martes 31 de diciembre de 2013
Uno de los aspectos más estimulantes de no contar con un diseño de colección cerrado y de trabajar con todo tipo de ilustradores es que nunca sabes muy bien por dónde te va a llevar la colaboración. A veces existe un concepto claro desde el principio y únicamente es cuestión de encontrar la manera adecuada de plasmarlo; otras, en vez de concepto lo que existe es la voluntad de trabajar con un artista en concreto y es de ese encuentro de donde sale la imagen. En el caso de Señores del caos, debo reconocer que no contaba ni con una cosa ni con la otra. Al contrario de lo sucedido con libros anteriores, cuyo proceso de traducción ya me había ido dando pistas de por dónde tirar visualmente, terminé Señores del caos sin ninguna idea concreta más allá de que quería alejarme de la estereotipada imagen del blackmetalero maquillado. Una de las cosas que busco intencionadamente con las portadas de Es Pop Ensayo es intentar encontrar siempre un término medio entre lo reconocible y lo inesperado; creo sinceramente que son libros pensados para ser disfrutados también por lectores que en un principio no tienen por qué ser fans de los temas tratados y quiero que el aspecto visual del libro transmita esa misma idea, que suscite una curiosidad.
Ese término medio entre lo reconocible y lo inesperado fue precisamente el que comenzó a explotar en julio Negro Metal, un proyecto del sello Monocromo que invitaba a diversos ilustradores a crear logotipos de estética blackmetalera para grupos de toda la vida de la España más cañí. (Los resultados, sorprendentes, estimulantes y en ocasiones hilarantes, pueden verse en el blog de Negro Metal y también adquirirse en edición impresa). Uno de los primeros en participar fue el historietista e ilustrador Miguel Porto, al que llevaba siguiendo varios años desde que descubriera su Flickr. Habituado, sin embargo, a ver sus trabajos más enmarcados dentro de lo que podríamos considerar un estilo francobelga bastante canónico, ni se me habría pasado por la cabeza como posible candidato a portadista de Señores del caos de no haber sido por su logo de Salomé (que podéis ver aquí arriba), que me animó a ponerme en contacto con él. La idea en principio era proponerle como mínimo la realización de un rótulo manual para el libro, pero Miguel rápidamente agarró el toro por los cuernos y me escribió diciendo: «Entiendo que mi estilo es de hecho y a menudo francobelga y, créeme, a mí tampoco me convence especialmente algo así para un libro como éste, al menos no lo veo a priori, pero parafraseando a Groucho: ese es mi estilo gráfico, si no te gusta tengo otro». Así pues, rápidamente iniciamos un intercambio de correspondencia e imágenes que nos inspiraban mutuamente para hacernos una buena idea de qué era lo que teníamos ambos en la cabeza. Por abreviar la historia, bastará con citar algunos de los referentes principales, como las ilustraciones de Daniel Danger, los carteles de Dan McCarthy, las máscaras de Jozef Mrva y el uso del espacio de Chris Ware, particularmente en trabajos como su póster para la película La familia Savages. Armado con estos y otros referentes, Miguel me envío nada menos que cinco versiones de «un bocetillo para trabajar sobre él o directamente para desechar, pero necesitaba poner algunas de las cosas que me rondaban por la cabeza en pixeles». Aquí podéis ver dos de ellos.
Mi respuesta para Miguel fue: «Tiene muchos de los elementos de los que hemos estado hablando estos días, pero al verlos ahora plasmados me doy cuenta de que, quizá, cuanto más tiremos hacia lo figurativo, más nos vamos a alejar del diseño general de la colección. Creo que cuanto más nos acerquemos a lo simbólico, más apropiado será el resultado. ¿Has visto por ejemplo los carteles para Black Sabbath que acaba de hacer Shepard Fairey?». Miguel contraatacó con toda una batería de nuevas propuestas, acompañadas del siguiente texto: «Ya verás que son varias, algunas más parecidas, otras diferentes sin alejarme mucho de lo que a mí me parece que buscas… ahora me dirás tú cómo ha funcionado mi telepatía. Como la otra vez son ideas, bocetos guarrillos que evidentemente distan mucho de un acabado final. El demonio me gusta así, casi art brut, pero no me importaría probar con volúmenes puntillistas, que creo que le podrían quedar guay».
En esta nueva tanda vi cosas que me gustaron mucho y que me empezaron a dar una idea más clara de hacia dónde podríamos ir a continuación: «Cuanto más lo pienso, más me parece que deberíamos tirar por lo más sencillo e icónico. En este aspecto la imagen del demonio es modélica, me gusta mucho. Visualmente me parece cojonuda. Mis dudas respecto a usarla van más bien por el rollo temático: me planteo si de verdad es una representación justa del libro o si centrar la portada únicamente en el aspecto satánico del mismo, con una imagen además tan eminentemente cristiana, no va un poco en contra de esa idea de paganismo vikingo que tanto asociamos con el black metal. Quiero decir, que puestos a reducirlo temáticamente a una sola imagen, no sé si ésta es la acertada. Le he estado dando vueltas a alguna manera de integrar la cara del demonio como eje central de la portada junto a algún otro elemento, como la iglesia incendiada (me encanta también el dibujo de la iglesia, así tan sencillo pero tan comprensible, tan icónico), pero claro, a la que empiezas a sumarle otros elementos puede que pierda la fuerza que tiene ahora mismo. En cualquier caso, a lo mejor sería una vía a explorar. Podría incluso reservarse la parte inferior de la portada para ilustrar mínimamente un horizonte yermo en mitad del cual arde la iglesia mientras el demonio domina el resto de la imagen, flotando por encima de todo. Otra opción podría ser la de tirar por un demonio menos cristiano o incluso ilustrarlo como si fuera una máscara. Aquí en Mallorca, por ejemplo, tenemos una tradición de correfuegos demoníacos bastante instaurada que me recuerda mucho a esto. Son demonios, pero no son el diablo, tienen un punto mucho más pagano y los disfraces pueden llegar a dar mal rollo de verdad. Te pego unas fotos para que veas. [Podéis ver las imágenes que le envié a Miguel aquí y aquí]. Se me ocurre con todo esto que a lo mejor podría hacerse la portada tal como has planteado la del diablo, con esas proporciones y de frente, pero que en vez del diablo fuese un tío con una máscara de este tipo. O a lo mejor ni siquiera con una máscara. Quizá directamente con una calavera animal y una cornamenta, en plan guerrero berserker».
Una vez añadido este nuevo referente a la mezcla, Miguel me envió rápidamente nuevas propuestas; tres centradas en la calavera del macho cabrío y una cuarta en la que le daba una nueva vuelta de tuerca a nuestro segundo concepto favorito de la anterior tanda, el de la portada profusamente ornamentada «a lo Biblia satánica», sustituyendo el pentáculo inicial por la imagen de la iglesia en llamas. Nos quedó clarísimo que estos dos conceptos, el de la cabra y el de la iglesia, eran los que mejor funcionaban, tanto en conjunto como por separado, por lo que Miguel se dedicó a profundizar en ambas opciones. Como veis, la imagen de la iglesia en mitad de las montañas remite directamente a los primeros bocetos descartados, los de la chica caminando por la nieve, lo cual demuestra que en este tipo de procesos ninguno de los pasos es en vano, siempre hay elementos que se pueden ir rescatando y reconfigurando.
Contábamos al fin con dos opciones que nos gustaban mucho. Ahora ya sólo quedaba la cuestión de decidirse por una. En un principio tanto Miguel como yo nos inclinábamos más por la de la iglesia en mitad de las montañas. Nos parecía la solución más elegante y además enlazaba con una estética más «bucólica» del black metal ejemplificada por portadas como la del Filosofem de Burzum, el Under The Sign of Hell de Gorgoroth o todas las de Horn. En última instancia, acabamos decidiendo que quizá se apartaba en exceso de lo esperable para un libro de estas características. Como decía al principio, el equilibrio entre lo reconocible y lo inesperado no siempre es fácil de encontrar. La portada negra con el cráneo de cabra y la iglesia llameante por debajo era lo suficientemente estética como para resultar sorprendente y llamativa, pero a su vez sigue conservando de una manera más evidente otras connotaciones más cercanas a una imagen más generalista del black metal.
En cualquier caso, el trabajo previo de Miguel me parecía tan potente que me daba pena que las opciones descartadas no llegaran a verse, por lo que se nos ocurrió la idea de utilizarlas de alguna otra manera, bien para los interiores del libro, bien para una serie de láminas que pudiera editarse de manera conjunta con el libro. Como ambos éramos grandes admiradores de Vidas de Papel, decidimos plantearles la idea y tuvimos la buena fortuna de que se animaran a producir una carpeta de tres serigrafías que ha quedado espectacular, como todas las suyas (podéis ver el resultado aquí). Esto implicaba que Miguel debía realizar tres ilustraciones distintas a partir de los bocetos, en vez de únicamente la portada (lo cual nos permitió contar con la imagen de la iglesia ardiendo entre las montañas como portadilla interior del libro y plantar el dibujo del demonio en el lomo, dos elementos que han mejorado de manera sustancial el aspecto tanto interior como exterior del libro). Por si eso fuera poco, en última instancia decidió que además quería que las serigrafías tuvieran también un estilo propio que las distinguiese ligeramente de las ilustraciones utilizadas en el libro, por lo que procedió a crear versiones «puntillistas» de las tres. Como veis, el compromiso de Miguel con este proyecto ha sido considerable, algo que quiero agradecerle una vez más desde aquí, ya que no me cabe la más mínima duda de que el libro no habría sido lo que es sin sus aportaciones.
¡Volviendo a la portada! Una vez elegida la versión definitiva, sólo quedaba buscar un tratamiento tipográfico adecuado. La rotulación manual de Miguel es tan sumamente potente y llamativa que decidí reducir al mínimo la presencia de las fuentes mecánicas, de ahí que escogiera una tipografía sin serifa y de cuerpo alargado y que prescindiera del largo subtítulo del libro («El sangriento auge del metal satánico»). Me pareció que con ponerlo en el lomo bastaría y que cuanto menos barullo se acumulara en la parte inferior de la cubierta, mejor. Por cierto, ¿había dicho «versión definitiva»? ¡Va a ser que no! En última instancia, estuvimos dudando entre si la calavera funcionaba mejor con llamas o sin ellas. Finalmente se quedó sin ellas, nuevamente para despojar la ilustración de cualquier elemento innecesario o que pudiera despistar mínimamente.
Visto con la distancia, debo confesar que no sé cuál de las dos versiones me gusta más. Las dos me parece que funcionan. Quizá nos quedamos con la más «limpia», pero puede que al prescindir de esas llamas que brotaban de la calavera sacrificáramos algo de expresividad a cambio. No lo sé. Sinceramente, cuando llegas a ese momento del proceso en el que ya le estás dando mil vueltas hasta a los detalles más nimios es cuando te das cuenta de que debes obligarte a tomar una decisión definitiva aunque sólo sea para poder terminar y pasar a otra cosa. El lomo no tuvo más complicación que rescatar la tipografía utilizada para los títulos de las páginas interiores (Sulfur, se llama) y encajar el demonio ilustrado por Miguel. El resultado final lo tenéis arriba.
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Diseño • Ilustración • Libros
Miguel Porto, Señores del caos Sin comentarios
lunes 23 de diciembre de 2013
Una de las pocas «listas de fin de año» que suelo seguir con interés es la selección de las 50 mejores portadas de libros realizada anualmente por The Casual Optimist, sin duda uno de los blogs de referencia del mundo anglosajón para todo lo relacionado con el diseño editorial. Al margen del placer puramente estético de ver 50 portadas maravillosas puestas ahí en ristra, la lista suele servirme para ir captando el rastro de nuevos diseñadores e incluso para detectar ciertos patrones o tendencias. También sirve para que me deprima considerablemente cada vez que me paro a pensar en la increíble creatividad y diversidad del que hace gala el mercado anglosajón a la hora de vestir sus libros en comparación con la inmovilidad, la monotonía y la desgana del nuestro, con sus diseños de colección cerrados a cal y canto, con sus tipografías rutinarias, con sus fotos de banco de imágenes compradas al tuntún y con su obsesión por encerrarlo todo en cajas de color, la mayor parte de las veces negras cual marco de esquela (en muchos casos se diría que las portadas prácticamente nacen muertas, las pobres). Afortunadamente, algunas cosas están cambiando. Cada vez son más las editoriales (generalmente las más pequeñas, pero ojo que también hay algunas grandes que han empezado a dar pasos de gigante en estos últimos años) que se preocupan por hacer honor al contenido de sus libros intentando desarrollar una imagen propia y acorde a los mismos. Es por ello, y porque en este blog solemos hablar bastante a menudo de este tipo de cuestiones, que este año me he animado a realizar mi propia lista de portadas favoritas del año. Ojalá algún día pueda llegar a las cincuenta. Por el momento, me quedo en una docena y pico.
Portadas humeantes.
Un par de aclaraciones. A la hora de realizar la selección me he limitado a libros que no cuenten ya de por sí con un aparato gráfico previo; es decir, nada de libros ilustrados ni cómics. Algunas de mis portadas favoritas del año (como esta o esta otra) caen dentro de esas dos categorías, pero esta selección va por otros derroteros más enfocados hacia el trabajo del diseñador, no el del ilustrador (aunque a veces se solapen). Por otra parte, he querido limitarme a portadas creadas específicamente para nuestro mercado, no a adaptaciones realizadas sobre diseños comprados fuera. Qué duda cabe de que la colección Great Ideas de Taurus tiene algunas de las mejores portadas que se puedan ver actualmente en nuestras librerías, pero el mérito principal sigue siendo de David Pearson y de Penguin. De igual manera, otra de mis cubiertas favoritas del año, la de Doctor Sueño (¿puede que la portada más elegante que haya tenido jamás un libro de Stephen King?) es una adaptación de la creada originalmente por Sean Freeman y Tal Goretsky. Aclarado esto, ahora sí: ahí van, sin ningún orden en particular, mis 12 portadas (y pico) del año.
EPICURO
Carlos García Gual
Alianza
Portada de Manuel Estrada.
Hace tiempo que el estudio de Manuel Estrada viene rediseñando títulos del catálogo del libro de bolsillo de Alianza. Se trata de portadas en muchos casos brillantes, pero quizá demasiado enquistadas aún (hasta cierto punto lógicamente) en el look clásico de la editorial, marcado por el trabajo y la alargada sombra de Daniel Gil. Predominan por lo tanto el fotomontaje y el collage, dos elementos que no es que me desagraden, pero que en este caso concreto habían acabado por cansarme un poco a base de tanta repetición. Este año, sin embargo, Estrada se ha descolgado con un par de cubiertas eminentemente tipográficas que me han conquistado por completo. Una es esta del Epicuro de García Gual; la otra es la de La república de Platón que encabeza esta entrada. Sinceramente, no sé cuál de las dos me gusta más.
EL ARTE DE LA COCINA FRANCESA
Julia Child
Portada de Nora Grosse.
Debate
Un bonito ejercicio de reinterpretación que alude al diseño original de este clásico de la literatura gastronómica sin emularlo. Partiendo de la gama de colores de la edición americana y conservando la idea de la repetición de patrones, la portada española aporta nuevos elementos, sabiamente repartidos para no sobrecargar la imagen, y estiliza el tratamiento tipográfico, consiguiendo un resultado a la vez actual y elegantemente clásico, sin caer en el pastiche retro, que podría haber sido el peligro. Muy lamentablemente, la edición de Debate no acredita al diseñador. Sí viene acreditada la empresa Víctor Igual como responsable de la composición del libro, pero no aclara si la cubierta ha sido realizada por su equipo. Agradecería cualquier información al respecto. (Actualización: me chivan en comentarios que el diseño es de Nora Grosse).
LA SOMBRA FUERA DEL TIEMPO
H. P. Lovecraft
Fábulas de Albión
Portada de Zuri Negrín.
Zuri Negrín lleva un par de años creando portadas de lo más atractivas tanto para Ediciones Nevsky como para su subsello Fábulas de Albión. Entre su producción anterior destacan para mi gusto las cubiertas de El vivo de Anna Starobinets y de Cuando sale la luna de Gladys Mitchell, pero con esta elegantísima imagen, capaz de invocar el misterio y la potencia del horror cósmico lovecraftiano sin caer en los tópicos habituales de los libros de horror, creo que se ha superado. Aquí su página web.
ROBINSON
Muriel Spark
La Bestia Equilatera
Portada de Juan Pablo Cambariere.
Aquí voy a hacer un poco de trampa, porque La Bestia Equilatera es una editorial argentina, pero como de un tiempo a esta parte me he encontrado con sus libros en varias librerías (no sé cómo funcionarán de distribución fuera de Madrid, pero también los he visto en al menos tres grandes cadenas, así que imagino que los estarán moviendo), me agarro a la excusa aunque sólo sea por el placer de presentar una portada de Juan Pablo Cambariere, estupendo diseñador argentino que también trabaja para sellos del grupo Random House Mondadori, pero que para mi gusto da lo mejor de sí mismo en sus trabajos para esta editorial. En este caso, toma como punto de partida un mapa que forma parte de la novela de Muriel Spark para ofrecernos esta efectiva imagen.
LA BANDA QUE ESCRIBÍA TORCIDO
Marc Weingarten
Libros del KO
Portada de Carlos Úbeda.
Una de esas ideas que de tan acertadas y depuradas parecen simples, cuando en realidad son brillantes. En vez de hacer lo típico, que habría sido recurrir a un collage con las imágenes de los escritores sobre los que trata el libro o a plasmar el título con una tipografía torcida, Carlos Úbeda opta en este caso por representar gráficamente el concepto global de la obra con una sencillez y una contención dignas de elogio. La limitada gama cromática hace el resto. Una de las portadas no sólo mejor pensadas sino también más llamativas del año.
DIARIO DE 1926
Robert Walser
La uña rota
Portada de Eduardo Jiwnani
Otra cubierta que se beneficia enormemente de contar con apenas un par de elementos bien elegidos es esta de Eduardo Jiwnani, autor también de la portada de otro libro de La uña rota que me llamó mucho la atención en su día precisamente por el poder de su sencillez (Obra inacabada, de Bertold Brecht). Gracias a ella descubrí a un diseñador todoterreno que desde su estudio La Luz Roja (a medias con Miguel Gutiérrez) igual te sorprende con la imagen corporativa de una radio como Gladys Palmera que con la etiqueta para una caja de azafrán. Echadle un vistazo a su portafolio que merece la pena.
ENSAYOS
George Orwell
Debate
Otro libro compuesto por Víctor Igual en el que no aparece acreditado el diseño de cubierta (¡muy mal, Debate!). En cualquier caso, me atrevería a especular que la autoría es muy posible que pertenezca al mismo individuo (o colectivo) responsable de la portada de El arte de la cocina francesa. No sólo presenta el mismo depurado equilibro entre modernidad y clasicismo, sino que también el proceso de creación parece haber seguido una pauta similar: partir de una referencia al diseño del libro original (en este caso los dos volúmenes de Harcourt que recopilaban la obra ensayística de Orwell) para a continuación depurarla de tal manera que resulte más agradable a la vista a la vez que se potencia la idea de base. En este caso, qué mejor manera de ilustrar la multiplicidad temática de los ensayos contenidos en su interior que mediante la variedad tipográfica: todo es Orwell, pero cada parte tiene su personalidad. Y puede que a lo mejor esté hilando demasiado fino, pero no me extrañaría nada que varias de las tipografías elegidas (cuando no todas) hubieran sido cuidadosamente seleccionadas para hacer referencia o traer de manera inconsciente a la cabeza algunas de las obras más famosas del autor. La O bien podría ser el ojo del gran hermano. La L la bandera cuatribarrada del Homenaje a Cataluña. Hasta el rizo de la L cursiva me recuerda al rabillo de un cerdo, como el Napoleón de Rebelión en la granja. De verdad que me encantaría saber quién ha sido el diseñador de esta espléndida portada. (Actualización: me confirman en comentarios que, efectivamente, también es obra de Nora Grosse).
EL MAR INTERIOR
Philip Hoare
Ático de los libros
Portada de Genís Rovira.
Perfecto equilibrio entre la potencia de las tipografías y la ilustración, sumamente sencilla en concepto pero realizada en un estilo que de inmediato te trae a la mente los grabados de un libro de aventuras (¡la gran aventura del mar!) y que además contrasta de maravilla con el color plano del cielo, lo que hace resaltar aún más el título. Por último, enlaza gráfica y temáticamente con la portada del anterior libro de Hoare, Leviatán, lo cual siempre es un plus (aunque personalmente me gusta más esta). Aquí, la web de Genís Rovira.
KAROO
Steve Tesich
Seix Barral
Portada de Miguel Brieva.
Y del perfecto equilibrio pasamos al desequilibrio total entre imagen y tipografía que es uno de los males endémicos del diseño editorial español. De hecho, esta portada ni siquiera debería aparecer aquí, ya que contiene varias cosas que me repatean: un logo de colección de tamaño exagerado puesto ahí como un pegote, dos rayas impertinentes que no vienen a cuento, una tipografía anodina. Sin embargo, la ilustración de Brieva es tan sugestiva, y el equilibrio entre el blanco y negro y los escasos toques de color es tan acertado, que consigue adecuarse y sobreponerse al corsé que supone un diseño de colección cerrado para acabar alzándose como una de las portadas más memorables del año. Mi más sincera enhorabuena para quien fuese que decidiera recurrir a Brieva en vez de limitarse a plantar una foto cualquiera, como suele ser costumbre. (Otro ejemplo de una portada llamativa que andaba pidiendo a gritos un tratamiento tipográfico acorde a su imagen es esta de Los corruptores, una atractiva macarrada completamente descolmillada por las delicadas serifas típicas de la colección Áncora & Delfín).
COLECCIÓN TWINS
Debolsillo
Una de las mayores sorpresas de este año a nivel de diseño ha sido para mí la colección Twins, en la que Debolsillo (ya de por sí uno de los sellos con mejor presencia visual del mercado) reúne dos títulos de distintos autores, enlazados por un hilo temático, argumental o estilístico. Los libros se venden de manera conjunta en un pack que los une de manera visual. De esta manera, ambas portadas deben funcionar por separado pero también como una unidad. Todos los packs aparecidos hasta ahora tienen su interés, pero da la casualidad de que los dos que más me gustan vienen firmados por la misma diseñadora: Yolanda Artola. En uno es capaz de salvar la distancia que separa a Philip Roth de Gustave Flaubert mediante la elegante solución de usar dos versiones de un mismo elemento visual: un banco. En el otro, tuvo el gran acierto de recuperar esta magnífica ilustración de Luke Pearson (estaba pidiendo a gritos que alguien la utilizara) y de combinarla fluidamente con la portada de El viejo y el mar. Ignoro si el trabajo de unir ambas imágenes fue tarea de la diseñadora o si se trata de una nueva ilustración retocada por el propio Pearson, pero en cualquier caso lo que cuenta es haber sabido ver la relación. (Por lo que he podido ver Yolanda Artola no tiene web por ahora; una lástima).
LOS LIBROS DE «EL BUTANO POPULAR»
El Butano Popular
Diseño de Glòria Langreo.
Otra colección que me entró por los ojos de manera instantánea. Un diseño valiente (no sé si inspirado o no por los trabajos de David Pearson para Penguin, aunque desde luego lo parece, lo cual no es malo sino todo lo contrario) que no sólo se limita a lo puramente tipográfico, prescindiendo de cualquier tipo de florituras, sino que además se autoimpone como regla adicional el ocupar únicamente un cuarto de la cubierta, dejando el resto en un arriesgado vacío blanco que, no obstante, funciona muy bien en contraste con el bloque de texto. Tampoco se trata de un minimalismo vacuo. La colección nace promovida por una web literaria en la que de verdad prima la letra (el texto en sí, desnudo de todo aderezo visual, es en la mayor parte de las ocasiones el único elemento presente en sus páginas de blanco abundante) y las portadas de los libros transmiten bien esa misma idea de texto puro en un entorno contaminado por lo visual. ¿Mi favorita? La de Mentiré si es necesario. Para mi gusto, la que mejor combina los tres elementos de texto. Agradezco en cualquier caso el esfuerzo por hacer algo distinto en cada una a pesar de las limitaciones autoimpuestas, cuando lo más cómodo hubiera sido repetir el esquema tal cual.
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viernes 4 de enero de 2013
Hace unos días, limpiando el ordenador, encontré una carpeta con varias ilustraciones realizadas por Kano para Capturado, la novela de Neil Cross que publicamos hace un par de años, que no llegué a incluir en su día en la extensa entrada dedicado a la creación de la portada de dicho libro. Vista mi manifiesta incapacidad para actualizar mínimamente el blog de un tiempo a esta parte, me acojo al recurso del vago y aquí las dejo como recordatorio. Si acabáis de descubrir a Cross gracias a Luther: el origen y os habéis quedado con ganas de leer más cosas de este autor, que sepáis que aquí tenéis otra novela hecha a vuestra medida. Para conocer mejor el contexto en el que fueron realizadas las ilustraciones, os emplazo a recuperar la entrada original.
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domingo 21 de octubre de 2012
Uno de los mayores placeres, para nosotros, en el proceso de realización de los libros de la colección Valdemar/Es Pop, ha sido desde el principio el contacto y la colaboración con ilustradores a los que seguimos y admiramos. Para la portada de Poesía cruel quisimos contar con Abel Cuevas, uno de los artistas más activos y creativos de cuantos trabajan ahora en la menguada escena del cartelismo musical español, ya que nos parecía que podía darle una vuelta de tuerca muy interesante a los típicos tópicos asociados con el género negro.
Pensando precisamente en que antes o después acabaría escribiendo para el blog una entrada detallando el proceso de creación de esta portada, Manuel Bartual y yo nos plantamos a mediados de junio en el estudio de Abel para grabar la entrevista en vídeo que podéis ver arriba del todo. En ella, Abel nos habla de su carrera como ilustrador, de las diferencias entre el cartelismo y otros trabajos de ilustración y de los retos presentados por Poesía cruel en concreto. Si aún no lo habéis visto, os recomiendo echarle un vistazo antes de seguir bajando.
Entrando ya en materia, lo que estáis viendo sobre estas líneas son algunos de los primeros bocetos a lápiz realizados por Abel y algunas pruebas de color y composición; muy básicas, sí, pero que dan buena idea de algunas de las imágenes que comenzamos barajando para la portada. La ilustración a lápiz de la derecha es una de mis favoritas de todo el proceso y ha acabado convirtiéndose, al menos en mi cabeza, en la imagen que sirvió para «anclar» todo el conjunto.
Como podéis ver, el elemento de la serpiente es el más recurrente de todos (si habéis leído el adelanto de la novela ya sabéis por qué). También la idea de Abel de convertir a la protagonista en una especie de Medusa, algo de lo más apropiado teniendo en cuenta que Vicki Hendricks se apodera en Poesía cruel del típico concepto de mujer fatal para convertirlo en algo completamente nuevo, más inocente y fresco, pero no por ello menos letal.
No queríamos, en cualquier caso, olvidarnos de que la relación entre Renata y Jules es el eje sobre el que gira toda la novela, por lo que decidimos que había que jugar un poco tanto con los elementos que acercan a ambas mujeres como con los que las diferencian, creando un juego de reflejos alternos que, nos parece, se acerca más aún al espíritu de la novela.
Personalmente, me parecía importante darle a cada personaje su propio espacio y evitar la tentación de meter a ambas protagonistas en la misma imagen, para que el concepto no acabase resultando demasiado similar al de Reina del crimen, el anterior título publicado en esta misma colección, que también versa sobre la estrecha relación entre dos mujeres. A partir de ahí, la decisión de utilizar la portada y la contra como espacios contrapuestos resultaba la más natural.
Teniendo en cuenta que ya el simple hecho de presentar a Renata y a Jules como las dos caras de una misma moneda reforzaba de sobra la relación dual y complementaria entre ambos personajes, pasamos a ahondar en las diferencias: las curvas de Renata frente a los rasgos más angulosos y duros de Jules. La figura frágil de esta última, antecedida por el filo cortante y nada disimulado de las tijeras (como corresponde a un personaje que muestra continuamente sus emociones a flor de piel), en oposición a la silueta rotunda y atrayente de Renata, que sin embargo resulta mucho más peligrosa por todo lo que oculta.
El momento decisivo y en el que todo acabó encajando definitivamente fue cuando optamos por rellenar la silueta de Renata de negro, como si la estuviéramos viendo a contraluz, recortada frente al abrasador sol de Florida. Día y calor en la portada, noche y frescor en la contra. Ardor/frialdad. Provocación/represión. Deseo/peligro. Un enfrentamiento de conceptos tan manido que casi da vergüenza verbalizarlo, pero no por ello menos eficaz. Los clichés acaban siendo clichés por algo.
Como buen cartelista, Abel quiso crear también una rotulación manual que encajase bien con la ilustración. Una vez rematadas ambas fuentes, la del título y la del nombre de la autora, y una vez seleccionados los colores definitivos para la portada y la contra (más agresivos y chillones que los de las primeras pruebas; después de todo, estamos hablando de Miami) ya sólo quedaba integrar el resto de elementos necesarios para completar la cubierta: textos, códigos de barras, reseñas y demás irritaciones menores. El resultado final, lo tenéis bajo estas líneas. Esperamos que os guste.
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lunes 16 de julio de 2012
James Graham Ballard
Los habituales de esta casa ya conocen nuestra predilección por la obra de J. G. Ballard. Precisamente este año se cumple el cincuenta aniversario de la publicación de su segunda novela, El mundo sumergido (citada a menudo como la primera, teniendo en cuenta que el propio Ballard había repudiado su anterior y primer trabajo, la bisoña El viento de la nada). Para celebrarlo, la editorial Liveright Books ha publicado una edición conmemorativa con prólogo de Martin Amis, recuperado (o refrito) el pasado viernes por The Guardian. Podéis leerlo en su web. Como de costumbre, dejo aquí un par de párrafos a modo de aperitivo.
Martin Amis
¿Es la clarividencia una virtud literaria? ¿Y debería ser la obra de J. G. Ballard particularmente valorada (tal como mantienen algunos críticos) por la «increíble» exactitud de sus predicciones? La respuesta a ambas preguntas, sugiero yo, es un alegre no. […] En cualquier caso, hay ciertos escritores cuyo poder visionario opera al margen de la corroboración de simples resultados; escritores que parecen capaces de sentir y usar el «murmullo del mundo» del «inmediato después». La primera cita es de Don DeLillo, que es uno de ellos; la segunda cita es de James Graham Ballard (1930-2009), que es otro.
Ballard predijo el cambio climático provocado por el hombre, no en El mundo sumergido (1962) sino en La sequía (1964). En La sequía (titulada originalmente El mundo en llamas), los residuos industriales han espesado el manto de los océanos y han destruído el ciclo de las precipitaciones, transformando el planeta en un desierto de polvo y fuego. En El mundo sumergido, la catástrofe ecológica tiene unas causas muy distintas. La temperatura media en el Ecuador es de 82 grados y sigue ascendiendo, los casquetes polares y el permagel se han fundido, Europa es «un sistema de lagunas gigantescas», el medio oeste americano es «un enorme golfo que se abre en la bahía de Hudson», y la población global (reducida a cinco millones) se amontona en los círculos polares ártico y antártico (donde los termómetros, por ahora, registran unos «agradables» 29 grados). ¿Y por qué ha sucedido todo esto? Inestabilidad solar, lisa y llanamente, sin ningún tipo de ayuda por parte del Homo sapiens.
Como hombre (y como buen ecologista), Ballard estaba naturalmente del lado de los ángeles; pero como artista se pone incondicionalmente de parte del diablo. Está enamorado de las glutinosas junglas de El mundo sumergido y los resecos desiertos de La sequía, igual que está enamorado del superhuracán o la avalancha exprés de El viento de la nada (1961) y de las multiplicidades mineralizadas de El mundo de cristal (1966). La medida de su radicalismo creativo reside en el hecho de que le da la bienvenida hasta con el último átomo de su ser a tan atroces distopías. Cuando en los años cincuenta se apartó de la CF más empedernida, Ballard rechazó el «espacio exterior» en favor de su contrario: el «espacio interior». Por consiguiente, se funde con sus futuros conjurados, internalizándolos en una especie de martirio imaginativo. La fusión entre ánimo y ambiente, el topografiado de un paisaje de la mente turbada; eso es lo que realmente importa en Ballard. Lo que le da a las novelas su firme tenaza de imprevisibilidad y fijeza.
Ballard enjaeza El mundo sumergido con los arreos de una novela convencional (héroe, heroína, figura de autoridad, villano) y lo equipa con una trama (peligro, clímax, desenlace, coda); pero todo ello parece cumplido y mecánico, como si los convencionalismos simplemente le aburriesen. Así, el telón de fondo de la novela es osadamente futurista mientras su mecánica parece antigua (con parte de la inocencia propia de las aventuras de muchachos que encontramos en la obra de John Buchan y C. S. Forester). Además, el dialogo sorprendentemente «carca» de Ballard sigue suponiendo un vacío lingüístico. Aquí, como en el resto de su obra, sus personajes, supuestamente tan adustos y espectrales, hablan como un grupo de profesores de escuela británicos sacados de los años treinta. […] Así llegamos a la conclusión de que Ballard se siente muy poco estimulado por la interacción humana… a menos que tome la forma de algo inherentemente extraño, como el atavismo de la turba o la histeria de masas. Lo que le excita es el aislamiento humano.
Esta «otredad» de Ballard, su vidriosa mirada mesmérica, ha sido siempre atribuida a los dos años que pasó en un campo de prisioneros japonés en Shanghai (1943-45). Dicha experiencia, creo yo, debería tenerse en cuenta de manera combinada, o sinergética, con los dos años que pasó diseccionando cadáveres como estudiante de medicina en Cambridge (1949-51). Una vez más la dicotomía: como hombre, socializaba con entusiasmo (y sentido del humor), pero como artista es fieramente solitario (y carente de sentido del humor). El resultado, en cualquier caso, es un genio para lo perverso y lo obsesivo, plasmado en una prosa caracterizada por sonidos vocálicos hipnóticamente variados (cuya dicción se ve enriquecida por una amplia variedad de vocabularios técnicos). En última instancia, la fuerza tensil de El mundo ahogado no es fruto de su acción, sino de su poesía.
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Darren Haggard, J. G. Ballard, Martin Amis Sin comentarios
martes 22 de mayo de 2012
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Aunque no siempre tenga por qué darse necesariamente el caso, suele ser bastante habitual que el lector compulsivo provenga por lo general de un entorno marcado por la presencia de los libros. Se trata de una afición hasta cierto punto heredada. En ocasiones, puede suceder que uno acabe heredando no sólo la afición sino también la biblioteca que la engendró o al menos parte de ella. Ignoro si mi abuelo, Jaime Palmer, de oficio marmitón de la marina mercante y posteriormente uno de los primeros taxistas de Palma, provendría de un entorno muy lector, pero lo que sí sé es que al menos se esforzó por crear una pequeña biblioteca, de raigambre principalmente popular (colecciones como La novela ilustrada, La novela semanal, Novelas y cuentos… decenas de aventuras del Rocambole de Ponson du Terrail), que ha ido dejando su poso en los Palmer que hemos ido viniendo detrás. Si hace unas semanas os traje unas cuantas imágenes sacadas de su Colección Pulga, hoy quiero compartir con vosotros otra docena de perlas sacadas de su biblioteca. Todas las imágenes se amplían pinchando en ellas.
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Las más llamativas son las pertenecientes a la colección Novelas y cuentos, ilustradas por el grandísimo Manolo Prieto. Por desgracia, sólo han sobrevivido estas ocho que he colgado aquí, pero incluso ocho bastan y sobran para hacerse una buena idea de la soltura de su trazo y de su dominio de las formas (fijaos además qué manera magistral de combinar siempre dos únicos colores). Podréis ver muchas más, algunas verdaderamente espectaculares aquí y aquí.
Otro ilustrador excelente, pero para mi gusto mucho menos visceral, es el reputado y siempre elegante Rafael de Penagos, que no obstante de vez en cuando se suelta la melena con soluciones tan conceptuales como esta portada para El secreto del decapitado. De Penagos tenéis una buena galería en la web de la fundación Mapfre. Es un poco incómoda de navegar, pero merece la pena dedicarle un rato.
Rematamos el paseo con esta perturbadora portada (o por lo menos a mí me perturbaba bastante de pequeño) para la novela El poder de las tinieblas, firmada por Salvador Bartolozzi, y con un buen ejemplo de la brillantez de otro de nuestros ilustradores básicos de la primera mitad del siglo XX, Francisco Rivero Gil. Esa composición, esos colores, esa rotulación manual. Si alguna vez me da por leer una biografía de Napoleón, no lo dudéis: será esta.
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Francisco Rivero Gil, Manolo Prieto 3 comentarios
lunes 23 de abril de 2012
«La muerte acecha… Piense por un momento los males que puede acarrearle la lectura de novelas que hayan pasado por varias manos. No olvide que el papel es uno de los vehículos portador de las más terribles enfermedades. ¡HUYA DE ELLOS COMO DEL MISMO DEMONIO! Ahora ya no necesita usted pedir novelas prestadas, porque en la Enciclopedia PULGA encontrará lo que necesita y a un precio sumamente económico. Cada volumen de 64 páginas, con un promedio de 60.000 espacios y cubierta en cartulina, 1’50 Ptas».
«Todo el maravilloso mundo de la ciencia, del arte, de la técnica, de la literatura, historia, viajes, biografías, etc. A SU ALCANCE. Enciclopedia Pulga publicará los mejores libros del mundo, los de mayor éxito y todo lo que responda a las necesidades del lector. Originales escogidos, amenos y atractivos por su contenido y su presentación. Los libros de ENCICLOPEDIA PULGA serán tan familiares en sus bolsillos como cualquier objeto imprescindible de uso personal».
«La ENCICLOPEDIA PULGA puede ponerse en todas manos. Temas tan diversos donde aprender lo que se ignora y recordar con simpatía lo olvidado. Una colección que faltaba en el mercado de habla española y que ha sido recibida jubilosamente por todos».
«Intencionadamente, al planear esta Enciclopedia en diminutos libritos, ha sido con el propósito de brindar tanto al joven, como a la mujer y al hombre maduro la oportunidad de distraer sus ratos de ocio cumpliendo el señalado servicio de instruir deleitando».
Así, con estos y otros mensajes no menos chispeantes, se presentaba en los años cincuenta la Colección Pulga, de Ediciones G.P. Una serie de minúsculos volúmenes (7×10 cm.) dedicados, entre otras cosas, a la biografía de todo tipo de próceres (artistas, políticos, santos), el ensayo científico y divulgativo (la espeleología, la bomba atómica, los misterios del cosmos) y la narrativa clásica (Salgari, Verne, Bronte). Ahora me pregunto si haber tenido casi un centenar de ejemplares heredados de mi abuelo rondando por casa cuando era pequeño no debió contribuir en parte a que mi concepto de lo que debe de ser una buena línea editorial pase indefectiblemente por la variedad, por la mezcla entre lo cultureta y lo popular, entre la narrativa y el ensayo, entre el highbrow y el lowbrow, en fin… todo eso. Sea como sea, hoy he querido celebrar este Día del Libro 2012 escaneando algunas de mis portadas favoritas de la colección. Todas ellas vienen firmadas por Joaquín Chacopino Fabre (firmando como Chaco y, posteriormente, Chacopino) y Alejandro Coll. Que las disfrutéis.
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Alejandro Coll, Chacopino, Colección Pulga 11 comentarios
miércoles 16 de noviembre de 2011
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Las dos imágenes que veis sobre estas líneas son las portadas con las que se ha publicado Fargo Rock City en el mercado norteamericano. La de la izquierda pertenece a la primera edición en tapa dura y juega un poco torpemente con la baza de la nostalgia, un valor al que nosotros no queríamos ni arrimarnos en este caso. La segunda, sin embargo, siempre me ha parecido magnífica. Diseñada por Paul Sahre para la edición en rústica, cuenta con un concepto tan sumamente brillante que, una vez vista, cuesta imaginar una solución mejor. La ejecución, en cualquier caso, creo que daba para más. Los añadidos puramente mercantiles, como la inclusión de la cita de Stephen King o el sello de «ganador de chorrocientos premios» (impuestos, estoy seguro, por el departamento de ventas), acaban agarrotando la imagen y afeando un poco el conjunto. Por eso a la hora de abordar la edición española decidí agarrar por los cuernos el concepto de Sahre, pero con la intención de llevarlo en otra dirección.
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Para empezar, me parecía necesario apartarnos del retoque fotográfico para acercar la portada un poco más a nuestro «universo gráfico». No había pensado volver a colaborar tan pronto con David Sánchez*, autor de la portada de Acero, pero cuando vi su serie de cromos Holocausto Australopithecus para el nº 1 de ¡Caramba! se me ocurrió la idea de pedirle que me dibujase una vaca-metálica en el mismo estilo. Así dispondríamos de un concepto alternativo, en caso de que la adaptación de la idea de Sahre no funcionase del todo, y en cualquier caso tendríamos una imagen que funcionaría de maravilla para la contraportada (como así ha sido al final). Lo primero que hice fue enviarle a David estas dos pruebas que veis aquí arriba para que se hiciera una idea del tratamiento tipográfico que iba a tener la cubierta, la gama de colores y el espacio del que iba a disponer para el dibujo.
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Otra de las cosas que le comenté a David, inspirado por la foto del rebaño, fue si sería posible bovinizar no sólo a un miembro de Kiss sino a los cuatro, pero su primer boceto dejó claro de inmediato que machacar de tal manera la idea sólo iba a servir para quitarle peso al concepto en vez de para reforzarlo, y que un tratamiento excesivamente caricaturesco de los rumiantes no iba a funcionar demasiado bien. Aunque Fargo Rock City tiene mucho humor, no se trata de un libro chistoso ni paródico. El objetivo, por tanto, era intentar transmitir el estilo literario de Klosterman, que a grandes rasgos consiste en adoptar un tono socarrón para realizar un ensayo crítico serio. Consideraciones filosóficas aparte, bastaba ampliar la imagen de David para darse cuenta de que una sola vaca grande funcionaba mucho mejor que cuatro pequeñas.
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Así pues, David me pasó una versión simplificada de la ilustración anterior, pero por algún motivo el resultado seguía sin convencerme. Más que una vaca me parecía un becerro excesivamente simpático; un tanto blando, quizá, para tratarse de un libro que lleva las palabras «odisea metalera» en el subtítulo. Así pues, me puse a hacer un par de pruebas apresuradas intentando aportarle a la portada ese «algo más» que no estaba encontrando en la imagen. La idea del círculo de color me atrajo bastante en un principio, quizá porque puede traer a la memoria el diseño de los quesitos de La Vaca que Ríe, que no deja de ser otro icono pop tan reconocible como el logo de Jack Daniel’s que ya habíamos recreado en la portada de Los trapos sucios. Sin embargo, dichas pruebas sólo sirvieron para convencerme de que prefería que las manchas de la vaca fueran más oscuras. En fin, algo es algo.
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Le pedí a David que retocara una vez más la ilustración para que transmitiera una sensación un poco más agresiva; más de animalote que de dócil ternerillo. Arriba podéis ver otras dos pruebas con esa nueva versión, más corpulenta y barbudilla de la vaca. La cuestión es que me seguía pareciendo que el conjunto quedaba un poco desangelado y no me acababa de gustar que la ilustración fuese tan simétrica. Así pues, hicimos lo que suele hacerse en estos casos en los que empiezas a estar desesperado porque no haces más que darle vueltas y más vueltas al mismo problema: intentamos darle otro enfoque.
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Mientras yo probaba a darle un aire más cartoon a la portada, retomando la idea del círculo de color a lo Looney Toones y pintando las manchas de la vaca con un negro 100% para simplificarle los rasgos y acentuar el contraste, David dibujó una nueva versión, esta vez en tres cuartos, para ver si funcionaba mejor que el plano frontal. El resultado no nos convenció a ninguno, pero al menos introdujo un nuevo elemento: la etiqueta en la oreja de la vaca que, a mi parecer, acabaría resultando fundamental en la imagen definitiva. Debo decir que desde el primer momento David estuvo convencido de que la ilustración tenía que ser frontal y que de esa manera iba a quedar mucho más llamativa que de perfil o en cualquier otra posición. Así pues, ni corto ni perezoso, tras el paso en falso del tres cuartos (provocado, todo sea dicho, por mi insistencia), me envió esta otra versión con dos opciones a elegir, corpórea e incorpórea:
Esta vaca ya era, a la vista está, mucho más molona que las anteriores. No sólo había ganado en expresividad, sino que detalles como los pelillos del bigote, las orejas y, sobre todo, la etiqueta, proporcionaban un detallismo asimétrico que le daba un aire mucho más realista sin por ello dejar de ser una interpretación artística bien personal; es decir, justo el tono que me parecía a mí que casaba con el texto de Klosterman. Sin embargo, los colores me descolocaban un poco, así que le pedí a David que volviera al esquema blanco/gris de las versiones anteriores.
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Armado, pues, con la ilustración definitiva y tras haber realizado esta desconcertante prueba que podéis ver aquí arriba a la izquierda (no sé en qué estaría pensando) acabé encontrando al fin la disposición adecuada para la cubierta. Ya sólo quedaba ajustar el volado de la Chunk Five (la tipo elegida para el título, que tiene un kern un tanto puñetero) y buscar alguna manera de resaltar un poco el nombre del autor, que quedaba un tanto perdido entre el poderío de la vaca y la corpulencia del título. Dicho y hecho, aquí abajo podéis ver la cubierta definitiva. De la robovaca de la contraportada no he comentado nada porque David la clavó a la primera y todo fue tan sencillo como plantarla en la contra y aprovechar el espacio que quedaba para colar el texto promocional (una de las ventajas de no depender de un departamento de marketing que te dicta los contenidos es que puedes ajustar los textos a la imagen en vez de hacer lo contrario, que es lo más habitual). Desde aquí mi más sincero agradecimiento a David por su paciencia y su buena voluntad para ir probando una versión tras otra hasta llegar a la definitiva.
Otras entradas sobre diseño de portadas
· Reina de las portadas
· Capturando una portada
· Un lavado de cara
· El hombre de las portadas de acero
· Schulz, Carlitos y Snoopy: una portada
· Cubriendo los trapos sucios
· Sexo implícito: cómo se hizo la portada de El otro Hollywood
* No por ningún motivo en concreto, más allá de que siempre tengo en mente más ilustradores con los que me gustaría trabajar que proyectos en cartera.
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David Sánchez, Es Pop Ediciones, Fargo Rock City 5 comentarios
jueves 20 de octubre de 2011
Otra novedad para el mes de noviembre. Acompañando el lanzamiento de Fargo Rock City, de Chuck Klosterman, vamos a reeditar el que probablemente sea nuestro título más emblemático: Los trapos sucios, la autobiografía de Mötley Crüe, por primera vez en rústica. Una cosa que me gustaría dejar clara es que se trata de una edición completamente nueva de verdad. Quiero decir, que no nos hemos limitado a reducir en un tanto por ciento la maqueta del original para encajarla con calzador en un formato más reducido, como suele ser habitual en nuestro mercado. El libro ha sido completamente remaquetado de principio a fin y ha quedado un volumen de 496 páginas bien compacto. También se han modificado algunos elementos visuales, principalmente las fuentes y alguna de las fotos, pero básicamente es el mismo libro, sólo que ligeramente «tuneado» para un tamaño algo inferior. Si queréis echarle un vistazo a la nueva maqueta, al final de la entrada encontraréis un vínculo para descargar un par de capítulos en PDF.
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Otra cosa que hemos cambiado es la portada. Quería que esta nueva edición estuviera vinculada temáticamente a la anterior, pero que a su vez tuviera su propia estética. Empecé haciendo un par de pruebas con una imagen que tenía de una botella de Jack Daniel’s, tomada durante la sesión de fotos que hicimos hace un par de años cuando estábamos preparando la portada original. La foto no era la adecuada, pero al menos sirvió para que me hiciese una primera idea de hacia dónde tirar.
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Repetí el proceso imprimiendo y pegándole a otra botella la etiqueta falsa de Los trapos sucios que habíamos creado en su día y volví a fotografiarla, controlando un poco mejor la iluminación. A partir de esa imagen y basándome principalmente en el color cálido y terroso del whisky, decidí el esquema de colores que quería usar, apartándome de los lomos negros que habíamos estado utilizando hasta ahora para las biografías musicales. Finalmente, para alejar aún más la nueva portada de la original, opté por eliminar por completo la etiqueta, sustituyéndola por una versión más al grano del texto y usando para el título la misma fuente que hemos utilizado en los interiores para los encabezados de cada capítulo. El resultado final es este:
Características:
Rústica. 496 pags.
14 x 21,5 cm.
PVP: 19’95 €
ISBN: 978-84-936864-5-1
PINCHA AQUÍ PARA DESCARGARTE UN ADELANTO EN PDF
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Es Pop Ediciones, Los trapos sucios, Mötley Crüe 7 comentarios
jueves 29 de septiembre de 2011
Fragmento de una ilustración para la portada de La bella estate, de Cesare Pavese.
Lo bueno de ser amigo de alguien como Javier Olivares es que no se limita a ser un dibujante increíble y un portadista como la copa de un pino (¡y mira que ya podría!), sino que encima continúa siendo un estudioso tan entusiasta y enamorado del medio como un jovenzuelo que estuviera empezando. No tiene esa distancia que caracteriza a otros artistas veteranos que aducen «estar de vuelta de todo» cuando en realidad lo que les pasa es que, de tanto dibujar profesionalmente, han perdido el interés por el goce puro y duro de la imagen. Prácticamente no hay mes que Javier no me envíe vínculos e imágenes que va encontrando en sus viajes reales y virtuales. Y la mayoría suelen ser acojonantes, claro.
Dos espectaculares ejemplos de cómo usar los espacios en blanco.
Hace poco, a raíz de las portadas de Valdemar/Es Pop, le dio por hablarme de Ferenc Pintér, un ilustrador italiano del que, para variar, yo nunca había oído hablar. Javier estaba convencido de que sus portadas (realizadas principalmente para ediciones populares de autores de misterio como Simenon, Agatha Christie, McBain, Thompson o Stark) me iban a tocar la fibra, y caray que si lo han hecho.
Pintér nació en 1931 en la Liguria, de padre húngaro y madre italiana. Cuando tenía nueve años, la familia se mudó a Budapest, donde Ferenc conocería a algunos de los principales artistas comerciales húngaros de la postguerra, como Konecsni Gyorgy y Tamassi Zoltan, a los que siempre consideraría sus maestros. Posteriormente, Pintér aliaría la inescapable influencia de Bob Peak y Robert McGinnis (cuya sombra durante los años sesenta y setenta era ciertamente alargada) con esta asumida tradición de la Europa del Este, fusionándolas a la perfección en un estilo claramente personal a la vez que perfectamente integrado en las corrientes mayoritarias de ilustración comercial del momento.
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Ilustración para otro libro de Pavese y una colorida aproximación a 1.280 almas.
En 1956, Ferenc regresó a Italia, instalándose en Milán, donde comenzó a trabajar en la industria publicitaria. Su gran oportunidad llegó en 1960, cuando entró como portadista en Mondadori, empresa para la que seguiría ilustrando durante los siguientes 32 años.
La falsa y deslumbrante simplicidad del Maigret de Pintér.
Entre toda su abundante obra, destaca con luz propia la serie de cubiertas realizadas durante los años setenta para las novelas de Georges Simenon protagonizadas por el comisario Maigret. Pintér ya había ilustrado decenas de cubiertas del mismo personaje, bastante más convencionales, en el transcurso de la década anterior (podéis verlas en esta galería).
Maigret observa.
Pero cuando nuestro artista retoma a Maigret para la colección de bolsillo Oscar Mondadori, parece dispuesto a explotar la familiaridad y la asociación que ha sabido crear en la mente del público entre su estilo, su interpretación del personaje y la obra de Simenon, para dar un salto exponencial en lo que a la composición de las imágenes se refiere. En muchas de las cubiertas Maigret ni siquiera es un elemento importante, como lo había sido durante la década anterior: aparece de espaldas o envuelto en sombras, empequeñecido o incluso de refilón, como si simplemente pasase por allí.
Maigret, de paso.
Sabemos que es Maigret (a ojos del comprador italiano de la época, dibujado con ese estilo y esos colores, no puede ser otro), pero su avasalladora presencia ha dejado de ser lo más importante a la hora de presentar los libros. Con esta serie de portadas, Pintér consiguió sustituir la ineludible imagen «de personaje» (supuestamente la que vende el producto o, al menos, este tipo de producto) por una simple presencia (casi se diría que Maigret se limita a hacer un cameo en las portadas de sus libros, como si fuera Hitchcock en sus películas) que le dejó libre para llevarse la ilustración a nuevos y más personales terrenos, lo cual no deja de ser un éxito extraordinario para cualquier artista comercial.
Maigret en verde.
Casi todos los ejemplos de esta entrada están sacados de la la página oficial de Ferenc Pintér (http://www.ferencpinter.it/), donde podréis encontrar muchas más ilustraciones a una resolución mayor.
Ilustración para la portada de una de las novelas de Parker, de Richard Stark.
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Ferenc Pintér, Georges Simenon, Portadas 5 comentarios