lunes 23 de abril de 2018
Cadalso de oro, de Emilio Carrère. Portada de Ramírez.
La novela de hoy nº 313, 11 de mayo de 1928.
Como ya empieza a ser tradicional en Cultura Impopular, vamos a aprovechar una jornada tan sumamente entregada a la vorágine de la actualidad como es este Día del Libro para echar la vista atrás y recuperar unos cuantos artefactos literarios del pasado. Si en anteriores ocasiones celebré Sant Jordi recuperando para el blog viejas portadas procedentes de la antigua biblioteca de mi abuelo (como este puñado de ejemplares de la Enciclopedia Pulga o estos ejemplos de la colección Novelas y cuentos) y de la de mi padre (con sus libros de teatro), hoy me remonto más atrás aún, hasta los años veinte del siglo pasado, para rememorar una de las colecciones de literatura popular más relevantes de nuestra historia: «La novela de hoy», revista semanal dedicada a la novela corta, publicada entre 1922 y 1932. Fundada y dirigida por Artemio Precioso para la Editorial Atlántida de Madrid, entre su larga lista de colaboradores encontramos a autores como Vicente Blasco Ibáñez, Unamuno, Valle-Inclán, Emilio Carrère, Wenceslao Fernández Flórez, Concha Espina, Ramón Pérez de Ayala, Julio Camba, Carmen de Burgos, Rafael López de Haro, Antonio de Hoyos, Rafael Cansinos Asséns o los hermanos Álvarez Quintero. Mención aparte merece la nómina de ilustradores que aportaron cubiertas y (algo no tan habitual en las colecciones de la época) numerosas y a menudo espléndidas ilustraciones en blanco y negro en páginas interiores, y que abarca desde nombres consagrados como Penagos, Mansberger y Varela de Seijos, a otros completamente desconocidos para mí, como los enigmáticos «Esteban» o «Ramírez», sobre los que no he conseguido hallar información alguna. Los ejemplos escaneados provienen todos de mi colección y fueron adquiridos en el Rastro de Madrid. Como podréis apreciar, están en condiciones bastante penosas de conservación, pero creo que todavía mantienen intacto su encanto y atractivo. ¡Feliz día del libro!
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A la izquierda: La dama negra, de Vicente Díez de Tejada. Portada de Enrique Varela de Seijas. La novela de hoy nº 176, 25 de septiembre de 1925. A la derecha: Fragmentos de una novela, de Mariano Benlliure y Tuero. Portada de Ramírez. La novela de hoy nº 326, 10 de agosto de 1928. Todas las portadas se amplían pinchando en ellas.
Izquierda: Humo en los ojos de El caballero audaz (seudónimo de José María Carretero). Portada de Ochoa. La novela de hoy nº 112, 4 de julio de 1924. Derecha: Retrato de “El caballero audaz” por Alejandro Sirio (incluido en la contraportada de Humo en los ojos).
La siesta, de Alfonso Vidal y Plana. Portada de Riquel. La novela de hoy nº 317, 8 de junio de 1928. Una aventura de amor, por Manuel Bueno. Portada de Esteban. La novela de hoy nº 365, 10 de mayo de 1929.
Las doce aventuras del año, de Alberto Insúa. Portada de Félix Vázquez Calleja. La novela de hoy nº 137, 26 de diciembre de 1924. Una santa mujer, de Luis Araquistain. Portada de José Izquierdo Durán. La novela de hoy nº 116, 1 de agosto de 1924.
El rey Lear, impresor, de Vicente Blasco Ibáñez. Portada de Enrique Varela de Seijas. La novela de hoy nº 201, 19 de marzo de 1926. El juego de la vida, de Artemio Precioso. Portada de Rafael de Penagos. La novela de hoy nº 133, 28 de noviembre de 1924.
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jueves 29 de marzo de 2018
En marzo de 1998, hace ahora veinte años, apareció el número uno del periódico literario Más Libros. En realidad no fue la primera entrega, ya que en enero se había publicado un número cero destinado principalmente a libreros y editoriales para dar a conocer el proyecto, por lo que quizá habría sido más apropiado escribir esta entrada hace un par de meses, pero reconozco que el «aniversario» se me pasó completamente por alto (principalmente porque me resulta increíble que de verdad hayan podido pasar veinte años desde aquello).
De Más Libros hablé ya brevemente en este blog hace algún tiempo, en esta entrada en la que recopilé las portadas de los diez números que llegamos a editar. Sin ánimo de repetirme demasiado, no quería dejar pasar la oportunidad de volver a recordar un proyecto del que siempre me he sentido muy orgulloso y que considero un verdadero punto de inflexión en mi vida. De no ser por Más Libros, quizá nunca hubiera tenido una carrera como traductor, ya que fue gracias a la revista como conocí a Rafael Díaz y a Juan Luis González, los editores de Valdemar, que me dieron una oportunidad abriéndome las puertas de su Colección Gótica (el primer libro que traduje para ellos fue El Santuario, de E. F. Benson, cuya publicación en mayo de 1999 coincidió con la aparición del último número del periódico).
Literatura de terror por Santiago Sequeiros. Más Libros nº 6 (noviembre 1998).
Fue también mi trabajo en Más Libros lo que me valió un puesto en el equipo inicial de Club Cultura, el ambicioso portal cultural lanzado por Fnac España en el año 2000, donde por cierto no duré demasiado, pero aprendí lo justo sobre diseño web como para pasarme los siguientes ocho años llevando la página del canal de televisión Paramount Comedy. Además, gracias a Más Libros conocí al periodista Eric Frattini, que me propuso escribir a medias un libro sobre historieta (Guía básica del cómic, editado por Nuer en 1999) y al editor Christian Osuna, para cuyo sello Under Comic acabé dirigiendo durante unos meses la revista Volumen. En resumidas cuentas: antes de Más Libros era un estudiante de Filosofía que seguía regresando todos los veranos a Mallorca para trabajar en la hostelería y ya se veía de camarero para los restos (lo cual tampoco habría tenido nada de malo; al menos en aquella época estábamos bien pagados), y en apenas año y medio se me abrieron caminos laborales que en la vida se me hubiera ocurrido que pudiera llegar a plantearme algún día.
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Izquierda: Portada del nº 6. Derecha: original a lápiz de Luis Bustos para esa portada.
Pero, al margen de lo laboral, Más Libros fue una experiencia magnífica en lo personal. Siempre había leído mucho, pero la cantidad de reseñas que hacíamos al mes era tal que me obligó a abrirme a temas y autores que quizá nunca hubiera tanteado de no ser por obligación (algunos de mis libros favoritos, como Longitud de Dava Sobel, El camino de la ballena de Francisco Coloane o El aprendiz de carnicero de Patrick McCabe, pertenecen a esa categoría). También me obligó a hacer cantidad de entrevistas, una actividad con la que, para mi sorpresa, resultó que disfrutaba enormemente. Tanto me daba que fuera con autores con tan pocos elementos en común como Suso de Toro, Alexandre Vona, Alicia Giménez Bartlett, Manuel Rivas, Anne Perry, Larry Collins, Susana Fortes, Max, Francisco Peregil, Berta Vías o incluso Jordi Mollà (que acababa de publicar novela con Libros del Alma, una editorial de trayectoria más bien fugaz). Me las preparaba todas con el mismo gusto y me esforzaba por intentar que fueran ligeramente distintas a las que veía en la mayor parte de los medios (nuestra periodicidad mensual y el espacio que les dedicábamos también se prestaba a ello; quiero pensar que iban más allá de simples intercambios promocionales para convertirse en charlas con cierta sustancia). A nivel personal, una de las más memorables (para el número uno, precisamente) fue la que le hice a Peter Viertel, cuya novela Cazador blanco, corazón negro acababa de publicar en España la extinta Ediciones del Imán. Imaginaos lo que supuso para un joven mitómano de 23 años tener la oportunidad de charlar durante casi una hora con el que fuese guionista de Sabotaje (para Hitchcock), La reina de África (para Huston) y El viejo y el mar (para Sturges) y, para colmo, marido de Deborah Kerr (si llega a descolgar ella el teléfono, me desmayo; por suerte o por desgracia, no pasó).
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Izquierda: Peter Viertel por Luis Bustos. Derecha: Amin Maalouf por José Luis Ágreda.
Un segundo momento que recuerdo como particularmente especial fue el de entrevistar largo y tendido a Julián Hernández en el bar Batela a propósito de su libro ¿Hay vida inteligente en el rock & roll? En estos tiempos de Twitter e Instagram, en los que el contacto con los creadores a los que admiras parece una cosa más normal y cercana, podrá sonar ridículo y exagerado, pero en aquel momento, para un fan de toda la vida de Siniestro Total como yo, como quien dice recién llegado del pueblo, compartir charla y cañas con Julián fue como haber atravesado un portal interdimensional, pura ciencia ficción. Por si eso fuera poco, hicimos buenas migas y poco después de aquello acabé encargándome de coordinar y diseñar para Siniestro el cómic La historia del Blues (editado en 2000 por Under Comic como acompañamiento del disco homónimo). Como veis, no creo estar exagerando en lo más mínimo cuando digo que Más Libros me cambió la vida. En fin, había empezado este texto con intención de comentar cuatro cosas y veo que me estoy enredando como las persianas y hundiéndome cada vez más en el ombligo. Había dicho que no quería repetir demasiados detalles de mi anterior entrada, pero no puedo hablar de Más Libros sin hablar de mis compañeros de aventura. El núcleo central de la revista, lo que podríamos llamar los «socios fundadores», estaba compuesto por David Muñoz (ideólogo y director del invento), Luis Bustos (diseñador, ilustrador y maquetista), Esther Muñoz, Eduardo Salazar y yo mismo (redactores). Entre los amigos y colegas que aportaron textos, reseñas y/o entrevistas estuvieron Eric Frattini, Santiago García, Eduardo García Sánchez, Berta González y Francisco Naranjo.
Escritores suicidas por Javier Olivares. Más Libros nº 8 (marzo 1999).
El corrector ortográfico de todos los números fue un amigo de David, Antonio Martín, que justo acababa de fundar Cálamo & Cran (quién me iba a decir a mí que veinte años más tarde sus alumnos me inundarían el correo de currículums). La nómina de colaboradores gráficos fue sencillamente espectacular. Además de Javier Olivares, que se encargó de realizar tres portadas y numerosas ilustraciones interiores, pasaron por las páginas de Más Libros artistas del calibre de Darío Adanti, José Luis Ágreda, Eduardo Alvarado, Víctor Aparicio, Joaquín López Cruces, Max, Javier Rodríguez, Juanjo Sáez y Santiago Sequeiros. He intentado rescatar varias de esas ilustraciones para engalanar esta entrada; me disculpo si la reproducción no es del todo buena en alguno de los casos, pero la mayoría (menos el Stephen King de Luis y el Amin Maalouf de Ágreda, de los cuales conservo los originales) están escaneadas directamente de la versión impresa en papel de periódico. Más Libros tenía 24 páginas en formato tabloide (28 x 43). Se distribuía de manera gratuita, principalmente en Madrid y en unas pocas librerías de Barcelona, y se financiaba exclusivamente mediante publicidad. Nunca buscamos ni contamos con ningún tipo de respaldo institucional ni con mecenas de ningún tipo.
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Izquierda: Eric Darton por David Muñoz. Derecha: Libros de cine por Víctor Aparicio.
Creo, o al menos así lo veo ahora con la distancia, que el proyecto fue una extensión natural de nuestra implicación con el mundillo fanzinero y de nuestro amor compartido por los cómics. A finales de los noventa, con el mercado del tebeo en plena implosión, los fanzines y la autoedición fueron en muchos casos el único recurso para varias generaciones de autores empeñados en desarrollar una obra personal (entre ellos, varios de los que luego colaboraron con Más Libros). Javier Olivares, David y Luis venían de crear, junto a otros amigos, el sello Malasombra, con el que publicaron más de una docena de maravillosos minicómics artesanales (¡grapados a mano!) antes de llegar a un acuerdo con la editorial barcelonesa Camaleón para editar comic-books de 28 páginas de autores como Gallardo, Keko, Aparicio, López Cruces o Adanti. Javi Rodríguez venía de autoeditarse Love Gun en Asturias. Incluso todo un veterano como Max había vuelto a las trincheras con el fanzine/revista Nosotros somos los muertos. Esa cosa tan punk de convertir la carencia en virtud parecía respirarse en el aire o, por lo menos, en nuestro entorno cercano. Y me parece que ese mismo espíritu de edición de guerrilla, de cubrir huecos evidentes a nuestra manera y con nuestros recursos, fue un poco (consciente o inconscientemente) el motor de la revista. Queríamos un periodismo cultural alejado de la pedantería y la ranciedad de los suplementos, pero sin caer en el bestsellerismo vacuo del Qué leer. No sé si lo conseguimos, pero desde luego empeño le pusimos, tanto a nivel gráfico como en la elección de los contenidos (en un solo número cogido al azar me salen entrevistas con Suso de Toro, Dulce Chacón, Asun Balzola e Ibáñez, junto con reseñas destacadas de obras de Michael Ondaatje, Joe Orton, Miguel Rellán, Richard Adams, Sade, Alejandro Dumas y el Un largo silencio de Miguel Gallardo).
Lecturas de verano por Juanjo Sáez. Más Libros nº 9 (mayo 1999).
Si falló algo fue precisamente lo que suele fallar en este tipo de aventuras: aunque teníamos la parte creativa creo que bastante controlada, la empresarial no tanto. La búsqueda de publicidad fue nuestro talón de Aquiles (siempre nos faltaron un par de buenos comerciales). Conseguimos la suficiente como para ir costeando los gastos de producción (que yo recuerde, nunca perdimos dinero), pero no tanta como para ponernos unos sueldos decentes. Al cabo de año y medio, la situación empezó a ser insostenible y las opciones laborales que nos llegaban desde otros lados terminaron por empujarnos en nuevas direcciones. David vendió el guión de El espinazo del diablo, que había coescrito con Antonio Trashorras, iniciando así una larga carrera en el audiovisual. Luis siguió maquetando y diseñando, primero en la revista Volumen y después como parte del Estudio Fénix, al tiempo que iba labrándose una carrera como historietista con obras como Las aventuras de Zorgo, Endurance o Puerta de Luz. Eduardo Salazar empezó a colaborar como articulista en Comics Forum y publicó, entre otros, un libro sobre sus adorados Vengadores (¡mucho antes de que se pusieran de moda!). Yo empecé a traducir y ya veis cómo acabé: otra vez en el mundillo de los libros, sólo que ahora al otro lado de la barrera. Veinte años después, no concibo una escuela mejor que Más Libros y no podría sentirme más agradecido por la experiencia. Por todo ello, una vez más, gracias de corazón a todos los que lo hicisteis posible.
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domingo 23 de abril de 2017
Victor Hugo por Carlos Masberger, 1927.
Si otros años he celebrado el Día del Libro recuperando para el blog viejas portadas procedentes de la antigua biblioteca de mi abuelo (como este puñado de ejemplares de la Enciclopedia pulga o estos ejemplos de la colección Novelas y cuentos), en esta ocasión he aprovechado una visita reciente a Mallorca para pasar por el escáner unos cuantos títulos de la colección de libros de teatro de mi padre, Antonio Palmer, gran enamorado del arte dramático que durante una buena temporada llegó incluso a hacer sus pinitos sobre las tablas. Como a mí —lo confieso— nunca me ha ido demasiado el teatro, no se trata de una sección que haya transitado mucho a la hora de buscar lectura en sus estanterías, de ahí que gran parte de las cubiertas me hayan resultado un verdadero descubrimiento. Por otra parte, buscando información sobre las mismas he ido a dar con un excelente blog (Aquellas colecciones teatrales, escrito por Juan Ballester) en el que podréis encontrar muchísimos más ejemplos de literatura teatral; desde el punto de vista gráfico, recomiendo particularmente echarles un vistazo a las colecciones Biblioteca Teatral y La Farsa, con portadas verdaderamente magníficas de artistas como Francisco Ugalde y Félix Alonso.
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Esta pequeña excursión ilustrada comienza precisamente por La Farsa. A la izquierda, la obra Hernani de Victor Hugo, traducida por los hermanos Machado y Francisco Villaespesa para el nº 42 de la colección (Madrid: Rivadeneyra Artes Gráficas, 1928), con portada de Carlos Masberger. A la derecha, La esclava de su galán, nº 414 de la misma colección, aunque publicado bajo otro sello (Madrid: Editorial Estampa, 1935). La portada es de Antonio Merlo. (Pincha para ampliar)
A la izquierda, El barbero de Sevilla, nº 313 de la colección El teatro moderno (Madrid: Prensa Moderna, 1931). Portada de A. Azcarraca. Y del teatro moderno, saltamos al Teatro medieval, una colección de clásicos medievales adaptados al castellano actual por Lázaro Carreter en 1965 para Editorial Castalia. El diseño de la portada viene sin acreditar, pero por la firma me atrevería a decir que la ilustración es de Celedonio Perellón. (Pincha para ampliar)
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Sobre estas líneas, dos ejemplos de la colección Biblioteca Raixa. Debo decir que la elegancia de las formas y el recurso de ir cambiando un detallito mínimo en cada portada vencen en cierto modo mi reticencia hacia los diseños de colección cerrados. Me encantan particularmente las cabecitas que adornan la obra de Porcel y que no habrían desentonado en una portada de Alvin Lustig. Lamentablemente no sé quién es el autor del diseño, porque en los libros no viene crédito alguno. A la izquierda, La simbomba fosca (Palma de Mallorca: Editorial Moll, 1962). A la derecha, El criat de dos amos (Palma de Mallorca: Editorial Moll, 1963). (Pincha para ampliar)
Una nueva muestra de teatro mallorquín y un diseño de concepto muy similar a los dos anteriores realizado para la misma editorial y nuevamente sin acreditar, aunque en este caso cualquiera diría que el simpático dibujo de la portada parece influido por Sempé. Ses tietes (Palma de Mallorca: Editorial Moll, 1959).
Y para terminar, dos ejemplos de la que Juan Ballester califica como «la más ambiciosa y duradera colección teatral aparecida tras la postguerra, y probablemente también la de más calidad de todas las publicadas a lo largo del siglo XX», la Colección Teatro de Ediciones Alfil/Escelicer, con un diseño funcional a más no poder pero que aun así me resulta simpático, no sé si por esos colores tan pop o por esa tipografía que tiene un más que notable parecido con la ahora ubicua Lobster. En los años setenta el diseño cambió por otro igual de funcional, pero con unas rotulaciones mecánicas completamente pedestres y una diagramación fea a rabiar que mejor obviaremos por completo.
Y con esto acaba la excursión por hoy. ¡Feliz día del libro!
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viernes 21 de octubre de 2016
Hoy termina nuestra exposición «8 años de Es Pop: Portadas ilustradas» que ha podido verse estas dos últimas semanas en La Fiambrera Art Gallery de Madrid. No quería dejar pasar la ocasión sin agradecer la amabilidad y la fantástica labor de Ruth López-Diéguez y Maite Valderrama, de La Fiambrera, que además de cedernos su magnífico espacio han conseguido que la exposición luciera de maravilla. Gracias también a Fernando Vicente e Isabel por toda su ayuda en la preparación de la misma y, cómo no, a todos los autores que aportaron las ilustraciones para la muestra: Paco Alcázar, Abel Cuevas, Javier Godoy, Ian Jepson, Kano, Keko, Javier Rodríguez, David Sánchez, Javier Olivares, Miguel Porto y, de nuevo, Fernando Vicente. Me siento particularmente en deuda con Ferran López, que se vino desde Barcelona para participar en la charla sobre portadismo y diseño editorial que dimos el martes 11 de octubre y que acabó resultando mucho más concurrida y animada de lo que hubiéramos podido esperar en pleno puente festivo. Y gracias, por supuesto, a todos los que os habéis pasado por allí estos días a ver la exposición.
Si una cosa hemos aprendido en los ocho años que llevamos editando es que en este negocio las cosas rara vez salen completamente rodadas. Ésta ha sido una de esas veces. Fue una idea que surgió de manera espontánea, casi como una ocurrencia pasajera, y que gracias a la ayuda de personas como las ya mencionadas no sólo ha acabado convertida en realidad sino que además no podía haber tenido un resultado más satisfactorio. ¡Habrá que ir pensando algo para el décimo aniversario!
· Para todos aquellos que no hayáis podido ver la exposición en persona, hemos preparado esta pequeña «visita virtual» en nuestro Flickr.
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sábado 1 de octubre de 2016
Ocho años y todavía no hemos terminado de llenar la estantería.
Este mes de octubre se cumplen ocho años del lanzamiento de los dos primeros libros de Es Pop, Los trapos sucios y El otro Hollywood. Ocho años parece una cifra un poco rara como para festejarla, pero para nosotros tiene todo el sentido del mundo. El primer crédito nos lo dieron a cinco años; el segundo, a tres. Así pues, toca celebrar que 96 mensualidades más tarde aún podamos permitirnos el lujo de seguir aquí, editando los libros que nos da la gana, gracias al apoyo de lectores como vosotros, que nos ayudáis a mantener a raya las garras del banco.
Como bien sabéis los habituales de este blog (o por los menos los que erais habituales cuando todavía escribíamos con cierta regularidad), una de las constantes de Es Pop desde el primer día ha sido el gusto por las portadas llamativas, coloridas y, a ser posible, ilustradas. Creemos que es uno de nuestros sellos más distintivos y precisamente por ese motivo llevábamos dándole vueltas desde hacía algún tiempo a la idea de organizar una pequeña exposición en la que se pudiera ver en todo su esplendor el trabajo de los artistas con los que hemos tenido la gran suerte de trabajar hasta el momento. Este octavo aniversario nos parecía la excusa perfecta y, gracias a la galería madrileña La Fiambrera (C/ del Pez, 27), por fin vamos a poder llevar la idea a la práctica. Será del 7 al 21 de octubre y en total, se expondrán 30 obras de artistas como Paco Alcázar, Abel Cuevas, Javier Godoy, Ian Jepson, Kano, Keko, Robert Maguire, Javier Rodríguez, David Sánchez, Javier Olivares, Miguel Porto y Fernando Vicente. Habrá originales a la venta y también reproducciones, entre ellas una serie limitada, firmada y numerada de un maravilloso retrato de James Joyce realizado por Javier Rodríguez (con la que celebramos también la inminente llegada de El libro más peligroso: James Joyce y la batalla por Ulises, nuestro siguiente título, del que en pocos días hablaré un poco más en profundidad). Inauguramos el viernes 7 a las 19:00 horas.
Preparando algunas de los originales y láminas para la exposición.
También en La Fiambrera y como complemento de la exposición, el martes 11 de octubre a las 19:30 horas, hemos organizado una charla sobre diseño editorial centrado precisamente en las portadas de libros. ¿Cómo se diseña una cubierta? ¿Quién decide cómo se visten los libros? ¿Por qué hay tantos libros feos? ¿Y qué podemos hacer para que dejen de serlo? Será un repaso a la labor creativa de los diseñadores e ilustradores de portadas de libros, abordada desde dos puntos de vista (no necesariamente enfrentados), el de la edición tradicional y el de la edición independiente y alternativa. Para hablar de todo ello, me acompañará Ferran López, diseñador gráfico durante once años en el grupo Random House Mondadori y actualmente director del Departamento de Arte y Diseño del Grupo Planeta. Ferran es una de las personas que más sabe de diseño editorial en este país y me atrevería a decir que también una de las que más ha analizado y reflexionado sobre el oficio, por lo que estoy seguro de que la charla con él va a resultar de lo más interesante e ilustrativa. Personalmente, no podía alegrarme más su presencia en una ocasión como ésta y quiero dejar aquí constancia de mi agradecimiento.
En resumidas cuentas, que cumplimos ocho años. Y lo celebramos así:
- Exposición «Ocho años de Es Pop» en La Fiambrera Art Gallery. Del 7 al 21 de octubre. Inauguración: viernes 7 a las 19:00 horas.
- Charla «Portadismo y diseño editorial». Con Ferran López y Óscar Palmer. Día 11 de octubre, en La Fiambrera, a las 19:30 horas.
¡Os esperamos! No esperéis al décimo aniversario que al paso que va todo, quién sabe dónde estaremos.
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jueves 10 de septiembre de 2015
Estoy seguro de que para la mayoría de lectores de este blog Bartolomé Seguí no necesitará presentación. Después de todo, se trata de uno de los grandes nombres de la historieta española, ganador del Premio Nacional de Cómic junto a Felipe H. Cava por Las serpientes ciegas y coautor junto a Gabi Beltrán del excelente Historias del barrio, título del que ya hablamos aquí hace un tiempo. El caso es que Bartolomé acaba de poner a la venta Drawing Palma, una carpeta preciosa de nueve serigrafías unidas por una tenue línea narrativa en la que dos personajes se van encontrando y esquivando mientras recorren diversos rincones de Palma de Mallorca. Es una edición limitada de 200 ejemplares para la que he tenido la fortuna de escribir unas líneas. Se trata de un textito muy breve, apenas un esbozo promocional, pero me apetecía dejarlo aquí para el archivo y, sobre todo, para animaros a que les echéis un vistazo a las serigrafías en el Etsy de Bartolomé y, si las circunstancias lo permiten, os deis el capricho. Tanto si conocéis Palma como si no, creo que os van a parecer igual de espectaculares.
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Nueve imágenes. Nueve destellos fugaces preservados sobre el papel. Nueve momentos atemporales que, reunidos, componen el retrato de un lugar, de unas gentes, de un paisaje humano y urbano; de todos aquellos elementos, tangibles e intangibles, que hacen que una ciudad sea precisamente la ciudad que es. En este caso Palma de Mallorca, vista a través de la atenta mirada y el diestro pincel de uno de los artistas que mejor conoce sus calles.
Con estas nueve serigrafías, Bartolomé Seguí nos invita a acompañarle en un relajado paseo por el que asoman todas las Palmas posibles: la de los ancianos viandantes y la de los jóvenes despreocupados, la del arte y la cultura y la de las bulliciosas terrazas, la de los patios de vecinos y la de los eternos turistas. Un trayecto para descubrir o para recordar, con espacio para encuentros y desencuentros, para miradas curiosas o esquivas que acaban confluyendo al final del camino. Porque descubrir la ciudad es también descubrirnos unos a otros. Y qué mejor manera de hacerlo que a través del arte de Bartolomé Seguí.
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jueves 30 de abril de 2015
La portada definitiva, ilustrada y rotulada por Ian Jepson.
La portada de Lemmy: la autobiografía es un buen ejemplo de cómo, a veces, la mejor solución es la más sencilla y cómo, a veces, lo verdaderamente trabajoso es darse cuenta de ello. Bueno, para no generalizar, digamos que eso es lo verdaderamente trabajoso para mí, que en ocasiones me empecino en unas cosas que…
En este caso mi planteamiento inicial para la portada era utilizar cualquier cosa menos la imagen de Lemmy. ¿Por qué? En primer lugar, porque me harta un poco que todas las biografías musicales tengan que seguir el mismo patrón de poner una foto en primer plano del roquero de turno. En segundo, porque tenía en mente trabajar con un ilustrador especialmente capacitado para la sugerencia y con una gran habilidad para destilar en una sola imagen lo que podríamos llamar el feeling del músico en cuestión. Esta capacidad es precisamente una de las cosas que más me llamaron la atención del artista sudafricano Ian Jepson. Si echáis un vistazo en su página web a carteles como el de Shadowclub, The Dollfins o Death Panthers veréis enseguida a lo que me refiero. Me atraía mucho la idea de tratar la portada de la autobiografía de Lemmy como si fuera un póster de un concierto y aprovechar el evidente talento de Ian para la rotulación. Uno siempre siente cierto nerviosismo a la hora de abordar a los ilustradores con los que quiere trabajar, máxime cuando residen, como en este caso, en el otro extremo del mundo y no tienen la más mínima referencia ni sobre tu editorial ni sobre ti. Afortunadamente, se dio la casualidad de que Ian es un gran fan de Motörhead y de inmediato aceptó la propuesta. Una de las primeras cosas que me dijo fue precisamente que le atraía la idea de insinuar el concepto sin llegar a mostrarlo tal cual, «particularmente en un caso como éste, en el que probablemente podría resultar excesivamente literal poner la cara de Lemmy cuando el título del libro es precisamente su nombre». Viendo que estábamos en la misma onda, Ian realizó varias pruebas, buscando algún elemento alegórico o característico que destilara la esencia de Lemmy (las botas, el cinturón, las tragaperras… podéis ver sus bocetos iniciales aquí), para acabar pasándome cuatro propuestas. Transcribo a continuación mi reacción inicial a las mismas, tal como se la expresé a Ian por correo.
«Creo en la eficacia de la sencillez y en ese aspecto diría que la del as de picas es mi imagen favorita. Me encanta el concepto y el contraste entre el magenta y el crema. Es muy llamativa, pero no estoy del todo seguro de que fuera a funcionar como cubierta. Parece más bien una ilustración para un artículo o una bonita portadilla interior. Por otra parte, Lemmy se queja repetidas veces en el texto de que parece que mucha gente únicamente le recuerda por «Ace of Spades», por lo que utilizar eso como único elemento de la cubierta podría parecer irónico. Me encanta la ilustración y al primer vistazo ha sido la que más me ha llamado la atención, pero, pensándolo detenidamente, me da la impresión de que puede dar una visión demasiado restrictiva del libro».
«El de la chaqueta me gusta. Me parece una solución elegante y estoy seguro de que quedaría genial con tus texturas (además, me gusta mucho la colocación del título), pero estoy intentando visualizar cómo funcionaría en una librería y me da la impresión de que no llamaría demasiado la atención, puede que sea demasiado sutil. A lo mejor es el encuadre lo que me genera dudas. Te obliga a interpretar todos los elementos por separado antes de darte cuenta de qué es lo que estás viendo realmente y me da miedo que eso despiste un poco la atención. Funciona como una leve insinuación cuando debería ser un puñetazo en los ojos. Puede que quedara mejor mostrando la chaqueta entera, pero entonces sería demasiado parecido a tu cartel para Shadowclub y no creo que merezca la pena repetirse».
«Esta idea me gusta mucho. Resulta muy llamativa y tiene todos los elementos necesarios que, en conjunto, componen un buen retrato de lo que son Lemmy y Motörhead. Es lo suficientemente abstracta como para asimilarla de un vistazo y a la vez lo suficientemente detallada como para transmitir varias ideas a la vez. En principio tiraría por aquí, pero no quiero dejar sin comentar la cuarta y última propuesta».
«Aunque mi primer instinto es desarrollar el concepto anterior, les he enseñado tus propuestas a un par de amigos y todos ellos han señalado sin dudarlo esta imagen. Estoy de acuerdo contigo en que tener la cabeza de Lemmy debajo de un gran rótulo que anuncie «Lemmy» es un tanto redundante, pero la manera en la que has integrado el título como parte de la ilustración me parece que soluciona el problema; el título y Lemmy dejan de ser dos elementos separados y redundantes para convertirse en una sola imagen. Además, es llamativa de narices. Me genera sensaciones contradictorias, porque por una parte estoy seguro de que llamará muchísimo la atención en las librerías: es simple, directa, fácil de distinguir a distancia e incluso de reojo. Sin embargo, no era lo que tenía en mente cuando decidí ponerme en contacto contigo. Me daría pena acabar encargándote un retrato en vez de algo más singular e intrínsecamente tuyo, más parecido a tus carteles, que fueron el motivo de que se me ocurriera ofrecerte el encargo».
La respuesta de Ian no se hizo esperar: «Debemos de tener amigos muy parecidos, porque todos aquellos a los que les he enseñado las ilustraciones también han elegido ésta. Desde luego es algo a tener en cuenta. Tras darle unas cuantas vueltas, creo que deberíamos tirar por la idea de la cara. No hago más que pensar en mis portadas favoritas y el modo en el que las cubiertas que me llaman la atención en las librerías suelen ser siempre las más claras, directas y atrevidas, todo lo cual podría serlo ésta. Te envío otro boceto con los colores cambiados y un diseño más ajustado. Quiero intentar otro par de cosas, pero estoy bastante convencido de que ésta podría acabar quedando muy molona».
Justo sobre estas líneas tenéis el boceto al que hacía referencia Ian en su mensaje, el cual terminó de disipar cualquier duda que pudiéramos haber tenido todavía cualquiera de los dos. Así pues, una vez aceptado que aquello que en un principio nos habíamos empeñado en evitar era lo más adecuado para el libro, sólo quedaba pulir la imagen, dejar que Ian hiciera su magia particular con las texturas y la tipografía y discutir ligeramente el mejor encuadre para el rostro de Lemmy. En algunas pruebas el plano estaba un poco más cerrado, en otras un poco más abierto, pero las diferencias al fin y al cabo eran mínimas. La única variación importante fue esta versión que podéis ver aquí abajo, intentando encajar el nombre de los autores junto al título del libro. No es que quedara mal, ni mucho menos, pero en última instancia lo descarté porque me parecía que rompía un poco esa fusión alcanzada entre la rotulación y la ilustración a la que antes hacía mención; a un nivel instintivo, me parecía que los autores debían ser un elemento aparte, que el título y la cara de Lemmy era una sola cosa y que cualquier otra información adicional debía quedar en segundo plano. Decir, por último, que la elección de las texturas por parte de Ian tampoco es caprichosa: buscaba «raspar» la tipografía de tal manera que pareciera castigada por el paso de los años; algo cascada, pero todavía imponente. Como el propio Lemmy.
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Lemmy: la autobiografía Sin comentarios
martes 31 de diciembre de 2013
Uno de los aspectos más estimulantes de no contar con un diseño de colección cerrado y de trabajar con todo tipo de ilustradores es que nunca sabes muy bien por dónde te va a llevar la colaboración. A veces existe un concepto claro desde el principio y únicamente es cuestión de encontrar la manera adecuada de plasmarlo; otras, en vez de concepto lo que existe es la voluntad de trabajar con un artista en concreto y es de ese encuentro de donde sale la imagen. En el caso de Señores del caos, debo reconocer que no contaba ni con una cosa ni con la otra. Al contrario de lo sucedido con libros anteriores, cuyo proceso de traducción ya me había ido dando pistas de por dónde tirar visualmente, terminé Señores del caos sin ninguna idea concreta más allá de que quería alejarme de la estereotipada imagen del blackmetalero maquillado. Una de las cosas que busco intencionadamente con las portadas de Es Pop Ensayo es intentar encontrar siempre un término medio entre lo reconocible y lo inesperado; creo sinceramente que son libros pensados para ser disfrutados también por lectores que en un principio no tienen por qué ser fans de los temas tratados y quiero que el aspecto visual del libro transmita esa misma idea, que suscite una curiosidad.
Ese término medio entre lo reconocible y lo inesperado fue precisamente el que comenzó a explotar en julio Negro Metal, un proyecto del sello Monocromo que invitaba a diversos ilustradores a crear logotipos de estética blackmetalera para grupos de toda la vida de la España más cañí. (Los resultados, sorprendentes, estimulantes y en ocasiones hilarantes, pueden verse en el blog de Negro Metal y también adquirirse en edición impresa). Uno de los primeros en participar fue el historietista e ilustrador Miguel Porto, al que llevaba siguiendo varios años desde que descubriera su Flickr. Habituado, sin embargo, a ver sus trabajos más enmarcados dentro de lo que podríamos considerar un estilo francobelga bastante canónico, ni se me habría pasado por la cabeza como posible candidato a portadista de Señores del caos de no haber sido por su logo de Salomé (que podéis ver aquí arriba), que me animó a ponerme en contacto con él. La idea en principio era proponerle como mínimo la realización de un rótulo manual para el libro, pero Miguel rápidamente agarró el toro por los cuernos y me escribió diciendo: «Entiendo que mi estilo es de hecho y a menudo francobelga y, créeme, a mí tampoco me convence especialmente algo así para un libro como éste, al menos no lo veo a priori, pero parafraseando a Groucho: ese es mi estilo gráfico, si no te gusta tengo otro». Así pues, rápidamente iniciamos un intercambio de correspondencia e imágenes que nos inspiraban mutuamente para hacernos una buena idea de qué era lo que teníamos ambos en la cabeza. Por abreviar la historia, bastará con citar algunos de los referentes principales, como las ilustraciones de Daniel Danger, los carteles de Dan McCarthy, las máscaras de Jozef Mrva y el uso del espacio de Chris Ware, particularmente en trabajos como su póster para la película La familia Savages. Armado con estos y otros referentes, Miguel me envío nada menos que cinco versiones de «un bocetillo para trabajar sobre él o directamente para desechar, pero necesitaba poner algunas de las cosas que me rondaban por la cabeza en pixeles». Aquí podéis ver dos de ellos.
Mi respuesta para Miguel fue: «Tiene muchos de los elementos de los que hemos estado hablando estos días, pero al verlos ahora plasmados me doy cuenta de que, quizá, cuanto más tiremos hacia lo figurativo, más nos vamos a alejar del diseño general de la colección. Creo que cuanto más nos acerquemos a lo simbólico, más apropiado será el resultado. ¿Has visto por ejemplo los carteles para Black Sabbath que acaba de hacer Shepard Fairey?». Miguel contraatacó con toda una batería de nuevas propuestas, acompañadas del siguiente texto: «Ya verás que son varias, algunas más parecidas, otras diferentes sin alejarme mucho de lo que a mí me parece que buscas… ahora me dirás tú cómo ha funcionado mi telepatía. Como la otra vez son ideas, bocetos guarrillos que evidentemente distan mucho de un acabado final. El demonio me gusta así, casi art brut, pero no me importaría probar con volúmenes puntillistas, que creo que le podrían quedar guay».
En esta nueva tanda vi cosas que me gustaron mucho y que me empezaron a dar una idea más clara de hacia dónde podríamos ir a continuación: «Cuanto más lo pienso, más me parece que deberíamos tirar por lo más sencillo e icónico. En este aspecto la imagen del demonio es modélica, me gusta mucho. Visualmente me parece cojonuda. Mis dudas respecto a usarla van más bien por el rollo temático: me planteo si de verdad es una representación justa del libro o si centrar la portada únicamente en el aspecto satánico del mismo, con una imagen además tan eminentemente cristiana, no va un poco en contra de esa idea de paganismo vikingo que tanto asociamos con el black metal. Quiero decir, que puestos a reducirlo temáticamente a una sola imagen, no sé si ésta es la acertada. Le he estado dando vueltas a alguna manera de integrar la cara del demonio como eje central de la portada junto a algún otro elemento, como la iglesia incendiada (me encanta también el dibujo de la iglesia, así tan sencillo pero tan comprensible, tan icónico), pero claro, a la que empiezas a sumarle otros elementos puede que pierda la fuerza que tiene ahora mismo. En cualquier caso, a lo mejor sería una vía a explorar. Podría incluso reservarse la parte inferior de la portada para ilustrar mínimamente un horizonte yermo en mitad del cual arde la iglesia mientras el demonio domina el resto de la imagen, flotando por encima de todo. Otra opción podría ser la de tirar por un demonio menos cristiano o incluso ilustrarlo como si fuera una máscara. Aquí en Mallorca, por ejemplo, tenemos una tradición de correfuegos demoníacos bastante instaurada que me recuerda mucho a esto. Son demonios, pero no son el diablo, tienen un punto mucho más pagano y los disfraces pueden llegar a dar mal rollo de verdad. Te pego unas fotos para que veas. [Podéis ver las imágenes que le envié a Miguel aquí y aquí]. Se me ocurre con todo esto que a lo mejor podría hacerse la portada tal como has planteado la del diablo, con esas proporciones y de frente, pero que en vez del diablo fuese un tío con una máscara de este tipo. O a lo mejor ni siquiera con una máscara. Quizá directamente con una calavera animal y una cornamenta, en plan guerrero berserker».
Una vez añadido este nuevo referente a la mezcla, Miguel me envió rápidamente nuevas propuestas; tres centradas en la calavera del macho cabrío y una cuarta en la que le daba una nueva vuelta de tuerca a nuestro segundo concepto favorito de la anterior tanda, el de la portada profusamente ornamentada «a lo Biblia satánica», sustituyendo el pentáculo inicial por la imagen de la iglesia en llamas. Nos quedó clarísimo que estos dos conceptos, el de la cabra y el de la iglesia, eran los que mejor funcionaban, tanto en conjunto como por separado, por lo que Miguel se dedicó a profundizar en ambas opciones. Como veis, la imagen de la iglesia en mitad de las montañas remite directamente a los primeros bocetos descartados, los de la chica caminando por la nieve, lo cual demuestra que en este tipo de procesos ninguno de los pasos es en vano, siempre hay elementos que se pueden ir rescatando y reconfigurando.
Contábamos al fin con dos opciones que nos gustaban mucho. Ahora ya sólo quedaba la cuestión de decidirse por una. En un principio tanto Miguel como yo nos inclinábamos más por la de la iglesia en mitad de las montañas. Nos parecía la solución más elegante y además enlazaba con una estética más «bucólica» del black metal ejemplificada por portadas como la del Filosofem de Burzum, el Under The Sign of Hell de Gorgoroth o todas las de Horn. En última instancia, acabamos decidiendo que quizá se apartaba en exceso de lo esperable para un libro de estas características. Como decía al principio, el equilibrio entre lo reconocible y lo inesperado no siempre es fácil de encontrar. La portada negra con el cráneo de cabra y la iglesia llameante por debajo era lo suficientemente estética como para resultar sorprendente y llamativa, pero a su vez sigue conservando de una manera más evidente otras connotaciones más cercanas a una imagen más generalista del black metal.
En cualquier caso, el trabajo previo de Miguel me parecía tan potente que me daba pena que las opciones descartadas no llegaran a verse, por lo que se nos ocurrió la idea de utilizarlas de alguna otra manera, bien para los interiores del libro, bien para una serie de láminas que pudiera editarse de manera conjunta con el libro. Como ambos éramos grandes admiradores de Vidas de Papel, decidimos plantearles la idea y tuvimos la buena fortuna de que se animaran a producir una carpeta de tres serigrafías que ha quedado espectacular, como todas las suyas (podéis ver el resultado aquí). Esto implicaba que Miguel debía realizar tres ilustraciones distintas a partir de los bocetos, en vez de únicamente la portada (lo cual nos permitió contar con la imagen de la iglesia ardiendo entre las montañas como portadilla interior del libro y plantar el dibujo del demonio en el lomo, dos elementos que han mejorado de manera sustancial el aspecto tanto interior como exterior del libro). Por si eso fuera poco, en última instancia decidió que además quería que las serigrafías tuvieran también un estilo propio que las distinguiese ligeramente de las ilustraciones utilizadas en el libro, por lo que procedió a crear versiones «puntillistas» de las tres. Como veis, el compromiso de Miguel con este proyecto ha sido considerable, algo que quiero agradecerle una vez más desde aquí, ya que no me cabe la más mínima duda de que el libro no habría sido lo que es sin sus aportaciones.
¡Volviendo a la portada! Una vez elegida la versión definitiva, sólo quedaba buscar un tratamiento tipográfico adecuado. La rotulación manual de Miguel es tan sumamente potente y llamativa que decidí reducir al mínimo la presencia de las fuentes mecánicas, de ahí que escogiera una tipografía sin serifa y de cuerpo alargado y que prescindiera del largo subtítulo del libro («El sangriento auge del metal satánico»). Me pareció que con ponerlo en el lomo bastaría y que cuanto menos barullo se acumulara en la parte inferior de la cubierta, mejor. Por cierto, ¿había dicho «versión definitiva»? ¡Va a ser que no! En última instancia, estuvimos dudando entre si la calavera funcionaba mejor con llamas o sin ellas. Finalmente se quedó sin ellas, nuevamente para despojar la ilustración de cualquier elemento innecesario o que pudiera despistar mínimamente.
Visto con la distancia, debo confesar que no sé cuál de las dos versiones me gusta más. Las dos me parece que funcionan. Quizá nos quedamos con la más «limpia», pero puede que al prescindir de esas llamas que brotaban de la calavera sacrificáramos algo de expresividad a cambio. No lo sé. Sinceramente, cuando llegas a ese momento del proceso en el que ya le estás dando mil vueltas hasta a los detalles más nimios es cuando te das cuenta de que debes obligarte a tomar una decisión definitiva aunque sólo sea para poder terminar y pasar a otra cosa. El lomo no tuvo más complicación que rescatar la tipografía utilizada para los títulos de las páginas interiores (Sulfur, se llama) y encajar el demonio ilustrado por Miguel. El resultado final lo tenéis arriba.
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Diseño • Ilustración • Libros
Miguel Porto, Señores del caos Sin comentarios
lunes 23 de diciembre de 2013
Una de las pocas «listas de fin de año» que suelo seguir con interés es la selección de las 50 mejores portadas de libros realizada anualmente por The Casual Optimist, sin duda uno de los blogs de referencia del mundo anglosajón para todo lo relacionado con el diseño editorial. Al margen del placer puramente estético de ver 50 portadas maravillosas puestas ahí en ristra, la lista suele servirme para ir captando el rastro de nuevos diseñadores e incluso para detectar ciertos patrones o tendencias. También sirve para que me deprima considerablemente cada vez que me paro a pensar en la increíble creatividad y diversidad del que hace gala el mercado anglosajón a la hora de vestir sus libros en comparación con la inmovilidad, la monotonía y la desgana del nuestro, con sus diseños de colección cerrados a cal y canto, con sus tipografías rutinarias, con sus fotos de banco de imágenes compradas al tuntún y con su obsesión por encerrarlo todo en cajas de color, la mayor parte de las veces negras cual marco de esquela (en muchos casos se diría que las portadas prácticamente nacen muertas, las pobres). Afortunadamente, algunas cosas están cambiando. Cada vez son más las editoriales (generalmente las más pequeñas, pero ojo que también hay algunas grandes que han empezado a dar pasos de gigante en estos últimos años) que se preocupan por hacer honor al contenido de sus libros intentando desarrollar una imagen propia y acorde a los mismos. Es por ello, y porque en este blog solemos hablar bastante a menudo de este tipo de cuestiones, que este año me he animado a realizar mi propia lista de portadas favoritas del año. Ojalá algún día pueda llegar a las cincuenta. Por el momento, me quedo en una docena y pico.
Portadas humeantes.
Un par de aclaraciones. A la hora de realizar la selección me he limitado a libros que no cuenten ya de por sí con un aparato gráfico previo; es decir, nada de libros ilustrados ni cómics. Algunas de mis portadas favoritas del año (como esta o esta otra) caen dentro de esas dos categorías, pero esta selección va por otros derroteros más enfocados hacia el trabajo del diseñador, no el del ilustrador (aunque a veces se solapen). Por otra parte, he querido limitarme a portadas creadas específicamente para nuestro mercado, no a adaptaciones realizadas sobre diseños comprados fuera. Qué duda cabe de que la colección Great Ideas de Taurus tiene algunas de las mejores portadas que se puedan ver actualmente en nuestras librerías, pero el mérito principal sigue siendo de David Pearson y de Penguin. De igual manera, otra de mis cubiertas favoritas del año, la de Doctor Sueño (¿puede que la portada más elegante que haya tenido jamás un libro de Stephen King?) es una adaptación de la creada originalmente por Sean Freeman y Tal Goretsky. Aclarado esto, ahora sí: ahí van, sin ningún orden en particular, mis 12 portadas (y pico) del año.
EPICURO
Carlos García Gual
Alianza
Portada de Manuel Estrada.
Hace tiempo que el estudio de Manuel Estrada viene rediseñando títulos del catálogo del libro de bolsillo de Alianza. Se trata de portadas en muchos casos brillantes, pero quizá demasiado enquistadas aún (hasta cierto punto lógicamente) en el look clásico de la editorial, marcado por el trabajo y la alargada sombra de Daniel Gil. Predominan por lo tanto el fotomontaje y el collage, dos elementos que no es que me desagraden, pero que en este caso concreto habían acabado por cansarme un poco a base de tanta repetición. Este año, sin embargo, Estrada se ha descolgado con un par de cubiertas eminentemente tipográficas que me han conquistado por completo. Una es esta del Epicuro de García Gual; la otra es la de La república de Platón que encabeza esta entrada. Sinceramente, no sé cuál de las dos me gusta más.
EL ARTE DE LA COCINA FRANCESA
Julia Child
Portada de Nora Grosse.
Debate
Un bonito ejercicio de reinterpretación que alude al diseño original de este clásico de la literatura gastronómica sin emularlo. Partiendo de la gama de colores de la edición americana y conservando la idea de la repetición de patrones, la portada española aporta nuevos elementos, sabiamente repartidos para no sobrecargar la imagen, y estiliza el tratamiento tipográfico, consiguiendo un resultado a la vez actual y elegantemente clásico, sin caer en el pastiche retro, que podría haber sido el peligro. Muy lamentablemente, la edición de Debate no acredita al diseñador. Sí viene acreditada la empresa Víctor Igual como responsable de la composición del libro, pero no aclara si la cubierta ha sido realizada por su equipo. Agradecería cualquier información al respecto. (Actualización: me chivan en comentarios que el diseño es de Nora Grosse).
LA SOMBRA FUERA DEL TIEMPO
H. P. Lovecraft
Fábulas de Albión
Portada de Zuri Negrín.
Zuri Negrín lleva un par de años creando portadas de lo más atractivas tanto para Ediciones Nevsky como para su subsello Fábulas de Albión. Entre su producción anterior destacan para mi gusto las cubiertas de El vivo de Anna Starobinets y de Cuando sale la luna de Gladys Mitchell, pero con esta elegantísima imagen, capaz de invocar el misterio y la potencia del horror cósmico lovecraftiano sin caer en los tópicos habituales de los libros de horror, creo que se ha superado. Aquí su página web.
ROBINSON
Muriel Spark
La Bestia Equilatera
Portada de Juan Pablo Cambariere.
Aquí voy a hacer un poco de trampa, porque La Bestia Equilatera es una editorial argentina, pero como de un tiempo a esta parte me he encontrado con sus libros en varias librerías (no sé cómo funcionarán de distribución fuera de Madrid, pero también los he visto en al menos tres grandes cadenas, así que imagino que los estarán moviendo), me agarro a la excusa aunque sólo sea por el placer de presentar una portada de Juan Pablo Cambariere, estupendo diseñador argentino que también trabaja para sellos del grupo Random House Mondadori, pero que para mi gusto da lo mejor de sí mismo en sus trabajos para esta editorial. En este caso, toma como punto de partida un mapa que forma parte de la novela de Muriel Spark para ofrecernos esta efectiva imagen.
LA BANDA QUE ESCRIBÍA TORCIDO
Marc Weingarten
Libros del KO
Portada de Carlos Úbeda.
Una de esas ideas que de tan acertadas y depuradas parecen simples, cuando en realidad son brillantes. En vez de hacer lo típico, que habría sido recurrir a un collage con las imágenes de los escritores sobre los que trata el libro o a plasmar el título con una tipografía torcida, Carlos Úbeda opta en este caso por representar gráficamente el concepto global de la obra con una sencillez y una contención dignas de elogio. La limitada gama cromática hace el resto. Una de las portadas no sólo mejor pensadas sino también más llamativas del año.
DIARIO DE 1926
Robert Walser
La uña rota
Portada de Eduardo Jiwnani
Otra cubierta que se beneficia enormemente de contar con apenas un par de elementos bien elegidos es esta de Eduardo Jiwnani, autor también de la portada de otro libro de La uña rota que me llamó mucho la atención en su día precisamente por el poder de su sencillez (Obra inacabada, de Bertold Brecht). Gracias a ella descubrí a un diseñador todoterreno que desde su estudio La Luz Roja (a medias con Miguel Gutiérrez) igual te sorprende con la imagen corporativa de una radio como Gladys Palmera que con la etiqueta para una caja de azafrán. Echadle un vistazo a su portafolio que merece la pena.
ENSAYOS
George Orwell
Debate
Otro libro compuesto por Víctor Igual en el que no aparece acreditado el diseño de cubierta (¡muy mal, Debate!). En cualquier caso, me atrevería a especular que la autoría es muy posible que pertenezca al mismo individuo (o colectivo) responsable de la portada de El arte de la cocina francesa. No sólo presenta el mismo depurado equilibro entre modernidad y clasicismo, sino que también el proceso de creación parece haber seguido una pauta similar: partir de una referencia al diseño del libro original (en este caso los dos volúmenes de Harcourt que recopilaban la obra ensayística de Orwell) para a continuación depurarla de tal manera que resulte más agradable a la vista a la vez que se potencia la idea de base. En este caso, qué mejor manera de ilustrar la multiplicidad temática de los ensayos contenidos en su interior que mediante la variedad tipográfica: todo es Orwell, pero cada parte tiene su personalidad. Y puede que a lo mejor esté hilando demasiado fino, pero no me extrañaría nada que varias de las tipografías elegidas (cuando no todas) hubieran sido cuidadosamente seleccionadas para hacer referencia o traer de manera inconsciente a la cabeza algunas de las obras más famosas del autor. La O bien podría ser el ojo del gran hermano. La L la bandera cuatribarrada del Homenaje a Cataluña. Hasta el rizo de la L cursiva me recuerda al rabillo de un cerdo, como el Napoleón de Rebelión en la granja. De verdad que me encantaría saber quién ha sido el diseñador de esta espléndida portada. (Actualización: me confirman en comentarios que, efectivamente, también es obra de Nora Grosse).
EL MAR INTERIOR
Philip Hoare
Ático de los libros
Portada de Genís Rovira.
Perfecto equilibrio entre la potencia de las tipografías y la ilustración, sumamente sencilla en concepto pero realizada en un estilo que de inmediato te trae a la mente los grabados de un libro de aventuras (¡la gran aventura del mar!) y que además contrasta de maravilla con el color plano del cielo, lo que hace resaltar aún más el título. Por último, enlaza gráfica y temáticamente con la portada del anterior libro de Hoare, Leviatán, lo cual siempre es un plus (aunque personalmente me gusta más esta). Aquí, la web de Genís Rovira.
KAROO
Steve Tesich
Seix Barral
Portada de Miguel Brieva.
Y del perfecto equilibrio pasamos al desequilibrio total entre imagen y tipografía que es uno de los males endémicos del diseño editorial español. De hecho, esta portada ni siquiera debería aparecer aquí, ya que contiene varias cosas que me repatean: un logo de colección de tamaño exagerado puesto ahí como un pegote, dos rayas impertinentes que no vienen a cuento, una tipografía anodina. Sin embargo, la ilustración de Brieva es tan sugestiva, y el equilibrio entre el blanco y negro y los escasos toques de color es tan acertado, que consigue adecuarse y sobreponerse al corsé que supone un diseño de colección cerrado para acabar alzándose como una de las portadas más memorables del año. Mi más sincera enhorabuena para quien fuese que decidiera recurrir a Brieva en vez de limitarse a plantar una foto cualquiera, como suele ser costumbre. (Otro ejemplo de una portada llamativa que andaba pidiendo a gritos un tratamiento tipográfico acorde a su imagen es esta de Los corruptores, una atractiva macarrada completamente descolmillada por las delicadas serifas típicas de la colección Áncora & Delfín).
COLECCIÓN TWINS
Debolsillo
Una de las mayores sorpresas de este año a nivel de diseño ha sido para mí la colección Twins, en la que Debolsillo (ya de por sí uno de los sellos con mejor presencia visual del mercado) reúne dos títulos de distintos autores, enlazados por un hilo temático, argumental o estilístico. Los libros se venden de manera conjunta en un pack que los une de manera visual. De esta manera, ambas portadas deben funcionar por separado pero también como una unidad. Todos los packs aparecidos hasta ahora tienen su interés, pero da la casualidad de que los dos que más me gustan vienen firmados por la misma diseñadora: Yolanda Artola. En uno es capaz de salvar la distancia que separa a Philip Roth de Gustave Flaubert mediante la elegante solución de usar dos versiones de un mismo elemento visual: un banco. En el otro, tuvo el gran acierto de recuperar esta magnífica ilustración de Luke Pearson (estaba pidiendo a gritos que alguien la utilizara) y de combinarla fluidamente con la portada de El viejo y el mar. Ignoro si el trabajo de unir ambas imágenes fue tarea de la diseñadora o si se trata de una nueva ilustración retocada por el propio Pearson, pero en cualquier caso lo que cuenta es haber sabido ver la relación. (Por lo que he podido ver Yolanda Artola no tiene web por ahora; una lástima).
LOS LIBROS DE «EL BUTANO POPULAR»
El Butano Popular
Diseño de Glòria Langreo.
Otra colección que me entró por los ojos de manera instantánea. Un diseño valiente (no sé si inspirado o no por los trabajos de David Pearson para Penguin, aunque desde luego lo parece, lo cual no es malo sino todo lo contrario) que no sólo se limita a lo puramente tipográfico, prescindiendo de cualquier tipo de florituras, sino que además se autoimpone como regla adicional el ocupar únicamente un cuarto de la cubierta, dejando el resto en un arriesgado vacío blanco que, no obstante, funciona muy bien en contraste con el bloque de texto. Tampoco se trata de un minimalismo vacuo. La colección nace promovida por una web literaria en la que de verdad prima la letra (el texto en sí, desnudo de todo aderezo visual, es en la mayor parte de las ocasiones el único elemento presente en sus páginas de blanco abundante) y las portadas de los libros transmiten bien esa misma idea de texto puro en un entorno contaminado por lo visual. ¿Mi favorita? La de Mentiré si es necesario. Para mi gusto, la que mejor combina los tres elementos de texto. Agradezco en cualquier caso el esfuerzo por hacer algo distinto en cada una a pesar de las limitaciones autoimpuestas, cuando lo más cómodo hubiera sido repetir el esquema tal cual.
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Carlos Úbeda, David Pearson, Eduardo Jiwnani, Genís Rovira, Glòria Langreo, Juan Pablo Cambariere, Manuel Estrada, Miguel Brieva, Nora Grosse, Yolanda Artola, Zuri Negrín 14 comentarios
viernes 4 de enero de 2013
Hace unos días, limpiando el ordenador, encontré una carpeta con varias ilustraciones realizadas por Kano para Capturado, la novela de Neil Cross que publicamos hace un par de años, que no llegué a incluir en su día en la extensa entrada dedicado a la creación de la portada de dicho libro. Vista mi manifiesta incapacidad para actualizar mínimamente el blog de un tiempo a esta parte, me acojo al recurso del vago y aquí las dejo como recordatorio. Si acabáis de descubrir a Cross gracias a Luther: el origen y os habéis quedado con ganas de leer más cosas de este autor, que sepáis que aquí tenéis otra novela hecha a vuestra medida. Para conocer mejor el contexto en el que fueron realizadas las ilustraciones, os emplazo a recuperar la entrada original.
Diseño • Ilustración • Libros
Capturado, Kano, Luther: el origen, Neil Cross 2 comentarios