El tercer número de la colección Es Pop Narrativa, Capturado, del británico Neil Cross, ya está en imprenta, de donde saldrá en dos semanas justo a tiempo para la Feria del Libro de Madrid. De los tres títulos que hemos editado hasta ahora en la serie debo confesar que éste es el que más ilusión me ha hecho. Primero, porque me resultaba increíble que un autor como Cross (que además de ser un escritor del copón que le da una nueva vuelta al concepto de lo engañosamente simple es también guionista de cierto prestigio en Gran Bretaña) siguiera inédito en castellano, y francamente mis esperanzas de poder hacerme con alguno de sus títulos eran prácticamente nulas. Y segundo porque Capturado salió a la venta en Gran Bretaña en febrero de este mismo año, lo que quiere decir que hemos conseguido realizar la edición española con una diferencia de apenas tres meses, un cambio de ritmo notable tanto para mí como para mis compañeros de Valdemar, que estamos acostumbrados a trabajar a un ritmo un tanto más… pausado. En cualquier caso, Capturado ya está, como quien dice, aquí y a primeros de junio lo tendréis también en las tiendas. A continuación os dejo la portada, ilustrada por el sin par Kano, más los consabidos enlaces al dossier de prensa y demás, agradeciendo desde ya cualquier tipo de difusión que le queráis dar a la noticia.
Capturado
Neil Cross
Kenny Drummond acaba de descubrir que tiene un tumor en el cerebro y que sólo le queda mes y medio de vida. Antes de morir decide escribir una lista de personas a las que cree haber defraudado a lo largo de su vida para disculparse con todas y despedirse de ellas debidamente.
Entre esas personas está la que en su día fue la mejor amiga de su infancia, Callie Barton. Pero al intentar recuperar el contacto con ella, Kenny descubre que Callie ha desaparecido tras haber sido víctima de malos tratos a manos de su marido. Y aunque nadie ha conseguido demostrar que éste tuviera algo que ver con su desaparición, desde luego parece estar ocultando algo, por lo que a Kenny no le quedará más remedio que tomar cartas en el asunto. Y sabiendo que apenas le queda tiempo para desvelar el misterio, tendrá que decidir si está dispuesto a llegar hasta donde haga falta para averiguar qué fue realmente de Callie.
Con Capturado Neil Cross se confirma como un auténtico maestro del thriller psicológico, capaz de urdir tramas tan sorprendentes, tensas, turbias y moralmente complejas como las de la mejor Patricia Highsmith.
«Capturado es una novela original y reflexiva, un thriller psicológico que comparte elementos en común con la obra de Ruth Rendell y Barbara Vine. Auténtico poderío puesto al servicio de una visión genuina y nada complaciente de lo que pasa cuando las buenas intenciones se tuercen».
Sean O. Brian, The Times Literary Supplement
«Cross es un autor asombroso, un poeta de la tensión capaz de aterrorizarte y de dejarte helado retratando de una sola pincelada las fuerzas malignas y oscuras que campan a sus anchas por el mundo». Time Out
Características: 14 x 21,5 centímetros. Rústica con solapas. 256 páginas.
ISBN: 978-84-937771-2-8
Precio: 16 €
Hace unos días, con la intención de seguir animando un poco el canal de Es Pop en YouTube, que lo teníamos bastante abandonado, entré en contacto con un bloguero norteamericano llamado Ron Hogan que grabó en su día una charla de presentación de A la cara, a cargo de Christa Faust y del editor de Hard Case Crime, Charles Ardai, en una librería neoyorquina. El hombre se enrolló y nos cedió el vídeo para que lo subtituláramos y pudiéramos compartirlo con vosotros. Son sólo ocho minutos y, a pesar de que se trata de una grabación casera, creo que merece la pena echarle un vistazo.
Y si todavía no habéis leído A la cara, recordad que podéis descargaros un adelanto en PDF con las primeras 20 páginas pinchando aquí.
En poco menos de un mes saldrá a la venta el tercer título de la colección Es Pop Narrativa, editado al alimón entre Valdemar y Es Pop Ediciones. Se trata de Capturado, del británico Neil Cross. Neil es, además de guionista de televisión (Spooks, Luther), un novelista excepcionalmente dotado para el thriller psicológico caracterizado por un estilo engañosamente simple, fruto de una gran depuración formal y capaz de transmitir el máximo con el mínimo. A mí me gusta decir que es como una Patricia Highsmith para el siglo XXI, porque comparte con la creadora de Ripley un aguzado interés por los dilemas morales, lo éticamente cuestionable y el horror nacido de situaciones en apariencia banales; un horror a pleno sol en vez de agazapado entre las sombras, podríamos decir. En el siguiente vídeo podréis ver al propio Neil comentando un poco por encima el argumento de Capturado y los orígenes de la novela.
Acero, de Todd Grimson, está considerada en el mundo anglosajón una de las mejores y más injustamente ignoradas novelas de vampiros jamás escritas; un clásico de culto que, al igual que su novela Brand New Cherry Flavor, sigue reapareciendo con regularidad en blogs y foros especializados cada vez que un lector consigue hacerse con un ejemplar y se queda arrebatado por su intensidad y su romanticismo crudo y sanguinolento. Teniendo en cuenta la asombrosa escasez de información que existe sobre Todd en Internet, decidí aprovechar el lanzamiento de nuestra edición en español de su novela para mantener con él la siguiente charla.
Han pasado trece años desde la primera publicación de Acero. ¿Cómo crees que destaca tu novela frente a esta nueva corriente de vampiros castos, adolescentes y asexuados que triunfa hoy en día?
No he seguido para nada toda esta última moda de narrativa vampírica, por lo que puede que en realidad sea mucho mejor de lo que parece a primera vista, aunque no es eso lo que me han contado. El caso es que, mientras la estaba escribiendo, estaba convencido de que Acero sería la novela que básicamente acabaría con el género, que sería la última y mejor novela de vampiros de la historia. Sé que era una pretensión absurda, pero no me importa parecer absurdo.
En Acero salen vampiros y en Brand New Cherry Flavor zombis. ¿Qué cosas te aportan como escritor estos iconos del horror?
Empecé intentando sistematizar una cosa que en ocasiones me parecía haber logrado en algunos de mis cuentos, que era ser capaz de transmitir una sensación como de estar soñando despierto, pero en una narración más larga. Quería desarrollar una idea que entrara de lleno en lo que entonces consideraba un “realismo cinematográfico”, un concepto evidentemente emparentado con el “realismo mágico”, que podríamos describir de manera básica como La vida + Efectos especiales. Teniendo en cuenta que la imaginación de los lectores modernos está completamente infectada por el lenguaje y el vocabulario del cine, y que mis propios sueños suelen ser muy vívidos y cinematográficos, todo esto parecía tener cierto sentido. Acero tuvo su origen en un sueño. A medida que iba escribiendo la novela, la visión original se vio reforzada por otros sueños marcados por las imágenes que en aquel momento me obsesionaban.
Diario de un cura rural, de Robert Bresson.
¿Había un intento deliberado por tu parte de redefinir el género con Acero o lo de los vampiros era sólo un buen modo de aportar un elemento de intensidad a lo que de otro modo podría haber sido una historia de amor bastante sencilla?
Quería escribir la última y definitiva novela de vampiros. Me leí todo lo que había en aquel momento y me tiré un mes rumiándolo. En Entrevista con el vampiro, Anne Rice tiene a tres vampiros que viven en Nueva Orleans a primeros del siglo XIX, cada uno de los cuales mata supuestamente a una persona cada noche. Eso son más de mil cadáveres al año en un momento en el que la población de aquella ciudad era mucho menor que la actual. ¿Y quieres decirme que nadie se da cuenta? Me pareció ridículo y, peor aún, nada interesante. ¿Cuánta sangre necesitarían consumir cada día? Yo había trabajado en una unidad de cuidados intensivos y estaba íntimamente familiarizado con la sangre y la muerte, por lo que empecé a pensar: ¿y si el vampiro evitara las reveladoras mordeduras en el cuello, poseyera un ligero poder hipnótico, no fuera igual de fuerte que un superhéroe y sólo extrajera la sangre justa para vivir? ¿Digamos la cantidad equivalente a un plato de sopa? La víctima sobreviviría la mayor parte de las veces. Comenté distintas posibilidades con un médico amigo mío. Existe una condición médica que requiere de frecuentes transfusiones de sangre, otra en la que el paciente puede padecer hipersensibilidad ante los rayos ultravioleta del sol. Se ha postulado que la acumulación de “agua pesada” en el cuerpo es lo que provoca el envejecimiento y finalmente la muerte. ¿Podría ser que una enfermedad tuviera un efecto secundario positivo, quizá relacionado con el bazo o con la glándula tiroides, que regulara el organismo? No es del todo imposible. Puede que no sea probable, pero al menos para lo que yo pretendía nos acercaba a un terreno de mayor realidad. En el libro apenas se hace referencia a ningún tipo de poderes sobrenaturales. Justine puede morir. Y si te muerde en el cuello, no mueres de inmediato. Ni siquiera el veneno de la serpiente de cascabel es tan rápido.
La pasión de Beatriz, de Bertrand Tavernier, con Julie Delpy.
Para tratarse de una novela corta, utilizas muchos personajes y situaciones, creando un mosaico de narrativas, algunas de las cuales, como el episodio ambientado en los años cincuenta o el rodaje de la película en 1969, parecen casi cuentos cortos. ¿Te resultó difícil manejar todos los elementos sin perder de vista la historia principal?
No quería que Justine tuviera 400 años de sabiduría acumulada, ya que de ese modo no habría mostrado vulnerabilidad alguna, habría resultado imposible que la niña que lleva dentro sobreviviera. Justine es, en algunos aspectos, una criatura frágil, lo cual a su vez la hace sexy. Sufre de amnesia parcial. Para ella el pasado es como un sueño. También me parecía importante que creyera en Dios. Si crees en Dios, experimentas con mucha más intensidad la angustia en el momento en el que te convences de que te has condenado. Las escenas de flashback nos muestran hasta cierto punto a una Justine diferente. Primero imité el lenguaje y la atmósfera de Poe. Para la escena de Los Ángeles en los años cincuenta, adopté esa realidad intensificada propia del James Ellroy de La dalia negra. El episodio de los años sesenta es el Pynchon de V y mis propios recuerdos de películas como The Trip, pero en plan cruel.
Tu estilo narrativo es muy directo, pero extrañamente poético.
Mi único objetivo era ser preciso. No creo que mi prosa suela tender a ser florida. No me gustan demasiado, por lo general, los autores que gustan de exhibirse. Ese tipo de prosa acaba interponiéndose entre el lector y la desnudez de lo que se le está mostrando.
¿Cómo de importante era para ti que Keith fuera músico, y por qué?
Yo mismo he tocado mucho. Tocaba el piano. Recitales de piano, de hecho. Y también estuve en un grupo. Hasta que me dañé los nervios de la mano izquierda. De modo que todo aquello surgió de mi propia experiencia. Las manos heridas de Keith… sabia cómo se sentía. Y por otra parte, normalmente suelo escribir con los auriculares puestos mientras escucho algo preferiblemente ruidoso y a todo volumen… Luego ni siquiera me acuerdo de qué era lo que estaba escuchando.
Lance Henriksen y Jennette Goldstein en Los viajeros de la noche.
Me da la impresión de que Acero podría leerse hoy en día casi como un tratado antropológico, ya que retrata a la perfección un momento y un lugar, Los Ángeles en los años 90. No sé si estarás de acuerdo con esa lectura, pero me gustaría saber qué era lo que observabas a tu alrededor en el momento de escribir la novela que te llevó a creer ese ambiente tan bien descrito.
Escribí Acero justo después de Brand New Cherry Flavor, que es más satírica, menos emocional. En cierto modo me pareció como si estuviera haciendo una continuación de esa novela. Algunos de mis amigos se engancharon a la heroína, así que supongo que eso debió influirme aunque sólo fuera porque era algo de lo que estaba rodeado. Recuerdo haber ido a comprar caballo en compañía de yonquis más experimentados. Tan pronto como decidí escribir la novela y ambientarla en ese tipo de entorno, los demás elementos, como el grupo de chavales góticos, empezaron a encajar por sí solos. Pero desde luego mi intención no era escribir un gran comentario sobre el momento. Lo único que me preguntaba continuamente, una y otra vez, era: “¿Estoy consiguiendo que tenga sentido?”. Y me preocupaba mucho llegar a entender de verdad a Justine, que no es una joven moderna. Para ello, me empapé de la novela de Georges Bernanos Diario de un cura rural y también de la adaptación al cine que de ella hizo Robert Bresson. También vi La pasión de Beatriz, de Bertrand Tavernier, más de cien veces. Los últimos dieciséis minutos de esa película retratan un ritual misterioso y perfecto que no dejó de conmoverme ni una sola vez, a menudo hasta el borde de las lágrimas. Y a continuación me ponía a escribir, justo después de ver el primer plano de su rostro, cuando está perdida y se da cuenta de que ha quedado condenada para siempre.
Si no me equivoco, llegaste a vender los derechos cinematográficos de Acero, pero al final nadie hizo nada con ellos. ¿Qué ha pasado con eso?
Lise Raven, que es una cineasta independiente, escribió un tratamiento e intentó ponerlo en marcha durante años, pero todos los grandes estudios no hacían más que decirle que ya tenían otra película de vampiros en marcha. Tanto Lise como mi agente, Lisa Callamaro, les decían: “¡Pero vamos a ver, si tenéis aquí todo los elementos posibles para hacer la película definitiva de vampiros!”. Pero hasta ahora no ha servido nada. Yo todavía tengo esperanzas de que algún día hagan la película, no sólo porque me parece que podría ser una buena película sino porque eso podría llevar a más gente a leer el libro. Sigourney Weaver y 20th Century Fox compraron los derechos de Brand New Cherry Flavor a cambio de bastante más dinero, pero en mi opinión sería una película más complicada de rodar. Acero sin embargo podría rodarse tal cual. Bastaría usar los diálogos del libro. No haría falta ni un solo plano de efectos digitales. Sólo un par de actores desconocidos y ser capaz de contar la historia de una manera sencilla y directa.
Pues ya que hablamos de cine, ¿cuáles son tus tres películas de vampiros favoritas? Los viajeros de la noche, Conde Yorga, vampiro y Drácula de Bram Stoker (la de Gary Oldman).
Aunque ya le hice una entrevista a Christa Faust para el dossier de prensa de A la cara (podéis descargarlo aquí si aún no la habéis leído) quería colgar algo más sobre ella en el blog. Así que para no repetirme he preferido traducir algunos fragmentos de otra entrevista bastante más extensa que le hizo Rob Hart para The Cult, la página web de Chuck Palahniuk. Espero que os gusten y, como siempre, si os quedáis con ganas de más, os invito a que leáis la entrevista íntegra en su versión original.
Rob Hart:A la cara está protagonizada por una estrella del porno y tú has trabajado como dominatrix y como chica de cabina en un peepshow de Times Square. ¿Hasta qué punto te has inspirado en tu pasado y cómo te has documentado para el libro? Christa Faust: Yo nunca he hecho porno, pero sí que he grabado muchos vídeos de fetichismo, y bastantes de las mujeres y de los hombres con los que trabajé en aquellos vídeos han hecho cosas más fuertes. Mientras me documentaba para A la cara me pasé por varios estudios y hablé con gente situada en todos los niveles del cine para adultos, de productores a directores, pasando, cómo no, por los actores. Bueno, más que hablar les escuché. Olvídate de la puñetera Internet; para un escritor, la mejor manera de documentarse es sencillamente escuchando. Si eres respetuoso y estás dispuesto a prestar atención, puedes conseguir que prácticamente cualquiera te cuente básicamente cualquier cosa. RH: El negocio del sexo en A la cara está lleno de ángeles y demonios. ¿Cuál es tu visión de la industria del porno? ¿Esperabas poder contar algo en particular con este libro?
CF: Lo que más me interesaba era transmitir que la industria del cine para adultos es un negocio como cualquier otro, donde hay tipos buenos y malos y un montón de gente entre medias. Hay muchos libros y películas que retratan el porno como lo más bajo en lo que puede caer una mujer, y que presentan a todas las actrices como víctimas patéticas y drogadictas a las que hay que rescatar de su mugriento y atroz destino. De ahí que quisiera escribir sobre una mujer que ha alcanzado cierto nivel de éxito y de satisfacción dentro de la profesión que ha escogido. Por otra parte, tampoco quería que pareciese que endulzaba las partes feas. Sólo quería contar las cosas como son. Quería crear una protagonista compleja y creíble y rodearla de personajes que fuesen tan reales como ella, personajes que me recordasen a la gente real que he conocido en la industria. RH: ¿Cómo crees que ha cambiado el género negro desde los tiempos de Chandler y Hammett y cómo te mantienes fiel a los cánones al tiempo que lo pones al día para el público moderno? CF: Bueno, superficialmente podría parecer que la gran diferencia está en los niveles de violencia y en el sexo explícito, pero no creo que eso sea del todo correcto. En su momento, los escritores que publicaban en Black Mask fueron considerados extremadamente groseros y vulgares, indecentemente violentos y desvergonzadamente obscenos. Sus historias contenían escenas realistas protagonizadas por delincuentes y miembros del hampa que se expresaban con el lenguaje crudo de la calle. A menudo los héroes eran prácticamente indistinguibles de los villanos y los autores defendían sus historias diciendo que eran mucho más sinceras y realistas que los relatos policíacos tradicionales, más suaves y amables. Aunque los criterios de la sociedad sobre lo que es “escandalosamente violento” han cambiado mucho desde entonces, por lo general el noir contemporáneo sigue estando más o menos por encima de la norma aceptable, y los autores de género negro actuales emplean el mismo argumento: que la violencia, el sexo y el lenguaje vulgar de sus libros es simplemente un retrato realista del mundo que nos rodea. Creo que tienen tanta razón como la tuvieron sus predecesores.
En cuanto a lo de poner al día el género para los lectores modernos, creo que una debe partir del cariño y de un respeto genuinos hacia lo que hubo antes. No me gustan las novelas escritas en tono irónico que utilizan los tópicos del género con vocación camp a la vez que pretenden alzarse por encima de ellos con una actitud conscientemente distanciada, metalinguística y de listillo. Prefiero que me cuenten una historia clásica de traición y desesperación en un entorno moderno, poblada por personajes complejos y fallidos con los que los lectores de ahora puedan identificarse.
RH: ¿Hay alguna “regla del género” que hayas intentado conservar al escribir el libro? CF: No conscientemente. Sin embargo, te diría que A la cara es más hardboiled que género negro. Y eso fue una decisión consciente. No quería lanzar a mis personajes por el desagüe emocional de la tradicional caída en desgracia propia del género negro. Por mi parte veo a Angel Dare como una versión femenina y más compleja del típico protagonista de hardboiled: un tipo solitario y duro que no se ve limitado por la moral tradicional a la hora de caminar por el sucio mundo del hampa, clavando allí su bandera y venciendo al final. Más como Mike Hammer o Sam Spade que como, por ejemplo, Walter Huff, el protagonista del clásico del género negro Perdición, de James M. Cain, o que como cualquiera de los personajes ignorantes y sexualmente frustrados de Day Keene. Desde luego, nunca pensé en Angel como en una mujer fatal. Creo que muchos críticos modernos usan ese término para referirse a cualquier mujer dura y sexy en una novela o una película del género, pero una mujer fatal tradicional es una villana, una tentadora amoral que utiliza su sexualidad para esclavizar y manipular a hombres incautos. La mujer fatal es el miedo masculino a la sexualidad femenina y eso no tiene nada que ver con mi libro. Angel no es una villana intrigante, es una heroína. RH: ¿Qué te atrae del género negro? ¿Puedes decirnos tus autores o libros favoritos del género? CF: No me dediqué a leer género negro en serio hasta los treinta y tantos. Cuando era joven me gustaba más el splatterpunk. Y el terror erótico. Pero cuando crucé esa barrera en la que pasas a ser demasiado mayor como para que los chavales se fíen de ti, empecé a interesarme por libros protagonizados por personajes de más edad y con temas más maduros. Historias realistas, crudas, que exploran la parte más oscura, sombría y fea de la naturaleza humana sin esconderse tras la metáfora de los monstruos. No me malinterpretes, sigo leyendo terror de vez en cuando y también me gustan las cosas divertidas, escritores más ligeros, pulp y enérgicos, como Richard S. Prather. Algunos de mis autores favoritos de la vieja escuela, además de Prather, son Richard Stark, Day Keene y Chester Himes. Entre los actuales, mis favoritos son Megan Abbott y Ray Banks.
Rob Hart: Háblanos un poco de ti misma… Cómo y dónde creciste y si has tenido alguna educación formal o experiencia como escritora. Christa Faust: Crecí en Nueva York, de padres divorciados, divididos entre la Cocina del Infierno y el Bronx, y llevo inventándome historias desde que tengo memoria. Di un par de asignaturas de escritura en la universidad, pero sinceramente no creo que me dejaran ningún poso. Para mí, la auténtica escuela de escritura fueron las novelizaciones. Eso sí que es aprender a nadar directamente donde cubre. Te puedes pasar a vida asistiendo a clases y talleres de escritura, retocando y puliendo tu gran novela americana que nadie leerá nunca… o puedes machacar 95.000 palabras durante seis semanas sin dormir y curtirte como profesional. Fue la mejor educación que he recibido. RH: ¿Cómo entraste en la industria? ¿Puedes hablarnos un poco del camino que seguiste? CF: No fue tanto un camino como que caí de culo sin ni siquiera pensarlo. Un amigo me sugirió que presentase una de mis historias para una antología de terror que buscaba cosas atrevidas. Lo hice y la aceptaron. Después de aquello empezaron a invitarme para otras antologías. Vendí mi primera novela sin demasiadas complicaciones y acabé colaborando con Poppy Z. Brite en una novela basada en nuestra historia Triads. Me invitaron a trabajar para Black Flame escribiendo novelizaciones y continuaciones. Me invitaron a que presentase algo para Hard Case Crime. Tras intercambiar varias cartas [con el autor y también agente Allan Guthrie] acerca de una de sus novelas, pulp de época y otros intereses comunes, me preguntó si quería que me representase. Prácticamente cada paso que he dado me lo han pedido otros en lugar de iniciarlos yo, pero no lo hice a propósito. Así que cuando la gente me pregunta cómo conseguí que me publicasen, nunca sé qué decir. La verdad es que no lo sé. Supongo que lo mejor es escribir a todas horas y mejorar todo lo que puedas, mejorar para estar preparada cuando te llegue la oportunidad.
RH: Has escrito varias novelas basadas en películas. ¿Cómo te las planteas comparadas con un libro propio? ¿Te dejan ver la película y luego la escribes? ¿Te dejan tomarte libertades? ¿Vas a los rodajes? CF: El libro y la película tienen que aparecer al mismo tiempo, así que normalmente entrego mi manuscrito antes de que hayan empezado siquiera a rodar o a veces incluso antes de que hayan escogido al reparto. Lo único que tengo es un borrador de un guión, a menudo ni siquiera el borrador final. Si lees mi novelización de Destino Final 3, verás que tiene un desenlace muy distinto al de la película, porque el director cambió la escena final en el último momento, mucho después de que el libro estuviese entregado. Por otra parte, a los escritores no se nos permite hacer ningún cambio propio. Podemos añadir más material de fondo y elaborar los personajes (de hecho, tenemos que hacerlo porque cuando hinchas un guión de apenas 120 páginas para convertirlo en un manuscrito de 400, necesitas todas las palabras extras que se te ocurran), pero no podemos cambiar la historia ni las características básicas de los personajes. Por ejemplo, no podía convertir al personaje de Sam Jackson en Serpientes en el avión en una abuela judía, pero puedo darle al personaje de un agente negro del F.B.I. malhablado un poco más de profundidad e historia. RH: Háblanos de tu entorno de trabajo. ¿Sigues algún ritual? ¿Tienes un proceso fijo para escribir y corregir? ¿Puedes hablarnos del proceso de escribir A la cara? CF: Mi entorno de trabajo no es precisamente el ideal, dado que vivo en una casita diminuta y no tengo un estudio aparte donde trabajar, solo una mesa en un rincón del salón. Sin embargo vivo sola, así que tampoco está tan mal. Yo diría que desde luego no soy una escritora de cafetería y nunca entenderé cómo puede trabajar la gente en un lugar público, rodeada de conversaciones irritantes e inanes y distracciones constantes. Me gusta la intimidad. Cuando era más joven solía ponerme a escribir de cualquier manera, pero desde que empecé a escribir las novelizaciones, el proceso se ha vuelto mucho más estructurado. Los encargos incluyen una serie de sinopsis, diseños de personajes y estructuras de capítulos y aunque luego no soy tan detallista en mis proyectos personales, sí me gusta escribir escenas en post-its y jugar con ellas, cambiando las cosas. Siempre empiezo por la escena inicial. En A la cara era Angel en el maletero y luego tuve que imaginarme cómo había llegado hasta allí y cómo sacarla de allí. Normalmente tengo una idea bastante concreta del argumento completo antes de empezar a escribir nada, pero casi siempre las cosas van cambiando por el camino.
RH: ¿Qué más haces aparte de escribir? ¿O eres de las pocas afortunadas que pueden vivir sólo de ello? CF: Vivo (a duras penas) de escribir, pero no sé la suerte que tengo. Creo que preferiría ser rica con un trabajo aburrido, lo que pasa es que no sé hacer ninguna otra cosa. Aún hago de vez en cuando alguna sesión de dominatrix, sobre todo para fetichistas de los pies. Cuando tengo tiempo para aficiones, colecciono zapatos y novelas vintage. Me encanta la buena comida. Me gusta cocinar y comer fuera cuando puedo permitírmelo. Me encanta el cine negro e intento ver mis películas favoritas en cine tan a menudo como sea posible. Sobre todo me gusta quedarme en casa con mis bestias negras y blancas (dos Boston terriers y dos gatos persas). En realidad, mi vida no es nada glamurosa. RH: ¿Qué consejos darías a los aspirantes a escritores? ¿Hay algo que hayas aprendido o algún error que le dirías a la gente que no cometiese? CF: No puedo decirte cómo conseguir que te publiquen, pero sí puedo decirte cómo conseguir que no te publiquen. Nunca pagues a nadie para que te represente o publique tu libro. Un agente literario honrado se llevará un pequeño porcentaje de lo que ganes (normalmente un 15%) después de haberte conseguido un trato, nunca antes. Un editor legítimo te pagará por tener el derecho a publicar tu trabajo, no al revés. Y punto. Internet está llena de trileros que se aprovechan de los desesperados y los ingenuos, así que ojo avizor y nunca temáis hacer preguntas y comprobar referencias. Ningún agente ni editor auténticos se sentirán ofendidos si comprobáis sus credenciales, porque no deberían tener nada que ocultar. Sed listos y que no os timen. Mi otro único consejo sería éste: No insistas a la hora de vender un libro que nadie quiere, sin importar lo genial que tú creas que es. Si no lo compran, déjalo y escribe otra cosa. Y después otra más. No digo que te rindas después de uno o dos rechazos, pero si, digamos, diez agentes y/o editores (cuya reputación has comprobado cuidadosamente y que además sepas que tienen interés en el tipo de libros que tú estás vendiendo) han pasado olímpicamente de tu proyecto, es hora de pasar a otra cosa. Creo que demasiados aspirantes a escritores se quedan colgados de una única y preciosa obra maestra durante años y años. Mi consejo es: si no se vende, olvídala y escribe otra cosa.
A la izquierda, el primer libro de bolsillo publicado por Penguin, editorial pioneraen el uso de códigos de colores para diferenciar los contenidos de sus títulos.
La semana pasada leí un artículo bastante interesante en la página Web de The Smithsonian, escrito por Anne Trubek y titulado «Cómo el libro de bolsillo cambió la literatura popular». Hoy en día damos por hecha la existencia de dos grandes mercados complementarios dentro de la industria del libro: el de la edición en tapa dura y el de la edición barata y en rústica (y raro es el título que no convive en ambos). Pero esto no siempre fue así. Hasta mediados de los años treinta, la única manera que tenía uno de leer literatura «seria» era comprando libros en tapa dura a un precio habitualmente bastante elevado en relación a los artículos de primera necesidad. La edición en rústica existía, pero en términos generales estaba restringida a las formas más bajas de entretenimiento, principalmente a los penny dreadfuls (noveluchas de crímenes y horror) y similares. Lógicamente, aquello no servía sino para perpetuar una suerte de elitismo cultural unido inextricablemente al poderío económico que, en definitiva, convertía la lectura en una forma más de clasismo. Todo esto cambió con la llegada de un tipo empeñado en acercar la literatura a las masas. De eso precisamente es de lo que habla el artículo de Trubek, que podréis encontrar completo aquí y del cual he extraído este par de fragmentos:
Dos ejemplos de la colección de ensayos de «interés público»que caracterizaron durante años a la editorial.
Cómo el libro de bolsillo cambió la literatura popular
Puede que la historia sobre los primeros libros de bolsillo de Penguin sea apócrifa, pero es buena. En 1935, Allen Lane, director de la eminente editorial británica Bodley Head, pasó un fin de semana en el campo con Agatha Christie. Como muchas otras editoriales, Bodley Head estaba teniendo problemas económicos debido a la Depresión, y la principal preocupación de Lane era cómo mantener la empresa a flote. Mientras estaba en la estación de Exeter esperando su tren de regreso a Londres, curioseó por varias tiendas en busca de algo bueno que leer. No consiguió encontrar nada. Lo único que vio fueron revistas de moda y noveluchas de baratillo. Fue entonces cuando tuvo su momento «¡Eureka!»: ¿y si hubiera títulos de calidad disponibles en lugares como las estaciones de tren a un precio razonable, como por ejemplo el de un paquete de cigarrillos?
Lane le propuso a Bodley Head crear un nuevo sello para hacer precisamente eso. La editorial no quiso financiar la empresa, por lo que Lane decidió usar su propio capital. Siguiendo al parecer la sugerencia de una secretaria, llamó a su nueva editorial Penguin, y envió a un joven colega al zoológico para que le trajera un dibujo de dicho pájaro. A continuación adquirió los derechos de reimpresión de diez títulos de literatura seria y se dedicó a llamar a las puertas de negocios que no fueran librerías. Cuando los grandes almacenes Woolworth’s le hicieron un pedido de 63.500 ejemplares, Lane comprobó que tenia un modelo de negocio viable.
Los libros de bolsillo de Lane eran baratos. Costaban seis peniques, lo mismo que diez cigarrillos, insistía el editor. El volumen de la tirada era clave para la rentabilidad; Penguin tenía que vender 17.000 ejemplares de cada título sólo para cubrir los costes.
Dos buenas muestras de la revolución estilística capitaneada por Penguin en los sesenta.
Los diez primeros títulos de Penguin, entre ellos El misterioso caso de Styles, de Agatha Christie, Adiós a las armas, de Ernest Hemingway y El misterio del Bellona Club, de Dorothy Sayers, tuvieron un éxito arrollador, y en tan solo un año de existencia la editorial ya había vendido más de tres millones de libros. […] En 1937, Penguin se expandió, añadiendo un sello dedicado a la no ficción llamado Pelican y empezando a publicar material original. El primer titulo escrito expresamente para Pelican fue la Guía del socialismo, el capitalismo, el sovietismo y el fascismo para la mujer inteligente, de George Bernard Shaw. También publicó Especiales Penguin de tendencia progresista como Por qué estamos en guerra y Lo que quiere Hitler, que se vendieron como rosquillas. De esta manera, Penguin jugó un papel no sólo en la literatura y el diseño sino también en la política, y su postura izquierdista marcó la guerra y la postguerra de Gran Bretaña. Después de que el partido laborista obtuviera el poder en 1945, uno de sus líderes declaró que la posibilidad de que el pueblo hubiera podido acceder a textos progresistas durante la guerra había contribuido enormemente a la victoria de su partido.
[…] Estados Unidos adoptó el modelo Penguin en 1938 con la creación de Pocket Books, cuyo primer título fue La buena tierra de Pearl S. Buck, y se vendió en los grandes almacenes Macy’s. Otras empresas norteamericanas siguieron el ejemplo de Pocket. Avon, Dell, Ace y Harlequin publicaron novelas de género y nuevas obras literarias de autores como Henry Miller y John Steinbeck.
Penguin también recopilaba la obra de humoristas gráficos como Peter Arnoy fue una de las primeras editoriales en utilizar fotografías en sus portadas.
En España, la primera editorial en seguir los pasos de Penguin fue Espasa Calpe, con su celebérrima colección Austral, inaugurada en 1939 por La rebelión de las masas de Ortega y Gasset, que imitaba incluso el característico diseño de portada minimalista de Penguin y la adopción de un esquema de colores para indicar el tipo de contenido de cada libro. Posteriormente, a partir de finales de los cincuenta, Penguin abandonaría dicho diseño unitario para crear nuevamente escuela con sus portadas realizadas a partir de fotomontajes, collages y arte pop (en España el alumno más aventajado de esta nueva tendencia en la manera de difundir la literatura popular sería, qué duda cabe, Daniel Gil con su trabajo para la colección El Libro de Bolsillo de Alianza). Hoy en día las revoluciones en el formato han cambiado de plano y pasan inevitablemente por el mundo digital, pero afortunadamente eso no ha impedido que Penguin (al contrario que muchas otras de aquellas editoriales que siguieron en otros tiempos sus pasos y que hoy en día parecen anquilosadas en las mismas fórmulas) siga innovando, al menos desde lo gráfico, con aportaciones tan jugosas como la serie Great Ideas o como Graphic Classics, su colección de clásicos con cubiertas de dibujantes de cómic (una innegable influencia en Valdemar/Es Pop). A pesar de que este 2010 va a cumplir setenta y cinco años, no parece que el pingüino de Allen Lane haya perdido un ápice de entusiasmo juvenil.
Dos estilos de portada para un mismo autor dentro de la misma colección.
Todas las imágenes que acompañan a esta entrada están extraídas del grupo de flickr Penguin Paperback Spotters.
Kenny escribió la lista porque se estaba muriendo.
Aquella misma mañana, una resonancia magnética había revelado que un tumor cerebral maligno había germinado en los húmedos rincones de su cráneo igual que un champiñón entre el abono.
Le quedaban seis semanas de vida, quizá menos. Una quimioterapia agresiva, complementada por otro procedimiento brutal e invasivo llamado resección parcial, podría ampliar aquel periodo en un mes más. Pero Kenny no le veía el sentido.
De modo que le dio las gracias a sus médicos, salió del hospital y se fue a dar un paseo.
Así de fuerte empieza el tercer título de la colección Es Pop Narrativa, editada a medias por Valdemar y Es Pop Ediciones, que llegará a las tiendas a finales de mayo, coincidiendo con la Feria del Libro de Madrid. Por ahora no puedo contar muchas más cosas, al margen de que ya he terminado de traducirlo y de que, si todo va bien, a finales de mes podré ofreceros también algunas imágenes de la portada más el habitual adelanto en PDF.
Mientras tanto, ¿qué pasa con Slash? Pues que sigue avanzando, a pesar de los retrasos. Mis más sinceras disculpas a todos aquellos que lo estáis esperando desde hace meses. El lanzamiento de la nueva colección me ha robado más tiempo del que esperaba y no he podido seguir traduciendo al ritmo que a mí me habría gustado. ¡Pero de verdad que ya queda menos! Mientras tanto, para endulzar la espera, aquí os dejo un fragmento de las memorias de nuestro peludo con sombrero de copa favorito:
Slash, dándole al frasco con Iggy Pop.
«Durante la gira con The Cult, nos alojamos en hoteles de menor categoría que los suyos, pero eso no nos impedía ir hasta allí para destrozarlos igualmente. A menudo la noche terminaba conmigo y con Duff siendo expulsados de allí, bien por los empleados del hotel, bien por los propios miembros del grupo. Se nos planteaba entonces el dilema de tener que encontrar el camino de vuelta hasta donde coño fuera que estuviera nuestro hotel. Una noche acabé tan pedo que perdí el conocimiento en el sofá del vestíbulo del hotel de The Cult y Duff me dejó allí tirado. Me desperté a eso de las cinco de la madrugada para descubrir que me había meado encima mientras dormía. Por si eso fuera poco, no sólo no llevaba encima la llave de mi habitación sino que ni siquiera tenía ni idea de dónde nos alojábamos. Los recepcionistas del hotel no hicieron nada por ayudarme, probablemente porque estaba empapado en pis y olía como una taberna. Salí a la fría noche canadiense, a vagar sin rumbo por las calles heladas, con la esperanza de encontrar el camino. Una vez fuera, sólo vi un hotel, situado a bastante distancia de allí, pero tuve suerte y resultó ser el nuestro. Más suerte aún tuve de llevar puestos unos pantalones de cuero, ya que de otro modo se me habrían helado los cojones. Es una de las grandes ventajas que tienen los pantalones de cuero: si te meas con ellos puestos retienen el calor mucho mejor que los vaqueros».
Para celebrar que Acero y A la cara, los dos primeros títulos de Es Pop Narrativa, ya están en las tiendas, hoy os traigo una chorradilla simpática que espero que os haga gracia. Se trata de una banda sonora para Acero, elegida por el propio autor de la novela, Todd Grimson. Hace poco le estuve entrevistando para el dossier de prensa del libro y, teniendo en cuenta la importancia que tiene la música dentro de la trama y lo mucho que contribuye a su ambientación, se me ocurrió pedirle que elaborara una pequeña lista de temas adecuados para una hipotética banda sonora. Y este ha sido el resultado:
Sueisfine, de My Bloody Valentine
I Only Think of You, de The Horrors
Jesus is On the Mainline, de Mississippi Fred McDowell
Colony, de Joy Division
Dreams Burn Down, de Ride
Algo de Mazzy Star
Más My Bloody Valentine
Piano Sonata nº 1, de Alban Berg interpretada por Glenn Gould
Visions de l’Amen, de Olivier Messiaen para dos pianos, interpretada por Serkin & Takahashi
Cuarteto para cuerda nº 1, de Maurice Ravel
Decades, de Joy Division
Insight, de Joy Division
Sonata para piano y cuarteto de cuerda, de Morton Feldman, interpretada por Yuki Takahashi y Kronos Quartet
Algo de Ry Cooder tocando la slide guitar en plan lento, como en la banda sonora de Paris, Texas
Reverence, de Jesus & Mary Chain
Ahora, gracias a Spotify, si tenéis interés por oír a qué suena esta recopilación urdida por el bueno de Todd Grimson o incluso ponerla de fondo mientras leéis el libro, tenéis ya todos los temas reunidos y colocados en orden en esta lista de reproducción.
Un par de comentarios acerca de la lista. Como veréis, el tema de Mazzy Star y el segundo de My Bloody Valentine no estaban especificados, así que estos en concreto los he añadido yo; «So Tonight That I Might See» porque me parecía que encajaba muy bien después del «Dreams Burn Down» de Ride y «Come in Alone» porque creo que refleja un momento muy concreto de la relación entre Justine y Keith y ese punto de semioptimismo que adoptan durante la segunda parte del libro. Por otra parte, no he conseguido encontrar la versión de Visions de l’Amen de Serkin & Takahashi, pero supongo que podremos apañarnos con esta grabación de 2006 a cargo de Andreas Grau y Götz Schumacher (cabe aclarar que Visions de l’Amen es una obra formada por siete composiciones, de las cuales he elegido sólo una, el «Amén del deseo», pues es la que personalmente más apropiada me parecía para el libro, pero ya que Grimson menciona la obra entera, dejo aquí otro vínculo a Spotify para quien quiera sumergirse por completo en las Visions de l’Amen de Messiaen). ¡Que ustedes lo disfruten!
Bueno, debo reconocer que esta entrada está un poco hinchada, ya que la portada de A la cara, no fue tan azarosa ni requirió de tanto trabajo como la de Acero. Es más, prácticamente desde el primer momento tuve bastante claro qué ilustración quería utilizar para la cubierta y, si acaso, lo más trabajoso de todo el proceso fue hacerse con los derechos de reproducción y una buena copia de la misma. Nada excesivamente creativo, vamos. En cualquier caso, por hacer honor a la tradición, aquí tenéis el «cómo se hizo» la portada de A la cara, de Christa Faust.
A la izquierda, la portada original. A la derecha, una primera prueba sobre la misma imagen.
En la entrada anterior ya hablamos largo y tendido sobre Hard Case Crime, la editorial norteamericana que publicó Money Shot, la versión original de A la cara. Ahora, sobre estas líneas, podéis ver su portada ilustrada por Glen Orbik. Orbik es, a mi juicio, un digno sucesor de la gran escuela de ilustración comercial norteamericana de los cincuenta y los sesenta, pero eso no quita para que también piense que quizá en este caso no estuviera en su momento más acertado. Es indudable que su chica se amolda casi a la perfección a la descripción que hace Christa Faust de Angel Dare, la protagonista de la novela, y que la ilustración mantiene el nivel de otros trabajos suyos para esta misma colección, de los cuales ya vimos varios ejemplos el domingo, pero… ese billete. ¡Ese billete! Quizá sea sencillamente una cosa cultural, pero a mí este tipo de portadas que intentan transmitir una idea de desnudez integral para luego disimularla por completo de una manera tan burda me dejan con una sensación como de «quiero y no puedo». No siempre quedan mal (el propio Orbik sorteó el problema con bastante mejor fortuna en la portada de Songs of Innocence), pero por lo general, si no puedes poner en tu portada a una mujerona (o a un hombretón) verdaderamente en bolas, mejor sácala vestida. Por supuesto, es sólo mi opinión. Pero el caso es que no me gustaban nada esos cien dólares ahí puestos con el imperdible. Aun así, hice una rápida prueba para ver qué tal se defendía la ilustración sin más elementos en la portada aparte del título y el nombre de la autora. No quedaba mal, pero seguía sin convencerme. Al margen de eso, quizá la imagen iba demasiado dirigida a un público eminentemente masculino, cuando la idea que impulsa la novela es precisamente, en palabras de la propia autora, «retar tanto a los lectores como a las lectoras a que lean más allá de su tradicional zona de seguridad. Quiero que los hombres lean sobre la imagen que tienen de su cuerpo las mujeres y sobre el miedo a envejecer. Quiero que las mujeres lean sobre la verdadera brutalidad de la violencia que contra ellas se comete a diario en todo el mundo. También me atraía la idea de darle la vuelta a los arquetipos tradicionales del género». Por ello, me parecía imprescindible buscar una portada un poco más «para todos los públicos» y que pudiera apelar también a todas esas lectoras hasta las que quiere llegar Faust, y no sólo al típico aficionado a la novela negra.
Izquierda, The Brass Halo. Derecha, una apresurada aproximación a Maguire.
Afortunadamente, casi desde que terminé de leer la novela tenía ya en mente una imagen que me parecía perfectamente apropiada para vender esta historia de mujer agraviada que busca venganza dentro de un contexto puramente pulp. Creo que ya he comentado en alguna ocasión mi admiración y devoción por los grandes ilustradores de la era de la novela de quiosco; nombres como Norman Saunders, Rafael De Soto, Robert McGinnis y James Avati. Y entre todos ellos siempre he sentido especial predilección por Robert A. Maguire, cuya portada para la novela de Jack Webb (no confundir con el creador de Dragnet) The Brass Halo, publicada originalmente en 1956, quise recuperar para la ocasión. A partir de una pequeña imagen sacada de Internet, monté rápidamente la prueba que podéis ver arriba a la derecha, que aunque aún distaba mucho de parecerse a nada remotamente publicable me reafirmó en que iba por el buen camino (a veces hasta la prueba más chorra y apresurada sirve para demostrar al menos cosas como que la ilustración se ajusta a las proporciones, que te va a dejar espacio para el título y demás consideraciones prácticas).
A la izquierda, una prueba más seria. A la derecha, buscando alternativas. Pincha para ampliar.
Por desgracia, Bob Maguire falleció en 1955, pero su hija Lynn mantiene vivo su legado a través de la página R.A. Maguire Cover Art, que me sirvió para contactar con ella y empezar a negociar la compra de los derechos. El principal problema a la hora de recuperar portadas de la edad de oro de la literatura popular norteamericana suele ser que muchos de los originales se han perdido o están en manos de coleccionistas privados. En este caso la suerte me sonrió gracias al libro Dames, Dolls & Gun Molls: The Art of Robert Maguire, que publicó Jim Silke el año pasado, para cuya realización reunió, fotografió y digitalizó buena parte de la obra del artista. De otro modo, dudo mucho que hubiera podido disponer de una reproducción decente del original. En cualquier caso, como la negociación se alargó durante algunos meses y la cosa no terminaba de estar clara, se me ocurrió que no estaría de más tener alguna alternativa, por si acaso al final no era posible contar con la imagen de Maguire. De ahí la prueba de la derecha, realizada a partir de una ilustración de Jonas Bergstrand, un dibujante y diseñador gráfico sueco que encontré gracias a Tumblr. Como finalmente conseguí llegar a un acuerdo con la hija de Maguire, no llegué a contactar con Bergstrand para interesarme por su trabajo, pero creo que a partir de esta idea podría haber quedado igualmente una portada bastante chula; muy distinta, pero también muy llamativa. ¡Quizá en otra ocasión!
Los originales de Maguire en todo su esplendor. Pincha para ampliar.
El libro de Silke también me permitió ver a gran tamaño otras portadas que no conocía o que nunca había visto así de bien reproducidas. Entre todas ellas, me llamó particularmente la atención la de otra novela de los cincuenta, The Hot Chariot, de un tal J. M. Flynn, que también reunía elementos muy relacionados con el contenido de A la cara: un grupo de hombres que se matan entre ellos y una mujer con tendencia a quitarse la ropa (en el caso de Angel Dare, porque en eso consiste su trabajo) atrapada en el medio. Me pareció muy adecuada para usarla como contraportada y, tan pronto como recibí los originales que podéis ver sobre estas líneas, me puse a trabajar ya en firme con el resto de los elementos. Probablemente os habréis fijado en que para todas las pruebas anteriores me había empeñado en utilizar la misma fuente, una tipografía más rota e irregular que la que finalmente acabé usando. La idea era compensar el estilo retro de la ilustración con una fuente que jamás hubiera encontrado hueco en una portada de los cincuenta y que aportara un toque contemporáneo para que la cosa no se quedara en un simple ejercicio de mimesis. La fuente me sigue gustando mucho y no descarto utilizarla para otro proyecto, pero en última instancia preferí usar otra que resultara más legible a primera vista, y de todos modos me parece que la elegida tiene también suficiente personalidad como para transmitir un aire de cierta contemporaneidad y además combinaba muy bien con la Futura que quería utilizar para el nombre de la autora. El resultado final, ya con todos los elementos integrados, lo tenéis bajo estas líneas.
Pincha para ampliar.
Más sobre A la cara, de Christa Faust
Características: 14 x 21,5 centímetros.
Rústica con solapas. 256 páginas.
ISBN: 978-84-937771-0-4
Precio: 16 €
Ilustración de Glen Orbik para la portada de The Wounded and the Slain, de David Goodis.
Ya sé que la semana pasada prometí que en breve hablaríamos de la portada de A la cara, pero luego, pensándolo mejor, me ha parecido que antes de ahondar en el proceso de diseño de ese título en particular podría resultar interesante hablar un poco de la editorial que lo publicó originalmente, Hard Case Crime, un sello norteamericano fundado hace seis años por el escritor y diseñador Max Phillips y por uno de mis héroes personales de los últimos tiempos: Charles Ardai, un treintañero enamorado de la novela negra que un buen día decidió vender su empresa proveedora de servicios de Internet para invertir lo ganado en montar una editorial. Y no una editorial cualquiera, sino una especializada en recuperar clásicos de la narrativa pulp de la era dorada de la literatura de quiosco norteamericana, respetando su formato original barato y de bolsillo (los libros de HCC casi nunca pasan de los siete dólares) y recuperando un arte casi perdido como es el de las portadas pintadas, encargadas ex profeso para todos y cada uno de sus títulos. El invento funcionó bien y prácticamente desde el principio Ardai empezó a publicar también obras de autores contemporáneos dispuestos a seguir el espíritu de aquellos irrepetibles clásicos de baratillo (entre ellos gente como Stephen King y, evidentemente, nuestra Christa Faust). Con estos antecedentes, no sé si hará mucha falta decir que el de Hard Case Crime fue uno de los ejemplos que más me animó en su día a la hora de lanzarme con Es Pop, y si leéis la entrevista hasta el final podréis ver que el modelo de asociación Valdemar/Es Pop, que acabamos de crear para sacar nuestros títulos de narrativa, está casi calcado del que tiene Hard Case con otra editorial norteamericana llamada Dorchester Publishing (un ejemplo de coedición que, supongo, no será único, pero que en cualquier caso fue el que me sirvió a mí de inspiración).
Pulp contemporáneo. The Colorado Kid de Stephen King y Songs of Innocence de Richard Aleas. Portadas de Glen Orbik.
Quería, pues, aprovechar la ocasión para dedicarle una entrada a esta editorial valiente y singular. Y para ello, nada mejor que tirar de su cofundador y principal ideólogo, Charles Ardai. El año pasado, en Killer Covers (una web dedicada precisamente a hablar de portadas de libros de género negro), J. Kingston Pierce, editor y fundador de The Rap Sheet (sin duda uno los mejores blogs que hay ahora mismo en el mundo sobre narrativa criminal), publicó una extensa entrevista con Ardai, de la cual ha tenido la gentileza de cederme unos cuantos fragmentos. Si no he traducido la entrevista entera no es porque el resto no fuera interesante, sino porque quería centrarme principalmente en los dos motivos básicos de que os quisiera hablar sobre Hard Case Crime: por una parte sus excelentes portadas y por otra su actitud de referencia como pequeña editorial independiente. Por supuesto, si estos fragmentos os interesan, no dejéis de pasaros por Killer Covers para leer la entrevista original al completo.
CHARLES ARDAI: CRIMEN EN SUS MANOS
J. Kingston Pierce: ¿Puedo asumir que desde que empezaste a pensar en fundar Hard Case Crime te preocupó el tema del aspecto de las portadas? ¿Cómo de importantes crees que son las cubiertas tanto para vender los libros como para establecer la «marca» Hard Case? Charles Ardai: Son absolutamente esenciales. Hard Case Crime no sería Hard Case Crime sin las portadas, igual que una película de James Bond no sería una película de James Bond sin el tema principal de Monty Norman o un BLT no sería un BLT sin el béicon. En cada caso, se trata de un elemento integral que añade sabor y color y textura y jugo. Las ilustraciones de portada siempre fueron un elemento básico de la ficción pulp. En los tiempos en los que este tipo de historias se vendían principalmente en los quioscos, en abarrotadas estaciones de tren y similares, uno no podía sacarle los diez céntimos al currito que esperaba para hacer su transbordo a menos que su portada saltara desde la balda, lo agarrara de las solapas y lo arrastrara hasta la caja registradora. Lo mismo pasaba en la época en la que las droguerías empezaron a vender novelas publicadas directamente en rústica y lo mismo sigue pasando hoy. La mayor parte de las portadas de libros son aburridas y carecen de imaginación. Farfullan con una vocecilla nasal en vez de entonar una canción de sirena. Nuestras portadas están diseñadas para provocar, para tentar, para despertar la curiosidad. Están pensadas para que el lector diga: «Por supuesto espero que la novela que hay detrás de esa portada sea buena, pero incluso aunque no lo sea tengo que comprarme el libro aunque sólo sea para tener esa portada en casa».
Dos curiosas reediciones de obras primerizas de Michael Crichton, escritas bajo el seudónimo de John Lange. Por si eso fuera poco, la trama de Zero Cool está enteramente ambientada en España, empezando en Tossa de Mar y acabando en Granada. Portadas de Gregory Manchess.
KP: Entonces ¿cuáles son los elementos más importantes en una portada para Hard Case? ¿Mujeres hermosas? ¿Hombres peligrosos? ¿Una oportunidad de seducción? ¿Violencia inminente? ¿Qué? CA: ¿Cómo decía aquella vieja canción de La noche del escándalo Minsky’s? «Reúne a diez mujeres estupendas/Pero dales sólo nueve vestidos/Y estarás preparando algo grande». De entre nuestras primeras cinco docenas de portadas, todas salvo una muestran a una mujer hermosa entera o en parte, y precisamente esa una ha sido de las que peor han vendido. El sexo vende. Algunas de nuestras portadas sólo muestran a una persona, otras a dos, otras a tres o cuatro; algunas sugieren acción y otras estatismo; algunas tienen una atmósfera amenazadora mientras que otras son más seductoras. Pero todas tienen una despampanante mujer fatal, normalmente con menos ropa de la que se lleva a la iglesia.
El otro elemento decisivo no depende del contenido sino del estilo. La portada ha de estar pintada siguiendo el estilo de los maestros de mediados del siglo XX: [Robert] McGinnis, [Robert] Maguire, [Rudolph] Belarski, [James] Bama, [James] Avati, [Rafael] De Soto y demás. Es imprescindible que tengan cuerpo, rotundidad; que se vea el brochazo, una representación clásica de la anatomía. Nada de aerógrafos y, por el amor de Dios, nada digital. Sólo óleo sobre lienzo o pintura al temple diluida en auténtica yema de huevo y la mano de un maestro del pincel. Eso es lo que le da a nuestras portadas su aspecto.
Dos portadas de Ron Lesser, uno de los artistas más reincidentes en la colección.
JKP: En 2006 le dijiste a Denise Hamilton del Los Angeles Times: “Es irónico. En los cincuenta podías mostrar a una mujer completamente desnuda en una portada siempre y cuando le estuviera dando la espalda al espectador, pero hoy en día libros con cubiertas así de atrevidas serían rechazados por al menos ciertas cadenas de libreros». ¿Qué ha cambiado en los últimos años? ¿Por qué las portadas de la era Eisenhower y la era Kennedy eran menos puritanas que las de ahora? CA: Como ni siquiera he cumplido aún los cuarenta (aunque sólo me falten un par de meses), no soy quién para decir cómo eran realmente las cosas hace medio siglo, pero sí me da la impresión de que cierto nivel de estimulación en determinados lugares públicos estaba considerado aceptable de una manera que hoy no tendría lugar. Incluso hace 30 años, cuando yo era chaval, recuerdo ir a la barbería local y devorar con los ojos como platos la pila de «revistas para hombres» disponibles para que los clientes leyeran un rato mientras esperaban su turno. Me resulta inconcebible que hoy en día un barbero pudiera hacer lo mismo, especialmente uno que atienda tanto a adultos como a niños. Pero en aquel entonces no sólo estaba aceptado, sino que incluso era lo que uno esperaba. Sospecho que lo mismo debe de ser cierto para los exhibidores de novelas en las droguerías. No estamos hablando de pornografía, sino únicamente de algún que otro trasero desnudo o quizá, muy de vez en cuando, la promesa de un pezón bajo una camisa demasiado fina. No conozco a nadie que haya quedado perjudicado por ver ni una cosa ni la otra. Pero hoy en día a los vendedores les de semejante pánico ofender a alguien que prefieren ir a lo seguro y rechazar cualquier libro cuya portada contenga algún elemento susceptible de ofensa. En estos últimos años nos han dicho de todo, desde «no queremos pies descalzos» hasta que «algunas tiendas no aceptan que se vea el ombligo», e incluso «no podéis mostrar escotes laterales». Sinceramente, yo no siquiera sabía lo que era un «escote lateral» ni que hubiera un nombre para ello. Pero ahí lo tienes. Al final resulta que tienen nombre para todo y si existe la mínima posibilidad de que pueda producirle una erección a alguien, siempre habrá una tienda que no tolere mostrarlo en la portada de un libro. Yo intento ignorar estos comentarios en la medida de lo posible y limitarme a dejar que nuestros artistas pinten la mejor portada posible. Sólo de vez en cuando he tenido que decirle a Bob McGinnis: «¿Puedes cerrarle un poquito la bata?».
Dos muestras del trabajo de Ken Laager para HCC.
JKP: Has conseguido trabajar con algunos de los más célebres ilustradores de la industria de la novela popular, de Robert McGinnis y Glen Orbik a Ron Lesser y Ken Laager. Teniendo en cuenta la repercusión de las portadas de vuestra colección y la consiguiente búsqueda por parte de otros editores de diseños retro, ¿has tenido algún problema a la hora de contratar a algún ilustrador con el que realmente te apeteciera trabajar? CA: Hay algunos pintores que empezaron sus carreras en el pulp y que siguen en activo hoy en día, pero que no tienen interés en volver a sus raíces. El gran James Bama, que es un tipo generoso y encantador, se retiró de la ilustración comercial en 1971 y se mudó a Wyoming para convertirse en un pintor serio, principalmente de estampas del Oeste. Le enseñamos lo que estábamos haciendo y se mostró muy entusiasta, pero aun así no se dejó convencer. Me escribió una nota en la que decía: «Después de haberle dicho que no a Malcolm Forbes, a Clint Eastwood y a George Lucas, cada vez me resulta más fácil”. De igual manera, Ray Kinstler sentía que había dejado atrás su trabajo como ilustrador de pulps y no tenía el tiempo o las ganas de volver a ellos. Pero el caso que más me entristeció fue el de Robert Maguire. Mantuve una buena conversación con él poco antes de que muriera [en 2005] y me dio la impresión de que le habría gustado intentarlo, pero que tenía la impresión de que no iba a ser capaz de producir nada que estuviera a la altura de sus antiguas portadas. Le rogué que lo intentara de todas maneras. Incluso un Maguire menor habría sido una maravilla. Pero no quiso hacerlo, y un par de meses más tarde falleció. JKP: Yo estoy particularmente interesado en McGinnis, ya que después de todo es el gran maestre de los ilustradores de novelas de bolsillo de mediados del siglo XX. ¿Cómo conseguiste convencerle para que trabajara para HCC? ¿Y qué tipo de relación tienes con él ahora que ya ha pintado varias portadas para vosotros?
Dos portadas a cargo de un veterano de estilo inconfundible: Robert McGinnis.
CA: Trabajar con Bob es un placer. Ahora mismo está haciendo su décima portada para nosotros, una que además tiene un cariz especial ya que es para una de las novelas de Brett Halliday protagonizadas por Mike Shayne, probablemente la serie por la que Bob es más conocido (o eso o por los libros de Carter Brown). Me enteré de que Bob seguía pintando gracias a Glen Orbik, el cual me sugirió que lo llamara. Al principio me daba un gran reparo, no sabía ni qué decirle, pero al final me armé de valor y cogí el teléfono… y tan pronto como nos pusimos a hablar supe que tendríamos una relación estupenda. Para empezar, Bob es en un caballero, un auténtico profesional y absurdamente modesto (a pesar de que no tiene ningún motivo para serlo). Aparte de eso, siente una pasión genuina por el tipo de libros que estamos publicando y es evidente que se lo está pasando de lo lindo volviendo a pintar portadas. No tiene demasiado tiempo libre (sigue estando muy reclamado), pero a nosotros siempre nos ha hecho hueco, algo por lo que le estoy sumamente agradecido. La relación laboral es muy simple: le envío una descripción del libro y un par de semanas más tarde él me envía una serie de bocetos inspirados por esa descripción. Yo elijo uno, le digo: «Ponle algo más de ropa a esta mujer, por favor», y ya está. JKP: A buen seguro tendrás algunas favoritas entre todas las portadas que habéis publicado. ¿Cuál es la que más te ha gustado hasta ahora? CA: No podría elegir favoritas entre las obras de nuestros artistas. Ofendería a cualquiera al que no nombrara. Lo que sí puedo decirte es qué portadas han generado más comentarios entre los compradores: las de Greg Manchess para The Vengeful Virgin y Fade to Blonde; las de Glen Orbik para The Max y Blackmailer; las de Robert McGinnis para The Girl with the Long Green Heart y The Last Quarry; la de Sharif Tarabay para Killing Castro y la de Ricky Mujica para The Corpse Wore Pasties. Y hay muchas más. En realidad sólo ha habido un puñado que han generado comentarios negativos, y en el transcurso de cinco años eso me parece algo bastante notable.
Blackmailer y The Max, nuevamente de Glen Orbik.
JKP: Explícame el proceso por el cual una novela clásica pasa a ser un título de Hard Case Crime. Hay cantidad de títulos, pero la mayoría nunca aparecerán en tu colección. ¿Cómo te decides por uno o por otro? CA: Llevo prácticamente 30 años leyendo novelas de género negro; empecé de muy joven. Y recuerdo perfectamente las que más me gustaron. Cuando llega el momento de hacer una recuperación, sencillamente voy a la estantería, saco unos cuantos títulos que recuerdo que me gustaron, los releo para asegurarme de que la memoria no me engaña y luego investigo cuándo fue la última vez que se reeditaron y si los derechos están disponibles. En ocasiones tengo que prescindir de un libro porque otra editorial lo ha vuelto a publicar recientemente; en otras no consigo encontrar al autor o a sus herederos. Pero por lo general, si insisto lo suficiente, acabo localizándolos, y aunque es verdad que un par de autores (o de herederos) nos han dicho que no, han sido los menos. Me llevó años encontrar a la nieta de Steve Fisher, o a los tres hijos (de dos esposas distintas) del Robert B. Parker original. Pero acabé encontrándolos. Y el propio trabajo detectivesco necesario para dar con ellos puede resultar divertido en sí mismo. JKP: ¿Puedes citar un par de libros que te gustaría ver publicados en Hard Case? ¿Algún «santo grial» que te gustara rescatar? CA: Gore Vidal escribió cuando era joven una novela con seudónimo para la editorial Gold Medal [Thieves Fall Out, por “Cameron Kay”] que no se ha vuelto a reeditar nunca, y a mí me encantaría sacarla. Hablamos con él y se lo estuvo pensando, pero al final rechazó la oferta. También me gustaría publicar una nueva edición de la primera y fantástica novela de Alan Furst [Your Day in the Barrel, 1976] que fue nominada al Edgar, pero él nos dejó bien claro que no iba a ser posible. Es demasiado diferente de los libros que publica ahora y no quiere verse asociado con ella, lo cual me parece una pena, pero desde luego está en todo su derecho. Martin Cruz Smith escribió una serie de novelas como “Simon Quinn” acerca de un agente secreto del Vaticano, y dos de ellas, particularmente una, son lo suficientemente buenas como para que merezca la pena recuperarlas. Smith estuvo a punto de decirnos que sí; de hecho, llegó a decir que sí pero luego cambió de idea en el último momento. Y hay más. Pero no faltan autores encantados de ver su trabajo de nuevo en el mercado; no voy a perder el sueño por aquellos pocos que prefieren que su obra permanezca en el anonimato.
Las portadas de Fade to Blond, de Greg Manchess y Killing Castro, de Sharif Tabaray.
JKP: Hace poco leí en uno de tus boletines a los lectores que tienes pensado reducir la frecuencia de publicación de HCC. Hasta ahora habéis estado editando un libro al mes, pero a partir del 2010 la frecuencia pasará a ser bimestral. ¿Por qué ese cambio? CA: Por varios motivos. Básicamente llevo cinco años publicando un libro al mes y es agotador. Tenemos un total de cero trabajadores en plantilla, lo que quiere decir que sólo estoy yo para leer todos los libros, comprar los derechos, negociar los contratos, encargar las portadas, supervisar las fotos y los escaneos, corregir los textos de todos los libros, encargarme de la publicidad, hacer cola en correos para enviarle sus ejemplares a cada autor, etcétera, etcétera. Y de verdad que me encanta, pero cinco años así agotan a cualquiera. Por otra parte, llevo un tiempo teniendo la sensación de que estamos atiborrando el mercado. Sí, habrá algunos superfieles que se leerán todo lo que publiquemos. Pero por cada individuo así, hay otros diez que me dicen lo mucho que les gustan nuestros libros, pero que tienen ya una docena esperando en la pila por leer. De igual modo, resulta difícil entusiasmar a los críticos con cada nuevo título cuando en apenas cuatro semanas va a salir otro por la cinta transportadora. En algún momento del proceso, la publicación de un nuevo título de Hard Case Crime dejó de ser un hecho interesante o digno de atención y pasó a ser sencillamente algo que se da por hecho. Mi esperanza es que, reduciendo la frecuencia de publicación, seamos capaces de conseguir más atención para cada título.
Y eso por supuesto nos lleva al tema de las ventas. La economía está fatal y todo el mundo está sufriendo las consecuencias. No voy a decir que nosotros estemos sufriendo más que los demás, pero nuestras ventas han bajado y espero que con un calendario menos apretado, en el que cada título es un poco más un «evento», se recuperen un poco. Después de todo necesitamos el dinero. Esto es una labor de amor, pero también es un negocio, y si las ventas caen por debajo de cierto nivel no seremos capaces de continuar. De ahí el paso la bimestralidad. Es difícil saber si eso ayudará o perjudicará a las ventas, pero al menos me dará la oportunidad de tomarme un respiro.
Lawrence Block y Mickey Spillane, dos veteranos recuperados por HCC. Las portadas
son de Chuck Pyle y de Arthur Suydam respectivamente.
JKP: ¿Puedes ahondar un poco más en cómo está funcionando Hard Case como negocio? ¿Hay motivos para preocuparse? CA: Trabajamos con otra editorial, Dorchester Publishing, que son quienes se encargan de la producción, las ventas y la distribución, y en estos cinco años han hecho un trabajo consistentemente excelente. También se encargan de llevar la mayor parte de los temas empresariales, de modo que a nosotros nos protegen de lo peor. Pero sé que se enfrentan a la misma situación complicada que cualquier otra editorial, sólo que en mi opinión la situación es más dura para los pequeños que para los grandes. Tenemos menos colchón para amortiguar la caída. Afortunadamente sigue habiendo un montón de lectores ahí afuera y si trabajas duramente aún puedes vender suficientes libros como para mantenerte a flote. Pero desde luego resulta más complicado ahora de lo que lo era incluso hace sólo un par de años, y no me sorprendería que Hard Case Crime tuviera que acabar cerrando algún día. No es por sonar fatalista, pero nada dura para siempre.
Una vez dicho eso, incluso aunque tuviéramos que echar el cierre mañana (cosa que no vamos a hacer), seguiría sintiéndome orgulloso de lo que hemos conseguido. Más de sesenta libros en cinco años, entre ellos cinco nominados a los Edgar (y un ganador), dos ganadores del Shamus, nominados a muchos otros premios, reseñas en todos los principales periódicos y revistas del país… No es moco de pavo. Es muchísimo más de lo que pensé que íbamos conseguir la primera vez que a Max [Phillips] y a mí se nos ocurrió la idea de esta colección. Pensamos que sacaríamos seis libros y que ahí acabaría todo. JKP: ¿Qué has aprendido acerca del negocio de la edición que desearías haber sabido antes de empezar? CA: Oh, he aprendido millones de cosas. Sería imposible explicarlas todas en una respuesta que no fuera a ocupar un libro entero. Pero quizá lo más importante que he aprendido ha sido que si hay algo que amas y que de verdad sientes con pasión, hay una buena probabilidad de que haya más gente ahí afuera, quizá miles e incluso millones, que compartan esa pasión. Y si eres capaz de llegar a una cantidad suficiente de esas personas, tienes una buena base sobre la que levantar una colección longeva.
Dos de mis portadas favoritas de todo el catálogo de HCC,
a cargo de Chuck Pyle y de Michael Koelsch.
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Cultura Impopular es el blog de Es Pop Ediciones, una editorial independiente especializada en temas relacionados con la cultura pop. Nuestra intención es convencerte de que compres los libros que editamos, pero intentaremos que no se note demasiado hablando también de otras cosas. Si quieres saber más sobre Es Pop, visita nuestra página web.
Cultura Impopular está escrito por Óscar Palmer. Puedes contactar con él por correo electrónico.