Este mes, Cultura Impopular va a estar dedicado, entre otras cosas, a la inminente salida de Slash, la autobiografía del melenudo guitarrista de Guns N’ Roses y Velvet Revolver. En los próximos días os iremos presentando cosas como la portada y vídeos relacionados con el libro, más los consabidos adelantos. Pero hoy, para empezar, una pequeña curiosidad. Lo que podéis ver arriba en la foto son varias páginas de de la traducción que demuestran que, aunque pudiera parecer que el catálogo de la colección Es Pop Ensayo es más bien de su padre y de su madre, en el fondo todo está mucho más relacionado de lo que parece. Si ampliáis la imagen, veréis que en Slash se hacen referencia a acontecimientos y personajes tanto de Los trapos sucios como de El otro Hollywood e incluso a Carlitos y Snoopy. Así que ya lo sabéis, después del Universo Marvel y del Whedonverso, aquí llega el Universo Es Pop. Y bueno, como esto no deja de ser una chorrada, aquí os dejo también un enlace a un miniadelanto del libro que acabo de colgar en tumblr para celebrar nuestros primeros 1.000 posts, en el que podréis ver en exclusiva el culazo que se gasta Slash. Muy pronto, más.
Uno de los éxitos sorpresa del año pasado y para mi gusto uno de los más merecidos fue El poder del perro de Don Winslow (Mondadori), una crónica enérgica, prolija y furiosa de treinta años de guerra contra la droga, centrada en (pero no limitado a) la frontera estadounidense/mexicana. A pesar de un desenlace quizá un tanto precipitado, lo cierto es que todas y cada una de las páginas de la novela exudaban tal vigor que acabó siendo una de las lecturas más intensas y agradecidas que tuve el gusto de disfrutar en todo el año, además de una perfecta toma de contacto con la obra de este autor. Coinciden ahora varias circunstancias; por una parte, la publicación en Estados Unidos de Savages, su novela más reciente, una tragicomedia hiperviolenta que narra la odisea de dos amigos de California que cultivan una marihuana de tal calidad que acaban llamando peligrosamente la atención de un cártel mejicano, que le ha proporcionado algunas de las mejores críticas de su carrera; por otra, la próxima publicación entre nosotros de su novela de 2006 El invierno de Frankie Machine por parte de Martínez Roca (será en septiembre); y por último el lanzamiento de un nuevo sello de Little & Brown llamado Mulholland Books, dedicado a la novela negra y el thriller, que aunque no empezará a publicar hasta 2011 ya ha inaugurado una muy interesante web en la que, no hay como tener poderío editorial, van invitando a autores del género a que escriban en una columna de actualización diaria reflexionando sobre su propia obra o sobre noir en general. En apenas una semana ya han pasado por ella escritores como Nick Tosches, Lawrence Block y Joe R. Landsdale. También han publicado una extensa conversación entre Winslow y Shane Salerno (productor de la adaptación cinematográfica de Savages, que el propio Winslow está escribiendo junto a Oliver Stone, director de la cinta) y un Live Chat con el primero moderado por Sarah Weinman. Era el momento idóneo, por lo tanto, para pasear a Don Winslow por Cultura Impopular, así que aquí lo tenemos. Lo que viene a continuación es una traducción de parte de la entrevista con Salerno, en la cual he intercalado algunos fragmentos del chat centrados en El poder del perro, suponiendo que serán los que más interés puedan tener para sus lectores españoles. Vamos allá.
Portadas originales de El poder del perro y Savages.
Mulholland Books: ¿Qué significa para ti ser escritor? Don Winslow: Para mí lo significa todo. ¿Sabes? Quiero ser escritor desde que era un niño pequeño. Crecí rodeado de grandes narradores. Mi padre era marino y solía sentarme debajo de la mesa del comedor cuando sus viejos amigos de la marina venían de visita, y él hacía como que me había ido a la cama y me permitía que me quedara allí sentado escuchando a algunos de los mejores narradores de historias del mundo, siempre los adoré a todos. Y en casa siempre había libros. Cuando mi padre volvió de la Segunda Guerra Mundial, tenía 17 años cuando Guadalcanal, lo único que quería era navegar, ir a todos los zoológicos del mundo y sentarse a leer. Así que en mi casa siempre había libros y se nos permitía leer lo que quisiéramos a cualquier edad. Nunca hubo ningún tipo de censura, así que desde los cinco o seis años ya imaginaba que ser escritor debía de ser lo mejor que se puede hacer en el mundo. MB: Dime cinco novelas que te dejaran noqueado. DW: Ana Karenina de Tolstoi, Middlemarch de George Eliot, L.A. Confidential de James Ellroy… ¿Cuántos llevo, tres? Una novela titulada Un perfecto equilibrio, de Rohinton Mistry, que es una historia muy bella sobre Bombay, y sin duda alguna Todos los hermosos caballos, de Cormac McCarthy. MB: Vamos a hablar, en apenas unas frases, sobre el génesis, la chispa, la idea tras algunos de tus libros. Empecemos por la serie de Neal Carey [en total cinco novelas: A Cool Breeze on the Underground, The Trail to Buddha’s Mirror, Way Down on the High Lonely, A Long Walk Up the Water Slide y While Drowning in the Desert]. ¿Cuál fue la inspiración? DW: La inspiración tras la serie de Neal Carey fue muy sencilla. Yo era estudiante licenciado en Historia y quería sacarme una diplomatura, pero no podía ir a clase porque estaba trabajando de investigador privado y continuamente me enviaban a cubrir casos, exactamente igual que le pasa a Neal Carey. Muchos de los casos que me encargaban entonces eran lo que llamábamos trabajos de Golden Retriever, es decir, buscar y traer: localizar a adolescentes huidos de casa, encontrar y traer de vuelta a ejecutivos de marcha loca. Cuando empecé a tomarme en serio lo de escribir hacía cantidad de cosas para ganarme la vida: fui investigador privado, fui guía de safaris, lo creas o no dirigí obras de Shakespeare en verano en Oxford, así que me adherí a la escuela del «escribe lo que conoces». Me encantaba el género criminal, leía a John McDonald, a Elmore Leonard y a Raymond Chandler, así que me dije: vale, escribiré sobre un estudiante que no consigue sacarse la diplomatura porque continuamente lo envían a resolver casos.
Laurence Fishburne en la adaptación al cine de Bobby-Z.
MB: ¿The Death and Life of Bobby-Z? DW: ¿Quién sabe de dónde salió esa? Había llegado a un punto muerto de mi carrera. Me había cansado de escribir novelas de Neal Carey (que además no estaban llegando a ninguna parte) y trabajaba como una especie de investigador/asesor para bufetes de abogados de Los Ángeles, aunque vivía en Dana Point. Todos los días tomaba el tren para ir al trabajo. El trayecto duraba una hora y veinte minutos y escribía un capítulo a la ida y otro a la vuelta. Cuando oía al conductor anunciar: «Diez minutos para Union Station», cerraba el capítulo como fuese. Sin importar lo que estuviese sucediendo en la historia, ideaba un final para el capítulo. Y hacía lo mismo en el trayecto de vuelta. Un par de meses más tarde tenía una novela que fue un punto de inflexión en mi carrera. Pero de dónde salieron la historia y los personajes, lo ignoro. Lo que sí te puedo decir es que la relación entre Tim Kearney y el chaval de la historia era muy, muy parecida a mi relación con mi hijo. Y es gracioso, porque ha habido lectores que por desgracia me han dicho: «Un niño de seis años no diría esas cosas». Ya, bueno, pues el mío las decía. MB: ¿California Fire and Life? DW: California Fire and Life salió directamente de mi experiencia vital. Había trabajado en 6 o 7 casos de incendio provocado en California y, en fin, creo que esto no lo había contando nunca, pero me acusaron de amenazar a un testigo y de haber falsificado pruebas, por lo que me quedé en la calle. Quiero decir, que mis empleadores me suspendieron temporalmente de empleo y sueldo, así que menos mal que acababa de escribir Bobby-Z , que se vendió por una buena cantidad, o si no nos habríamos muerto de hambre. De modo que me senté a escribir este libro sobre incendios provocados basándome en dos casos en los que había estado trabajando personalmente. Uno fue un incendio con asesinato en San Diego y el otro un robo con incendio en Orange County. MB: ¿The Winter of Frankie Machine?
Ah, Frankie Machine es una vieja historia. Crecí en Rhode Island, en un vecindario de mafiosos, así que conocía a esos tipos, ¿sabes? Acababa de escribir El poder del perro, un libro muy, muy largo, y estaba cansado, estaba deprimido, quería hacer algo diferente y quería escribir una historia sobre un viejo mafioso, y quería escribir un libro crepuscular, quería escribir algo sobre el fin de las cosas; por eso está ambientado en la Costa Oeste; la novela de la Costa Este ya se ha hecho y se ha hecho fenomenalmente bien, así que quería hacer algo muy diferente. Quería decir que la mafia existe en California y quería expresarlo de un modo distintivamente californiano, así que empecé a estudiar la historia del crimen organizado en San Diego y me resultó fascinante, muy conectado con la política y todo tipo de cosas, de modo que me basé en un tipo al que conocí de joven, que fue como un tío para mí, y lo puse en San Diego para intentar contar la historia del crimen organizado de la ciudad en un período de treinta años.
MB: ¿Los libros de Boone Daniels? DW: La serie de Boone Daniels sale de mi juventud, cuando practicaba surf, aunque en la Costa Este. La gente se piensa que en la Costa Este no hay olas, pero las hay, y seguí surfeando cuando me vine a California, en Laguna, Dana Point y sitios así. Quería escribir algo centrado en ese ambiente. Me fascinaba el lenguaje, la jerga, el humor. Algunas de las anécdotas más divertidas que he oído en mi vida ha sido en el agua charlando con estos tíos, contando historias y tal. Y bueno, también pensé que me permitiría tomarme un descanso de otras temáticas más intensas y al final resultó que no, porque cuando volvía a casa desde la playa pasaba junto a unos campos de fresas que, según descubrí más tarde, promovían la prostitución infantil. Traían chicas desde México para los recolectores. De modo que había un contraste enorme entre la belleza y la diversión y el humor del surf y las cosas horribles que estaban sucediendo justo al lado. Me pareció que no podía ignorarlo y lo incluí en la primera novela [The Dawn Patrol]. Después escribí otro libro de Boone Daniels, The Gentlemen’s Hour, que probablemente se editará en Estados Unidos el año que viene, aunque en Inglaterra ya ha salido, porque sencillamente me gusta pasar un rato con esos personajes en ese mundo, con ese lenguaje tan divertido de escribir. MB:¿Y El poder del perro? DW: Buf. El poder del perro es un libro que nunca tuve intención de escribir. Un día me levanté y vi en el periódico que 19 inocentes habían sido asesinados en un pequeño pueblo mexicano al que solíamos ir a pasar un fin de semana barato. Y no hacía más que preguntarme: «¿Cómo ha podido pasar eso?». Y al principio no me puse a escribir, sino sencillamente a leer, a leer libros sobre el mal y la naturaleza del mal y ese tipo de cosas y fui incapaz de encontrar ninguna respuesta. Supongo que cuando no eres capaz de leer una respuesta, la siguiente opción es escribirla, y fue entonces cuando empecé a investigar sobre la guerra contra la droga, y cuanto más aprendía más necesitaba seguir aprendiendo y más me remontaba en el tiempo, hasta que antes de darme cuenta me encontré con que tenía 35 años de historia por contar. Pero me di cuenta de que no podía contarla a través de los ojos de un único personaje. Ya sabes, nadie había visto todo el conjunto de lo sucedido. Fue entonces cuando me decidí por cinco protagonistas para poder verlo todo a través de sus ojos. MB:¿Cuánto tiempo te llevó escribir El poder del perro? DW: Cinco años y medio entre investigar, escribir y reescribir. El último año y medio me lo pasé editando para convertir un manuscrito de 2.000 páginas en uno de 1.000. Me siento como si hubiera estudiado una carrera en tráfico de drogas.
Winslow en España.
MB: El poder del perro abarca muchos espacios y momentos distintos, me pregunto cómo la imaginaste al principio, en términos de estructura, y cómo te sentiste cuando estabas metido de lleno en la escritura, sabiendo todo lo que te quedaba por delante. ¿Daba tanto miedo como imagino yo? DW: Sí, fue terrorífico. En términos de estructura, siempre vi la novela como una especie de tragedia Jacobina, así que le di una estructura en cinco actos. Más allá de eso, me pasé años intentando encontrar la forma del libro. Continuamente seguía investigando y escribiendo, y el libro crecía cada vez más. Los acontecimientos reales de la guerra contra las drogas impulsaban la narración, pero me desesperaba intentando darles forma de novela. No encontré el «hilo conductor» hasta que me di cuenta de que cada uno de los personajes estaba intentando responder al desafío de cómo vivir de manera decente en un mundo indecente. MB: Veo Savages y El poder del perro como libros relacionados en cierto modo, a pesar de las evidentes diferencias en grosor y estilo. Pero los dos hablan del fracaso de la Guerra contra la Droga y de cómo nos enredamos en cantidad de guerras fútiles, tanto literales como personales. DW: Desde luego. La de Afganistán no es la guerra más larga de Estados Unidos, lo es la llamada «Guerra contra la Droga». Llevamos en ella desde 1973, hay más drogas que nunca y la violencia que las rodea ha pasado a ser horrenda. Declaremos una «Guerra contra el Cáncer» o una «Guerra contra el Hambre». Si gastáramos los miles de millones de dólares que estamos gastando en la llamada guerra contra la droga, puede que incluso ganáramos. MB: Hablemos rápidamente de Savages, de la idea de que no sólo se trataba de un libro arriesgado en términos de tema, de escenas, de personajes, sino también en términos formales. DW: Oh, desde luego. Este libro lo oí tal cual en la cabeza, ¿sabes? Se desplegó frente a mis ojos de una manera muy determinada, muy radical. Por eso, si pensé que un lector podría experimentar una escena concreta mejor como película que como novela, escribía esa escena en forma de guión. Si me parecía que una escena se leía mejor como poesía que como prosa, la escribía en forma de poema. Curiosamente, algunas de las escenas más poéticas son las más violentas, porque mi experiencia tras haber estado como observador en un par de guerras es que uno no recuerda los hechos como una narración en prosa. Para bien o para mal, tienes recuerdos muy vívidos pero fragmentados y repentinos, que es lo que intenté capturar en este libro. De modo que sí, se trata de un estilo muy radical, particularmente para el género criminal, que tiene ciertas reglas establecidas, pero de verdad me apetecía abrirme cierto espacio a codazos para poder crear el libro tal y como lo oía y lo veía. Siendo sinceros, hubo momentos durante la redacción del libro en los que me asusté, pensando si no estaría yendo demasiado lejos. Tuve la tentación de cortarme un poco, pero después pensé que no, que si no lo llevaba hasta el final acabaría escribiendo algo realmente malo. El único modo de hacerlo era saltar directamente donde cubre, ¿sabes? Un poco como en el surf. A veces caes al agua y se te viene encima una ola enorme, y la tendencia natural es intentar alejarse de ella, pero no puedes, no puedes hacer eso. El único modo de sobrevivir es sumergirse hasta el fondo y salir por el otro lado. Y quizá suene excesivamente romántico, pero eso es lo que intenté hacer escribiendo este libro.
MB: Con la Propuesta 19 a voto en noviembre, ¿es Savages mucho más relevante para la conversación acerca de la legalización de la marihuana y el modo en el que podría impedir que California acabe arruinada? ¿O también encontraremos una manera de meter la pata hasta el cuello con esto? DW: Mira, para ciertos problemas no hay buenas soluciones, sólo soluciones menos malas. El modelo de la «guerra» contra la droga es la peor de ellas. Hablando específicamente de la marihuana, en un mundo en el que el tabaco (la droga que más gente mata de lejos) es legal, la marihuana también debería serlo. La clave para reducir el poder de los cárteles es reducir el beneficio del producto. También será una actividad más fácil de regular, manteniendo al margen a los cárteles, cuando la saquemos de entre las sombras. MB: Una última pregunta. A día de hoy llevas 13 libros escritos. Cuando echas la vista atrás y ves a aquel joven aspirante a escritor que no sabía si iba a poder ganarse la vida con esto o no, sentado en un coche durante un turno de vigilancia en Nueva York, escribiendo en una libreta, dime: ¿cómo de lejos crees que has llegado como escritor y qué le dirías al tipo que eras entonces? DW: Todavía hay veces que me cuesta creer o incluso aceptar que me gano la vida con esto y que he tenido éxito. En muchos sentidos, sigo sintiéndome muy cercano a aquel tipo que escribía durante las horas de vigilancia con bolígrafo en una libreta amarilla, intentando terminar un capítulo antes de que pasara algo en la calle. Pero echando la vista atrás, todas esas experiencias han contribuido a la manera en la que escribo, me hicieron el hombre que soy hoy. Ahora que tengo un poco de distancia, me resulta interesante contemplar aquellos tiempos y pensar: tío, has recorrido un camino muy, muy largo, pero un paso tras otro, evidentemente. No he tenido éxito de la noche a la mañana, a no ser que haya sido una de esas noches árticas que duran una eternidad. De modo que creo que le he aportado algo de madurez y un poco de sabiduría a todo aquello y veo que he tenido mucha suerte, he sido muy afortunado y espero haber trabajado con sinceridad, en cada uno de los libros que he escrito o en cualquiera de las cosas que he hecho. Sencillamente he intentado darle todo lo que tenía a mis libros, darles calidad, darles corazón, y no sólo limitarme a intentar idear el próximo bestseller, sino aportar algo de sustancia. Y quizá esto suene contradictorio, pero no me quiero alejar demasiado de aquel tipo que fui, ¿sabes? Porque siento que es algo que tenemos que volver a ganarnos cada día. Todos los días nos levantamos para escribir y tenemos eso en común con el tipo joven que aún no ha publicado o aún no ha hecho una película, y espero ser capaz de mantener siempre esa especie de «frescura» y entusiasmo, y parte de esa inseguridad y humildad, porque creo que realmente contribuyen al resultado.
Una de las ocho portadas con las que se ha lanzado The Suburbs.
Acabo de leer en Creative Review un interesante texto sobre el trabajo realizado por el director de vídeos Vincent Morisset para el nuevo disco de Arcade Fire, The Suburbs. Morisset ya había trabajado con el grupo anteriormente en el vídeo interactivo de «Neon Bible», y en esta ocasión se ha encargado de idear un sistema para que los archivos digitales del álbum resulten interesantes visualmente. Copio y pego:
Morisset ha trabajado con la diseñadora Caroline Robert para crear muestras de arte digital que aparecen mientras el disco va sonando en reproductores de mp3 como el iPod o el iPhone. El trabajo recrea deliberadamente los placeres de las viejas carpetas de vinilo, en las que las letras de los temas aparecían a menudo reproducidas en su totalidad. Cada una de las canciones del disco tiene una imagen individual sobre la cual va apareciendo la letra del tema sincronizada con la voz del cantante al reproducirse en el iPod.
«Win [Butler, el cantante de Arcade Fire], quería crear una versión de las ilustraciones que fuera relevante en el mundo digital», explica Morisset en su página web. «Actualmente, la mayoría de nosotros compra, comparte y escucha la música a través de ordenadores y aparatos portátiles. Resulta absurdo que en 2010 la imagen del álbum siga siendo un único jpg. Me puse a pensar en la relación que tenemos con la carpeta o los insertos de los discos de vinilo mientras escuchamos la música, ojeando las letras, observando una foto del grupo o un dibujo chulo relacionado con una canción mientras la oímos. Eso es algo que hemos perdido con el mp3. Quería hallar un modo de volver a acercarnos a esa experiencia».
Como en el caso de su vídeo para «Neon Bible», parte del éxito de la propuesta es su sencillez. Morisset explica su funcionamiento de la siguiente manera: «Sólo hay que sincronizar una serie de imágenes con momentos específicos de una canción utilizando el formato m4a. Como hacen algunos podcasters, pero con microcapítulos para cada verso de la letra. Además de eso, añadimos vínculos de los de toda la vida que también sincronizamos con los temas. Esto le permitirá al grupo añadir en cualquier momento todo tipo de referencias relacionadas con cada una de las canciones. Su intención es ir actualizando dichos vínculos ocasionalmente».
La presentación caligráfica de las letras sobre la pantalla combinan a la perfección con el diseño del disco realizado por Caroline Robert, que incluye fotografías de Gabriel Jones tomadas en los suburbios de Houston.
Esta copia digital con añadidos visuales es un extra que acompaña a la compra de cualquiera de las versiones del álbum (digital, CD o vinilo) en la web del grupo, pero ignoro si también puede descargarse con algún tipo de vale incluido en las copias físicas que lleguen a las tiendas de discos (que sería lo suyo).
El caso es que, aunque no tenga nada que ver con los libros, la noticia me ha parecido relevante en relación a lo que indicaban amigos como Soulnow y Carlos Andrés en los comentarios a la anterior entrada, respecto a la necesidad de desarrollar valores añadidos y elementos gráficos propios del libro electrónico, para que la cosa no se quede en un mero trasunto digital de algo que en realidad resulta inimitable: el libro como objeto físico. Quizá en vez de seguir ideando sistemas que intenten reproducir con mayor o menor fortuna la sensación de leer un libro, lo que habría que hacer es explorar las posibilidades que ofrece el nuevo formato y crear soluciones a su medida. En resumen: que el libro electrónico no se limite a ser una simulación de otra cosa sino que adquiera entidad propia y aproveche las herramientas que le son inherentes. La idea de Arcade Fire me parece un buen ejemplo de esto último, puesto que aprovecha las posibilidades del m4a para crear algo más complejo e interesante que la simple copia digital de un disco. Lo cual me lleva a pensar que quizá los desarrolladores de libros electrónicos harían mejor fijándose menos en los libros de toda la vida y más en lo que se está haciendo en otros campos (arte digital, HTML5, videojuegos, etcétera). Vamos, que el formato dé forma al contenido, no al revés, como está sucediendo ahora. Y con esto prometo dejar el tema del libro digital por una temporada.
Dos de los carteles de Mico Toledo.
Aprovecho en cualquier caso para aplicarme el consejo de seguir buscando nuevas soluciones más allá de los límites de tu especialidad (en los suburbios, podríamos decir) para pegar aquí otro reciente descubrimiento realizado a través de Creative Review. Se trata de Music Philosophy, un proyecto del diseñador Mico Toledo consistente en crear todas las semanas un póster a partir del estribillo de una canción, sirviéndose de un número mínimo de elementos, principalmente tipográficos. Echadles un vistazo que de verdad merecen la pena. ¡No me diréis que no funcionarían estupendamente como portadas de libros!
Dos portadas que se me pasó incluir en la entrada anterior: Ciudad de ladrones, en versión norteamericana y española (que afortunadamente ha cambiado en las reediciones).
Dos curiosas adendas a mi entrada anterior sobre diseño y libros electrónicos. La primera, el anuncio realizado la semana pasada de que Dorchester Publishing, una de las principales editoriales de libro de bolsillo en Norteamérica, abandona el formato físico para pasarse por completo al libro digital y a la impresión por demanda a partir de hoy mismo. Dorchester trabaja lo que en Estados Unidos se llama el mass market, es decir, el mercado masivo: novelas de bolsillo muy baratas (de precio y factura) destinadas al consumo mayoritario, no tanto en librerías como en grandes almacenes tipo Wal-Mart y demás. Es decir, que no sigue estrictamente las estrategias de venta de las editoriales, llamémoslas, «literarias». En cualquier caso, no deja de ser un paso bastante radical que incide en lo que ya comentábamos acerca del creciente abismo entre el mercado mayoritario y el minoritario. Según este artículo de Jeffrey A. Trachtenberg para el Wall Street Journal, la medida ha venido marcada por una caída del 25% en las ventas del año pasado. «La decisión de pasarse a digital», escribe Trachtenberg, «podría ser un signo de lo que se avecina para otros pequeños editores enfrentados a una bajada de las ventas en el negocio de la impresión tradicional. Este cambio le asegurará a Dorchester un significativo ahorro en un momento en el que sus expectativas pasan por doblar sus ventas digitales en 2011. Dorchester, que lleva editando novelas de bolsillo para el mercado masivo desde 1971, publica entre 25 y 30 nuevos títulos al mes, de los cuales aproximadamente un 65% son de género romántico. Los fans de la novela romántica en particular ya han acogido con entusiasmo el libro electrónico, en parte porque les permite leer sus novelas en público sin tener que mostrar la cubierta». Esta última puntualización me parece no sólo curiosa sino también muy acertada, y lo cierto es que nunca me había parado a pensarlo. Es indudable que la lectura, como todo tipo de actividad cultural, lleva implícita cierto grado de pavoneo: hay libros que se exhiben con más orgullo y comodidad que otros, y no me parece exagerado pensar que el pudor pueda llegar a influir en el tipo de lecturas que uno se lleva al metro o a la playa y cuáles reserva para casa. ¿Quizá títulos como El otro Hollywood pudieran funcionar mejor como libro electrónico que como libro tradicional? ¿Puede resultar un inconveniente la cubierta en casos como este? No lo sé, pero desde luego da qué pensar.
A la izquierda, el último libro de HCC que saldrá coeditado con Dorchester (portada de Bob McGinnis, por supuesto). A la derecha, lo nuevo de Christa Faust se retrasa hasta el 2011.
De todas maneras, y para terminar con el sorpresivo anuncio de Dorchester, si por algo he traído a colación su cambio de modelo de negocio ha sido no sólo porque me pareciera significativo, sino porque, como sabrán los seguidores de Cultura Impopular, Dorchester es también la editorial que ampara uno de mis proyectos editoriales favoritos, Hard Case Crime, cuyo máximo responsable, Charles Ardai, ya ha salido al paso para aclarar que no, que él no se pasa al digital. «El destino de HCC no está particularmente ligado a esta situación», declaraba hace tan sólo dos días en The Rap Sheet. «El sello HCC es de mi propiedad y si Dorchester ya no va a seguir en el negocio de imprimir y distribuir libros como los nuestros, podemos asociarnos con otro editor o distribuidor que lo haga. Ya estoy en conversaciones con varios e imagino que en las próximas semanas o meses podremos ir aclarando nuestras opciones. Mientras tanto, los dos libros que tenemos anunciados en nuestra página web [entre ellos el nuevo de Christa Faust] sufrirán sin duda algún retraso, y cuando salgan es probable que sea en colaboración con otra compañía que no será Dorchester, pero mi previsión es que saldrán. No tengo ningún interés en convertir Hard Case Crime en una editorial de libros electrónicos. No tengo nada contra el e-book, pero sería una solución que iría en contra del objetivo principal de HCC, que es celebrar un tipo muy concreto de artefacto físico, la novela de bolsillo criminal de mediados de siglo».
Las coloridas portadas de Melville House.
La segunda adenda tiene más que ver con lo que decíamos en los comentarios de la anterior entrada sobre el modo en el que podrían cambiar o no las portadas de los libros electrónicos y los nuevos retos que les esperan a los diseñadores. He aquí dos soluciones posibles en extremos opuestos del espectro. A través del twitter de Jorge Portland llego a este artículo de James Bridle con abundantes muestras de tres editoriales, Odyssey, Melville House y Reclam, especializadas en diseños minimalistas que convierten el libro en poco más que un icono.
Más minimalismo de la mano de Odyssey.
Por otra parte, Charlie Orr, desde su blog The Hypothetical Library, realizó hace un par de meses tres curiosas pruebas animando portadas ya existentes para adaptarlas al mundo digital. «Básicamente una portada es una imagen y un título», explica Orr. «Pero podría ser un cortometraje o una animación, abstracta o narrativa. Podría tener música o ruidos inquietantes. También podría ser un portal con enlaces a otra información, como el catálogo del editor o más información acerca del libro. Podría hacer cualquier cosa que nunca hubiéramos imaginado que pudiera hacer una portada. Pasé de asumir que un día las portadas podrían desaparecer por completo a creer que podían adoptar una vida completamente nueva. Desarrollé algunas muestras del aspecto que podía tener una portada de libro digital, principalmente para mostrarlas dentro de la industria, pero he decidido que ha llegado el momento adecuado para presentarlas en público. Echad un vistazo y a ver si estáis de acuerdo conmigo».
Animación de Charlie Orr para una portada original de Paul Sahre.
Podéis ver el resto de animaciones de Charlie Orr, a mayor tamaño, en la página enlazada más arriba o directamente en Vimeo. No sé hasta qué punto puede llegar a cuajar una idea como esta, pero no me cabe duda de que veremos muchos más ejemplos en el futuro.
Otra de las animaciones de Charlie Orr, en este caso sobre una portada propia.
Este artículo de Ivor Tossell aparecido en The Globe and Mail sobre las posibilidades que abre para el diseño el advenimiento del libro electrónico tiene más de un mes, así que disculpad si ya lo habéis visto repetido por ahí más veces, pero entre el Mundial, la canícula estival y Slash, no había tenido tiempo de ponerme a traducir esta serie de fragmentos que me apetecía destacar:
En el mundo del libro nadie se toma las portadas a la ligera. Los editores invierten tiempo, dinero y talento para desarrollar sus cubiertas. Reclutan a artistas de primera línea, realizan tests de mercado y organizan grupos de prueba. Y cuentan con que las portadas hagan que sus viejos libros parezcan nuevos otra vez y llamen la atención en las librerías, donde la mitad de las compras se hacen siguiendo el capricho del que ojea. Pero a medida que el mundo literario entra en la era del libro electrónico, las portadas van perdiendo parte de su función, al menos tal como la conocemos ahora. Cuando los libros tengan pantallas en vez de portadas, ¿podrán los editores seguir dependiendo de ellas como herramientas de mercadotecnia? En el proceso de perder la forma física, ¿seguirá el arte de portada de los libros el mismo camino que las cubiertas de los discos hasta convertirse en una sombra de lo que fue? A medida que los Kindle baratos proliferan, la portada parece oscilar al borde del abismo de la obsolescencia. Pero puede que la era dorada del diseño gráfico literario esté sólo empezando.
A la izquierda, la Odisea de toda la vida. A la derecha, el mismo título con portada de Gregg Kulick.
A la hora de vender libros, el envoltorio importa. La portada de un libro no sólo sirve como su plumaje en la librería, sino que es particularmente decisivo para promocionar lo que los editores llaman el “fondo”, su creciente colección de títulos aún en catálogo, pero ya no tan promocionados como las novedades. “El diseño de portadas es una manera de darle frescura a algo, de devolverlo a la vida», dice Adam Freudenheim, el editor de Penguin Classics en Londres. “Por lo general ese es el desafío con los fondos: ¿Cómo conviertes libros antiguos en novedades o consigues que el público los vea con nuevos ojos?”. No es cuestión baladí. Los fondos pueden llegar a sumar una enorme proporción de las ventas de un editor, en algunos casos más del 80 %. Un diseño atrevido puede atraer atención sobre un viejo título y aportarle al comprador la impresión de que no es que se trate sólo de un libro antiguo, sino que se ha convertido en «clásico».
A corto plazo, el acelerado ritmo de los cambios experimentados por la industria literaria está añadiendo presión a los editores para acentuar el diseño físico de los libros, dice Joel Silver, presidente de Indigo Books & Music. «El valor de poner [un libro] en la estantería o sobre la mesita del salón pasa a ser mucho más importante», afirma Silver. “Como objeto físico ha de ser mucho más bello». La sensación física de sostener y mostrar un libro impreso, después de todo, es una de sus ventajas competitivas. Pero esas opciones sencillamente no son válidas para los e-books. No sólo no tienen portada en el sentido tradicional de la palabra sino que además algunos, como el Kindle de Amazon, sólo reproducen escalas de grises. Ni siquiera las tabletas a color capaces de hacerle justicia a una imagen de portada pueden replicar las funciones sociales de una cubierta. La portada, dice Sarah MacLachlan, directora de House of Anansi Press, hace algo más que vender un libro en la tienda: es publicidad para la edición cada vez que un lector lo saca a la calle. Es una herramienta de interacción social en el sentido más viejo del término, permitiendo que la gente vea lo que otros están leyendo, sentados en el metro o en la sala de espera. «En un dispositivo electrónico, la portada no juega ese papel», dice MacLachlan. […] Pero si las portadas están perdiendo terreno como la mejor manera de vender un libro, su diseño gráfico acabará por ser más importante que nunca, aunque sea de maneras ligeramente distintas.
Entre esta portada y la de Todo por una chica, Anagrama está consiguiendo que Nick Hornby parezca un ñoño de cuidado.
El artículo continúa enumerando algunos de los nuevos desafíos a los que se enfrentan los diseñadores, como son la creación de portadas lo suficientemente llamativas e identificables incluso en una versión tan reducida como la que suelen utilizar las tiendas electrónicas o el desarrollo de aplicaciones para los lectores de e-books. A mí lo que más me interesa, en todo caso, es esta idea de que el cambio que se avecina pueda ser una llamada de atención que propicie el estímulo creativo. Por supuesto, en Estados Unidos e Inglaterra la recuperación continua del fondo editorial, pasado por el filtro de la reinvención gráfica, es una práctica habitual: ya hablamos aquí en su día de los James Bond de Michael Gillette; otros dos ejemplos notables recientes podrían ser el rediseño de toda la obra de Cormac McCarty realizado hace unos meses por David Pearson (podéis ver el resultado aquí) o la fantástica colección Great Ideas de Penguin (ejemplos aquí y aquí). Sin embargo, esta sana costumbre que sirve no sólo para modernizar el aspecto del libro, sino también para acercarlo a nuevas generaciones de lectores, carece de toda tradición en nuestro mercado, el cual, si por algo se caracteriza a nivel gráfico, es por un inmovilismo que ronda lo pavoroso, tanto en lo referido al catálogo de fondo como a las mismas novedades: fotos de stock, cuadros de pintores románticos, escasa o nula relación de la imagen con el contenido, la manía de basar el diseño de colección en la presencia de cajas de color o marcos (tanto da que sean negros, rojos, amarillos o de damero).
La educación sentimental de Flaubert: Losada vs. Penguin.
Todo lo cual no tendría por qué ser malo si no fuera tan exageradamente omnipresente desde hace treinta años. Por eso, al margen de que todavía no tenga una idea muy definida de lo que va a traer de bueno y de malo el libro electrónico, si al menos sirve, como parece que así va a ser, para acentuar aún más la división entre «productos de consumo masivo» y «libros-objeto editados con mimo para una minoría», puede que el diseño de estos últimos empiece a estar marcado por nuevas tendencias más innovadoras y creativas. Francamente, a mí como consumidor me gustaría que así fuera (a qué fan de Bolaño, por ejemplo, no le gustaría tener un mercado en el que se publicaran ediciones de 2666como esta), pero debo reconocer que no soy demasiado optimista. Y desde luego no será por falta de talento; así a bote pronto me vienen a la cabeza trabajos como los libros de J. G. Ballard y de Agatha Christie diseñados por el estudio Opalworks, las portadas de Ferrán López para Plaza & Janés o las de Fernando Carballo para la colección Pensamiento Crítico, que demuestran con creces que si algo falta en España no son ideas ni buenos diseñadores. Pero el trabajo de un diseñador nace siempre constreñido por la línea que quiera marcar el sello para el que trabaje. Teniendo en cuenta lo enquistadas que llegan a estar algunas editoriales en sus fórmulas de toda la vida, y viendo por otra parte el comportamiento de un público por lo general acomodaticio que tiende a comprar más de lo mismo antes que a arriesgar con lo nuevo (y que por lo tanto suele rechazar en principio propuestas gráficas más elaboradas porque, al no seguir la pauta establecida, intuye que el contenido también se va a salir de lo normal o no se va a adecuar a sus gustos), mucho me temo que el cambio aún tardará en llegar. A no ser que, efectivamente, el seísmo que se avecina llegué a ser de tal magnitud como para forzarlo. Lo cierto es que estoy deseando ver a dónde nos lleva todo esto.
Dos aproximaciones pero que muy distintas a Haruki Murakami. Pincha sobre la imagen de la derecha para ver la cubierta diseñada por Chip Kidd en todo su esplendor.
Portada de Glen Orbik para la secuela de A la cara, de próxima publicación en EEUU.
A la cara. Y a la yugular. Christa salta como una gata malherida y se agarra a la parte del cuerpo que le pongas a tiro. Lo tiene todo y lo sabe, y juega inteligentemente con sus recursos. Con una biografía que ni inventada —antigua bailarina de cabina de peep show y tatuada modelo—, aspecto de haber roto todos los platos de la alacena y un ojo clínico que le permite buscar el punto débil del lector, debuta en un género tan complejo como la novela negra con aroma a clásico —olviden ustedes los helados parajes nórdicos— y logra impactar. A vieja fórmula, nuevos personajes y paisajes: en un mundo sórdido de actrices porno, chulos sin escrúpulos, esclavas sexuales y psicópatas repulsivos, la heroína Angel Dare, antigua estrella del cine de entretenimiento para adultos, se ve envuelta en un anfetamínico carrusel de agresiones, asesinatos, torturas y huidas. Nacida para correr y hacer correr, Faust engorda su nómina de seguidores con nombres ilustres —con Tarantino a la cabeza—, no engaña al insinuar cual es su objetivo final e inaugura, junto a Neil Cross y Todd Grimson, una colección de narrativa pop que promete emoción con olor a pulp. Alfred Crespo, en el nº 273 de Ruta 66 (julio/agosto 2010).
Ali Karim es colaborador de varios medios especializados en novela policiaca, entre ellos uno de mis blogs de referencia, The Rap Sheet. También es la persona que me puso sobre la pista de Neil Cross gracias a una entrevista publicada precisamente en dicho blog. Por si eso fuera poco, Ali ha tenido a bien cederme algunos fragmentos de la misma para compartirlos aquí con vosotros. Si os quedáis con ganas de más, recordad que hay otra más extensa y mucho más centrada en Capturado disponible en el dossier de prensa del libro.
Ali Karim: Eres conocido tanto por tus guiones para televisión como por tus novelas, pero ¿qué fue lo primero? Neil Cross: Supongo que las novelas, ya que además me considero principalmente novelista. Dicho esto, lo cierto es que me convertí en novelista escribiendo tebeos. Cuando era adolescente escribía guiones para tebeos de superhéroes, lo cual en retrospectiva no está tan alejado de escribir guiones para la tele, si entiendes cómo funcionan los storyboards. AK: ¿Qué tebeos leías, norteamericanos? ¿Marvel? ¿DC? ¿Jack Kirby, Stan Lee, Steve Ditko? NC: Por supuesto. En mi opinión El Hombre Máquina de Steve Ditko es un gran clásico infravalorado. Los tebeos de Marvel me enseñaron cantidad de cosas sobre narración, personajes, conflicto. De hecho debo decir que todo lo bueno que he aprendido como escritor de ficción vino de los tebeos Marvel. […] Uno de mis tebeos favoritos de toda la vida es el de Daredevil peleando contra Hulk. Recuerdo que Daredevil recibía una paliza de muerte. Uno sentía de verdad la violencia de aquella situación casi absurda, un superhéroe ciego batallando heroicamente contra alguien tan amenazador y poderoso como la Masa. Y el siguiente número empezaba con él en el hospital. Puro genio. El Daredevil de Frank Miller en los ochenta fue seminal. AK: Tras varias novelas que no eran de género, escribiste Enterrada, que me dejó completamente impresionado. Me pareció que trataba temas de moralidad y confianza que, casualmente, también son los que predominan en la serie de espionaje de la BBC Spooks. ¿Dirías que “moralidad y confianza” son dos temas que te atraen? NC: Desde luego. Una cosa que me interesa en particular de la novela criminal norteamericana es que tiene un tema unificador: “El libre albedrío ejercitado como pecado”. Esto va en directa oposición de gran parte de la novela criminal británica, en particular la de la, según ellos, época dorada del género, que habla de la restauración del orden. Alguien ha sido asesinado, todo se descontrola, por el amor de Dios volvamos a la normalidad para que todo siga su curso. Me interesa más “el libre albedrío ejercitado como pecado” que la “restauración del orden”. AK: Entonces supongo que habrás leído a Patricia Highsmith, ¿no? NC: Me obsesiona Patricia Highsmith… He leído muchas novelas suyas y también cuentos, aunque no todo su canon. Y por supuesto no todo está a la altura de sus mejores trabajos, pero una de sus novelas que más me impresionó, al margen de las de Ripley, fue El grito de la lechuza, protagonizada por una mujer que se enamora de su acosador. Sería prácticamente impublicable hoy en día, pero en manos de Highsmith tiene todo el sentido.
Idris Elba en la nueva serie de Cross para la BBC: Luther.
AK: Volviendo a Enterrada, los dos personajes principales, Nathan y Bob, no son demasiado atractivos como protagonistas, pero el libro es absorbente. ¿Cómo conseguiste desarrollar una historia tan intensa a partir de dos protagonistas poco atrayentes? NC: Esa precisamente era una de las dificultades. Parte de la génesis de Enterrada estaba en ver si era capaz de hacer personajes tan amorales como los de Patricia Highsmith y contar una historia con ellos, y hasta cierto punto la respuesta fue no, no pude, fui incapaz de escapar de cierta moralidad. Pero sí puedo escribir sobre la culpa. De modo que hasta cierto punto Enterrada fue un desafío intelectual para ver hasta qué punto era capaz de salirme con la mía y aun así poner al lector de parte de los personajes principales. AK: ¿Cómo empezaste a escribir para Spooks? ¿Conocías a David Woolstencroft? NC: No, fue una serie de accidentes y coincidencias. Como ejercicio para aprender a escribir guiones, adapté mi novela Always The Sun y el resultado fue leído por la gente adecuada. Tenía un agente literario, lo cual contribuyó a ello. A continuación un agente especializado en cine y televisión accedió a cogerme como cliente y llevó mi guión de Always The Sun a varias personas. Les gustó a todas y eso, curiosamente, me consiguió el trabajo de escribir para Spooks. AK: ¿Pero cómo se escribe una serie para la televisión británica viviendo en Nueva Zelanda? ¿Puedes comentarnos un poco cómo es el proceso? NC: Bueno, primero vine a Londres para una serie de reuniones iniciales junto a los productores y los demás guionistas en el transcurso de las cuales charlamos sobre las historias incluidas en la temporada, en términos muy generales, temas. Para la última temporada me apetecía mucho explorar temas relacionados con la guerra frío, y la respuesta de los productores fue muy entusiasta. A partir de esas pinceladas generales, tratamos lo que le pasaría a cada uno de los personajes en el transcurso de la temporada y qué nos gustaría hacer con ellos, también en términos ejemplares. Por ejemplo: me gustaría ver a tal personaje fracasar, de modo que, ¿qué haría dicho personaje en una situación como esta? Y a partir de estos vagos apuntes uno desarrolla ideas para la historia y episodios específicos aparecen mediante un misterioso proceso que no acabo de comprender del todo. Es parte inspiración, parte álgebra y parte leer las noticias. AK: ¿Qué puedes contarnos sobre tu nueva novela? NC: Se llama Capturado, se publicará en enero de 2010 y aunque es muy diferente a Enterrada discurre por un territorio similar. Confianza, moralidad y las cosas terribles que hacemos por amor.
Antes de pasar a formar parte de la legión de seguidores de la pandilla Peanuts, había seguido a otros cómics legendarios […] pero el grupo de Carlitos y Snoopy siempre tuvo para mí algo que ninguno de [los demás] poseía: humanidad, una compleja y con frecuencia atormentada humanidad. Y además condensada en cuatro o cinco viñetas, no como las elaboradas historias de Tintín o de Astérix. Se trataba de un grupo de niños y de un perro, sí, pero ¡Dios mío, cuántos problemas y complejos sufrían! Muchas de las tiras de los Peanuts son, como todas las viñetas de El Roto, tratados de filosofía existencial en dibujos. […] Está bien que después de tanto tiempo, alguien, David Michaelis, se haya esforzado por producir una biografía bien documentada y argumentada de Schulz.
José Manuel Sánchez Ron, ayer en Babelia. Pincha aquí para leer el texto completo en la web o aquí para leerlo en PDF.
Creo que de todas las portadas que hemos hecho hasta ahora en Es Pop, la de Capturado ha resultado ser la más complicada. Al contrario que en anteriores ocasiones, no contábamos con un concepto demasiado concreto para la imagen principal, sino que ésta surgió en el transcurso de una serie de correos que fui intercambiando con Kano, el ilustrador de la misma, al cual quiero agradecer antes que nada el entusiasmo y la entrega con los que afrontó todo el proceso. Kano es dibujante de cómics y ha trabajado para las dos principales editoriales norteamericanas del medio, Marvel y DC, en colecciones como Superman: Action Comics, H-E-R-O, Gotham Central y Marvel Zombies, aunque quizá al gran público le suene más su labor en campañas publicitarias para empresas como Movistar, Mitsubishi o el Masters de tenis de Madrid (podéis ver imágenes de todas ellas aquí). Kano, en cualquier caso, es un tipo muy versátil que se maneja en varios estilos distintos, y a mí lo que más me había llamado la atención en este caso había sido una serie de dibujos que realizó para ilustrar Frío, un proyecto de guión de nuestro común amigo David Muñoz.
Izquierda: la portada original. Derecha: ilustración de Kano para Frío. Pincha para ampliar.
El estilo y la atmósfera de esta imagen que podéis ver aquí arriba me parecieron idóneos para la prosa tersa y directa de Neil Cross y, de hecho, con apenas un par de modificaciones, habría resultado casi perfecta para la cubierta de su anterior novela, Buried, de la cual ya hablaremos en el futuro. Volviendo a Capturado, he aquí un par de extractos del primer correo que le envié a Kano, obviando algunos spoilers:
«Para la imagen de portada se me han ocurrido varias opciones, a ver cuál te parece más interesante. Una deriva directamente de la ilustración que hiciste para el guión de David. Sería mostrar una carretera comarcal típicamente inglesa, rodeada de árboles, con una VW Combi naranja aparcada en la cuneta y un tipo metiendo a otro tío inconsciente y golpeado por la puerta lateral de la furgoneta. Lo ideal sería que no se les viera apenas las caras. De hecho, ni siquiera debería verse muy a las claras que es un tío arrastrando a otro hasta que uno se fija un poco. Quiero decir, que a lo mejor el raptado podría estar asomando de la puerta de la furgoneta, pero en un ángulo que no sea normal, por ejemplo tirado de espaldas en la calle, con las piernas desapareciendo en el interior, no sé. Te pego una imagen de referencia de la VW Combi».
«Hay una escena en el libro en que la furgoneta queda abandonada justo al borde de una playa. Es una imagen que me mola, pero al margen de dibujarla con las puertas abiertas… no se me ocurre otro modo de transmitir una sensación un poco de inquietud o de ausencia, algo que enlace con los otros temas del libro. Pero ahí te dejo la idea por si se te ocurre algo por ese lado. Lo más importante aquí sería, al igual que con lo de la VW aparcada a un lado de la carretera, conseguir transmitir una sensación de inquietud a partir de una imagen en apariencia banal. El otro concepto más o menos claro que tengo para la imagen de portada iría por otro camino completamente distinto. Sería una imagen de un cuarto vacío, con una ventana en medio como única fuente de luz, y frente a la ventana, con la luz de ésta reflejada en el suelo, una silla con un tipo atado (inmovilizado con bridas a los brazos y las patas de la silla). Una vez más, lo mejor es que el tipo esté medio en sombras, que se sugiera el encierro más que otra cosa. La imagen me vino pensando en los viejos tebeos de Spirit y su casa en el cementerio con la gran ventana por detrás. Evidentemente, en este caso la ventana no sería tan espectacular, sino algo mucho más normalito. Te pego un garabato para que te hagas una idea más concreta de a lo que me refiero».
«Estoy pensando ahora mismo, de hecho, que cuanto más sugerido quede el tema mejor va a funcionar, probablemente, como portada. Quizá lo más efectivo sería centrarnos en la silla, incluso vacía, pero insinuando que ahí ha habido alguien atado. Podría estar manchada, con los restos de las bridas todavía colgando, un cubo con heces volcado al lado… el estado en el que quedaría la habitación una vez desaparecido el «capturado» del título, vamos. También hay otra escena en el libro en la que dos personajes se pelean a la orilla de un torrente y quedan pringados de barro de arriba abajo. Ilustrar eso probablemente iba a quedar demasiado literal, pero la escena hizo que me acordara de esta foto, que me parece muy sugerente y malrollera».
A la izquierda, «Massimo Speech», fotografía de Davide Faggiano. A la derecha,
ilustración de Tobias Kwan. Pincha para ampliar.
«Otra referencia podría ser esta ilustración de Tobias Kwan que he visto hace un rato en tumblr (una feliz coincidencia, desde luego). Evidentemente, no es aplicable a Capturado. Pero ¿y si en vez del payaso tuviéramos a nuestro protagonista cubierto de barro, hojas secas y demás detritus vegetales, y en vez de una pìstola llevara en la mano el pie de cabra, como si estuviera golpeando algo o a alguien que queda fuera de la portada y al que nosotros no vemos? ¡Ahí lo dejo! Mientras, para la contraportada también tengo dos imágenes, estas sí mucho más concretas. Una, la que más me atrae, es un banco de herramientas. Bueno, en realidad no un banco, sino una tabla en vertical de la que cuelgan diversas herramientas amenazadoras: un pie de cabra o alzaprima, una almádena, unas tijeras de podar, un martillo de carpintero de esos con cuña para arrancar clavos… Toda la contra de arriba abajo podría ser el corcho o la plancha que va colgada en la pared y en la parte inferior podría verse apenas un par de centímetros de lo que es ya el banco en sí, y sobre el banco un rollo de cinta de embalar y (¡agh!) un diente arrancado. Lo que te decía de combinar la imagen costumbrista con el mal rollo. La otra idea, que podría encajar además bastante bien con la imagen de la furgoneta abandonada en la playa si finalmente nos decidiéramos por esa opción, es la de un pier ardiendo. La novela relata un incendio real en el Grand Pier de Weston-super-Mare, en Inglaterra, y la imagen de esa pasarela internándose en el mar, y un pequeño incendio al fondo, me parece bastante cautivadora, sobre todo si la ilustración sólo ocupa el tercio inferior de la contra y el resto queda ocupado por el aire, como hizo Henry Sene Yee en su portada para Columbine (la VW en la playa podría seguir el mismo esquema). El Grand Pier de Weston era éste».
Y hasta aquí llegaba el exhaustivo primer pitch, que he resumido en parte para no aburrir hasta a las ovejas, acompañado de una galerada de la novela para que Kano pudiera leerla y aportar cualquier otra idea que le sugiriera el texto. A continuación os pego varios fragmentos de sus respuestas, acompañados de los primeros bocetos que me fue enviando.
Primeros bocetos y primera visualización de la «pelea en el río». Pincha para ampliar.
Kano: «Todas me parecen sugerentes. Voy pensando en voz alta… La primera es la más clara, igual demasiado peliculera. La furgo mola en todas. En la playa, descontextualizada, inquieta, quizás sea una imagen más abstracta. Que termine resultando perturbadora ya es más difícil de resolver, al menos para mí, que me manejo mejor con lo obvio que con ese tipo de fría sutilidad. La de la ventana mucho mejor con la silla vacía. Me hace gracia, porque es la típica imagen de terapia gestalt, ésta igual da más idea de tortura, más mal rollo que inquietud. Lo del barro me parece guapísimo visualmente. A mí siempre me tiran más las figuras que los objetos. Un plano cerrado, un poco más que el de la foto. No sé si sería mucha licencia ponerlo ahí atado con las cuerdas, que junto al barro ya no daría exactamente la idea de estar secuestrado, quedaría una composición un poco más extraña, porque ¿qué hace un tipo embadurnado en barro y atado a la vez? Y es verdad que gráficamente el barro queda muy marciano y malrollero. Como de mutante de Burns. Ese mismo tono verdoso de la foto es buenísimo. Está la peliculera, la abstracta, la de tortura y el tratamiento exfoliante. Voy meditándolas, a ver qué visualizo».
Dos versiones de la VW Combi. Pincha para ampliar.
Kano: «Las contras molan todas también. La primera, claro, más obvia, la pasarela entrando en el mar da juego, queda mas poético. ¿Descartas usar una de las ideas de portada en la contra? Como la silla con las cuerdas, sin fondo, y la ventana arriba o simplemente la furgoneta con las puertas abiertas, también sin fondo. La furgoneta me pone, ja, ja, ja. En todo caso en la contra podría quedar más guapo poner lo que sea sin fondo; incluso las herramientas colgadas sin corcho ni nada, y el diente puesto abajo también, todo directamente sobre el color de la contra. No sé si la quieres relacionar de alguna manera con la imagen de portada».
La silla vista como elemento de portada o de contraportada.
Una vez recibidos los bocetos de Kano, me puse a hacer pruebas combinando las opciones que más me gustaban con diferentes tratamientos tipográficos (algunas pruebas aparecen pegadas directamente sobre la portada de A la cara porque para entonces ya sabía que Capturado iba a tener el mismo número de páginas y por lo tanto el mismo grosor de lomo). Veamos un par:
Debo reconocer que durante varios días estuve bastante tentado de tirar para adelante con la imagen de la VW Combi, principalmente porque me preocupaba que las otras pudieran resultar demasiado macarras y poco comerciales, que pudieran ahuyentar a un determinado tipo de lectores que de otro modo podrían haberse interesado por un thriller psicológico como este. Pero de haberlo hecho así, creo que en última instancia nos habríamos acabado arrepintiendo, porque si por algo creamos esta colección fue precisamente para disfrutar con nuestro trabajo y para poder permitirnos tomar decisiones que en una editorial «de verdad» quizá no tendrían lugar. Y en este caso, al margen de disquisiciones empresariales, la imagen que más «nos ponía» a todos, tanto a mis socios de Valdemar, como a Kano, como a mí, era la del personaje embarrado enarbolando el pie de cabra. Así pues…
Pincha para ampliar.
Mientras hacíamos varias pruebas con distintos colores y texturas de fondo para la imagen de portada, Kano me envió como alternativa un nuevo reencuadre del dibujo que potenciaba la incertidumbre y el mal rollo, así como el anonimato del personaje:
Una vez decidido el color y el encuadre definitivos, ya sólo quedaba elegir qué elementos iban a ir definitivamente en la contraportada y en la solapa. Había dos opciones bien claras, cada una con sus propias ventajas. La silla, por una parte, ofrecía la posibilidad de colocar el texto de la contra de un modo más original y llamativo, siguiendo en diagonal el contorno de la sombra. También me gustaba mucho la idea de extender la imagen sobre el lomo del libro de tal modo que la sombra lo dividiera en dos, dejando el título y el nombre del autor en la parte morada y el logo y el nombre de la editorial en la parte negra.
Por otra parte, también me atraía la idea de contrastar la imagen cerrada y opresiva de la portada con el plano abierto y aparentemente apacible de la VW Combi en mitad de la playa. Además, nos permitía darle más coherencia cromática al conjunto, reservando las tonalidades más oscuras para las solapas. Para intensificar el efecto, posteriormente le pedí a Kano que cambiara el cielo azul de la playa por un tono verdoso similar al de la portada.
Una vez hecho esto, ya sólo quedaba decidir el tratamiento tipográfico. Para no aburriros con las decenas de pruebas que fui acumulando, aquí sólo pondré dos ejemplos de versiones casi definitivas que cerca estuvieron de convertirse en la portada real. Resulta curioso que después de probar con todo tipo de colores tanto para el título como para el nombre del autor, acabara volviendo a los que llevaba utilizando desde el primer día, a pesar de que en su momento los había puesto completamente al azar, sin meditarlo demasiado.
Pincha para ampliar.
Todavía me sigue gustando mucho la versión de la derecha, con el título en verde. Me parece una opción quizá algo más elegante que la definitiva, pero es innegable que el amarillo resulta mucho más llamativo y potente, así que en última instancia nos decantamos por él. La prueba de la izquierda, con un bloque de un solo color en el lomo, también habría quedado bien, aunque a lo mejor habría resultado excesivamente «clásica», rompiendo la tendencia de las dos cubiertas anteriores de tener un pequeño elemento gráfico no demasiado definido en el lomo que pueda despertar cierta curiosidad o incluso impulsar a un hipotético comprador a sacar el libro de la estantería para ver «qué más hay». Aquí abajo tenéis, finalmente, la versión definitiva (la imagen se amplía al pinchar). Este ha sido sin duda el Cómo se hizo más largo que ha aparecido en el blog hasta ahora y ciertamente espero no haber abusado de vuestra paciencia, pero creo que merecía la pena entrar con cierto detalle en todo el proceso. Espero al menos haber conseguido transmitir en alguna medida lo emocionante que resultó para mí ir descubriendo poco a poco la portada en las sucesivas imágenes que iba creando Kano. Para alguien que, como yo, se pasa tanto tiempo trabajando solo, entrar aunque sólo sea durante un par de semanas en un proceso de colaboración tan intenso como este siempre resulta altamente estimulante.
De una interesante entrevista de Dave Eggers a Junot Díaz, el autor de La maravillosa vida breve de Óscar Wao (Mondadori, 2008), acerca de la caprichosa e inesperada vida comercial de los libros y de la necesidad de ser fiel a tu obra antes que a un hipotético mercado. Que vamos, puede sonar un poco a verdad de Perogrullo, pero nunca está de más recordarlo. La entrevista apareció publicada hace unos meses en The Panorama Book Review.
Dave Eggers: ¿Cuál fue la diferencia de público entre Drown [publicado en España como Los Boys] y La maravillosa vida breve de Óscar Wao? Óscar Wao es uno de esos libros que ha cogido velocidad en muchas direcciones distintas. Drown probablemente tuvo un público más reducido, aficionados a los cuentos, universitarios, mientras que Óscar Wao se está leyendo a un nivel mucho más amplio, clubes de lectura, institutos, en todas partes. ¿Fue un shock encontrarse de repente con todo este público nuevo?
Junot Díaz: Desde luego. Esta novela ha tenido dos vidas completamente distintas. Se publicó por primera vez en septiembre de 2007 y el Pulitzer no se anunció hasta siete meses más tarde. Lo fascinante fue que cuando salió el libro, hubo artículos que lo calificaban de auténtico fracaso, en plan: «sólo ha vendido tantos ejemplares. Ha sido un desastre». Así que recuerdo que durante los primeros meses el único público del libro estuvo compuesto de lectores acérrimos. Nunca olvidaré que durante los primeros siete meses de Óscar Wao, el único lugar en el que el libro entró más de una semana en la lista de los más vendidos fue en San Francisco. Fue sólo después de haber ganado el Pulitzer cuando el resto del país empezó a leer el libro al mismo ritmo que San Francisco. Así que hubo dos períodos bien diferenciados, y aún recuerdo perfectamente el primero, lo cual me ha ayudado a evitar que lo que pasó después se me subiera a la cabeza. Que un libro encuentre un público nuevo es estupendo. En cierto modo, cuando recibes un premio como el Pulitzer lo que haces es ver tu libro en un flash-forward. En seis meses llega a todo el público al que podría haber llegado en un período de veinte años. Y te empiezan a pasar todo tipo de cosas raras. Pero no puedo sacarme de la cabeza que durante los primeros siete meses fueron sólo fans acérrimos de la lectura los que decían: «Este puto libro es bueno». Y esa es la gente que en cierto modo mantuvo el libro vivo el tiempo suficiente como para que alguien pudiera nominarlo al Pulitzer.
Junot Díaz
Dave Eggers: ¿Y mientras lo escribías pensabas en eso? Quiero decir, que Óscar Wao me parece tan puro que se lee como si ni siquiera fuera consciente de que existe un público potencial ahí fuera.
Junot Díaz: Mientras escribía la novela era plenamente consciente de que estaba escribiendo sobre dominicanos en Nueva Jersey, y que a pesar de que yo consideraba lo que estaba contando una experiencia universal, el público mayoritario no suele compartir mi punto de vista. Pero tampoco podía desvirtuarlo de ninguna manera, porque si intentaba escribir para alguna especie de vago público mayoritario, perdería todos los elementos realmente importantes del libro, perdería toda su maravillosa especificidad y al final no tendría nada que mostrar a cambio. Lo cual es un modo enrevesado de decir que si vas a escribir una novela sobre inmigrantes dominicanos en Nueva Jersey, hazlo y punto. No por reducir el número de tacos vas a ser más popular. Si eres un escritor como yo, que escribe sobre personas de color que no siempre son consideradas el centro del universo, has de confiar en tus lectores más fieles y en un tipo de público más especializado para que mantengan el libo con vida el tiempo suficiente como para que el público mayoritario se suba al carro. Y de verdad siento que, como escritor, de no haber sido por los lectores de color, por los maestros y por los locos de la escritura que mantuvieron el libro en el mercado estaría acabado. Y el único motivo por el que llegué a esos lectores en un primer lugar fue porque era cualquier cosa menos mayoritario. Creo que siempre deberías escribir teniendo en mente a un público lo más específico imaginable, y de ahí la obra pasa a ser universal. Al revés no funciona, no escribes para un público lo más grande posible asumiendo que eso es lo que va a hacer tu trabajo universal. Lo que tienen en común entre sí todos y cada uno de los libros que seguimos leyendo cien años más tarde es precisamente su extraordinaria especificidad.
Cultura Impopular es el blog de Es Pop Ediciones, una editorial independiente especializada en temas relacionados con la cultura pop. Nuestra intención es convencerte de que compres los libros que editamos, pero intentaremos que no se note demasiado hablando también de otras cosas. Si quieres saber más sobre Es Pop, visita nuestra página web.
Cultura Impopular está escrito por Óscar Palmer. Puedes contactar con él por correo electrónico.