lunes 2 de marzo de 2009
Cuando empecé a pensar en montar la editorial, una de las primeras cosas que decidí en firme fue que quería darle un nombre que estuviera relacionado con a) Mallorca, b) el mar, c) ambas cosas. En un principio pensé hacerle un pequeño homenaje a mi pueblo natal, Cala Ratjada, que en mallorquín quiere decir «la cala de la raya» (un pez que, al parecer, abundaba por la zona), pero lógicamente, cuando le empecé a contar a mis amigos que pretendía montar una editorial llamada Libros La Raya y que pensaba estrenarla con Los trapos sucios y El otro Hollywood, dos títulos rebosantes de sexo, drogas y rock and roll, resultó que no era precisamente mi concepto de «raya» el primero que se les venía a la cabeza. De modo que, para evitar confusiones, decidí buscarme otro pescado.
No fue hasta un par de meses más tarde cuando, en el transcurso de una comida con mis padres, oí las palabras: «¿Y por qué no la llamas el pulpo?». Fue uno de esos momentos «eureka» en los que, de repente, lo ves todo tan claro y evidente que te sientes estúpido por no haberlo pensado antes. En mallorquín, «el pulpo» se dice es pop, lo cual podía hacer referencia tanto al animal en cuestión como al contenido de los libros. Además, el pulpo es un bicho tan fascinante y fotogénico que estaba convencido de que podría dar pie a un bonito logo. En cualquier caso, quería una imagen sencilla, sugerente pero muy icónica, nada recargada, que resultara fácilmente reconocible incluso a tamaños muy reducidos. Para diseñar el logo recurrí a Gabi Beltrán, un dibujante excelente que, en mi opinión, nunca ha recibido el reconocimiento que de verdad se merece y, además, un auténtico maestro de la síntesis, que es justo lo que yo necesitaba. Por suerte para mí, le interesó la propuesta y se puso manos a la obra. Lo que os traigo hoy son unos cuantos bocetos preparatorios y varias ideas de las que me fue presentando Gabi antes de llegar al diseño definitivo (aunque no hay mucho material porque, como veréis, no le costó demasiado dar en el clavo).
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Nada más verlo me quedé prendado del último, probablemente el que menos se parece a un pulpo y más a un marciano; pero es que, en realidad, una vez desarrollado todo el proceso, el parecido viene a ser lo de menos. Para mí sigue destilando la esencia de lo que es un pulpo (el cuerpo firme y ovoide, los tentáculos desplegados como a punto de expulsar la tinta, el ojo siempre atento) y, por encima de todo: es sencillo, reconocible y funciona a cualquier tamaño, ya sea en una camiseta, en el lomo de los libros o en la barra del navegador. O sea, ni más ni menos que lo que buscaba. Como dicen en el cine, si eres capaz de reunir un buen reparto ya tienes la mitad de la película hecha, y yo debo reconocer que, con los colaboradores que he tenido, nadie me lo habría podido poner más fácil.
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Es Pop Ediciones, Gabi Beltrán 4 comentarios
miércoles 25 de febrero de 2009
Quedan nueve días para el estreno de Watchmen y me doy cuenta de que aún no he dicho absolutamente nada sobre el que, valoraciones críticas aparte, parece destinado a ser el fenómeno fílmico del año (¡vaya un blog sobre cultura popular!). El problema es que, entre tanta avalancha informativa, lo único que se me ocurre al respecto que pueda resultar mínimamente original son varios insultos para el responsable de haber retrasado una semana el estreno de Gran Torino, la nueva película de Clint Eastwood, de manera que coincida con el film basado en el popular tebeo de Alan Moore y Dave Gibbons. Yo, con todos mis respetos para el señor Snyder (cuyo Amanecer de los muertos he disfrutado como poco media docena de veces), le debo mi fidelidad eterna al tío Clint, así que, aunque ganas no me falten, no podré estar ahí el primer día de exhibición junto a todos los comiqueros de pro. En cualquier caso, esta mañana me he estado leyendo una extensa e interesante entrevista con Alan Moore publicada hace dos días en Wired y, viendo que nadie se ha hecho eco aún de sus declaraciones (no, al menos, en los sitios que suelo visitar regularmente, que por otra parte son pocos, así que por favor me disculpen si me equivoco), he pensado: pues mira, te traduces los dos o tres fragmentos que más te han llamado la atención y aprovechas para captar nuevos lectores, a ver si de paso les convences para que se compren el libro de Mötley Crüe o el del porno (ya sabéis que aquí estamos siempre con un ojo puesto en el negocio; y si no sabéis de lo que os hablo pinchad aquí). Pero basta de preámbulos. Os dejo con el señor Moore.
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Dos carteles de Gran Torino, un poco porque sí.
Alan Moore: Viendo a los superhéroes de hoy en día, me da la impresión de que se parecen demasiado a Watchmen pero sin la ironía; nosotros, a través de Watchmen, hablamos en profundidad sobre los potenciales abusos de este tipo de justicia, aplicada por vigilantes enmascarados, y sobre el tipo de individuos a los que probablemente atraería si estos sucesos tuvieran lugar en un mundo más realista. Pero no era algo que nosotros aprobáramos. Debo decir que hace mucho, mucho tiempo que no he visto un cómic, mucho menos uno de superhéroes. Años. Probablemente una década desde que estudié alguno con atención. Pero me da la impresión de que ciertas cosas que en Watchmen tenían una intención satírica o crítica, ahora parecen aceptarse tal cual como lo que aparentan ser a simple vista. Así que, sí, ahora mismo tengo un punto de vista bastante negativo hacia todo el concepto del «cruzado enmascarado».
Si recuerdas los ochenta, hubo una avalancha increíble de titulares monumentalmente perezosos en los periódicos y semanarios británicos y norteamericanos. Eran frases del estilo de «Bam! Sock! Pow! Los tebeos ya no son sólo para críos». A mí aquellos titulares me resultaban sencillamente irritantes, pero no ha sido hasta hace poco que, echando la vista atrás, me he dado cuenta de lo increíblemente inexactos que eran. Los tebeos no habían madurado. Lo que pasó fue que se publicaron dos o tres cómics que incluían, quizá por primera vez, elementos serios y adultos en su composición. Esto, en los ochenta, fue considerado tan milagroso como que un perro montara en bicicleta. Pero lo que importaba no era que montara particularmente bien; lo que importaba era sencillamente que hubiera sido capaz de hacerlo.
Creo que mucha gente, al margen de que hayan leído o no un libro como Watchmen, se lo tomó básicamente como una especie de licencia. Creo que ahí afuera había un número sorprendente de individuos que, en secreto, ansiaban seguir las aventuras de Linterna Verde, pero que pensaban que se verían marginados socialmente en caso de que les vieran leyendo un tebeo en un lugar público. Con la llegada de títulos como Watchmen, creo que esta gente se consideró autorizada por el término novela gráfica. Todo el mundo sabía que los tebeos eran para niños y para individuos intelectualmente subnormales, mientras que una novela gráfica suena como una propuesta mucho más sofisticada. Suena como algo que un treintañero —o incluso un cuarentón— podía leer tranquilamente en el metro sin sentirse avergonzado. Cuando empecé a trabajar para DC Comics, supuse que la edad de mis lectores, si antes había estado entre los 9 y los 13 años, ahora estaba entre los 13 y los 18. En la actualidad, la edad media de los lectores de cómics, y este ha sido el caso desde finales de los ochenta, probablemente esté entre los treinta y muchos y los cincuenta y pocos, lo cual tiende a apoyar la noción de que no son un producto comprado por críos. En muchos casos quienes los compran son nostálgicos sin remedio o, poniéndose en lo peor, casos de desarrollo interrumpido incapaces de abandonar su infancia por muy trilladas que estén las aventuras de sus héroes e ídolos
Wired: ¿Puedes ser más específico acerca de las cosas que los tebeos como medio pueden hacer mejor que otros medios?
Moore: Una cosa que tienen los tebeos, y esto ha sido demostrado (creo que mediante pruebas realizadas por el Pentágono a finales de los ochenta), es que son el mejor medio para transmitir información de manera que se retenga y se memorice. No soy yo quien lo dice, es el Pentágono. Por mi parte, pienso (y esto no son más que chorradas hippies pseudocientíficas), que esto podría deberse a que la unidad de divisa utilizada por lo que antes solía llamarse el cerebro izquierdo es la palabra. El lado izquierdo del cerebro controla el habla y el raciocinio. La unidad de divisa del lado derecho del cerebro, por el contrario, sería la imagen. De modo que, quizá, los tebeos deriven ese poder único de la combinación de palabras e imágenes dispuestas de una manera legible. Por supuesto, las películas también son una combinación de palabras e imágenes, pero tienen una estructura completamente diferente y un modo de operar también completamente diferente. En una película, te ves arrastrado por la situación a 24 implacables fotogramas por segundo. En un tebeo, puedes volver la mirada hacia la viñeta anterior o retroceder un par de páginas para ver si en el diálogo hay una referencia a una escena anterior. También puedes pasar todo el tiempo que quieras asimilando cada imagen. Esto resulta especialmente cierto en el caso de Watchmen, donde intenté aprovechar la brillante capacidad de Dave Gibbons como antiguo topógrafo para incluir una increíble cantidad de detalles en cada viñeta, de modo que pudiéramos coreografiar hasta el elemento más minúsculo. Los pequeños símbolos y señales que aparecen en segundo término, hasta el último toque podía ser coreografiado en detalle. Y sabíamos que el público, al leer cada uno a su ritmo, sería capaz de estudiar cada viñeta y asimilar incluso los detalles casi subliminales. Ni siquiera el mejor director del mundo, ni siquiera una persona de tanto talento como Terry Gilliam, habría sido capaz de incluir tanta información en un par de fotogramas de película. E incluso aunque lo hiciera, pasarían demasiado rápido. Porque los espectadores de una película no controlan la experiencia del mismo modo que lo hace un lector.
Una de mis principales objeciones ante el cine como medio es que resulta demasiado aturullante y creo que nos está convirtiendo en una población de autómatas perezosos y faltos de imaginación. Los absurdos extremos a los que llega el cine moderno con sus efectos generados por ordenador para ahorrarle al público la molestia de tener que imaginar cualquier cosa por sí mismo, probablemente estén teniendo un efecto capador para la imaginación del colectivo. No tienes que hacer nada. Sin embargo con un tebeo es mucho lo que has de poner de tu parte. Aunque tengas los dibujos, has de llenar los vacíos entre viñeta y viñeta, tienes que imaginar las voces de los personajes. Es mucho trabajo el que queda en tu mano. No tanto como con un libro ilustrado, pero aún así bastante. Y yo creo que el nivel de esfuerzo que contribuimos al disfrute de cualquier tipo de arte es un enorme componente de ese disfrute. Creo que nos gustan las obras que nos implican, que establecen una especie de diálogo con nosotros, mientras que con el cine te limitas a estar sentado en tu butaca y te dejas llevar. Te cuenta todo lo que necesitas y en realidad no hace falta que pienses demasiado. Hay películas muy buenas que son capaces de implicar al espectador con su narrativa, con sus misterios, con su ambigüedades. En ocasiones nos encontramos con películas en las que gran parte de lo que sucede, sucede en tu cabeza. Probablemente sean buenas películas, pero ya no se hacen demasiadas de esas.
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Alan Moore y Dave Gibbons.
Wired: Pero eso va al margen de las posibilidades intrínsecas del medio. Eso tiene que ver con si metes la pata o no. Es posible hacer un buen tebeo o un mal tebeo.
Moore: Por supuesto. Y es posible hacer una buena película y una mala película. Lo que pasa es que no veo demasiadas buenas películas ni demasiados buenos tebeos, y teniendo en cuenta las ingentes cantidades de dinero que se invierten en las producciones creo que me gustaría ver una proporción de éxito mucho más elevada. Vale, una gran película con un presupuesto de cien millones de dólares o más, en caso de ser un éxito, acaba generando unos buenos beneficios para el estudio, pero para tener una de esas has de estrenar seis o siete que no llegan a cubrir el desembolso. Y hay que pensar en esto en términos de impacto económico y ambiental. Uno pensaría, particularmente en un momento como éste en el que la economía mundial parece estar al borde del sumidero, que a lo mejor ha llegado la hora de empezar a idear nuevos modos de manejar nuestra cultura. A lo mejor deberíamos ser más conservadores a la hora de lanzarle estas enormes sumas de dinero a nuestros directores de cine, a nuestros actores, a nuestros deportistas o, hey, a nuestros guionistas de tebeos, aunque nosotros no somos tan culpables. Debo decir que no cobramos para nada lo mismo que los deportistas o las estrellas de cine. Pero a lo mejor deberíamos empezar a repensarnos todo esto. ¿De verdad merece la pena gastar todo ese dinero? ¿Desperdiciar todos esos recursos? O sea, con cien millones de dólares prácticamente podrías solucionar los terribles daños causados por las inundaciones en Haití. Oí que mencionaban esa misma cifra el otro día. Quizá deberíamos empezar a revisar nuestras prioridades y no limitarnos a intentar anestesiarnos con interminables películas y series de televisión porque nos aburren nuestras vidas en el asquerosamente rico mundo occidental. Quizá deberíamos cambiar un poco nuestras prioridades. Si vamos a gastarnos el dinero en películas, empecemos a valorar a la gente que produce maravillas con poco dinero. Dejemos de asombrarnos de un modo tan infantil por lo que esencialmente no es sino pirotecnia. La mayoría de películas que veo parecen esperar una respuesta crítica equivalente a la de un espectáculo de fuegos artificiales. Todo es «oooh» y «aaaah». Esas parecen las únicas respuestas apropiadas para la mayoría de las películas modernas. Creo que nos espera un periodo de re-evaluación cultural. O ciertamente espero que así sea, porque me parece que, de lo contrario, nos espera un periodo de condenación cultural. Creo que resulta bastante evidente que nos dirigimos de cabeza al infierno y que tenemos que cambiar nuestras prioridades. Tenemos que replantearnos todo esto y creo que reinventar nuestra cultura puede ser parte de ello. Ciertamente así lo espero.
Pincha aquí para leer la entrevista completa en Wired.
(Si te quieres gastar los cuartos) Cultura Impopular recomienda:
· Watchmen (Absolute Edition)
· Dave Gibbons: Watching the Watchmen
· Watchmen: The Art of the Film
Cómic • Entrevistas
Alan Moore, Clint Eastwood, Watchmen 7 comentarios
sábado 7 de febrero de 2009
Izquierda: Divorcio a la italiana, de Pietro Germi, carátula ilustrada por Jaime Hernández. Derecha: Las manos sobre la ciudad, de Francesco Rossi, ilustrada por Daniel Zezelj.
Si hoy quiero dedicarle una entrada al diseñador norteamericano Eric Skillman es fundamentalmente por dos motivos. Uno, porque trabaja para Criterion, en mi opinión la compañía con los deuvedés mejor diseñados de todo el planeta (y a cuyas maravillosas portadas ya dedicaré un post en el futuro). Dos, porque fueron los textos que escribe para su blog Cozy Lummox los que me sirvieron de inspiración directa no sólo para mi entrada del martes, en la que abordé someramente el proceso de diseño de la portada de Los trapos sucios, sino también para el modo de enfocar el proceso en sí.
Izquierda: Prueba para la carátula de Blast of Silence, de Allen Baron. Derecha:portada definitiva. Ilustraciones de Sean Phillips, diseño de Eric Skillman.
Eric Skillman es un diseñador de primera, inventivo e ingenioso. Un auténtico currante al que no le importa seguir dándole vueltas a las cosas y ajustando pequeños detalles y probando nuevas vías hasta llegar a un diseño apropiado (habrá quien diga que no hace más que lo que debe y desde luego no seré yo quien se lo discuta, pero… ¡Ay, la cantidad de diseñadores que habré conocido abonados a la práctica del mínimo esfuerzo!). Sólo eso ya le habría bastado para ganarse mi admiración, pero es que el tío además es generoso: no se limita a enseñarte lo que ha hecho sino que también te cuenta cómo, se molesta en mostrarte los pasos en falso, dónde acierta y dónde se equivoca, los pequeños progresos, los callejones sin salida… Puedo decir sin temor a equivocarme que he aprendido más sobre diseño leyendo su blog que si me hubiera hecho un curso del CEAC. En cualquier caso lo más importante, al menos para mí, no es eso. Lo que realmente me motiva para volver regularmente a su página es el entusiasmo que desprende cuando escribe. Leyéndole se nota que el tipo disfruta de lo lindo con su trabajo. De hecho, lo goza de tal manera que consigue que, a su vez, me entren ganas de ponerme a hacer cosas yo también. Y esa sensación, esa especie de pequeña descarga eléctrica que te sacude las neuronas… es que es cojonuda, oiga.
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Izquierda: Boceto de Mike Allred para la carátula de Seducida y abandonada, tambiénde Pietro Germi. Derecha: portada definitiva, con diseño de Eric Skillman.
Algunas de mis entradas favoritas de Crazy Lummox son las dedicadas al diseño de las carátulas de El salario del miedo (Henri-Georges Clouzot), La venganza es mía (Shohei Imamura), Amarcord (Federico Fellini), Yi yi (Edward Yang), Las Furias (Anthony Mann) o la caja de clásicos japoneses de los sesenta Rebel Samurai. La verdad es que cualquiera de ellas me habría servido perfectamente para ilustrar este post y os recomiendo encarecidamente que no dejéis de ir a echarles un vistazo, pero como resulta que, además, Skillman es también un apasionado de los tebeos igual que yo y siempre que pueda aprovecha para trabajar con algunos de sus dibujantes favoritos, he preferido enseñaros el resultado de algunas de esas colaboraciones. Todas ellas están vinculadas a sus entradas correspondientes, donde encontraréis muchos más bocetos e ilustraciones. Por cierto, que la relación de Skillman con los tebeos no acaba aquí ni se limita a Criterion. Además de diseñar para la editorial Top Shelf la recopilación de historietas de Eddie Campbell Alec: The Years Have Pants, que saldrá a la venta en septiembre de este año, se estrenó recientemente como guionista mediante varios ejercicios de género negro (dos de ellos, Below the Fold y Spared, realmente estimables en mi opinión). Están disponibles en línea y podéis acceder a ellos desde aquí.
Boceto de Bill Sienkiewicz para Robinson Crusoe on Mars, de Byron Haskin.
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Criterion, Eric Skillman Sin comentarios