidades más tarde aún podamos permitirnos el lujo de seguir aquí, editando los libros que nos da la gana, gracias al apoyo de lectores como vosotros, que nos ayudáis a mantener a raya las garras del banco.
Como bien sabéis los habituales de este blog (o por los menos los que erais habituales cuando todavía escribíamos con cierta regularidad), una de las constantes de Es Pop desde el primer día ha sido el gusto por las portadas llamativas, coloridas y, a ser posible, ilustradas. Creemos que es uno de nuestros sellos más distintivos y precisamente por ese motivo llevábamos dándole vueltas desde hacía algún tiempo a la idea de organizar una pequeña exposición en la que se pudiera ver en todo su esplendor el trabajo de los artistas con los que hemos tenido la gran suerte de trabajar hasta el momento. Este octavo aniversario nos parecía la excusa perfecta y, gracias a la galería madrileña La Fiambrera (C/ del Pez, 27), por fin vamos a poder llevar la idea a la práctica. Será del 7 al 21 de octubre y en total, se expondrán 30 obras de artistas como Paco Alcázar, Abel Cuevas, Javier Godoy, Ian Jepson, Kano, Keko, Robert Maguire, Javier Rodríguez, David Sánchez, Javier Olivares, Miguel Porto y Fernando Vicente. Habrá originales a la venta y también reproducciones, entre ellas una serie limitada, firmada y numerada de un maravilloso retrato de James Joyce realizado por Javier Rodríguez (con la que celebramos también la inminente llegada de El libro más peligroso: James Joyce y la batalla por Ulises, nuestro siguiente título, del que en pocos días hablaré un poco más en profundidad). Inauguramos el viernes 7 a las 19:00 horas.
Preparando algunas de los originales y láminas para la exposición.
También en La Fiambrera y como complemento de la exposición, el martes 11 de octubre a las 19:30 horas, hemos organizado una charla sobre diseño editorial centrado precisamente en las portadas de libros. ¿Cómo se diseña una cubierta? ¿Quién decide cómo se visten los libros? ¿Por qué hay tantos libros feos? ¿Y qué podemos hacer para que dejen de serlo? Será un repaso a la labor creativa de los diseñadores e ilustradores de portadas de libros, abordada desde dos puntos de vista (no necesariamente enfrentados), el de la edición tradicional y el de la edición independiente y alternativa. Para hablar de todo ello, me acompañará Ferran López, diseñador gráfico durante once años en el grupo Random House Mondadori y actualmente director del Departamento de Arte y Diseño del Grupo Planeta. Ferran es una de las personas que más sabe de diseño editorial en este país y me atrevería a decir que también una de las que más ha analizado y reflexionado sobre el oficio, por lo que estoy seguro de que la charla con él va a resultar de lo más interesante e ilustrativa. Personalmente, no podía alegrarme más su presencia en una ocasión como ésta y quiero dejar aquí constancia de mi agradecimiento.
En resumidas cuentas, que cumplimos ocho años. Y lo celebramos así:
- Exposición «Ocho años de Es Pop» en La Fiambrera Art Gallery. Del 7 al 21 de octubre. Inauguración: viernes 7 a las 19:00 horas.
- Charla «Portadismo y diseño editorial». Con Ferran López y Óscar Palmer. Día 11 de octubre, en La Fiambrera, a las 19:30 horas.
¡Os esperamos! No esperéis al décimo aniversario que al paso que va todo, quién sabe dónde estaremos.
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viernes 11 de septiembre de 2015
Este verano, Álex Serrano me hizo una larga e incisiva entrevista para la revista digital PsychonautsMag en la que abordamos varias cuestiones relacionadas con el mundillo de la edición sobre las que, me parece, nunca me habían preguntado hasta ahora. Si queréis echarle un vistazo, no tenéis más que seguir el enlace. Si por el contrario lo único que os interesa es saber qué tenemos preparado en Es Pop para los próximos meses. Aquí os pego directamente la pregunta con la que termina la entrevista y acabáis más rápido:
¿Qué tienes preparado para el futuro? ¿Hacia dónde se dirige Óscar Palmer? ¿Y Es Pop?
La idea es seguir traduciendo para ganarme la vida, tanto si es para mí como para otros sellos con los que ya estoy trabajando. En cuanto a la editorial, juego con una inversión tan mínima que la posibilidad de que salgan nuevos libros siempre va a depender un poco de cómo hayan funcionado los inmediatamente anteriores. Si me hubieras hecho la misma pregunta el año pasado, te habría dicho que lo mismo Arte salvaje era el último título de Es Pop, que a punto estuvo de serlo. Al final funcionó mejor de lo esperado y además he tenido la buena fortuna de que la autobiografía de Lemmy está tirando bastante bien, así que ahora mismo puedo permitirme tener otros tres títulos en cartera: Todo el mundo adora nuestra ciudad: una historia oral del grunge, de Mark Yarm, El sombrero del malo, de Chuck Klosterman, y El libro más peligroso, de Kevin Birmingham. Más allá de eso, ¿quién sabe?
(Sobre el primero de estos títulos, Todo el mundo adora nuestra ciudad, tenéis ya algo de información en la web de Es Pop).
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jueves 10 de septiembre de 2015
Estoy seguro de que para la mayoría de lectores de este blog Bartolomé Seguí no necesitará presentación. Después de todo, se trata de uno de los grandes nombres de la historieta española, ganador del Premio Nacional de Cómic junto a Felipe H. Cava por Las serpientes ciegas y coautor junto a Gabi Beltrán del excelente Historias del barrio, título del que ya hablamos aquí hace un tiempo. El caso es que Bartolomé acaba de poner a la venta Drawing Palma, una carpeta preciosa de nueve serigrafías unidas por una tenue línea narrativa en la que dos personajes se van encontrando y esquivando mientras recorren diversos rincones de Palma de Mallorca. Es una edición limitada de 200 ejemplares para la que he tenido la fortuna de escribir unas líneas. Se trata de un textito muy breve, apenas un esbozo promocional, pero me apetecía dejarlo aquí para el archivo y, sobre todo, para animaros a que les echéis un vistazo a las serigrafías en el Etsy de Bartolomé y, si las circunstancias lo permiten, os deis el capricho. Tanto si conocéis Palma como si no, creo que os van a parecer igual de espectaculares.
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Nueve imágenes. Nueve destellos fugaces preservados sobre el papel. Nueve momentos atemporales que, reunidos, componen el retrato de un lugar, de unas gentes, de un paisaje humano y urbano; de todos aquellos elementos, tangibles e intangibles, que hacen que una ciudad sea precisamente la ciudad que es. En este caso Palma de Mallorca, vista a través de la atenta mirada y el diestro pincel de uno de los artistas que mejor conoce sus calles.
Con estas nueve serigrafías, Bartolomé Seguí nos invita a acompañarle en un relajado paseo por el que asoman todas las Palmas posibles: la de los ancianos viandantes y la de los jóvenes despreocupados, la del arte y la cultura y la de las bulliciosas terrazas, la de los patios de vecinos y la de los eternos turistas. Un trayecto para descubrir o para recordar, con espacio para encuentros y desencuentros, para miradas curiosas o esquivas que acaban confluyendo al final del camino. Porque descubrir la ciudad es también descubrirnos unos a otros. Y qué mejor manera de hacerlo que a través del arte de Bartolomé Seguí.
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Bartolomé Seguí, Palma de Mallorca Sin comentarios