Ayer, 8 de mayo, se cumplieron cien años del nacimiento del diseñador, ilustrador y cineasta Saul Bass, fallecido en 1996 y sin duda uno de los artistas más reconocibles e influyentes del siglo XX. Para celebrarlo, traduzco a continuación algunos párrafos del prólogo escrito por Martin Scorsese para el libro Saul Bass. A Life in Film & Design (Laurence King Publishing, 2011), un mastodóntico y suntuoso volumen que no debería faltar en la biblioteca de ningún aficionado al diseño gráfico.
Bass por Scorsese
Saul Bass. Ya antes de conocerle en persona, antes de trabajar juntos, era una leyenda para mí. Sus diseños para títulos de crédito, logos de empresa, carteles y portadas de discos, definieron una época. En esencia, encontraron y destilaron la poesía del mundo moderno e industrializado. Nos ofrecieron una serie de imágenes cristalizadas, expresiones de quiénes éramos, dónde estábamos y cómo era el futuro que nos aguardaba. Eran imágenes con las que podían soñar. Siguen siéndolo.
Por ejemplo: veo el diseño de Saul para el álbum Frank Sinatra Conducts Tone Poems of Color y de inmediato experimento una sensación compartida del mundo tal como era en aquel momento, en 1956. Había entonces una visión de progreso, de esperanza, de un mundo nuevo y mejor. Y corría la idea de que todo podía simplificarse, aerodinamizarse, y que todos nos beneficiaríamos de ello. ¿Cómo queda ese futuro que imaginábamos en 1956 contenido en este hermoso diseño de portada? En una serie de barras rectangulares de color, en tonos que sugieren todo un abanico de sentimientos, de los más cálidos a los más fríos, de la satisfacción a la melancolía. Tiene algo que ver con la elegancia y la económica belleza del diseño y con la variedad de sensaciones que contiene. En cierto modo, describe un espacio mental compartido por todos nosotros. Hablo en presente porque los diseños de Saul, tanto los que realizó en solitario como los que creó posteriormente a medias con su esposa y compañera creativa Elaine, tienen tal elocuencia que siguen afectándonos al margen de cuándo o dónde hayamos nacido.
Mientras hojeaba la sección de este libro dedicado a los logos diseñados por Saul para distintas empresas, me ha llamado la atención esta cita: «El logo ideal es aquel que ha sido llevado hasta el límite de la abstracción y la ambigüedad, sin dejar de ser legible. Los logos suelen ser metáforas de uno u otro tipo. En cierto sentido, son una idea hecha visible». Para mí, eso encapsula el genio de Saul, porque ésa es la manera en que a menudo interpretamos la realidad: los sentimientos llevan nuestra percepción hasta los límites de la abstracción y la ambigüedad, pero el mundo que nos rodea sigue siendo de algún modo legible. Pensamientos que se hacen visibles.
Saul y yo colaboramos en cuatro ocasiones. La primera fue en Uno de los nuestros. Yo tenía cierta idea de lo que quería para los títulos, pero no conseguía terminar de expresarla. Alguien me sugirió hablar con Saul y mi reacción fue: «¿Nos atrevemos?». Después de todo, hablamos del hombre que había diseñado las secuencias de créditos para Vértigo, Psicosis, Anatomía de un asesinato, Tempestad sobre Washington, Espartaco, La cuadrilla de los once y muchas otras películas que definieron para mí el cine y el hecho de ir al cine. Mis amigos y yo aprendimos a reconocer los diseños de Saul y todavía recuerdo la emoción que generaban en nosotros; al igual que las bandas sonoras de Bernard Herrmann, aportaban toda una dimensión añadida a las películas de los que formaban parte. Te metían de lleno en ellas, de manera instantánea. Porque, expresado de la manera más simple, Saul era un cineasta formidable. Veía la película en cuestión y entendía el ritmo, la estructura, el ambiente… Penetraba en el corazón de la película y hallaba su secreto. Fue lo que hizo con Vértigo y aquellas espirales infinitas: la locura en el corazón de la película, el hermoso vórtice pesadillesco que aflige a James Stewart. De la misma manera, cuando les puse Uno de los nuestros a él y a Elaine, entendieron de inmediato nuestro propósito: la velocidad, los oropeles, la sensación de una vida en vertiginoso ascenso que acaba descarrilando.
La sencillez de lo que hicieron con aquellos títulos de crédito me dejó atónito, pues únicamente podrían haber sido diseñados por alguien que tuviera un entendimiento muy depurado de lo que pretendíamos conseguir. Por otra parte, volví a acabar igualmente atónito cada una de las veces que volvimos a colaborar: por los reflejos sinuosos en la secuencia de El cabo del miedo, las flores que se abren constantemente bajo capas de encaje para La edad de la inocencia, la silueta de un hombre cayendo a los infiernos de neón en Casino. Una vez tras otra, acabé igualmente arrebatado por el asombroso trabajo de Saul y Elaine. Este libro, elaborado con cariño y diseñado con esmero, es el homenaje apropiado para un gran artista. Un gigante.
Parece mentira, pero hace justo un año estábamos terminando la producción de Algo en la sangre, la biografía de Bram Stoker escrita por David J. Skal, y a día de hoy aún no había encontrado el momento de escribir el ya tradicional «cómo se hizo» de la portada. ¡Vamos allá!
Desde un primer momento supe que para este libro quería contar nuevamente con Javi Godoy, que ya había realizado la portada de nuestro anterior libro de Skal, Hollywood gótico. El proceso arrancó de manera muy similar, intercambiando decenas de imágenes que nos parecieran apropiadas como punto de partida o simplemente inspiradoras: fotos de Stoker, portadas de libros y tebeos, carteles de cine polaco, ilustraciones científicas de murciélagos…
A continuación, Javi me envió esta batería de pruebas que podéis ver aquí arriba (sus bocetos son tan elaborados que, para evitar trabajar en vano y avanzar con mayor rapidez, nos resulta más cómodo ir sentando las bases con referencias fotográficas). El primer objetivo era apartarse del aspecto académico de las típicas portadas de biografías tradicionales en busca de un tratamiento más llamativo. Viendo la yuxtaposición entre el rostro de Stoker y la imagen del murciélago, llegué a la conclusión de que, más que centrarnos en el contraste entre el autor de Drácula y su obra más famosa, que quizá sería lo previsible, estaría bien intentar ilustrar de algún modo la dualidad existente entre su vida pública y la privada, que no sólo es una de las principales líneas argumentales del libro de Skal sino también uno de los grandes temas de toda la era victoriana.
Para ello preparé algunos bocetos cutres en Photoshop, jugando con recursos como el reflejo, la sombra y las personalidades ocultas para intentar plasmar de una manera bastante literal esa idea de un Stoker secreto que permanece oculto tras una fachada de normalidad. Ni qué decir tiene que son todos bastante pobres, pero para eso sirve precisamente esta parte del proceso, para ir probando, descartando y reciclando, en caso de que acabe saliendo algún elemento digno de ser reciclado. De esta tanda, por ejemplo, surgió el deseo de darle una mayor presencia a la tipografía.
El momento eureka llegó cuando pensé que más que sombras, dobles siniestros o cualquier otro recurso de folletín, la mejor «máscara» de Stoker habría sido precisamente su escritura, que es lo único que la gran mayoría de lectores ha llegado a conocer de él. La «biografía secreta» de Skal vendría precisamente a revelarnos al hombre oculto detrás de las palabras, así pues, eso fue lo que decidí plasmar en la cubierta (una idea muy obvia, pero creo que bastante resultona). Esto, unido al deseo de darle un tratamiento tipográfico contundente, dio pie a las pruebas que podéis ver justo sobre estas líneas.
Debo reconocer que me sigue gustando mucho esta idea, sobre todo la manera en la que centra la mirada del espectador en los ojos y la boca de Stoker, y creo que con el tono adecuado de blanco y negro y una reserva uvi sobre las letras (lo que viene a ser un brillito, vamos) podría haber funcionado perfectamente. Por otra parte, contar con un ilustrador tan preciso como Godoy para luego taparle el dibujo no tiene mucho sentido, y tampoco creo que la portada hubiera funcionado igual de bien sin una foto. Así pues, había que seguir buscando. En cualquier caso, le envié a Javi las pruebas para que viera por dónde iba mi cabeza.
Javi respondió con esta nueva batería de propuestas, en las que Stoker vuelve a recuperar el terreno perdido. De entre todas, las que más me gustaron fueron precisamente las dos o tres versiones en las que el retrato y la tipografía comparten protagonismo, sin que ninguno de los dos elementos quede supeditado al otro. También me gustó mucho la tipografía escogida por Javi para el título, ya que permitía «enmascarar» a Stoker, pero sin ocultarle de manera desmedida.
Fue precisamente la disposición sesgada de la rotulación en esta última prueba, menos agresiva pero más original y hasta cierto punto «inquietante» (en el sentido de que hay algo torcido o desestabilizador en el contexto de una imagen aparentemente convencional), la que me terminó de conquistar.
Una vez decidida la composición, Javi se puso manos a la obra. Ya os podéis imaginar la cara que se me quedó cuando al cabo de unos días abrí el correo para encontrarme con esta auténtica maravilla que podéis ver aquí. (Skal lo describiría más tarde en su Facebook como uno de los mejores retratos de Stoker que ha visto en su vida).
Terminada la ilustración y decidido el tratamiento, ya sólo era cuestión de ir afinando: grosor, interlineados, tipografías secundarias, intensidad del color, tamaño de la caja de texto… todo es susceptible de cambio hasta encontrar la versión más satisfactoria. Normalmente no suelo colgar en el blog demasiadas imágenes de esta última parte del proceso, principalmente para no aburrir, pero me ha parecido que por una vez podía estar bien para ilustrar hasta qué punto puede llegar a cambiar una imagen sólo con variar pequeños elementos y cómo las decisiones finales son fruto de un proceso a veces bastante intenso de ajuste, repetición y depuración que discurre al margen de la evolución de la siempre decisiva idea central. Abajo, el resultado final.
Cadalso de oro, de Emilio Carrère. Portada de Ramírez. La novela de hoy nº 313, 11 de mayo de 1928.
Como ya empieza a ser tradicional en Cultura Impopular, vamos a aprovechar una jornada tan sumamente entregada a la vorágine de la actualidad como es este Día del Libro para echar la vista atrás y recuperar unos cuantos artefactos literarios del pasado. Si en anteriores ocasiones celebré Sant Jordi recuperando para el blog viejas portadas procedentes de la antigua biblioteca de mi abuelo (como este puñado de ejemplares de la Enciclopedia Pulga o estos ejemplos de la colección Novelas y cuentos) y de la de mi padre (con sus libros de teatro), hoy me remonto más atrás aún, hasta los años veinte del siglo pasado, para rememorar una de las colecciones de literatura popular más relevantes de nuestra historia: «La novela de hoy», revista semanal dedicada a la novela corta, publicada entre 1922 y 1932. Fundada y dirigida por Artemio Precioso para la Editorial Atlántida de Madrid, entre su larga lista de colaboradores encontramos a autores como Vicente Blasco Ibáñez, Unamuno, Valle-Inclán, Emilio Carrère, Wenceslao Fernández Flórez, Concha Espina, Ramón Pérez de Ayala, Julio Camba, Carmen de Burgos, Rafael López de Haro, Antonio de Hoyos, Rafael Cansinos Asséns o los hermanos Álvarez Quintero. Mención aparte merece la nómina de ilustradores que aportaron cubiertas y (algo no tan habitual en las colecciones de la época) numerosas y a menudo espléndidas ilustraciones en blanco y negro en páginas interiores, y que abarca desde nombres consagrados como Penagos, Mansberger y Varela de Seijos, a otros completamente desconocidos para mí, como los enigmáticos «Esteban» o «Ramírez», sobre los que no he conseguido hallar información alguna. Los ejemplos escaneados provienen todos de mi colección y fueron adquiridos en el Rastro de Madrid. Como podréis apreciar, están en condiciones bastante penosas de conservación, pero creo que todavía mantienen intacto su encanto y atractivo. ¡Feliz día del libro!
A la izquierda: La dama negra, de Vicente Díez de Tejada. Portada de Enrique Varela de Seijas. La novela de hoy nº 176, 25 de septiembre de 1925. A la derecha: Fragmentos de una novela, de Mariano Benlliure y Tuero. Portada de Ramírez. La novela de hoy nº 326, 10 de agosto de 1928. Todas las portadas se amplían pinchando en ellas.
Izquierda: Humo en los ojos de El caballero audaz (seudónimo de José María Carretero). Portada de Ochoa. La novela de hoy nº 112, 4 de julio de 1924. Derecha: Retrato de “El caballero audaz” por Alejandro Sirio (incluido en la contraportada de Humo en los ojos).
La siesta, de Alfonso Vidal y Plana. Portada de Riquel. La novela de hoy nº 317, 8 de junio de 1928. Una aventura de amor, por Manuel Bueno. Portada de Esteban. La novela de hoy nº 365, 10 de mayo de 1929.
Las doce aventuras del año, de Alberto Insúa. Portada de Félix Vázquez Calleja. La novela de hoy nº 137, 26 de diciembre de 1924. Una santa mujer, de Luis Araquistain. Portada de José Izquierdo Durán. La novela de hoy nº 116, 1 de agosto de 1924.
El rey Lear, impresor, de Vicente Blasco Ibáñez. Portada de Enrique Varela de Seijas. La novela de hoy nº 201, 19 de marzo de 1926. El juego de la vida, de Artemio Precioso. Portada de Rafael de Penagos. La novela de hoy nº 133, 28 de noviembre de 1924.
Hace poco, el nº 33 de la revista Texturas nos cedió 16 páginas para realizar un repaso visual por algunas de nuestras portadas más destacadas y sus procesos de creación. Preparando el artículo me di cuenta del tiempo que hacía que no escribía una entrada dedicada al diseño de nuestros libros y lo mucho que lo echaba de menos. Así pues, sin más dilación, ahí va este «cómo se hizo» la portada de Cowboy Song: la biografía autorizada de Philip Lynott.
Desde un primer momento me pareció que esta cubierta planteaba dos exigencias. Por una parte, debía estar ligeramente emparentada con la biografía de Lemmy, no desde el punto de vista estilístico, pero sí desde el conceptual (básicamente, no debían chirriar demasiado al ponerlas una junto a la otra a pesar de estar dibujadas por dos ilustradores de estilos muy distintos). Por otra, tenía que encajar de algún modo en el universo visual de Phil Lynott y Thin Lizzy.
La imagen de Thin Lizzy estuvo marcada durante gran parte de su carrera por todo un aparato gráfico muy inspirado por la historieta. Lynott era aficionado a los tebeos y contó para el diseño de las carpetas de varios de sus álbumes con su buen amigo Jim Fitzpatrick, ilustrador irlandés de trazo indudablemente comiquero, caracterizado por una marcada influencia de Neal Adams. Podéis ver varios de sus trabajos para Lizzy en esta página; la portada de The Adventures of… Thin Lizzy fue clave para marcarme el camino a seguir. Fitzpatrick no fue el único ilustrador con el que colaboró Lynott a lo largo de su carrera; en Cowboy Song aparece reproducido, por ejemplo, un cartel promocional para el sencillo «Randolph’s Tango» en el que la letra de la canción queda repartida en una sucesión de viñetas dibujadas por Tim Booth en un estilo completamente embebido del Barry Smith de finales de los sesenta.
Este predominio de la iconografía comiquera y de los colores vivos y cálidos de las portadas de Jim Fitzpatrick me hizo pensar de inmediato en César Sebastián. César no sólo es un ilustrador espectacular con afición a retratar músicos; también es historietista y, además, sus retratos suelen estar caracterizados, más allá de por la impecable seguridad de sus trazos, por cierta tendencia a salirse de los colores habituales (ver por ejemplo su Scott Walker o su Johnny Thunders). Todo lo cual le convertía en el candidato ideal para este trabajo. Como punto de partida, le comenté que me gustaba particularmente una ilustración de La noche del cazador que había visto en su web. La combinación del blanco y negro con un fondo de color vivo me parecía ideal para este proyecto; además, ya había mezclado fotos en blanco y negro con Pantones particularmente brillantes en la colección Pulpo negro y el resultado me había gustado tanto que estaba deseando aplicar la misma fórmula a una ilustración.
Partiendo de ahí, César me envió los seis bocetos que podéis ver sobre estas líneas. En realidad cualquiera de ellos habría servido de base para una buena portada, pero volviendo al punto uno, me interesaba que Cowboy Song tuviera cierta unidad conceptual con la autobiografía de Lemmy. El uso de una gama de color muy limitada ya apuntaba ligeramente en esa dirección. Para potenciar aún más la conexión, me pareció que debíamos apartarnos ligeramente de una representación cien por cien realista de Lynott para intentar destilar en una sola imagen sus rasgos más característicos o icónicos. Fue justo el enfoque que adoptamos en su día para Lemmy, anclando toda la portada en su célebre bigote y sus no menos célebres verrugas. En este caso, César y yo coincidimos en que los rasgos que mejor definían a Lynott eran el pelo y los ojos. Por eso al ver los bocetos me decanté de inmediato por la primera opción, porque me pareció que era la que mejor reflejaba su mirada. Además, la yuxtaposición entre su expresión soñadora y la muñequera de pinchos plasmaba perfectamente ese punto medio entre la vulnerabilidad y la chulería que Lynott encarnó como nadie.
Por otra parte, me gustaba mucho la idea planteada en el segundo boceto de que el pelo ocupara por completo la parte superior de la portada, así que le propuse a César combinar ambas opciones: la imagen del primer boceto con el concepto del segundo, aumentando el «afro» de Lynott para que dominara el tercio superior de la cubierta. Sobre estas líneas podéis ver dos pruebas que preparé rápidamente para ver qué tal quedaría la ilustración una vez incorporada la tipografía. (Aunque en un principio pensamos usar una rotulación manual en imitación del célebre logo de Thin Lizzy, desechamos rápidamente la idea). A César le pareció bien y se puso manos a la obra. También se le ocurrió la idea de sombrear con trama de puntos en vez de con masas de gris, cosa que me pareció estupenda porque reforzaba aún más ese vínculo con el cómic y, por lo tanto, con el universo visual de Lizzy del que hablaba al principio. Una vez recibida la ilustración terminada, sólo fue cuestión de probar diversas variaciones tipográficas hasta encontrar una que me convenciera. No voy a colgar aquí las veintipico iteraciones que acabé preparando porque tampoco es cuestión de aburrir al personal, pero ahí va media docena de muestra.
En ocasiones las variaciones son mínimas. Simple cuestión de ir probando tamaños e interlineados. Otras cambian por completo la portada: como podréis apreciar, el uso de una u otra fuente afecta sobremanera al modo en el que percibimos el dibujo. En este caso, estaba bastante emperrado en utilizar la tipografía que finalmente acabamos usando (Berlin Sans), porque me pareció que sus formas redondeadas tenían cierto elemento western pero sin resultar demasiado obvias; casi como si hubieran sido talladas en un madero a las puertas de un rancho. El principal problema fue que, al ser tan compactas, las letras pedían un buen espaciado y un interlineado generoso, de otro modo transmitían sensación de apelotonamiento; sin embargo, si les daba el espacio necesario para que «respirasen» debidamente, acababan comiéndole demasiado terreno a la ilustración. Y si intentaba solventar el problema reduciéndolas de tamaño, parecía que iban flotando a la deriva sobre el negro del pelo. Así pues, todo fue cuestión de ir jugando con las variables hasta encontrar una combinación que me pareciese lo suficiente equilibrada. El resultado final, aquí debajo.
Si otros años he celebrado el Día del Libro recuperando para el blog viejas portadas procedentes de la antigua biblioteca de mi abuelo (como este puñado de ejemplares de la Enciclopedia pulga o estos ejemplos de la colección Novelas y cuentos), en esta ocasión he aprovechado una visita reciente a Mallorca para pasar por el escáner unos cuantos títulos de la colección de libros de teatro de mi padre, Antonio Palmer, gran enamorado del arte dramático que durante una buena temporada llegó incluso a hacer sus pinitos sobre las tablas. Como a mí —lo confieso— nunca me ha ido demasiado el teatro, no se trata de una sección que haya transitado mucho a la hora de buscar lectura en sus estanterías, de ahí que gran parte de las cubiertas me hayan resultado un verdadero descubrimiento. Por otra parte, buscando información sobre las mismas he ido a dar con un excelente blog (Aquellas colecciones teatrales, escrito por Juan Ballester) en el que podréis encontrar muchísimos más ejemplos de literatura teatral; desde el punto de vista gráfico, recomiendo particularmente echarles un vistazo a las colecciones Biblioteca Teatral y La Farsa, con portadas verdaderamente magníficas de artistas como Francisco Ugalde y Félix Alonso.
Esta pequeña excursión ilustrada comienza precisamente por La Farsa. A la izquierda, la obra Hernani de Victor Hugo, traducida por los hermanos Machado y Francisco Villaespesa para el nº 42 de la colección (Madrid: Rivadeneyra Artes Gráficas, 1928), con portada de Carlos Masberger. A la derecha, La esclava de su galán, nº 414 de la misma colección, aunque publicado bajo otro sello (Madrid: Editorial Estampa, 1935). La portada es de Antonio Merlo. (Pincha para ampliar)
A la izquierda, El barbero de Sevilla, nº 313 de la colección El teatro moderno (Madrid: Prensa Moderna, 1931). Portada de A. Azcarraca. Y del teatro moderno, saltamos al Teatro medieval, una colección de clásicos medievales adaptados al castellano actual por Lázaro Carreter en 1965 para Editorial Castalia. El diseño de la portada viene sin acreditar, pero por la firma me atrevería a decir que la ilustración es de Celedonio Perellón. (Pincha para ampliar)
Sobre estas líneas, dos ejemplos de la colección Biblioteca Raixa. Debo decir que la elegancia de las formas y el recurso de ir cambiando un detallito mínimo en cada portada vencen en cierto modo mi reticencia hacia los diseños de colección cerrados. Me encantan particularmente las cabecitas que adornan la obra de Porcel y que no habrían desentonado en una portada de Alvin Lustig. Lamentablemente no sé quién es el autor del diseño, porque en los libros no viene crédito alguno. A la izquierda, La simbomba fosca (Palma de Mallorca: Editorial Moll, 1962). A la derecha, El criat de dos amos (Palma de Mallorca: Editorial Moll, 1963). (Pincha para ampliar)
Una nueva muestra de teatro mallorquín y un diseño de concepto muy similar a los dos anteriores realizado para la misma editorial y nuevamente sin acreditar, aunque en este caso cualquiera diría que el simpático dibujo de la portada parece influido por Sempé. Ses tietes (Palma de Mallorca: Editorial Moll, 1959).
Y para terminar, dos ejemplos de la que Juan Ballester califica como «la más ambiciosa y duradera colección teatral aparecida tras la postguerra, y probablemente también la de más calidad de todas las publicadas a lo largo del siglo XX», la Colección Teatro de Ediciones Alfil/Escelicer, con un diseño funcional a más no poder pero que aun así me resulta simpático, no sé si por esos colores tan pop o por esa tipografía que tiene un más que notable parecido con la ahora ubicua Lobster. En los años setenta el diseño cambió por otro igual de funcional, pero con unas rotulaciones mecánicas completamente pedestres y una diagramación fea a rabiar que mejor obviaremos por completo.
Y con esto acaba la excursión por hoy. ¡Feliz día del libro!
Hoy termina nuestra exposición «8 años de Es Pop: Portadas ilustradas» que ha podido verse estas dos últimas semanas en La Fiambrera Art Gallery de Madrid. No quería dejar pasar la ocasión sin agradecer la amabilidad y la fantástica labor de Ruth López-Diéguez y Maite Valderrama, de La Fiambrera, que además de cedernos su magnífico espacio han conseguido que la exposición luciera de maravilla. Gracias también a Fernando Vicente e Isabel por toda su ayuda en la preparación de la misma y, cómo no, a todos los autores que aportaron las ilustraciones para la muestra: Paco Alcázar, Abel Cuevas, Javier Godoy, Ian Jepson, Kano, Keko, Javier Rodríguez, David Sánchez, Javier Olivares, Miguel Porto y, de nuevo, Fernando Vicente. Me siento particularmente en deuda con Ferran López, que se vino desde Barcelona para participar en la charla sobre portadismo y diseño editorial que dimos el martes 11 de octubre y que acabó resultando mucho más concurrida y animada de lo que hubiéramos podido esperar en pleno puente festivo. Y gracias, por supuesto, a todos los que os habéis pasado por allí estos días a ver la exposición.
Si una cosa hemos aprendido en los ocho años que llevamos editando es que en este negocio las cosas rara vez salen completamente rodadas. Ésta ha sido una de esas veces. Fue una idea que surgió de manera espontánea, casi como una ocurrencia pasajera, y que gracias a la ayuda de personas como las ya mencionadas no sólo ha acabado convertida en realidad sino que además no podía haber tenido un resultado más satisfactorio. ¡Habrá que ir pensando algo para el décimo aniversario!
Ocho años y todavía no hemos terminado de llenar la estantería.
Este mes de octubre se cumplen ocho años del lanzamiento de los dos primeros libros de Es Pop, Los trapos sucios y El otro Hollywood. Ocho años parece una cifra un poco rara como para festejarla, pero para nosotros tiene todo el sentido del mundo. El primer crédito nos lo dieron a cinco años; el segundo, a tres. Así pues, toca celebrar que 96 mensualidades más tarde aún podamos permitirnos el lujo de seguir aquí, editando los libros que nos da la gana, gracias al apoyo de lectores como vosotros, que nos ayudáis a mantener a raya las garras del banco.
Como bien sabéis los habituales de este blog (o por los menos los que erais habituales cuando todavía escribíamos con cierta regularidad), una de las constantes de Es Pop desde el primer día ha sido el gusto por las portadas llamativas, coloridas y, a ser posible, ilustradas. Creemos que es uno de nuestros sellos más distintivos y precisamente por ese motivo llevábamos dándole vueltas desde hacía algún tiempo a la idea de organizar una pequeña exposición en la que se pudiera ver en todo su esplendor el trabajo de los artistas con los que hemos tenido la gran suerte de trabajar hasta el momento. Este octavo aniversario nos parecía la excusa perfecta y, gracias a la galería madrileña La Fiambrera (C/ del Pez, 27), por fin vamos a poder llevar la idea a la práctica. Será del 7 al 21 de octubre y en total, se expondrán 30 obras de artistas como Paco Alcázar, Abel Cuevas, Javier Godoy, Ian Jepson, Kano, Keko, Robert Maguire, Javier Rodríguez, David Sánchez, Javier Olivares, Miguel Porto y Fernando Vicente. Habrá originales a la venta y también reproducciones, entre ellas una serie limitada, firmada y numerada de un maravilloso retrato de James Joyce realizado por Javier Rodríguez (con la que celebramos también la inminente llegada de El libro más peligroso: James Joyce y la batalla por Ulises, nuestro siguiente título, del que en pocos días hablaré un poco más en profundidad). Inauguramos el viernes 7 a las 19:00 horas.
Preparando algunas de los originales y láminas para la exposición.
También en La Fiambrera y como complemento de la exposición, el martes 11 de octubre a las 19:30 horas, hemos organizado una charla sobre diseño editorial centrado precisamente en las portadas de libros. ¿Cómo se diseña una cubierta? ¿Quién decide cómo se visten los libros? ¿Por qué hay tantos libros feos? ¿Y qué podemos hacer para que dejen de serlo? Será un repaso a la labor creativa de los diseñadores e ilustradores de portadas de libros, abordada desde dos puntos de vista (no necesariamente enfrentados), el de la edición tradicional y el de la edición independiente y alternativa. Para hablar de todo ello, me acompañará Ferran López, diseñador gráfico durante once años en el grupo Random House Mondadori y actualmente director del Departamento de Arte y Diseño del Grupo Planeta. Ferran es una de las personas que más sabe de diseño editorial en este país y me atrevería a decir que también una de las que más ha analizado y reflexionado sobre el oficio, por lo que estoy seguro de que la charla con él va a resultar de lo más interesante e ilustrativa. Personalmente, no podía alegrarme más su presencia en una ocasión como ésta y quiero dejar aquí constancia de mi agradecimiento.
En resumidas cuentas, que cumplimos ocho años. Y lo celebramos así:
Exposición «Ocho años de Es Pop» en La Fiambrera Art Gallery. Del 7 al 21 de octubre. Inauguración: viernes 7 a las 19:00 horas.
Charla «Portadismo y diseño editorial». Con Ferran López y Óscar Palmer. Día 11 de octubre, en La Fiambrera, a las 19:30 horas.
¡Os esperamos! No esperéis al décimo aniversario que al paso que va todo, quién sabe dónde estaremos.
Seguro que esto ya lo debo de haber comentado alguna que otra vez, pero nunca está de más repetirlo: a la hora de crear una portada, ir a dar con el ilustrador indicado equivale a tener como poco el 50 % del trabajo hecho. Al margen de que exista un concepto inicial más o menos claro —o de que admita más o menos variaciones—, cuando el ilustrador tiene un tono y una sensibilidad verdaderamente afines al contenido del libro lo normal es que el resultado final acabe siendo el apropiado, sin importar lo mucho que pueda haberse alejado de la idea original que tuvieras en la cabeza (las cubiertas de Lemmy: la autobiografía y Señores del caos son dos buenos ejemplos de ello). Por eso, cuando firmamos el contrato para publicar en castellano Hollywood gótico: la enmarañada historia de Drácula, de David J. Skal, pensé de inmediato en Javi Godoy como ilustrador de la portada. Basta echar un vistazo al blog de Javi para apreciar, aparte de su destreza con el pincel, un evidente cariño por las películas clásicas de monstruos en general y por figuras como Lugosi y Karloff en particular. Afortunadamente, también es fan de Monster Show, otro libro de Skal que traduje hace unos años para Valdemar, y aceptó la oferta a la primera.
Aunque el ensayo de Skal trata la figura de Drácula en general, es indudable que la parte del león se la lleva la adaptación dirigida por Tod Browning para Universal en 1931, por lo que estaba claro que uno de los elementos centrales de la imagen debía de ser Bela Lugosi. Por otra parte, también tuve bastante claro desde el principio que quería encerrar el título del libro en una silueta de murciélago. Así pues, preparé para Javi el montaje que podéis ver sobre estas líneas para que tuviera una idea del espacio que iba a ocupar la rotulación, acompañado del siguiente comentario: «La cosa sería tener ahí a Lugosi en primer plano y un típico cementerio de la Universal en segundo. Había pensado que en algunas de las lápidas, quizá en dos o tres de ellas, podrían incluso ir en pequeñito retratos de Christopher Lee y Jack Palance en sus respectivos Dráculas, en marcos circulares, como las típicas fotos que se ponen en las tumbas».
Lo primero que me propuso Javi fue utilizar de fondo un castillo que funcionaba de maravilla (es lo que más lamento haber perdido de estos primeros bocetos) y una colocación alternativa para las figuras de Lee y Palance. Asimismo me envió varias propuestas de coloreado que son las que podéis ver sobre estas líneas. Desde el principio tuvimos claro que íbamos a utilizar una paleta limitada, inspirada en la de los carteles de cine de los años treinta. Me sigue gustando mucho el tono azul de los dos primeros bocetos (un homenaje al Drácula ilustrado por Harry Borgman, que a los dos nos encanta), pero sugerí probar también con el verde, como en el póster realizado en 1938 para el primer reestreno de la película de Tod Browning (que podéis ver también en el vínculo anterior). Por otra parte, aunque tener tres versiones distintas del conde en la cubierta ayudaba a dejar clara la idea de que el libro trata sobre Drácula en general y no sólo sobre el de Lugosi, me parecía que la composición no terminaba de funcionar. Demasiados señores con capa. Así pues, le propuse a Javi incluir en la imagen a Gloria Holden, la actriz que interpretó a La hija de Drácula en la película homónima.
A partir de este momento, para ahorrar tiempo, empezamos a trabajar directamente con fotos que nos permitieran hacernos una idea de qué tipo de composición funcionaba mejor. Ésta que me envió Javi ya me iba gustando más, pero no acababa de ver pertinente la inclusión de Luna, el personaje de Carroll Borland en La marca del vampiro, ya que me parecía que se alejaba demasiado del mensaje esencial de la imagen, que debería ser «los múltiples rostros de Drácula». Tras un animado intercambio de correos en el que nos fuimos proponiendo diversos personajes y debatiendo sus méritos para hacerse con un hueco en nuestra portada, nos dimos cuenta de que teníamos tantos dignos de ser ilustrados que limitarnos a tres iba a resultar muy complicado, por lo que quizá convendría buscar otra composición que nos permitiese incluir más, pero a ser posible sin recargar la imagen. De entre tres o cuatro propuestas que le hice a Javi, la que más le gustó fue la de «recrear el célebre cartel de Lugosi detrás de la telaraña (el que es completamente rojo), cambiando las caras de los actores de la peli por las caras de personajes citados en el libro».
Dicho y hecho, Javi empezó a trabajar en esta nueva idea, de la cual podéis ver aquí un par de versiones. El objetivo, como ya he comentado antes, era reflejar la multitud de variantes inspiradas por el personaje original, de ahí que decidiéramos incluir interpretaciones tan alejadas entre sí como Nosferatu y Blacula y que optásemos por el Christopher Lee de la película de Jesús Franco antes que por el más clásico de la Hammer. El abuelo Munster, que era otro de nuestros candidatos, se acabó quedando fuera por la misma razón: no dejaba de ser otro señor con capa, mientras que Gloria Holden aportaba mayor variedad visual. Una vez decidido el sexteto definitivo y sus respectivas ubicaciones, Javi se puso manos a la obra. En las siguientes imágenes podéis ver diversas etapas del proceso.
Los elegantes y detallados lápices de Javi Godoy.
Dos momentos del proceso de entintado. Fotos: Javi Godoy.
Versión final de la ilustración.
Una vez terminada la ilustración, Javi me pasó en una capa aparte la imagen de la telaraña para que pudiéramos probar distintas colocaciones (finalmente, optamos por situarla detrás de Lugosi por motivos evidentes). También me pasó dos opciones de color: una en verde, que a ambos nos parecía más elegante y contrastada, y otra en rojo, indudablemente más llamativa a primera vista y más cercana al cartel original que estábamos homenajeando, pero que se «comía» o «emplastaba» un poco el dibujo. En cualquier caso, las dos nos gustaban y sabíamos que iba a ser el típico caso en el que, nos decidiéramos por la que nos decidiéramos, luego íbamos a echar de menos no haber visto realizada la alternativa. Así pues, optamos por imprimir las dos y que fuese el comprador quien en última instancia escogiese su favorita. Y eso hicimos. El resultado final (o resultados) lo tenéis a continuación:
La portada definitiva, ilustrada y rotulada por Ian Jepson.
La portada de Lemmy: la autobiografía es un buen ejemplo de cómo, a veces, la mejor solución es la más sencilla y cómo, a veces, lo verdaderamente trabajoso es darse cuenta de ello. Bueno, para no generalizar, digamos que eso es lo verdaderamente trabajoso para mí, que en ocasiones me empecino en unas cosas que…
En este caso mi planteamiento inicial para la portada era utilizar cualquier cosa menos la imagen de Lemmy. ¿Por qué? En primer lugar, porque me harta un poco que todas las biografías musicales tengan que seguir el mismo patrón de poner una foto en primer plano del roquero de turno. En segundo, porque tenía en mente trabajar con un ilustrador especialmente capacitado para la sugerencia y con una gran habilidad para destilar en una sola imagen lo que podríamos llamar el feeling del músico en cuestión. Esta capacidad es precisamente una de las cosas que más me llamaron la atención del artista sudafricano Ian Jepson. Si echáis un vistazo en su página web a carteles como el de Shadowclub, The Dollfins o Death Panthers veréis enseguida a lo que me refiero. Me atraía mucho la idea de tratar la portada de la autobiografía de Lemmy como si fuera un póster de un concierto y aprovechar el evidente talento de Ian para la rotulación. Uno siempre siente cierto nerviosismo a la hora de abordar a los ilustradores con los que quiere trabajar, máxime cuando residen, como en este caso, en el otro extremo del mundo y no tienen la más mínima referencia ni sobre tu editorial ni sobre ti. Afortunadamente, se dio la casualidad de que Ian es un gran fan de Motörhead y de inmediato aceptó la propuesta. Una de las primeras cosas que me dijo fue precisamente que le atraía la idea de insinuar el concepto sin llegar a mostrarlo tal cual, «particularmente en un caso como éste, en el que probablemente podría resultar excesivamente literal poner la cara de Lemmy cuando el título del libro es precisamente su nombre». Viendo que estábamos en la misma onda, Ian realizó varias pruebas, buscando algún elemento alegórico o característico que destilara la esencia de Lemmy (las botas, el cinturón, las tragaperras… podéis ver sus bocetos iniciales aquí), para acabar pasándome cuatro propuestas. Transcribo a continuación mi reacción inicial a las mismas, tal como se la expresé a Ian por correo.
«Creo en la eficacia de la sencillez y en ese aspecto diría que la del as de picas es mi imagen favorita. Me encanta el concepto y el contraste entre el magenta y el crema. Es muy llamativa, pero no estoy del todo seguro de que fuera a funcionar como cubierta. Parece más bien una ilustración para un artículo o una bonita portadilla interior. Por otra parte, Lemmy se queja repetidas veces en el texto de que parece que mucha gente únicamente le recuerda por «Ace of Spades», por lo que utilizar eso como único elemento de la cubierta podría parecer irónico. Me encanta la ilustración y al primer vistazo ha sido la que más me ha llamado la atención, pero, pensándolo detenidamente, me da la impresión de que puede dar una visión demasiado restrictiva del libro».
«El de la chaqueta me gusta. Me parece una solución elegante y estoy seguro de que quedaría genial con tus texturas (además, me gusta mucho la colocación del título), pero estoy intentando visualizar cómo funcionaría en una librería y me da la impresión de que no llamaría demasiado la atención, puede que sea demasiado sutil. A lo mejor es el encuadre lo que me genera dudas. Te obliga a interpretar todos los elementos por separado antes de darte cuenta de qué es lo que estás viendo realmente y me da miedo que eso despiste un poco la atención. Funciona como una leve insinuación cuando debería ser un puñetazo en los ojos. Puede que quedara mejor mostrando la chaqueta entera, pero entonces sería demasiado parecido a tu cartel para Shadowclub y no creo que merezca la pena repetirse».
«Esta idea me gusta mucho. Resulta muy llamativa y tiene todos los elementos necesarios que, en conjunto, componen un buen retrato de lo que son Lemmy y Motörhead. Es lo suficientemente abstracta como para asimilarla de un vistazo y a la vez lo suficientemente detallada como para transmitir varias ideas a la vez. En principio tiraría por aquí, pero no quiero dejar sin comentar la cuarta y última propuesta».
«Aunque mi primer instinto es desarrollar el concepto anterior, les he enseñado tus propuestas a un par de amigos y todos ellos han señalado sin dudarlo esta imagen. Estoy de acuerdo contigo en que tener la cabeza de Lemmy debajo de un gran rótulo que anuncie «Lemmy» es un tanto redundante, pero la manera en la que has integrado el título como parte de la ilustración me parece que soluciona el problema; el título y Lemmy dejan de ser dos elementos separados y redundantes para convertirse en una sola imagen. Además, es llamativa de narices. Me genera sensaciones contradictorias, porque por una parte estoy seguro de que llamará muchísimo la atención en las librerías: es simple, directa, fácil de distinguir a distancia e incluso de reojo. Sin embargo, no era lo que tenía en mente cuando decidí ponerme en contacto contigo. Me daría pena acabar encargándote un retrato en vez de algo más singular e intrínsecamente tuyo, más parecido a tus carteles, que fueron el motivo de que se me ocurriera ofrecerte el encargo».
La respuesta de Ian no se hizo esperar: «Debemos de tener amigos muy parecidos, porque todos aquellos a los que les he enseñado las ilustraciones también han elegido ésta. Desde luego es algo a tener en cuenta. Tras darle unas cuantas vueltas, creo que deberíamos tirar por la idea de la cara. No hago más que pensar en mis portadas favoritas y el modo en el que las cubiertas que me llaman la atención en las librerías suelen ser siempre las más claras, directas y atrevidas, todo lo cual podría serlo ésta. Te envío otro boceto con los colores cambiados y un diseño más ajustado. Quiero intentar otro par de cosas, pero estoy bastante convencido de que ésta podría acabar quedando muy molona».
Justo sobre estas líneas tenéis el boceto al que hacía referencia Ian en su mensaje, el cual terminó de disipar cualquier duda que pudiéramos haber tenido todavía cualquiera de los dos. Así pues, una vez aceptado que aquello que en un principio nos habíamos empeñado en evitar era lo más adecuado para el libro, sólo quedaba pulir la imagen, dejar que Ian hiciera su magia particular con las texturas y la tipografía y discutir ligeramente el mejor encuadre para el rostro de Lemmy. En algunas pruebas el plano estaba un poco más cerrado, en otras un poco más abierto, pero las diferencias al fin y al cabo eran mínimas. La única variación importante fue esta versión que podéis ver aquí abajo, intentando encajar el nombre de los autores junto al título del libro. No es que quedara mal, ni mucho menos, pero en última instancia lo descarté porque me parecía que rompía un poco esa fusión alcanzada entre la rotulación y la ilustración a la que antes hacía mención; a un nivel instintivo, me parecía que los autores debían ser un elemento aparte, que el título y la cara de Lemmy era una sola cosa y que cualquier otra información adicional debía quedar en segundo plano. Decir, por último, que la elección de las texturas por parte de Ian tampoco es caprichosa: buscaba «raspar» la tipografía de tal manera que pareciera castigada por el paso de los años; algo cascada, pero todavía imponente. Como el propio Lemmy.
Ayer se puso oficialmente a la venta en librerías y también en nuestra web Arte salvaje: una biografía de Jim Thompson, el libro de Robert Polito que me ha tenido ocupado durante estos últimos meses. Verlo por fin publicado y en la calle es un pequeño sueño hecho realidad, pues se trata de una obra que llevaba empeñado en traducir desde hacía mucho, mucho tiempo. Tanto que, de hecho, cuando empecé a darle vueltas a la idea ni siquiera sospechaba que algún día tendría una editorial propia desde la cual publicarlo. Lo cierto es que incluso teniéndolo ya entre las manos me sigue costando creer que Arte salvaje haya llegado finalmente a las librerías tal como me lo imaginé en su día: con su tapa dura, sus cubiertas de tela roja, su portada de Chip Kidd y unas dimensiones adecuadas para descalabrar a cualquiera lo suficientemente incauto como para dejarlo al alcance de individuos como Lou Ford o Clinton Brown. Mentiría si no dijese que es el libro del que, viendo el producto terminado, más satisfecho me siento desde que emprendí esta pequeña aventura editorial. A los lectores y amigos con los que llevo años hablando de este tema, sólo puedo decirles que deseo que la espera haya merecido la pena. Para todos los demás, dejo a continuación una serie de contenidos que he ido preparando en las últimas semanas para ir calentando el lanzamiento del libro.
Todas las portadas recogidas en el Tumblr han sido limpiadas en la medida de lo posible.
El Tumblr de Arte salvaje
No es ningún secreto para los lectores de este blog que en Cultura Impopular somos unos enamorados de la estética pulp y unos rendidos admiradores de los grandes ilustradores de la era dorada de la literatura de quiosco. Aunque la edición original de Arte salvaje contiene algunas reproducciones de portadas de novelas de Thompson, lo cierto es que en pequeño y en blanco y negro no lucen como merecen. La idea tras el tumblr de Arte salvaje fue crear una página en la que reunir las cubiertas de las primeras ediciones norteamericanas de todas las novelas de Thompson, para que los lectores del libro pudieran disfrutarlas en color, restauradas y a buena resolución. La cantidad de material «exhumado» durante el proceso de búsqueda de las imágenes me animó a expandir el concepto original para incluir también portadas de revistas, carteles de cine y otras curiosidades relacionadas con el autor de 1.280 almas. El blog lleva activo desde el pasado 15 de mayo y continuará actualizándose a razón de una imagen diaria, de más reciente a más antigua, hasta llegar a los años treinta y las primeras colaboraciones de Thompson con las revistas de crímenes reales en las que se curtió como profesional. Aunque no pretende ser 100% exhaustivo, sí espero que, una vez completado, el archivo visual de Arte salvaje quede como la mayor colección de cubiertas thompsonianas (cerca de un centenar) reunidas en una sola web para el disfrute de fans y curiosos. Puedes seguir el tumblr de Arte salvaje aquí.
Harry McClintock y su esposa Bessie, buenos amigos de Thompson.
La banda sonora
Aunque en un principio podría parecer que Arte salvaje no es un libro tan propicio para contar con una banda sonora como, por ejemplo, Señores del caos o Fargo Rock City, que prácticamente la estaban pidiendo a gritos, lo cierto es que Jim Thompson no sólo fue un gran aficionado a la música country y folk, sino que también mantuvo una amistad estrecha con varias figuras destacadas de ambos géneros, hasta tal punto que fue el mismísimo Woody Guthrie quien le consiguió el contrato para publicar su primera novela, Aquí y ahora. Aunque reconozco que he colado un par de «morcillas» de cosecha propia, la mayor parte de los 42 temas recopilados en esta lista de Spotify aparecen mencionados en el libro de Robert Polito o están interpretados por artistas citados en él. A continuación, unas cuantas pistas de por dónde van los tiros. La BSO se abre con «Marching Through Georgia», el tema con el que el padre de Thompson acompañaba sus mítines cuando se presentó a candidato al Congreso por el estado de Oklahoma, y sigue con «Turkey in the Straw», un clásico popular que el propio Thompson intentaba interpretar sin éxito al violín. «Jake Walk Blues» es un tema de los Allen Brothers que alude a una dolencia sufrida por Thompson, descrita en detalle en el libro y relacionada con la ingesta de un alcohol de pésima calidad, similar al célebre whisky casero conocido como white lighting (lo que me dio la excusa para incluir la versión de Ralph Stanley de «White Light/White Heat»). A continuación siguen una mezcla de canciones proletarias e himnos wobblies (nombre con el que se conocía a los afiliados al sindicato Industrial Workers of the World, del que Thompson era miembro), entre ellos dos temas compuestos por su gran amigo y mentor Harry Kirby McClintock. Al margen del ya mencionado Woody Guthrie, en la BSO también intervienen otros amigos personales de Thompson, como la cantautora Sis Cunningham y el grupo The Almanac Singers, encabezado por Pete Seeger.
Carl Sandburg era al parecer una presencia habitual en el tocadiscos del escritor, para exasperación de su esposa Alberta, que consideraba canciones como «The Foggy Dew» y «Sam Hall» obscenas e inmorales. El empeño de Thompson por redactar una historia oral de los movimientos mineros y sindicales aparece reflejado mediante la inclusión de varias canciones relacionadas con ambas cuestiones, como el clásico «Down on a Coal Mine» o la maravillosa «UAW-CIO» de The Union Boys. Intérpretes como Hank Williams, Webb Pierce y The Louvin Brothers aparecen citados en Arte salvaje como algunos de los predilectos por Thompson, aunque la elección de los temas incluidos ha sido únicamente de mi cosecha (en cualquier caso, resulta curioso ver lo apropiadas que resultan canciones como «My Rough and Rowdy Ways» o «I’ll Never Get Out of This World Alive» en el contexto de su obra). La inclusión de temas más eléctricos, como el de The Byrds o los de Billy Bragg, no tienen más justificación que la temática (tanto Joe Hill como Pretty Boyd Floyd aparecen mencionados en el texto repetidas veces). «Bodies» de los Sex Pistols aparece citado expresamente por Robert Polito en su prólogo como equivalente sonoro de la prosa de Thompson («un nihilismo baldío y avasallador, tan inmisericorde como el rock más lacerante»), un símil a mi juicio muy acertado y a la vez un tema muy apropiado para las desoladoras últimas páginas de su biografía. El punto irónico y final lo pone otra canción citada varias veces en Arte salvaje, la socarrona «Pie in the Sky». Espero que os guste la selección. Puedes escuchar la banda sonora completa aquí.
La portada
Aunque en este caso no habrá «como se hizo» de la portada, ya que desde el primer momento tuve bien claro que quería utilizar la magnífica sobrecubierta diseñada por Chip Kidd para la edición original de Arte salvaje, no quiero dejar de comentar como ejemplo ilustrativo el modo en el que a veces las cosas que en un principio asumes que van a ser las más sencillas acaban complicándose de manera insospechada. En el caso que nos ocupa, ya digo que nunca hubo duda alguna acerca de cuál debía de ser la cubierta del libro, por lo que no anticipaba ningún quebradero de cabeza. El problema, sin embargo, vino cuando, tras contactar con Chip Kidd para solicitarle los materiales necesarios, éste me comentó que los archivos digitales de la cubierta (creada en 1995 a saber en qué versión de qué programa hoy en día completamente obsoleto) se habían perdido irremediablemente, lo cual me dejaba únicamente dos soluciones: la chapuza (escanear y manipular la portada original) o la trabajosa (recrearla de cero). Afortunadamente, con la ayuda de mi amigo José María Méndez, que se dedicó a peinar las librerías de segunda mano y a pelearse con varios libreros de viejo, conseguí localizar y comprar a un precio no demasiado prohibitivo las primeras ediciones de The Kill-Off (1957) y The Nothing Man (1954), cuyas portadas sirvieron de base para el diseño original de Kidd. Una vez conseguidas, «sólo» hubo que escanearlas, limpiarlas, buscar tipografías similares a las de la sobrecubierta norteamericana y montarlo todo (lomo incluido) de manera que pareciese que se trataba exactamente de la misma portada. A pesar de los esfuerzos, hay varios detalles reveladores que traicionan el uso de materiales de partida distintos, entre ellos las roturas que pueden verse en la parte inferior de la portada, las cuales no coinciden para nada entre la edición americana y la española; esto es debido a que no se trata de una rotura falsa simulada con Photoshop, sino a las grietas reales que atraviesan la cubierta de los libros utilizados. En resumen: lo que se anticipaba como un trabajo rápido acabó llevando al final casi más tiempo que haber creado una portada nueva. Para que se fíe uno.
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Cultura Impopular está escrito por Óscar Palmer. Puedes contactar con él por correo electrónico.