YOROKOBU: Después de toda una vida dedicada a escribir sobre vampiros, monstruos y Bram Stoker, ¿Drácula te ha chupado la sangre o te ha proporcionado la inmortalidad?
DAVID J. SKAL: Supongo que el hecho de que Hollywood gótico se haya impreso a lo largo de 25 años es una forma de «inmortalidad», al menos en lo que se refiere a los libros sobre cultura popular.
Hablando en serio, hay algo obsesivo y que consume en relación con todo este tema y que está muy patente en aquellas personas cuyas historias cuento en el libro. Aquellos que creyeron que podían controlar o explotar a Drácula para su propios fines a menudo acaban siendo sorprendidos por la mordedura del vampiro.
Este año voy a publicar mi último libro dedicado a Drácula, una biografía cultural de Bram Stoker titulada Something in the Blood, después de lo cual regresaré a otros temas. Realmente Drácula no me ha costado sangre y le deseo lo mejor en todos sus proyectos, pero espero que, después de más de un cuarto de siglo de eterna devoción, el conde comenzará a buscar atenciones en algún otro lugar. ¡En ocasiones creo que Drácula desea que se le preste atención tanto como ansía la sangre!
Lo anterior no es sino un pequeño fragmento de «El hombre que consagró su vida a Drácula», un completo artículo/entrevista con el autor de Hollywood gótico, David J. Skal, realizado recientemente por Eduardo Bravo para la revista Yorokobu. Puedes (¡y desde luego deberías!) leerlo íntegro aquí.
Desconozco los motivos que habrán impulsado a Es Pop Ediciones a editar Fargo Rock City en castellano diez años después de su publicación original, pero no nos queda más remedio que aplaudirlo. Las obras maestras son atemporales y sin lugar a dudas, el debut de Chuck Klosterman —como casi toda su obra, pues recomiendo enfervorizadamente Chuck Klosterman IV – A Decade of Curious People and Dangerous Ideas— lo es. A medio camino entre la autobiografía y el ensayo, el punto de partida de Fargo Rock City surge de las vivencias de un joven tirando a nerd criado en la rural Dakota del Norte y amante por encima de todo del hair metal. Que Klosterman fuese un amante del hair metal en los 80 era casi inevitable —como cualquier chaval de los Estados Unidos de aquellos días—, pero que en 2001, teniendo en cuenta que ya era un crítico musical de cierto renombre, escribiera un libro como este defendiéndolo, ya es mucho más extraño. Klosterman tira de su inigualable ironía y sentido del humor para crear un relato que explica su experiencia adolescente como amante de Mötley Crüe, Ratt, Guns N’ Roses… Y al mismo tiempo, reflexionar sobre un estilo de música que siempre ha sido vilipendiado y usado como objeto de mofa. Es cierto que en los años que separan la creación de Fargo Rock City y el momento actual, este estilo ha ganado algo de respeto —sólo hay que ver las recientes declaraciones de Ryan Adams proclamando su amor por Ratt—, pero el fondo de la cuestión sigue siendo el mismo. El autor es el primero que se ríe —y hace reír al lector— de todo aquello cuando toca, pero detrás de todo eso, hay una reflexión inteligente sobre ya no sólo el hair metal, sino del porqué cuando un estilo se vuelve tan popular —aunque haya sido coyunturalmente—, éste suele ser tan poco respetado. Y de eso, el heavy metal en general podría decir unas cuantas cosas. Aunque algunos de los argumentos de Klosterman puedan ser más que discutibles, especialmente si uno ha vivido a fondo esa música, y que en algún momento casi intenta justificar su amor por estas bandas —el alcohol, la desorientación adolescente, etc.— la lectura del libro es todo un festival, no solamente imprescindible para aquellos a los que les gusta leer libros sobre música, sino para todo un público más casual que disfrute ante las exhibiciones literarias sobre la cultura pop. A poco que tenga suerte, de aquí a unos meses todo el mundo estará hablando de las excelencias de esta obra, siendo en cierta manera el equivalente literario a la película de Anvil. Vamos, que disfrutarás de ella aunque Poison te la traiga floja. Richard Royuela. Rockzone # 77 (enero 2012)
Oh, el glam metal y el heavy de los ochenta. Mötley Crüe, Ratt, Poison, Cinderella, Guns N’ Roses… De acuerdo: tres de cada cuatro lectores arquearán las cejas pensando en esos cardados excesivos, el sexismo sonrojante y, en fin, el descerebre cervecero de casi todos los implicados, pero aun así no se me ocurre un libro mejor que Fargo Rock City (2001) para entender los cómos y los porqués de discos como Shout at the Devil y Appetite for Destruction. Y no tanto para apreciar el género como para encajarlo en el contexto adecuado desde el que debería ser observado.
Porque, como reza el subtítulo, esto es «Una odisea metalera en la Daköta del Nörte rural», y Klosterman echa el resto para responder a ese gigantesco ¿POR QUÉ? que ahora mismo pende sobre sus cabezas. «Nunca podré amar a Radiohead tanto como a Mötley Crüe porque nunca volveré a tener 15 años. Ciertamente puedo apreciar a Radiohead, pero no son una extensión de mi vida», escribe el autor de Pégate un tiro para sobrevivir (2005; Mondadori, 2006) como resumen a un libro en el que el gusto por el humor, conocimiento del medio y perspectiva de quien ha visitado otros lugares se alían para encontrarle sentido a algo que casi todos consideran un sinsentido.
Tal vez por eso algunas de sus teorías resultan tan desconcertantes como sugestivas —las similitudes que traza entre Axl Rose y Morrissey—, y sus alocadas idas y venidas a través del género acaban convirtiendo Fargo Rock City en un libro indispensable para cualquier amante de los discos y las canciones con un mínimo sentido del humor. David Morán. Rockdelux # 303 (febrero 2012).
A pesar de algún que otro desacuerdo, Fargo Rock City es un libro imprescindible. La nostalgia es un arma muy poderosa, pero a todos aquellos que veáis en él un reflejo de vuestra vida, deciros que no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió. Por supuesto que es grande que alguien escriba (y que otro alguien traduzca) una obra sobre el Hard 80’s que no sea la típica biografía de tal o cual grupo, y si encima resulta tan divertido como el presente, pues mejor que mejor. Pero que quede claro que a pesar de estar ante una obra tremendamente adictiva, divertida y razonada, tenemos un problema, si bien no insalvable, sí francamente irritante: las formas de Klosti. […] Cuando habla de sus experiencias juveniles, de su opinión sobre esta o aquella banda, un videoclip, el look de Poison… resulta tremendamente divertido, se podrá estar o no de acuerdo con sus afirmaciones, reflexiones y frases lapidarias, todas perfectamente razonadas y argumentadas, a pesar de que se nota sobremanera que después de haber sido metalero en su juventud (la obra se publicó originalmente en 2001) es consciente de lo ridículo que resultaba, que sus horizontes musicales se han ampliado, cosa que está muy bien, pero el tonillo de sabiondo es algo que no encaja muy bien con el tema. […] Las afirmaciones y calificaciones sobre bandas como Whitesnake, Cinderella o Great White, grupos que aun así le interesaban, no sentarán bien al fan y el hecho de otorgar a alguno de sus discos favoritos un valor monetario en el capítulo más largo del libro —valora su gusto por cada disco en términos de cuánto dinero tendría que recibir por no volver a escucharlo—, me parece una falta de respeto importante. […] A buen seguro su primera y última finalidad es la provocación (entre medias dejamos el autobombo y las pretensiones de demostrar lo cool que es, viéndose a sí mismo como una especie de adalid underground del sueño americano), lo que a pesar de que nos irrite a la vez que nos deleita, es algo implícito dentro del rock’n’roll. Chuck usa —tanto la suya como la nuestra— la rebeldía y la pasión como armas, y consigue darnos de lleno. En ese aspecto estamos ante una obra absolutamente magistral. […] Las contradicciones personales es lo que dan sentido a cada vida. Chuck lo sabe y hace de ello un arte.
Momentos brillantes hay muchos. Particularmente me quedo con ese fragmento en que define qué tipo de chicas le interesaban a cada banda… absolutamente descacharrante y no falto de razón. El fondo de la obra es, en una palabra, el reflexionar sobre por qué nos gusta y nos fascina un determinado tipo de música, el Hard & Heavy 80’s en este caso, y la posterior influencia que nuestros gustos juveniles ejercen en nuestra forma de entender la vida y el arte en el futuro como adultos. […] Estoy convencido de que Fargo Rock City despertará por igual odios y pasiones, pero si alguna vez habéis sentido algo de amor por el Rock’n’Roll no podéis dejarlo pasar de largo. Fernando Tanxencias, Popular 1 # 460 (febrero 2012)
«Malditas bastardas: las nuevas dominatrix de la novela negra americana» es el título de un excelente y extenso artículo de Jesús Palacios aparecido en el nº 96 de la revista Clarín (año XVI, Noviembre-Diciembre, 2011). En el mismo, Palacios nos ofrece un informado y detallado repaso a la historia de la novela criminal femenina, partiendo de las grandes damas del misterio (con Agatha Christie a la cabeza) y las reinas del thriller psicológico (como Patricia Highsmith o Ruth Rendell), hasta llegar a las más recientes cultivadoras de la vertiente más dura y canalla del género negro: el hard-boiled. Entre éstas no podían faltar dos de nuestras autoras, Christa Faust y Megan Abbott, de cuya obra habla precisamente Palacios en los siguientes extractos que ha tenido la amabilidad de cedernos para reproducir aquí en el blog. Si tenéis ocasión, no dejéis de leer el artículo completo, que merece mucho la pena.
Malditas bastardas
Se han tomado su tiempo. Casi un siglo. Vienen precedidas de un buen número de ilustres pioneras, a muchas de las cuales nos hemos referido ya, quienes desde el “thriller psicológico”, apropiándose del género a su manera, habían conseguido romper la ley del silencio que rodeaba a la mujer en el mundo de la novela negra. Pero todavía no existían escritoras hard boiled duras, duras de verdad. Capaces de poner en su sitio no al romántico Chandler ni al cínico Hammett o al fatalista Cain, sino a tipos tan desagradables, sucios y violentos como W. R. Burnett, Mickey Spillane, Chester Himes, Richard S. Prather, Donald Westlake —mejor dicho, Richard Stark—, Hadley Chase… O el mismísimo Jim Thompson. Ahora están aquí. Leerlas es como darse un chute de novela y cine negros directamente en vena, pasado por la trituradora de la cultura post-tarantino, con genuino sabor de pulp fiction a prueba de bombas. Son las nuevas dominatrices de la novela negra norteamericana más actual, superando no solo prejuicios de género —en este caso, de géneros: literario y sexual—, sino también tópicos preestablecidos sobre la literatura femenina y lo que se supone deben escribir y leer las propias mujeres. […]
Angel Dare, protagonista de A la cara, es un personaje tan creíble como atípico dentro del mundo de la novela negra y criminal escrita por mujeres. Antigua actriz porno retirada, se dedica a trabajar como agente para la industria del género, sin sentir pudor ni vergüenza alguna por su condición profesional, sino todo lo contrario. Víctima de una retorcida intriga que la deja fuera de juego y perseguida como sospechosa de asesinato, tendrá que convertirse en detective a la fuerza para salvar el pellejo y, de paso, vengar a un amigo asesinado. Escrita con vigor típicamente pulp —no en vano Faust es especialista en novelizaciones de películas y series de televisión—, aunque ambientada en la actualidad, posee un cierto toque camp perfectamente disfrutable, que emparenta su estilo con las revisiones cinematográficas del género orquestadas por figuras como Tarantino, Guy Ritchie o Shane Black. Ingeniosa, ágil, contundente y sin buscar la fácil complicidad emocional del público femenino al uso, Christa Faust reinventa el hard boiled desde un punto de vista que desafía las convenciones genéricas —tanto en sentido literario como sexual—, adoptando un tono que remite antes a escritores como Donald Westlake o incluso Mickey Spillane, que a figuras femeninas clásicas como las de Patricia Highsmith o Vera Caspary. De hecho, la novela está dedicada a Richard S. Prather, creador del detective Shell Scott, maestro de la novela negra injustamente olvidado hoy, perteneciente a la escuela de los años 50 y 60, irónica, dura y desmitificadora.
Si Angel Dare tiene algo de feminista, es más bien en el sentido del post-feminismo salvaje y radical de polemistas y escritoras como Camille Paglia, que reivindican la feminidad como arma mortal, y la apropiación inteligente de la pornografía y la cultura pulp, generalmente asociadas exclusivamente al consumidor masculino e incluso machista, por parte de la mujer. A la cara es una joya del noir —seguida ya por una nueva aventura de su protagonista, Choke Hold—, que anuncia una voz única dentro del género. Una dominatrix capaz de dar un giro inesperado a la tradición femenina del thriller, que Tarantino ha definido muy bien con una simple frase: “Christa Faust es la única morena en un mundo de rubias”.
Aunque eso no es del todo cierto. Megan Abbott, estudiosa del género que ha publicado diversos ensayos y antologías sobre literatura y cine negros, así como varias novelas inspiradas en casos reales, se ha convertido a su vez en referencia obligada para este nuevo hard boiled con perfume —barato— de mujer, que ha venido a romper convenciones y tópicos asociados al género. Reina del crimen (publicada también por Valdemar/Es Pop), ganadora en el 2008 del Premio Edgar, entre otros, es una ingeniosa revisión de la típica historia de ascenso y caída de un personaje del hampa, llevada en esta ocasión a un inusual ámbito femenino. Escrita con ajustada sencillez, eficaz crescendo de suspense, y utilizando la sempiterna primera persona característica del hard boiled, Reina del crimen toca con sutileza y tensión contenida la relación moral y sexualmente ambigua entre una veterana dama del crimen organizado y su “aprendiza” en la profesión, que estalla a mitad de la novela en una inesperada explosión de violencia, digna del Jim Thompson más salvaje. Situada en unos años 50 un tanto imprecisos, nuevamente Megan Abbott nos hace pensar en figuras masculinas del género antes que en su tradición femenina, aunque a la vez retrate con inteligente captación introspectiva las luces y sombras —especialmente las sombras— de una relación de amistad, poder y traición entre mujeres, sin duda, mucho más peligrosas que los hombres. Aunque ha sido comparada con escritores como Cain o Chandler, la autora de Reina del crimen está más cerca de Jim Thompson que de ningún otro. Su novela más reciente es The End of Everything, siendo también autora del ensayo The Street Was Mine: White Masculinity in Hardboiled Fiction and Film Noir, así como de la antología A Hell of A Woman, que recopila relatos de la mayor parte de las nuevas —y no tan nuevas— voces femeninas de la novela negra anglosajona.
Quizá la diferencia fundamental entre Christa Faust y Megan Abbott sea que mientras la primera practica el hard boiled de manera casi intuitiva, trabajando directamente desde dentro del duro y competitivo mundo de la ficción popular, la segunda se plantea de forma programática la reconversión de los tópicos machistas del género, tras haberlos estudiado académicamente, en elementos perfectamente reificados desde el punto de vista femenino, sin caer en sentimentalismos ni feminismos facilones. Jesús Palacios
La semana pasada, en el suplemento cultural Bellver, de Diario de Mallorca, apareció publicado un extenso artículo de Florentino Flórez centrado en Charles Schulz y sus incombustibles Peanuts. Entre otras cosas habla a fondo de la biografía de David Michaelis que publicamos en Es Pop Ediciones hace ahora justo dos años. Aunque los contenidos de Bellver sólo permanecen online durante la semana siguiente a su publicación, podéis leer el texto íntegro en el blog del propio Florentino. A continuación extracto algunos párrafos referidos en concreto a la biografía:
Vida de un dibujante
Nuestra siguiente pieza en este recorrido es la biografía escrita por David Michaelis (Es Pop), una auténtica obra maestra. Sorprende por su profundidad psicológica y brillante estilo, también por la abundancia de información y las numerosas fuentes. […] Es un trabajo absolutamente recomendable y abrumador.
Cada dato viene reforzado por una explicación exhaustiva que nos permite contextualizarlo. Así, hay descripciones apasionantes de cómo funcionaba el mercado de los cómics de prensa. O cómo era el ambiente en San Francisco cuando Schulz decidió echar una canita al aire en los sesenta. O en qué consistían los cursos por correspondencia como el que siguió y en el que luego participó como instructor. O cómo vivió la gran depresión, que llevó a su familia a desplazarse de un pueblo miserable a otro.
Por supuesto están todas esas curiosidades biográficas que se relacionan de manera natural con el material de sus tiras. De hecho, el libro hace algo muy inteligente: no cuenta con demasiadas ilustraciones, pero en casi todas las páginas aparece alguna tira de Peanuts en formato microscópico, relacionada con el tema tratado en ese capítulo. […] Sin subrayados, Michaelis sugiere que muchos sucesos a los que se enfrentó el dibujante en su infancia y juventud fueron reelaborados más tarde en sus ficciones.
Anteayer apareció en El País un artículo de Diego Manrique titulado Por qué fascinan las vidas de los canallas, en el que daba un repaso al género de las autobiografías de roqueros y en el que intervengo con un par de declaraciones. La minientrevista que me hizo Diego para preparar su artículo me hizo volver a reflexionar en voz alta (algo que nunca está de más) sobre algunos aspectos del tipo de libros que editamos en Es Pop, y por eso la recupero aquí hoy en su totalidad (prometo no volver a colgar otra entrevista conmigo mismo en muuucho tiempo, que esto ya parece un egotrip continuo).
Charles Mingus, un jazzman con autobiografía intensa (Menos que un perro, editada hace algunos años por Mondadori).
Se me ocurre que somos mirones de los excesos y de lo ocurrido con las estrellas sacamos (A) lecciones morales o (B) placeres vicarios. ¿Cuál es tu interpretación? ¿Deseamos que los rockeros tengan existencias más al límite que, no sé, los jazzmen o los actores o los banqueros?
Supongo que es la típica atracción que ha generado siempre la figura del forajido, pero adaptada a la cultura del gran espectáculo, ¿no? Por una parte tiene ese elemento de vivir vicariamente una existencia completamente desmadrada al margen de horarios laborales, novias formales y vagones de metro atiborrados. Desde ese punto de vista podrían considerarse puro escapismo, como Conan con guitarras. Por otra, creo que ese regodearse en el lado oscuro del rock tiene también cierto valor reconfortante para gran parte de los lectores: sabemos que nunca vamos a acceder a ese mundo y envidiamos a quien lo logra, pero… oye, si resulta que el precio a pagar son adicciones, muertes, puñaladas traperas, ataques de locura y escarnio universal, a lo mejor con verlo de lejos ya nos basta. A mí personalmente lo que me fascina, y el motivo de que edite este tipo de libros, es que se trata de historias de individuos dispuestos a vivir la vida a su manera, a través de su arte, al margen de las convenciones y las consecuencias. En ese sentido, veo muchos puntos de contacto entre, por ejemplo, las autobiografías de Charles Mingus y Mötley Crüe, y a su vez entre estas y la biografía de Philip K. Dick escrita por Emmanuel Carrère o la que editamos nosotros de Charles Schulz, por poner dos ejemplos totalmente ajenos a la música.
¿Echas algo de menos en esos libros? Quiero decir: ¿te los crees o piensas que son productos hechos mediante un patrón? El Modelo Neil Strauss, para entendernos.
Hay muchos que indudablemente sí, siguen un patrón, y no pasan de ser eso: productos realizados con un mínimo de profesionalidad, pero escaso interés literario al margen de lo mucho o lo poco que te interese el personaje. Precisamente uno de los aspectos más fatigosos de la edición es tener que leer incontables manuscritos clónicos en busca de aquel que realmente digas: «Oh, por fin algo distinto, personal, genuino; este sí que merece la pena». Nada que, por otra parte, no suceda en otros géneros, todos tienen sus fórmulas: el negro, la ciencia ficción, la novela romántica e incluso la mal llamada «novela literaria», que aunque pretenda estar por encima de los géneros ha acabado siendo un género en sí misma, precisamente a base de repetir esquemas y modelos narrativos. En cualquier caso siempre hay gente capaz de jugar con los clichés y romper patrones, y ese es el tipo de libros que nos interesa a nosotros. Yo creo que el propio Neil Strauss rompió muchos esquemas con Los trapos sucios, combinando la biografía tradicional con la historia oral a lo Legs McNeil, lo cual le aporta al libro una vitalidad, un empuje y una técnica literaria de las que carecen la gran mayoría de biografías, ya no sólo de roqueros sino de cualquier tipo.
Philip K. Dick no era roquero, pero gustosamente hubiéramos editado su biografía (si no lo hubiera hecho ya Martínez Roca. Y es estupenda, por cierto).
En EEUU parece haber un boom de este tipo de libros. En España ¿se venden mejor que otros tomos de música? ¿Tienes cifras?
No dispongo de otras cifras al margen de las de Es Pop, así que sólo puedo decir que, en lo que a nosotros respecta, es lo que mejor estamos vendiendo: más que los libros de cine, más que la narrativa. En cualquier caso, no creo que se trate tanto de un éxito generalizado de la biografía roquera como de un puñado de libros en concreto que están funcionando bastante bien y casualmente han coincidido en el tiempo. Si te pasas por una gran superficie tipo Fnac verás que en realidad son pocos los títulos que llegan a gozar de una exposición continuada en la mesa de novedades (la biografía de Elvis de Peter Guralnick, el Vida de Keith Richards, el Cosas que los nietos deberían saber de Mark Oliver Everett, Los trapos sucios, etc.) mientras que la gran mayoría siguen pasando bastante desapercibidos.
Creo que fuisteis pioneros en estos libros. ¿Vais a sacar más?
Más que nada creo que fuimos pioneros en editarlos de una manera muy determinada, en un formato y con una serie de características (tapa dura, sobrecubiertas, lomo de tela) muy poco vistas en nuestro país para libros de este tipo. La idea que queríamos transmitir era: sí, es la biografía de un grupo metalero de los ochenta, pero no por eso deja de ser un señor libro, que merece la pena ser leído y merece la pena ser editado de la mejor manera posible, porque no es, retomando la pregunta anterior, un mero producto; va más allá. Y sí, sí que tenemos pensado sacar más biografías de este tipo. No muchísimas más, porque como te decía antes, tampoco abundan los títulos que realmente mantengan el nivel, pero al menos un par más sí que caerán.
¿Has leido alguna autobiografía similar en España? Ya no digo de pop o rock…estaba pensando en la de Sabina de Menéndez Flores, pero no tiene el elemento auto-.
La única que he leído yo que esté a ese mismo nivel (lo cual, por supuesto, no quiere decir que sea la única) es Corre, rocker, de Sabino Méndez. Aún estoy por leer Barcelona ciudad de Loquillo, aunque por lo que he ojeado me da la impresión de que es algo menos cruda. Otro título que me viene a la cabeza es Escupidos de la boca de dios, el libro sobre La banda trapera del río que hizo Jaime Gonzalo, pero claro, no es autobiografía, ni siquiera sé si lo podemos considerar biografía estrictamente hablando, pero temáticamente creo que es otro que sí se acerca mucho a esto que estamos hablando.
El mítico playback de Siniestro Total en «Caja de Ritmos». ¿Quién no querría leer una buena biografía de estos elementos?
De artistas españoles ¿de quién te gustaría leer una autobiografía a calzón quitado?
Me encantaría leer una biografía estilo Los trapos sucios de Siniestro Total, en la que participaran todos los componentes, aportando cada uno su historia. Sería como Rashomon con gallegos.
Ahora que lo pienso, ¿sería posible? En el fondo somos muy pudorosos… aquí no se saca rendimiento al arrepentimiento público.
No sé si es cuestión de pundonor o de que nos movemos en una industria tan pequeña que, por no ofender a individuos con los que lo mismo vas a tener que vértelas antes o después, quieras o no, uno acaba mordiéndose la lengua a no ser que se haya salido ya del mundillo, como era el caso de Sabino cuando publicó Corre, rocker. O también puede ser que todavía tengamos machacada en el cerebro la idea de que la confesión ha de ser privada. A veces me da la impresión de que todo esto de las confesiones públicas surge de una tradición más protestante, más anglosajona: los grupos de ayuda, los arrepentimientos públicos y televisados de políticos y actores, las autobiografías exhibicionistas… todo viene un poco del mismo sitio, ¿no?
Llegué a ella por la recomendación que realizó su colega Christa Faust en el artículo sobre nueva novela negra publicado en el anterior número de esta revista. La señalaba como a una de sus escritoras favoritas, a pesar de las profundas diferencias que existen entre sus estilos, explícito y renovador el de Faust, de raigambre clásica el de Abbott. Querencia por los grandes del género que le ha supuesto un rápido reconocimiento entre autores, lectores y jurados de premios. Meteórica carrera la suya, apuntando alto gracias a una sencillez formal y un conocimiento de los resortes que permitían destacar a una buena narración de misterio, policías y mafiosos, en tiempos de los grandes. Esta mujer ha leído con atención a Chandler y, sobre todo, a Jim Thompson, de quien parece rememorar diálogos y situaciones de alta tensión. Los ha leído, pero ha logrado captar la esencia de sus narraciones y presentárnosla refrescada y con su toque personal. Sigan las andanzas de Gloria Denton, sombra de la reina del crimen, por hipódromos, locales de apuestas y casinos ilegales, a ritmo de jazz y ajustes de cuentas, y disfruten de un libro con sabor a pulp clásico. Reseña de Alfred Crespo en Ruta 66 (nº 282, mayo de 2011)
Desconozco cuál es la situación para la novela criminal contemporánea, pero sí he visto, en librerías generalistas, palés de inmundicia en pasta dura, folletines oportunistas, desvirtuados y de serie zeta, copando las secciones populares desde hace ya demasiados años. Por ello resulta refrescante toparse con una obra humilde pero respetuosa, de narración tan pulcra y armada desde el amor como esta Reina del crimen, un noir blanco al que se le verá el cartón retro si se le quiere ver, pero que, pese a su opción “de época” y a su voluntad de dulce homenaje a los hombres que son y han sido en el hardboiled, no deja de funcionar como auténtica, pura y fibrosa literatura de evasión. La historia es la de una señora culebra, superviviente de la era dorada del hampa, que nos es replicada en la voz de una trepa a la que acaba de tomar como protegida. La propuesta de Megan Abbott triunfa en ese desplazamiento de tópicos tan sencillo que es hacer mujer a su protagonista, y así el traspié más a mano habrá de ser una figura masculina sin que ello implique renuncia al estereotipo de la fatale, eje de la trama que en lugar de horma de zapato será aquí modelo de conducta, ama, señora y madre platónica de la joven castora protagonista, quien al tiempo que aprende el oficio nos irá narrando el manual según sus intuiciones y debilidades, solapando con su talento para la violencia y el tejemaneje la leyenda de su tutora, mientras ésta va abocándose a un ocaso que no es más que relevo y celebración de un matriarcado en sesión continua. Reina del crimen es una historia de gallinas perdiendo pie y tocando fondo, tocando fondo y perdiendo pie, estupendamente gestionada, dinamizada y coloreada, lírica a su pesar porque lírica fue siempre la novela negra (más cuanto más se despojó de sí misma) y capaz de transitar lugares comunes del género sin prebendas de postmodernidad, retornándoles al paso la intensidad y el trapío que el curtido de la costumbre nos venía escatimando. Reseña de Rubén Lardín en Vice Magazine (Volumen 5, número 4)
«Pequeñas editoriales: nacer en tiempos de crisis» es el título de un artículo escrito por Ángeles Castillo para el número de este mes de la revista Delibros (el 253), en el que compartimos experiencias varios nuevos editores como, entre otros, Rubén Hernández (Errata Naturae), Francisco Javier Jiménez (Fórcola) o Donatella Ianuzzi (Gallo Nero). Es decir, aventureros al frente de sellos independientes lanzados en este último par de años. Dejo aquí la parte del artículo dedicada a Es Pop Ediciones con mi agradecimiento a Ángeles por habernos incluido en tan distinguido grupo.
El «hombre-editorial»
Como carta de presentación, a Es Pop le vale una cita de Nietzsche: «El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas a menudo estarás solo, y a veces, asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo». Detrás, está Óscar Palmer, un veterano traductor que ha ilustrado su biografía en rojo y negro: «Después de más de una década traduciendo para otras editoriales, y tras haberme vinculado en varias ocasiones a proyectos más modestos, tipo revistas y fanzines, decidí que había llegado la hora de empezar a traducir para mí mismo, no sólo para tener una mayor libertad de elección en los títulos sino además para poder sacar los libros con una estética y formatos más afines a mis gustos».
Palmer encontró un camino poco transitado: «Me pareció que había un hueco bastante evidente tanto en el mercado de las biografías como en el de la narrativa de género contemporánea de calidad, que son las dos ramas que tocamos. Y el deseo por dar a conocer a autores como Christa Faust, Neil Cross o Megan Abbott se impuso a la prudencia». La fe le llevó a la acción. De hecho, define a la suya como «edición de guerrilla». O en más palabras: «Es Pop Ediciones es un proyecto bastante atípico en el sentido de que la editorial realmente es una extensión directa en todos los aspectos de la persona que está detrás, ya que no me encargo sólo de escoger y editar los libros, sino que también los traduzco y los diseño personalmente. La del hombre orquesta no es una estrategia viable a largo plazo, pero por ahora la idea es hacer lo máximo con los mínimos recursos».
Y todo esto hay que hacerlo, no conviene perderlo de vista, en plena crisis. «Por ahora lo único que puedo decir es que si acaso nos ha vuelto más precavidos. Títulos a priori más arriesgados que nos hubiera encantado sacar este año han debido quedar en la nevera a la espera de tiempos mejores. También hemos espaciado la frecuencia de los lanzamientos. Este año teníamos pensado doblar los del pasado y al final creo que nos vamos a quedar con más o menos los mismos porque al ritmo al que se han reducido las ventas sencillamente no podríamos amortizarlos todos en un plazo razonable, así que nuestros esfuerzos van destinados a mantener menos libros más tiempo en el mercado, y no al revés, como parece ser la tónica general».
Su estrategia ha desembocado también en una alianza con esa editorial necesaria que es Valdemar —para autores inéditos en España—, de donde surge el sello Valdemar/Es Pop.
El fantasma de la crisis está ahí, amenazante. «En el día a día el pequeño siempre sufre más, aunque sólo sea por la falta de recursos para mantenerse a flote. Tener menos que perder no es necesariamente una ventaja». Sí son ventajas, y con mayúsculas, «la capacidad de reacción, más rápida cuantas menos personas intervengan en el proceso, y la libertad que da el no tener que alimentar una gran maquinaria con nuevos productos todos los meses, lo cual permite seleccionar mejor los títulos y lanzarlos más a tu conveniencia que a la del mercado». Ahora que Es Pop cumple dos años y tiene ocho títulos en el mercado, con una tirada mínima de 2.000 ejemplares (con la flamante excepción de la biografía de Slash, que salió con 3.000), el balance que hace Palmer es «agridulce». En tanto el temporal amaina, recomienda leer Capturado, de Neil Cross, uno de los suyos.
¿Cómo es posible que A la cara sea tan sangrienta y brutal y, al mismo tiempo, tan indudablemente femenina?
Porque soy una mujer, así de sencillo. Además, no me conformé con coger al típico héroe del género y ponerle tacones: Angel Dare es una mujer normal, de mediana edad, con sus grandezas y sus miserias, que tiene que usar todos sus recursos para sobrevivir y vengarse. ¿Te pareces mucho a Angel Dare, la antiheroína de tu novela?
Para nada. Ella es de Chicago, yo de Nueva York. Ella tuvo un padre maltratador y el mío era un hippie vegetariano. Ella recibió una educación católica y yo crecí sin religión. Ella es una chica muy sociable y yo una solitaria. Por supuesto, tenemos algunas cosas en común, pero también tengo cosas en común con los otros personajes de la novela, incluso con los de peor calaña. Todo escritor pone algo de sí mismo en sus personajes, eso les da vida. En cierta ocasión te describiste como «una zorra cínica, obsesionada con el cine negro, los tatuajes y las medias con costura». Así que, venga, dime algo cínico, tu película de cine negro favorita, tu tatuaje más querido y si te quitas las medias para follar.
Siempre espero lo peor de mis congéneres humanos y rara vez me decepcionan. Mi film noir favorito es Night and the City [Jules Dassin, 1950]. Mi tatuaje predilecto es una máquina de escribir que tengo en el vientre. Y, bueno, a veces me pongo medias en la cama y a veces no; me gusta variar.
Un par de extractos de la entrevista que le ha hecho Luigi Landeira a Christa Faust, aparecida en el número 310 de Primera Línea (febrero 2011). Pincha aquí para verla entera.
Manido tema éste de las autobiografías, y diría incómodo cuando quien la protagoniza es alguien al que le queda más de media vida por vivir (teóricamente). Hay futbolistas que ya la tienen, es como si todo lo importante que les tendría que pasar en la vida ya hubiera tenido lugar. Luego tenemos a ilustres como Winston Churchill que requirió de seis volúmenes para completar un acercamiento en profundidad a su vida. También las agradables sorpresas como esta autobiografía de Slash junto al periodista del New York Times, Anthony Bozza. A diferencia de otras bios, aquí resulta interesante hasta la narración de los orígenes del músico, su experiencia como hijo de blanco y negra en Inglaterra, su adaptación a la vida en USA… Uno podría pensar que, bueno, hasta que no empiece a hablar de los que serían sus futuros colegas en Guns N’ Roses esto no vale mucho la pena. Craso error. A lo largo de estas 452 páginas se saborea con fruición cualquier capítulo de su vida por poco que tenga que ver con su actividad musical. Digno de destacar es el progresivo y, más tarde, meteórico ascenso a la categoría de rockstar de Axl Rose visto desde el enfoque de Slash. Cómo un chaval de pueblo llega a Los Angeles buscando fortuna entre el lumpen d la ciudad y en dos años está protagonizando un clip, «Welcome to the Jungle», precisamente sobre esa experiencia. […]
Las experiencias adictivas de Slash merecen destacarse aparte, puede que estemos ante la más gráfica descripción del síndrome de abstinencia en todas sus vertientes. […] Pero el grueso del libro se vuelca en la experiencia mundial de más de dos años de las giras de los «Illusions», de fiestas romanas sin mirar presupuesto a recortar gastos eliminando a músicos de viento y coristas. Espléndido viaje para ver desde dentro, bajo la óptica de Slash, eso sí, todo lo que era la banda en su momento álgido. La serie de fotos en color, también las hay en blanco y negro, que ocupa la zona central del libro no tiene desperdicio, buscad aquella en la que Perla le está comiendo el trasero a su marido. No hay reglas, sólo pasarlo bien y tocar la guitarra. […]
Muchas anécdotas salvajes de un grupo que podría tener una carrera tan respetable como los Stones de haber seguido la formación original y de no haber pasado la mayor parte de las cosas que nos explica Saul Hudson en este libro. Altamente recomendable.
Un par de fragmentos de la reseña de Slash que ha escrito JMª Vidal Buchs para el número de diciembre de Popular 1 (el 446). Ojo que también lleva una entrevista con Lemmy. ¡A por ella!
Portada de Glen Orbik para la secuela de A la cara, de próxima publicación en EEUU.
A la cara. Y a la yugular. Christa salta como una gata malherida y se agarra a la parte del cuerpo que le pongas a tiro. Lo tiene todo y lo sabe, y juega inteligentemente con sus recursos. Con una biografía que ni inventada —antigua bailarina de cabina de peep show y tatuada modelo—, aspecto de haber roto todos los platos de la alacena y un ojo clínico que le permite buscar el punto débil del lector, debuta en un género tan complejo como la novela negra con aroma a clásico —olviden ustedes los helados parajes nórdicos— y logra impactar. A vieja fórmula, nuevos personajes y paisajes: en un mundo sórdido de actrices porno, chulos sin escrúpulos, esclavas sexuales y psicópatas repulsivos, la heroína Angel Dare, antigua estrella del cine de entretenimiento para adultos, se ve envuelta en un anfetamínico carrusel de agresiones, asesinatos, torturas y huidas. Nacida para correr y hacer correr, Faust engorda su nómina de seguidores con nombres ilustres —con Tarantino a la cabeza—, no engaña al insinuar cual es su objetivo final e inaugura, junto a Neil Cross y Todd Grimson, una colección de narrativa pop que promete emoción con olor a pulp. Alfred Crespo, en el nº 273 de Ruta 66 (julio/agosto 2010).
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Cultura Impopular está escrito por Óscar Palmer. Puedes contactar con él por correo electrónico.