Cultura Impopular

El blog de Espop Ediciones

jueves 4 de marzo de 2010

El hombre de las portadas de acero

Bueno, pues siguiendo con la ya tradicional costumbre de destripar un poco el proceso de diseño de cada una de las portadas de los libros que vamos publicando (¡menos mal que tampoco son muchos!), hoy le llega el turno a la del primer número de la nueva colección Es Pop Narrativa: Acero, de Todd Grimson. Una portada a la que, por cierto, le tengo un especial cariño, no sólo por ser la primera que me animé a diseñar en solitario, sino porque además contribuyó a que mis socios en esta aventura, la buena gente de Valdemar, empezaran a ver la propuesta con otros ojos. Y es que, claro, una cosa es hablar en abstracto y otra muy distinta tener algo que marca la línea del producto ya en la mano. ¡A pesar de que el producto ni siquiera exista! (el primer boceto de los que veréis aquí se hizo antes incluso de haber comprado los derechos de Acero; y cuando digo «antes» me refiero como a un año antes). Pero volvamos al principio. Recordaréis que hará un par de meses os comentaba que mi amigo David Muñoz había dirigido un cortometraje titulado El último día (que podéis ver aquí). Aprovechando que la protagonista del corto, Ana Villa, salía en un par de escenas maquillada de vampira, y también su buena disposición, tiré de cámara y le saqué una buena tanda de fotos. Si tenéis curiosidad, podéis ver una selección de dichas instantáneas aquí, pero mi favorita, en cualquier caso, es esta:


Justo por aquel entonces acababa de leer Acero, un título que me habían pasado precisamente desde Valdemar para ver si se adecuaba a su colección de narrativa gótica. Y lo cierto es que no era el caso; Acero era demasiado contemporáneo, demasiado posmoderno y demasiado referencial como para justificar su inclusión junto a clásicos como Stoker y Lovecraft o incluso autores más recientes como William Hjortsberg y Shirley Jackson. Sin embargo, aquellas mismas características lo hacían perfecto para Es Pop. La idea de lanzar una colección de libros de narrativa contemporánea me llevaba rondando desde el primer día, aunque por el momento parecía quedar lejos de mi alcance. Pero de repente allí teníamos aquel título, perfecto para presentar una colección que yo no podía editar solo y, en mi opinión, equivocado para las líneas ya establecidas por Valdemar. La solución parecía evidente: editémoslo juntos. Para ilustrar el concepto de colección que tenía yo en la cabeza y aprovechando las fotos que había hecho durante el rodaje de El último día, preparé este apresurado boceto que podéis ver aquí abajo a la derecha:

Pincha para ampliar.


Es, efectivamente, la foto de arriba reencuadrada y mínimante retocada con Photoshop para hacerla un poco más fría y borrar el enchufe ese que se veía a la derecha. A la izquierda podéis ver la portada original norteamericana, que no me gusta nada pero sí ilustra un poco el concepto que quería reinterpretar: una cubierta sencilla, compuesta únicamente por la imagen, el título de la obra, el autor y una cita con atractivo comercial. Nada de logos ni de marcos, ni de sellos de colección. Mi idea era reproducir un poco ese aire a bestseller americano, para que a los libreros les entraran ganas de colocar nuestros libros entre las novedades de Planeta y… hala, a vender como locos. Por supuesto, como todos los mejores planes, este acabó yéndose rápidamente al traste por culpa de mis manías, una de las cuales es que no me suelen gustar demasiado las portadas realizadas a partir de fotos. No me malinterpretéis: hay algunas portadas fotográficas verdaderamente magníficas, pero sí creo que el uso de la fotografía está excesivamente extendido y que, encima, está copado por el trabajo de agencias como Corbis o Getty, con lo cual además corres el riesgo de que te pasen cosas como esta, esta o esta otra. El caso es que, no sólo por estética sino también, a qué negarlo, para que llamaran un poco más la atención, decidí que uno de los rasgos definitorios de la colección debería ser que todas las portadas fueran ilustradas.

Pincha para ampliar.


Mientras tanto, como podéis ver aquí arriba, seguí dándole vueltas y usos a esta otra foto de El último día. En este caso son pruebas para la carátula del DVD, pero las incluyo aquí para veáis el modo en el que intentaba potenciar ideas como la de que las letras «pincharan» el cuello de la protagonista (como en la primera) o la de que dieran un poco una impresión cortante (como en la segunda). Todo esto, evidentemente, como campo de pruebas para cuando llegara el momento de diseñar la portada definitiva de Acero, para la cual ya tenía en mente a un único ilustrador.

Pincha para ampliar.


Las dos imágenes que veis aquí arriba son de David Sánchez, ilustrador e historietista y diseñador de las publicaciones de la editorial Errata Naturae (no dejéis de echarle un vistazo a su espectacular El destripador). Para mí, David es uno de esos ilustradores que incluso cuando trabaja desde una referencia fotográfica es capaz de mantener un estilo reconocible y personal. Aparte de eso, me gustan mucho cómo trata el color y el grosor de su trazo. Por eso, una vez comprados los derechos de la novela y tras haber decidido que sí, que íbamos a utilizar mi boceto inicial como punto de partida, supe de inmediato a quién quería encargarle la ilustración. Afortunadamente, a David le interesó el trabajo y rápidamente me envió esta primera imagen que podéis ver abajo a la izquierda.

Pincha para ampliar.


Como veis, el (a mi juicio) mayor hallazgo de la portada ya está ahí presente: la mancha de rojo que divide la imagen en dos. Debo reconocer que me sigue gustando mucho el contraste únicamente entre blanco y rojo, pero me daba miedo que fuera excesivamente agresivo para el lector y además quería algún elemento azul que recordara pues, eso, la frialdad del acero y que me sirviera de nexo de unión con un detalle azul que tenía pensado para el lomo. De modo que le pedí a David que coloreara de azul la parte inferior del rostro de la chica y un par de detalles mínimos más (que el rojo no entrara dentro de la boca y cambiar la posición del reflejo en el ojo). Como veis, la portada quedó prácticamente terminada desde el primer dibujo.

Pincha para ampliar.


Aun así, yo soy un poco de natural paranoico, y cuando algo me gusta mucho desde el primer momento siempre lo toqueteo un poco, más que nada para ver si la opinión inicial se sostiene o si es únicamente fruto del entusiasmo. Por eso, probé otras combinaciones de colores sobre la misma ilustración para ver de qué manera cambiaba la primera impresión. Aquí arriba podéis ver las tres que hice antes de reafirmarme en que no, no hacía falta cambio alguno y que la combinación rojo-azul-blanco era perfecta y lo suficientemente llamativa como para gritar desde la sección de libros de misterio y terror, donde lo que predominan son los tonos negros. Así pues, una vez decidida la portada, sólo quedaba escoger los elementos gráficos que debían ir en la contraportada y en una de las solapas. Acero es una novela bastante coral, pero el eje que mueve todas las relaciones es el compuesto por Justine, una vampira francesa del siglo XV que vive en el Los Ángeles de mediados de los noventa; su compañero Keith, un antiguo guitarrista de un grupo postpunk que tuvo que abandonar la música después de que unos matones le rompieran los dedos; y David, un antiguo enamorado de Justine convertido al vampirismo por ella que ahora la busca para vengarse. Pensé que sería buena idea reflejar este triunvirato en el diseño de la portada, así que le pedí a David (Sánchez, no el vampiro) que me dibujara una mano con los dedos vendados para la contra (tal y como se describen los de Keith en el libro) y para la solapa un sable ensangrentado, ya que David (el vampiro, no Sánchez) utiliza repetidas veces uno en la novela.

Pincha para ampliar

Aquí arriba tenéis la ilustración definitiva que me hizo David, con los tres elementos ya colocados en su sitio. De toda la cubierta, debo reconocer que casi lo que más me gusta es la mano de la contra. Por momentos me arrepiento de haberla utilizado aquí porque habría sido una portada súper impactante para alguna otra novela, pero eso supondría esperar a encontrar otra en la que el protagonista también llevara los dedos vendados, y no era plan. Aquí abajo os dejo, en fin, el resultado definitivo, ya con todos los textos colocados en su sitio (con el título bien cerca del cuello, como en la primera carátula de El último día), su ISBN, su foto del autor y, bueno, todos esos elementos que indefectiblemente afean la ilustración pero que se imponen como inevitables. ¡La semana que viene os espero aquí para hablar de la portada de A la cara!

Pincha para ampliar

Más sobre Acero, de Todd Grimson
Características: 14 x 21,5 centímetros.
Rústica con solapas. 272 páginas.
ISBN: 978-84-937771-1-1
Precio: 17 €

Dossier en PDF (incluye 15 páginas de adelanto)
Alta resolución (5,1MB): http://www.espop.es/prensa/acero.zip
Baja resolución (616KB): http://www.espop.es/prensa/acero_low.pdf
Portada: http://www.espop.es/prensa/acero_portada.tif

Otras entradas sobre diseño de portadas

·  Schulz, Carlitos y Snoopy: una portada
·  Cubriendo los trapos sucios
·  Sexo implícito: cómo se hizo la portada de El otro Hollywood
·  James Bond Recovered
·  En portada: John Gall

DiseñoLibros , , 10 comentarios

lunes 22 de febrero de 2010

Llega Es Pop Narrativa

Bueno, pues después de tanto misterio y de tanto andarse por las ramas, por fin llegó el momento de anunciar oficialmente ese proyecto al que llevo aludiendo desde finales del año pasado y que finalmente llegará a las tiendas, convertido en realidad, el próximo 12 de marzo. Se trata de Es Pop Narrativa, una nueva colección coeditada junto a mis amigos de Valdemar (bajo el sello conjunto Valdemar/Es Pop) con la que pretendemos dar a conocer en castellano novelas contemporáneas de género con un marcado acento pop. Bueno, lo del marcado acento pop es un poco el ángulo de venta y la típica frase chorra con la que uno intenta diferenciarse frente a las tropecientas colecciones de narrativa que abarrotan el mercado; en realidad de lo que se trata es de publicar una serie de novelas cojonudas y muy escogidas que por algún motivo inexplicable han escapado a la atención de los grandes grupos editoriales, pero esto, claro está, no lo puedo decir con esas palabras más que aquí, que estamos en familia. Por otra parte, hay que reconocer que tampoco abundan los títulos que cumplan ambos requisitos (que nos parezcan verdaderamente buenos y que hayan conseguido escapar a las garras de los grandes grupos) así que tampoco esperéis un ritmo de publicación demasiado alocado. Probablemente saquemos cuatro novedades este año y, si todo va bien, otras seis para el siguiente. Más allá de eso, ya veremos.

Así estaba la semana pasada el suelo de mi estudio entre pruebas de color,
ferros, plotters, monstruos, primeras muestras y correcciones.

¿Qué más os puedo contar? Pues que la colección está inspirada en otras de fuera, como Vintage Crime en Estados Unidos y Serpent’s Tail en Gran Bretaña; es decir, sellos más preocupados por reunir una alineación de autores coherente y con personalidad propia que por editar a lo loco; sellos que cuidan el aspecto de sus libros para que el diseño haga honor al contenido y sea atractivo a la vista en vez de plantar una fotografía comprada en un banco de imágenes y retocada con Photoshop. Vamos, que la idea es editar lo justo, pero bien. Y sobre todo garantizar una continuidad en la calidad de los títulos para que el lector tenga la seguridad de que no le vamos a vender gato por liebre. ¿Qué tipo de títulos? Bueno, creo que los dos escogidos para lanzar Es Pop Narrativa dan una buena idea de lo que queremos que sea la colección. El primero, Acero, de Todd Grimson, es una original novela de vampiros protagonizada por el guitarrista de un grupo postpunk (de ahí lo del «marcado acento pop» que os decía antes). El segundo, A la cara, de Christa Faust, es un brutal relato de venganza capaz de continuar una larga tradición marcada por obras como Get Carter y A quemarropa, a la vez que la subvierte con un punto de vista completamente nuevo y una serie de giros del todo inesperados.

Como de costumbre, no espero que os fiéis únicamente de mi palabra, así que aquí tenéis, para ir abriendo boca, un adelanto en PDF de cada uno de los libros. El de Acero podéis bajároslo pinchando aquí.
Y el de A la cara podréis encontrarlo aquí.
Aparte de eso, a continuación encontraréis las fichas promocionales que he preparado para cada uno de los títulos. Como siempre, haced cualquier uso que os parezca de ellas. Copiadlas, reposteadlas, reenviadlas por mail, pasadle los detalles a vuestros libreros, contádselo a vuestros amigos en los bares… ¡lo que sea! Ya de antemano os agradezco cualquier tipo de difusión que le podáis dar al material. No me importa reconocer que estoy particularmente ilusionado con esta colección y que espero que sea igual de bien recibida o incluso mejor que los libros que he publicado hasta ahora en solitario. ¡Ya me diréis si os gustan!


ACERO
Todd Grimson

Justine es una vampira francesa de origen medieval. Keith era guitarrista en un grupo post-punk hasta que unos matones pagados por un novio celoso le rompieron las manos. Primero obligado y luego en honor al imprevisto vínculo que ha surgido entre ellos, Keith se encarga de proteger a Justine durante las horas de sol y de conducirla por todo Los Ángeles en busca de presas para saciar su sed. El resto del tiempo lo dedican a charlar, a fantasear juntos y a crear un mundo propio y cerrado, aislado del exterior. Sin embargo, su privado universo de paz está a punto de llegar a su fin.
David Henry Reid era actor en los tiempos del cine mudo. Hasta que una noche fue mordido por Justine. Desde entonces, ha pasado casi un siglo obsesionado por volver a reunirse con ella, sólo para verse rechazado. Movido por una insaciable crueldad refinada a lo largo de varias décadas como vampiro, David se dispone a vengarse de Justine… y de todos aquellos que encuentre cerca de ella.
La situación es más compleja, pero el resumen es ese. Bienvenido a Los Ángeles, una ciudad capaz de hacer realidad todos tus sueños. El problema es que hay sueños que sería mejor no realizar nunca. Todd Grimson transforma las convenciones de la ficción vampírica para revelarnos una historia de amor apasionada y perturbadora, íntima y brutal. Vivir por amor. Morir por amor. ¿Y después qué? Esto.

«Todd Grimson es el escritor americano más innovador del momento, un maestro del noir, un brillante estilista de la prosa. Acero es Anne Rice para sofisticados y la primera gran novela de vampiros de la era posmoderna».
James Ellroy, autor de L.A. Confidential y La Dalia Negra

«Si Raymond Chandler o Flannery O’Connor hubieran escrito una novela de vampiros, podría leerse con la brutal y apasionada claridad de Acero. Grimson va pelando y explorando capa tras capa de corrupción hasta descubrir el corazón de una historia de amor devastadora».
Katherine Dunn, autora de Amor profano

Características: 14 x 21,5 centímetros. Rústica con solapas. 272 páginas.
ISBN: 978-84-937771-1-1
Precio: 17 €

Dossier en PDF (incluye sinopsis, reseñas, entrevista con el autor y 15 páginas de adelanto)
Alta resolución (5,1MB): http://www.espop.es/prensa/acero.zip
Baja resolución (616KB): http://www.espop.es/prensa/acero_low.pdf

Portada: http://www.espop.es/prensa/acero_portada.tif


A LA CARA
Christa Faust

Angel Dare creía llevar una vida perfecta y ordenada. Hasta que su pasado regresó de imprevisto para sumergirla en una espiral de violencia. Brutalmente agredida, dejada por muerta y acusada falsamente de asesinato, Angel se verá obligada a huir de la justicia al mismo tiempo que de la organización criminal que quiere acabar con ella. Pero Angel no está dispuesta a seguir siendo una víctima indefensa. Armada con todos los recursos aprendidos durante una década como profesional de la industria del cine para adultos, e impulsada por una furia incontrolable, no dudará en hacer todo cuanto sea necesario hasta conseguir que sus agresores paguen por todo lo que le han hecho.
Christa Faust reinventa el género negro desde un punto de vista puramente femenino, pero tan áspero y cortante como el de los mejores maestros del hardboiled. El resultado es una novela trepidante y sorprendente con la que Faust ha ido a unirse a ese pequeño pero imprescindible grupo de autoras que, de un tiempo a esta parte, están renovando un estilo tradicionalmente masculino con un ímpetu, un desparpajo y una dureza propios de los grandes clásicos.

«Un libro duro y oscuro, lleno de estilo e inventiva, que no hace sino crecer hasta llegar a un desenlace arrollador».
Allan Guthrie

«Una novela negra incisiva escrita con gran estilo y de lectura absorbente».
Ramsey Campbell

«Christa Faust es como la única morena en un mundo lleno de rubias».
Quentin Tarantino

Características: 14 x 21,5 centímetros. Rústica con solapas. 256 páginas.
ISBN: 978-84-937771-0-4
Precio: 16 €

Dossier en PDF (incluye sinopsis, reseñas, entrevista con la autora, making of y 20 páginas de adelanto)
Alta resolución (5,4 MB): http://www.espop.es/prensa/alacara.zip
Baja resolución (572KB): http://www.espop.es/prensa/alacara_low.pdf

Portada: http://www.espop.es/prensa/alacara_portada.jpg

Libros , , , 29 comentarios

domingo 3 de enero de 2010

En la carretera

Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee en La carretera, de John Hillcoat.

Tengo mono de Cormac McCarthy. En el último par de semanas se me han juntado tres conversaciones con tres amigos distintos acerca de tres de sus libros y, aunque debo decir que ninguno de ellos comparte mi entusiasmo por el escritor norteamericano, el mero hecho de hablar largo y tendido sobre los elementos que me fascinan de su obra consiguió que me entraran unas ganas enormes de leer algo nuevo suyo. Buscando información en Internet, encontré esta entrevista publicada por el Wall Street Journal a propósito del estreno en Estados Unidos de la adaptación de La carretera dirigida por John Hillcoat (el de la tremenda La propuesta) y protagonizada por Viggo Mortensen. En ella, McCarthy habla un poco por encima de la que será su próxima novela y, sobre todo, comenta varias cosas que me han parecido muy interesantes acerca de La carretera, de Meridiano de sangre y del propio hecho de escribir. He traducido unos cuantos fragmentos de la misma con la esperanza de acallar un poco mi impaciencia, pero no ha servido de nada. Menos mal que luego he recordado que aún tenía aquí en casa por leer The Gardener’s Son, un pequeño volumen de cien paginitas editado en 1997 por Ecco Press que recoge su guión para el telefilme homónimo de 1977, dirigido por Richard Pearce, protagonizado por Ned Beatty y Brad Dourif y galardonado en su día con dos Emmys.

La elegante portada de The Gardener’s Son, diseñada por Barbara Aronica.

Aunque nunca había tenido ocasión de ver la película, el guión me ha gustado bastante. No deja de ser una historia muy mínima y contenida, de celos, lucha de clases y venganza en un pequeño pueblo de Carolina del Sur dominado por un gigante de la industria textil, pero es puro McCarthy y los diálogos son una delicia. Creo además que su lectura resultaría sumamente educativa para aquellos que piensan que su obra es demasiado cinematográfica o que «se lee como un guión», ya que las diferencias respecto a su prosa son, como no podía ser de otra manera, notables. Cuando el autor de No es país para viejos se dedica en sus novelas a describir de manera parca y seca las acciones de sus personajes, no está cayendo en una simple enumeración de planos; no son instrucciones para los actores. Muy al contrario, dichas descripciones son un brillantísimo recurso destinado a crear un vacío psicológico que el lector se ve obligado a llenar. Uno puede intuir cómo son los personajes de McCarthy debido a lo minuciosamente que se nos describen sus actos, pero nunca podemos llegar a estar seguros de qué están pensando realmente. En el prólogo de The Gardener’s Son, Richard Pearce comenta muy acertadamente que los libros de McCarthy no siguen un camino novelístico tradicional, en el sentido de que por mucho que el narrador sea omnisciente, nunca llega a penetrar en la cabeza de los personajes, «siendo así capaz de asegurar la inescrutabilidad de sus sujetos, al mismo tiempo que los investiga en profundidad», lo cual obliga al lector a proyectar mucho de sí mismo en los personajes y a revaluar continuamente sus intenciones, la veracidad de sus sentimientos e incluso su catadura moral. Esto, que por otra parte todos nos vemos obligados a hacer a diario al tratar con los demás, no es un recurso habitual dentro de lo que por lo general solemos considerar la «gran literatura» tradicional, que más bien tiende a darnos ese acceso a las interioridades psicológicas y sentimentales de los otros que en la vida real nos está negado. Pero que Cormac McCarthy haya decidido prescindir de ese elemento no quiere decir que sea menos literario o más cinematográfico. Muy al contrario, es justamente esa barrera autoimpuesta la que en mi modesta opinión le convierte en un estilista y en un literato de primer orden. En cualquier caso, basta de disquisiciones. Al margen de que os guste más o menos la obra de McCarthy, espero que en cualquier caso os resulten de interés sus declaraciones. La entrevista viene firmada por John Jurgensen y si os quedáis con ganas de más, tenéis el resto aquí.

Cormac McCarthy. Foto: Derek Shapton.

WSJ: La primera vez que fue a visitar el decorado, ¿qué le pareció en comparación con cómo había visto La carretera en su cabeza?

CM: Supongo que mi idea de lo que estaba sucediendo en La carretera no incluía a un equipo de entre 60 y 80 personas y un montón de cámaras. Hace unos treinta años hice una película con el director Dick Pearce en Carolina del Norte y pensé: «Es un trabajo infernal. ¿Quién querría hacer algo así?». Yo, en vez de eso, me levanto, me tomo un café y me doy una vuelta y leo un rato, me siento, tecleo unas cuantas palabras y miro por la ventana.

WSJ: La carretera es una historia de amor entre un padre y un hijo, pero ellos nunca llegan a decirse «Te quiero».

CM: No. No me pareció que eso fuera a aportarle nada al libro. Pero muchos de los diálogos son transcripciones literales de conversaciones que he tenido con mi hijo John. A eso me refiero cuando digo que él es el coautor de la novela. Muchas de las cosas que dice el chico en el libro son frases dichas por John. Un día me preguntó: «Papá, ¿qué harías si me muriera?». Y le dije: «Yo también me querría morir». Y él dijo: «¿Para poder estar conmigo». «Sí, para poder estar contigo». Sencillamente una conversación entre hombres.

WSJ: Todos los hermosos caballos también fue adaptada al cine en una película protagonizada por Matt Damon y Penélope Cruz. ¿Quedó usted satisfecho con el resultado?

CM: Podría haber sido mejor. Todavía hoy podría remontarse y quedaría una película bastante decente. La intención del director era trasladar todo el libro a la pantalla y, en fin, eso es imposible. Lo que has de hacer es elegir qué historia quieres contar y trasladar a la pantalla únicamente eso. De modo que al final se encontró con que había hecho una película de cuatro horas y que para poder estrenarla tenía que quitarle dos.

WSJ: ¿Es el problema de la duración aplicable también a los libros? Un libro de 1.000 páginas, ¿es excesivo?

CM: Para los lectores modernos sí. Al parecer, hoy en día la gente sólo tiene paciencia para los libros de misterio. Si son de misterio, cuanto más largos sean, mejor, y la gente leerá lo que sea. Pero los libros indulgentes de 800 páginas que se escribían hace un siglo no van a seguir escribiéndose y la gente debe ir haciéndose a la idea. Si crees que vas a escribir algo como Los hermanos Karamazov o Moby-Dick, adelante. Nadie lo va a leer. Me da igual lo bueno que sea o lo listos que sean los lectores. Sus intenciones, sus cerebros, son diferentes.

Otro fotograma de La Carretera.

WSJ: ¿Cómo han afectado nociones como la vejez y la muerte a su trabajo? ¿Ha pasado a ser más urgente?

CM: Tu futuro es cada vez más corto y eres consciente de ello. De unos años a esta parte, no me apetece hacer ninguna otra cosa que no sea trabajar y estar con mi hijo John. Oigo a gente que se plantea tomarse unas vacaciones y pienso, ¿para qué? No tengo ningún deseo de viajar. Mi día perfecto consiste en estar sentado en un cuarto con unas hojas en blanco. Es como estar en el cielo. Es oro puro, y cualquier otra cosa es una pérdida de tiempo.

WSJ: ¿Y cómo afecta esa escasez de tiempo a su trabajo? ¿Ha hecho que quiera escribir más piezas breves o recapitularlo todo con una gran obra que resuma toda su carrera?

CM: No tengo ningún interés en escribir historias cortas. Es difícil que cualquier cosa que no ocupe años de tu vida y te deje al borde del suicidio pueda merecer la pena.

WSJ: Novelas como Meridiano de sangre tuvieron un largo e intensivo proceso de documentación histórica. ¿Qué tipo de documentación buscó para escribir La carretera?

CM: No sé. Me limité a hablar con la gente acerca de cómo serían las cosas en caso de varias situaciones catastróficas. Pero no me documenté demasiado. Suelo hablar por teléfono con mi hermano Dennis, y bastante a menudo nos ponemos a teorizar acerca de todo tipo de espantosas maneras en las que podría acabar el mundo, y siempre acabamos riendo a carcajadas. Cualquiera que nos oyera diría: «¿Por qué no te limitas a meterte en la bañera y a cortarte las venas?». Hablamos de que si sobreviviera un pequeño porcentaje de población, ¿qué harían? Probablemente se dividirían en pequeñas tribus, y cuando todo lo demás se acaba lo único que queda es comerse los unos a los otros. Sabemos que históricamente es cierto.

WSJ Su escritura es una forma de poesía. Pero gran parte de lo que lee y estudia es técnico y está basado en la realidad. ¿Existe alguna línea divisoria entre el arte y la ciencia, y dónde empiezan a confundirse?

CM: No hay duda de que en las matemáticas y la ciencia hay una estética. Fue una de las razones por las que Paul Dirac tuvo problemas. Fue uno de los grandes físicos del siglo XX. Pero creía sinceramente, al igual que otros físicos, que de tener que elegir entre algo lógico y algo hermoso, la opción más estética tenía más visos de ser la correcta. Cuando Richard Feynman presentó su versión actualizada de la electrodinámica cuántica, a Dirac no le pareció que fuera cierta porque era fea. Era desordenada. No tenía la claridad y la elegancia que él asociaba con las grandes matemáticas o las teorías físicas. Pero estaba equivocado. No existe una única fórmula.

Cormac McCarthy. Foto: Eric Ogden.

WSJ: ¿Considera usted que intenta tratar las mismas grandes cuestiones en todas sus obras, sólo que de diferente manera?

CM: El trabajo creativo se ve a menudo impulsado por el dolor. Puede pasar que si no tienes algo metido continuamente en la cabeza volviéndote loco, no tengas nada. No es un buen sistema. Si fuera Dios, lo habría organizado de otra manera. Las cosas sobre las que he escrito han dejado de tener interés para mí, aunque ciertamente lo tenían antes de que escribiera sobre ellas. Hay algo en el acto de escribir que aplana las ideas. Las agota. Siempre le digo a la gente que no he leído ninguno de mis libros, y es cierto. Se creen que les tomo el pelo. […] No sé qué parte de nuestra cultura va a sobrevivir, ni si sobreviviremos. Fíjese en las obras de teatro griegas, son muy buenas. Y sólo hay un puñado. ¿Cómo de buenas serían si hubiera 2.500? Pero ese es el futuro que nos espera. Millones de ejemplos de cualquier cosa que se le ocurra. El mero hecho de que exista un número tan abrumador de obras bastará para devaluarlas. Me da igual si hablamos de arte, literatura, poesía, teatro o lo que sea. Quiero decir, que si tuviéramos miles de obras de teatro griegas, ¿serían igual de buenas? No lo creo.

WSJ: ¿Qué puede contarme sobre la nueva novela que está escribiendo, en términos de historia o ambientación?

CM: No se me da muy bien hablar sobre estas cosas. Está ambientada principalmente en Nueva Orleans en torno a 1980. Es la historia de un hermano y una hermana. Cuando comienza la novela, ella ya se ha suicidado, y el libro va de cómo se enfrenta él a este hecho. Ella es una chica interesante.

WSJ: Algunos críticos se han centrado en lo raro que es que profundice usted en los personajes femeninos.

CM: Este libro es largo y habla sobre todo de una mujer joven. Hay varias secuencias interesantes repartidas a lo largo del libro que tratan del pasado. El libro empieza siete años después de que ella se haya suicidado. Llevaba cincuenta años pensando en escribir sobre una mujer. Nunca seré lo suficientemente competente como para conseguirlo, pero en algún momento había que intentarlo.

McCarthy con los hermanos Coen. Foto: Eric Ogden.

CreaciónEntrevistasLibros , 6 comentarios

domingo 22 de noviembre de 2009

No dejar que lo mejor empañe lo bueno

Robert Harris.

Más lecturas. Acabo de terminarme The Ghost (editada en España como El poder en la sombra), la novela más reciente de Robert Harris, un autor realmente popular en el mundo anglosajón al que yo prácticamente desconocía (de entre sus obras sólo me sonaba Enigma y era de haber visto la película). Harto de comerme las uñas esperando la publicación de la nueva entrega de las aventuras de Bernie Gunther, y siguiendo la recomendación de mi amigo David Muñoz, hace unas semanas le hinqué el diente a su primera novela, Patria, que describe el desarrollo de una investigación criminal en la Alemania nazi de 1964. No es un error, no. El libro está ambientado en una Alemania que no perdió la Segunda Guerra Mundial y que se prepara para celebrar el 75 cumpleaños de Adolf Hitler. Mientras tanto, un detective de homicidios de la Kriminalpolizei investiga la muerte en extrañas circunstancias de un importante mandatario del partido nazi, lo que le conducirá a descubrir involuntariamente una peligrosa conspiración criminal que amenaza con salpicar hasta a las más altas instancias del régimen. A pesar de cierta prevención inicial, acabé pasándomelo pipa. Como relato de investigación funciona de maravilla, los personajes exudan carisma y no carecen de momentos intimistas sorprendentemente sutiles y sugerentes dentro de lo que no deja de ser básicamente un thriller. Y como what if, como crónica de una historia alternativa que nunca tuvo lugar, es de las más convincentes que he leído nunca, a pesar de ser quizá la menos original (de ahí mi prevención inicial).
The Ghost también narra la historia de una conspiración, pero en este caso el protagonista no es un detective sino un «negro» profesional que se gana la vida redactando biografías para famosos (un oficio que en inglés recibe el nombre de ghost, es decir, fantasma).

Pierce Brosnan y Ewan McGregor en la adaptación de The Ghost dirigida por Polanski.

Tras recibir el encargo de escribir la autobiografía de un ex primer ministro británico claramente inspirado en Tony Blair, el escritor, narrador asimismo de la trama, se verá arrastrado por una serie de circunstancias al centro de todo un torbellino de intrigas, ilegalidades y corruptelas en torno al apoyo de Gran Bretaña a Estados Unidos en una guerra declarada a partir de falsos pretextos. Es evidente, y el propio Harris no lo niega, que The Ghost es un mordiente ajuste de cuentas con la historia reciente de su gobierno y que está escrito a partir del cabreo, lo cual no quita para que sea entretenidísimo, incisivo e intrigante como el mejor Le Carré. Si acaso, se le puede achacar un desenlace un tanto precipitado o peliculero (¡qué difícil es conseguir que todas las piezas encajen bien en el último momento sin que se vea la mano del autor!), pero de todos modos, si persiste una sensación es la de haberse pasado unas horas trepidantes completamente absorto en una intriga perfectamente armada. Es decir, literatura popular de la buena. Literatura popular de la buena que, además, haría bien en leer cualquier aspirante a escritor, sean cuales sean sus ambiciones, ya que contiene reflexiones tan acertadas como esta defensa de la escritura como una profesión y no sólo como un arte, toda una declaración de intenciones con la que no podía estar más de acuerdo:

«De entre todas las actividades humanas, la escritura es aquella para la que más fácil resulta encontrar excusas para no empezar: el escritorio es demasiado grande, el escritorio es demasiado pequeño, hay demasiado ruido, hay demasiado silencio, hace demasiado calor, hace demasiado frío, demasiado temprano, demasiado tarde. Con el transcurso de los años había aprendido a ignorar cualquier tipo de consideración para sencillamente ponerme a ello. Enchufé el portátil, encendí el flexo y contemplé la pantalla y el parpadeo del cursor. Un libro sin escribir es un maravilloso universo de infinitas posibilidades. Sin embargo, pon sobre el papel una palabra y de inmediato se convierte en algo prosaico. Pon sobre el papel una frase entera y ya está a medio camino de ser como cualquier otro maldito libro jamás escrito. Pero uno nunca debe dejar que lo mejor empañe lo bueno. En ausencia de genio, siempre queda la habilidad. Uno puedo intentar escribir al menos algo que cautive el interés del lector, que lo anime, tras haber leído el primer párrafo, a echar un vistazo al segundo, y luego al tercero».

CreaciónLibros , 2 comentarios

domingo 22 de noviembre de 2009

Lección de anatomía

«El panorama es alarmante, y empieza a hablarse de arbitrar soluciones de emergencia. […] Golpe de timón, golpe de bisturí, cambio de rumbo: ésa es la temible terminología que impregna desde el verano de 1980 las conversaciones en los pasillos del Congreso, las cenas, comidas y tertulias políticas y artículos de prensa en el pequeño Madrid del poder. Tales expresiones son simples eufemismos, o más bien conceptos vacíos, que cada cual rellena según su interés, y que, además de las resonancias golpistas que evocan, sólo tienen un punto en común: tanto para los ultraderechistas de Blas Piñar o Girón de Velasco como para los socialistas de Felipe González y para muchos comunistas de Santiago Carrillo y muchos centristas del propio Suárez, el único responsable de aquella crisis es Adolfo Suárez, y la primera condición para terminar con la crisis es sacarlo del gobierno. Es una pretensión legítima, en el fondo sensata, porque desde mucho antes del verano Suárez es un político inoperante; pero la política es también una cuestión de forma —sobre todo la política de una democracia con muchos enemigos dentro del ejército y fuera de él, una democracia recién estrenada cuyas reglas están en rodaje y nadie domina del todo, y cuyas costuras son todavía extremadamente frágiles— y aquí el problema no es de fondo, sino de forma: el problema no consistía en echar a Suárez, sino en cómo se echaba a Suárez. La respuesta que debió dar a esta pregunta la clase dirigente española es la única respuesta posible en una democracia tan endeble como la de 1981: mediante unas elecciones; la respuesta que dio a esta pregunta la clase dirigente española no fue ésa y fue prácticamente uniforme: a cualquier precio. Fue una respuesta salvaje, en gran parte fruto de la soberbia, de la avaricia de poder y de la inmadurez de una clase dirigente que prefirió correr el riesgo de crear condiciones propicias a la actuación de los saboteadores de la democracia antes que seguir tolerando en el gobierno la presencia intolerable de Adolfo Suárez. No de otra forma se explica que desde el verano de 1980 políticos, empresarios, dirigentes sindicales y eclesiásticos y periodistas exageraran hasta el delirio la gravedad de la situación para poder jugar a diario con soluciones dudosamente constitucionales que hacían trastabillar al ya de por sí trastabillante gobierno del país. […] Aquel invierno el país entero respiraba una atmósfera de golpe de estado. El 20 de febrero, tres días antes del golpe, Ricardo Paseyro, corresponsal de París Match en Madrid, escribía: «La situación económica de España roza la catástrofe, el terrorismo aumenta, el escepticismo respecto a las instituciones y sus representantes hiere profundamente el alma del país, el Estado se desmorona bajo el asalto del feudalismo y de los excesos autonómicos, y la política exterior española es un fiasco»; concluía: «En el aire se huele el golpe de estado, el pronunciamiento». Todo el mundo sabía que podía ocurrir, pero nadie o casi nadie sabía el cuándo, el cómo y el dónde».

De Anatomía de un instante, de Javier Cercas (Mondadori, 2009). Aunque me lo compré en la pasada Feria del Libro, hasta hace dos días no me había animado a ponerme con él. A veces me pasa con estos libros que reciben una respuesta tan abrumadoramente positiva por parte de la crítica, que suelo dejarlos de lado durante una buena temporada hasta que ha pasado un poco el aluvión hiperbólico para poder leerlos con una mirada lo menos contaminada posible por todo lo escrito acerca de ellos. Este es uno de esos raros casos en los que no debería haberme preocupado: todos los elogios vertidos sobre el libro de Cercas estaban justificados o incluso se quedaban cortos. Para tratarse de un ensayo político, me ha resultado tan trepidante y absorbente como una novela. Para estar centrado en un acontecimiento del pasado, el golpe de estado del 23-F, me ha parecido tremendamente revelador acerca de nuestro actual panorama político. Para ser un estudio exhaustivo de un suceso tan particularmente concreto de nuestra historia reciente, se me ha antojado sorprendentemente universal, cargado de reflexiones sumamente certeras acerca de conceptos como la democracia, el heroísmo o la ambición. Para recordar un acontecimiento tan indeleblemente grabado en la conciencia de varias generaciones, se lee con la misma emoción que si lo estuviéramos viviendo por primera vez, algo que en gran parte es cierto, ya que nunca se había contado con tanto detalle ni perspicacia. En definitiva, que me ha encantado el libro y que aunque no entre demasiado en los temas que marcan la temática del blog me apetecía dejar constancia de ello.

Más información:

·  Crítica de Anatomía de un instante en Babelia.
·  Reseña y entrevista con Javier Cercas en la web de Qué Leer.
·  Crítica del libro en El Cultural.

Libros , , 2 comentarios

martes 17 de noviembre de 2009

Cuestiones puramente físicas

Ilustración de Gottfried Helnwein para la portada de un número de 1986 de Time.

Acabo de descubrir este interesante especial de la revista Time, dedicado a Stephen King y sus diez novelas más largas, comentadas por el propio autor (y teniendo en cuenta que hablamos de una carrera repleta de «tochos», hasta la más corta de ellas supera las quinientas páginas). Cualquiera que sea fan hará bien en echarle un vistazo, ya que encontrará cantidad de perlas, como de dónde le vino la inspiración original para It, el modo en el que su descontento con la presidencia de George W. Bush le ha servido de motor para su última novela, Under the Dome, o por qué en 1994 le dio por montarse en su Harley y hacer una gira por diez ciudades estadounidenses para presentar Insomnia exclusivamente en librerías independientes como manera de apoyarlas contra las grandes cadenas.
En cualquier caso, lo que más me apetece destacar es un comentario en concreto que pone de manifiesto que las cosas siempre son más complicadas de lo que parecen (incluso aunque te llames Stephen King) y que cuando hablamos de la cultura como industria hay muchos elementos al margen de lo meramente artístico que, en la mayor parte de las ocasiones, no sólo no nos detenemos a tener en cuenta sino que posiblemente incluso ignoramos (cosa que en cualquier caso no nos impide criticar con una alegría nacida del desconocimiento con la que jamás nos atreveríamos a enfrentarnos al fontanero o a cualquier otro profesional de un oficio considerado práctico).

El comentario es acerca de la novela más larga de Stephen King, The Stand, un relato apocalíptico en el que el 99’4 % de la humanidad fallece a causa de una cepa mutada de gripe. Editada originalmente en 1978 en un volumen de 823 páginas (publicada en castellano como La danza de la muerte), la novela sería relanzada en 1990 con el añadido de más de cuatrocientas páginas (en España esta nueva versión se tituló Apocalipsis). ¿El motivo? Imposiciones editoriales habían obligado a King a recortar drásticamente el texto original. Tal y como lo explica él: «Me irritaba mucho que se hubieran eliminado esas páginas. Todo se debió a una cuestión puramente física. En aquellos días, mi editorial, Doubleday, encuadernaba pegando los lomos en vez de cosiéndolos. Según me lo explicaron a mí, había un máximo de grosor a partir del cual los lomos empezaban a descuajaringarse. Y eso implicaba editar el libro en dos volúmenes, cosa que no querían hacer. De modo que mi editor vino a verme y me dijo: «Tenemos que recortarle 400 páginas a este libro». Y ese fue el motivo. No tuvo nada que ver con cuestiones de calidad».
Años más tarde, con King ya convertido en uno de los autores más populares del mundo mundial (y gracias, es de suponer, al avance de las técnicas de impresión y encuadernación), la misma Doubleday le propuso a King rescatar las cuatrocientas páginas «perdidas» y reeditar la novela tal y como había pretendido en un principio (él procedió a reescribirla en gran parte, pero esa es otra historia). Valga la anécdota como ejemplo del modo en el que las tristes realidades del negocio suelen imponerse a cualquier otro tipo de consideración.

Entresijos de la industriaLibros 2 comentarios

domingo 1 de noviembre de 2009

Schulz, Carlitos y Snoopy

El próximo 25 de noviembre se pone a la venta la biografía Schulz, Carlitos y Snoopy, de David Michaelis. A continuación os pego el texto informativo que debería llegar a las tiendas a lo largo de esta semana para ir haciendo los pedidos. También he preparado un dossier de prensa en PDF disponible en resolución imprimible (descargable aquí) y en baja resolución para leer en pantalla (pinchando aquí o, si prefieres leerlo en Google Docs, aquí). Dicho dossier incluye una sinopsis, reseñas cortas, cuatro críticas extensas, entre ellas una de Bill Watterson escrita para The Wall Street Journal y otra de John Updike publicada originalmente en The New Yorker, y las diez primeras páginas del libro. Podéis hacer de ambos documentos cualquier uso que consideréis apropiado: reenviárselo a vuestros libreros o a amigos periodistas, colgar extractos en vuestros blogs, vincular directamente a cualquiera de las versiones del dossier o a la ficha del libro dentro de la web de Es Pop, e incluso incrustar el PDF entero dentro de vuestras páginas; si no sabéis cómo hacerlo, esta entrada de Tecnología Obsoleta lo explica estupendamente.
La dirección URL para incrustar es:
http://www.espop.es/prensa/schulz_low.pdf
Os agradezco ya de antemano cualquier tipo de difusión que le podáis dar a estos materiales. Por lo demás, espero que os gusten las diez primeras páginas del libro incluidas en el dossier y, si no lo visteis en su día, recordad que hace un par de semanas colgué otro capítulo entero de muestra. ¡Gracias por vuestra ayuda!

SCHULZ, CARLITOS Y SNOOPY, UNA BIOGRAFÍA
David Michaelis
Charles M. Schulz, el historietista más leído y querido de todos los tiempos, sigue siendo, diez años después de su fallecimiento, una de las figuras más incomprendidas y a la vez influyentes de la cultura norteamericana. David Michaelis nos presenta la primera crónica completa de la vida de un hombre brillante y hasta ahora desconocido; una historia de creación artística, a la vez que retrato íntimo de un genio que contribuyó a moldear la imaginación de Norteamérica. Schulz fue el primer autor capaz de manejar temas nunca antes vistos en los tebeos y raramente tratados en la cultura de masas —soledad, aislamiento, depresión, melancolía, la interminable búsqueda del amor—, aligerando siempre el lado oscuro con la risa y aportando a los tradicionales retratos de la infancia un conocimiento muy adulto y muy moderno de los sinsabores de la vida. Con un trazo inconfundible y un reparto de personajes memorables, retrató los dilemas esenciales del ser humano. Michaelis trenza con maestría la historia de Schulz con el devenir histórico del siglo XX y retrata la evolución de unos personajes hoy completamente familiares para nosotros, revelando hasta qué punto llegó la vida del autor a formar parte de sus tebeos. Basada en años de investigación, entrevistas exclusivas con la familia, amigos y colegas del artista, un acceso sin precedentes a su estudio y sus archivos, y colecciones de cartas y dibujos recién recuperados, Schulz, Carlitos y Snoopy es la biografía épica y definitiva de uno de los artistas más populares de este último siglo.

Características: 16 x 23 centímetros. Tapa dura con sobrecubierta. 608 páginas. Incluye 230 tiras y numerosas fotografías.
ISBN: 978-84-936864-2-0
Precio: 26 €
Para más información, descárgate el dossier de prensa en PDF: incluye imágenes, reseñas y un adelanto con las primeras 10 páginas del libro.
Alta resolución (5,9MB): www.espop.es/prensa/schulz.zip
Baja resolución (812KB): www.espop.es/prensa/schulz_low.pdf

Libros , , 3 comentarios

sábado 10 de octubre de 2009

Pelirrojas

Charles Schulz a finales de los años cuarenta.

«Pelirrojas» es el título del capítulo 13 de Schulz, Carlitos y Snoopy, de David Michaelis, que ya podéis leer como adelanto en formato PDF. Son veinte páginas que narran un momento clave en la vida del creador de Peanuts: aquel en el que la alegría por haber conseguido vender al fin su serie a una gran agencia se ve contrarrestada por un profundo sentimiento de derrota tras ver rechazada su propuesta de matrimonio a la joven a la que luego representaría en sus historietas como la inalcanzable niña pelirroja adorada de lejos por Charlie Brown. Me parece un capítulo bastante representativo del libro (aunque sea uno de los menos ilustrados, si no el que menos) y que toca bastantes palos a la vez: la vida sentimental del artista, el reflejo de esta en su obra, los compromisos que debe acatar por exigencia de los grandes empresarios para poder poner en marcha su serie, el estado de la industria periodística a mediados de los cincuenta e incluso el origen «secreto» del nombre Peanuts. ¡Lo que se dice una lectura completita, ideal para aprovechar el puente!

Puedes abrir el PDF pinchando aquí o descargártelo dándole al botón derecho del ratón y seleccionando «Guardar como».


Schulz, Carlitos y Snoopy. Una biografía
608 páginas. Tapa dura con sobrecubiertas.
A la venta el 25 de noviembre.
PVP: 28 €

Libros , , 8 comentarios

martes 6 de octubre de 2009

Tocar cuando nadie escucha

Claw Hammer. Izquierda: Jon Wahl. Derecha: Chris Bagarozzi. Pincha para ampliar.
Fotos: Wild Don Lewis.

Hace un par de días me compré Deep in the Heart of Nowhere!, el recién editado disco en directo de Claw Hammer, un grupo de rock alternativo intenso y ruidoso, de guitarras densas y voces desgañitadas, que en ocasiones recuerda un poco a Mudhoney, pero con un curioso poso stoniano y, por extensión, bluesero que asoma cuando menos te lo esperas. En cualquier caso, no es recomendar el disco lo que me ha llevado a escribir esta entrada de hoy, sino hacer una reflexión un poco de abuelo Cebolleta que me ha suscitado el texto que viene impreso en su (bonita) carpeta. Está escrito por Bob Lee, el batería del grupo, y cuenta entre otras cosas lo siguiente:

«Tocar en un club de Dallas con capacidad para 750 personas ante sólo dos espectadores no fue en realidad el concierto más indigno de la gira norteamericana de Claw Hammer en la primavera de 1995. Tan memorable momento tuvo lugar dos semanas antes en Toledo, Ohio, donde nos habían pagado mil dólares, el mayor adelanto de toda la gira, para tocar durante noventa minutos en lo que parecía ser el vestíbulo de una discoteca para adolescentes. Durante una hora y media, vimos a unas quinientas personas desfilar desde la puerta hasta donde estábamos nosotros, quedarse ahí mirándonos durante menos de diez segundos y luego volver sobre sus pasos para descender las escaleras que conducían al sótano, donde un sistema de sonido más potente que el nuestro machacaba «Gin and Juice» para la apiñada muchedumbre. […] Para cuando llegamos a Dallas, no podía preocuparnos menos el número de asistentes. Tan pronto como llegamos al Trees, nos dimos cuenta de que no era un garito roquero, que era el único tipo de local en el que nos las apañábamos bien si era la primera vez que tocábamos en la ciudad. Joe, el técnico de sonido, sin embargo, estaba encantado, ya que según él tenían el mejor equipo de sonido con el que había trabajado jamás. Me aseguré de pasarle una cinta para que grabara el concierto a través de la mesa, y eso es lo que hoy tenéis en la mano.
»Mi recuerdo más vivido de aquella noche es que nos pusimos morados de tacos, burritos y chimichangas en un famoso restaurante mejicano que había a la vuelta de la esquina, y que regresamos bamboleándonos, tras haber perdido el sentido del tiempo, apenas diez minutos antes de la hora de empezar. Esto podría explicar por qué en este disco parecemos tan concentrados y compenetrados: estábamos demasiado ahítos como para dar botes sobre el escenario y además no había nadie para verlo. De modo que nos quedamos allí plantados, tocando todo el repertorio mientras intentábamos no vomitar nuestros refritos.
»Una cosa que recuerdo sobre los conciertos de aquella gira es que, musicalmente hablando, aprovechamos al máximo cada uno de ellos. Uno no puede deprimirse porque nadie vaya a ver el concierto, ya que eso es algo que nunca vas a poder controlar. Pero bajar del escenario sabiendo que lo que has hecho es una mierda, eso sí que es deprimente de cojones. Por ello, estábamos decididos a tocar tal y como queríamos que se nos escuchara, sin preocuparnos un carajo de todo lo demás.
»Y una cosa os voy a decir: aquellos dos tipos se quedaron pegados a sus sillas toda la noche y luego se acercaron a comprarnos unas camisetas cuando todo hubo terminado. ¿Mereció la pena el viaje? Los ejecutivos de Interscope [sello con el que acababan de firmar] podrían decir que no, pero para mí, joder, fue mucho mejor que un buen día en el trabajo».

Claw Hammer. Izquierda: Rob Walther. Derecha: Bob Lee. Pincha para ampliar.
Fotos: Wild Don Lewis.

Los recuerdos de Bob Lee me han traído a la cabeza de inmediato un artículo de Peter Leonard que leí la pasada semana en Bookgasm. En él, el hijo del novelista Elmore Leonard decía:

«Recuerdo que cuando tenía nueve años bajé las escaleras al sótano y vi a mi padre sentado frente a su escritorio, con una pared de bloques de hormigón a sus espaldas y un suelo de cemento visto bajo los pies. Estaba escribiendo a mano sobre unas hojas de papel amarillo y tenía la máquina de escribir situada sobre un soporte de metal junto a la silla. Al otro lado de la habitación, había una papelera roja de mimbre, rodeada de pelotas de papel amarillo, escenas que no funcionaban, páginas inservibles. Recordándolo ahora, aquello parecía una celda, pero mi padre no parecía ser consciente de su entorno; seguía concentrado en lo suyo, escribiendo una novela del oeste titulada Hombre, que posteriormente acabaría siendo una película protagonizada por Paul Newman. Cuarenta años más tarde, recuerdo haber visitado una tarde a mi padre al salir del trabajo. Elmore ya no escribe en un sótano de bloques de granito. Tras haber publicado 40 novelas y con una docena de guiones en su haber, ahora trabaja en el salón de su mansión en Bloomfield Hills, un pequeño barrio a las afueras de Detroit. Lo que me llamó la atención fue que su escritorio era prácticamente idéntico al que recordaba haber visto con nueve años. El mismo cuaderno de hojas amarillas, media docena de pelotas de papel alrededor de la papelera apoyada contra la pared, máquina de escribir eléctrica sobre un soporte metálico junto a la silla. Ningún ordenador a la vista. Sólo Elmore con sus vaqueros y sus sandalias y una camiseta azul marino de los Nine Inch Nails, hablando con entusiasmo de la escena inicial de su nuevo libro, titulado Un tipo implacable [publicado por Alianza en 2006]. Observando a mi padre, pensé: «He aquí un tío al que realmente le encanta lo que hace»».

Elmore Leonard. Foto: Alex Waterhouse-Hayward.

Y aquí es donde va el comentario Cebolleta: a veces me da la impresión, por algunos mails que me llegan y, sobre todo, por comentarios que leo en otros blogs, de que en mundillos como el del cómic, la literatura, el cine, la fotografía, las artes en general, hay cantidad de gente que aspira a vivir de esto sin haberse planteado si realmente disfruta de verdad haciéndolo, con la mirada puesta únicamente en las recompensas, pero sin haberse parado realmente a estudiar el trayecto que deberán seguir quieran o no; un trayecto que la mayor parte de las veces pasa por trabajar mucho, muy duramente y en un entorno muy competitivo, por lo que más te vale que lo que estés haciendo te guste DE VERDAD si no quieres acabar frustrado y algo resentido. Por eso me parecen particularmente valiosas lecciones como la de Leonard, escribiendo felizmente en su mísero sótano, o la de Claw Hammer, dejándose el resto sobre el escenario ante sólo dos espectadores. Y aquí lo importante no es quedarse con la copla de que al final la fortuna acabara recompensando la diligencia y el tesón de Leonard, sino ser consciente de que Claw Hammer acabaron fracasando y disolviéndose sin que eso importe en lo más mínimo, porque mientras estuvieron ahí hicieron lo que debían: disfrutar con su trabajo. Es por ello por lo que también quiero recuperar un texto del propio Elmore Leonard, parte de la introducción que escribió para la reedición más reciente del clásico de George V. Higgins The Friends of Eddie Coyle, que me parece también pertinente para este caso:

Robert Mitchum, otro que disfrutaba con su trabajo, en la adaptación
cinematográfica de Los amigos de Eddie Coyle.

«Antes de publicar Eddie Coyle, Higgins escribió no menos de diez libros que o bien descartó él mismo o fueron rechazados por los editores, quizá por el mismo motivo por el que The Big Bounce, mi primera novela ambientada en un entorno contemporáneo, fue rechazada en un total de ochenta y cuatro ocasiones por editores y productores cinematográficos. Los editores calificaban el libro de «deprimente», carente de personajes simpáticos… los mismos sobre los que sigo escribiendo treinta años más tarde. El por aquel entonces agente de Higgins leyó el manuscrito de Eddie Coyle, le dijo que era invendible y dejó de representarle. Dejemos que esto sirva de inspiración para aquellos aspirantes a escritor descorazonados por un rechazo tras otro. Si crees que sabes lo que estás haciendo, tienes que darle tiempo a los editores para que se pongan al día y abran los ojos».

¿La moraleja? El único camino pasa por no rendirse jamás, pero hacer eso me temo que sólo queda al alcance de personas realmente entregadas a sus pasiones. ¿Cómo ser capaz de escribir diez novelas seguidas, y soportar esos diez rechazos, uno tras otro, si lo que disfrutas no es el proceso sino la recompensa? Francamente, no creo que sea posible si no te gusta tocar cuando nadie escucha.

CreaciónLibrosMúsica , 4 comentarios

miércoles 30 de septiembre de 2009

Las anguilas y el hombre lobo

E y Bobby Jr.

Una de las cosas que más fastidia de ser un sello pequeño (si no la que más) es la incapacidad para poner proyectos en marcha de una manera automática. Por ejemplo: una de las cosas que me hubiera encantado hacer si me saliera el dinero por las orejas habría sido comprar de inmediato los derechos de Cosas que los nietos deberían saber, la autobiografía del músico Mark Oliver Everett, tan pronto como se anunció su existencia. Es más, si me saliera MUCHO dinero por las orejas hasta lo habría editado acompañado con un DVD del magnífico documental de la BBC Parallel Worlds, Parallel Lives, que habla de su vida y de la su padre, Hugh Everett, físico al que se atribuye la creación de la teoría de los mundos paralelos. Por desgracia, los recursos sólo llegan para unos pocos títulos al año, y hay que armarse de paciencia y ser consciente de que si dejas a una chica guapa sola en la pista de baile es muy probable que no permanezca sola mucho tiempo. Es lo que ha pasado con el libro de Everett, del cual me acabo de enterar que ya ha encontrado pareja: Blackie Books, otro sello de nuevo cuño que lo tiene anunciado para noviembre. Y aunque por una parte me fastidia, porque el grupo de Everett, los Eels, es uno de mis favoritos desde hace más de una década y me habría encantado traducirlo, por otra parte me alegro un montón de que el libro vaya a salir en castellano mucho antes de lo que yo habría podido sacarlo, y ya estoy preparando la cartera para regalar varios ejemplares a los amigotes. Son gajes inevitables y no queda más remedio que aceptarlos. Yo, que para esto soy muy obsesivo, empiezo todos los años preparando una lista con los libros que me gustaría editar y automáticamente la convierto en una lista de libros que asumo que NO voy a publicar; así, habiéndolo dejado por escrito, parece como que te mentalizas mejor, y si luego resulta que acabas pillando alguno, pues mira, miel sobre hojuelas. Y sí, ya sé que suena un poco demente, pero bueno, mejor eso que andar luego cabreado por el mundo.

Izquierda, la libreta loca en la que voy tachando lo que otros van editando.
Derecha, E por Adrian Tomine.

En cualquier caso, la noticia de la próxima edición de Cosas que los nietos deberían saber por parte de Blackie Books, a los que, repito, deseo toda la suerte del mundo, me ha llegado justo cuando estaba preparando una entrada sobre el último disco de Eels, así que ya que estoy aprovecho y la termino. Si no conoces de nada a los Eels, esta entrada de la Wikipedia te pondrá mínimamente al día. Si por el contrario ya estás familiarizado con ellos, sabrás que se trata de un proyecto personal de Everett, el cual, bajo el nombre artístico «E», va cambiando la formación del grupo de disco en disco, dependiendo del estilo que le quiera dar a cada uno. Esto es algo que se traslada también a sus siempre sorprendentes directos, los cuales cambian por completo de gira en gira. Su anterior álbum, por ejemplo, le sirvió para realizar no una sino dos giras mundiales, una primera por teatros, acompañado de un cuarteto femenino de cuerda e instrumentos acústicos (y utilizando una maleta para la percusión en vez de una batería), y una segunda en salas de conciertos en las que interpretó las mismas canciones pasándolas por el filtro de un eléctrico trío encuerado y barbado a lo Z. Z. Top. La misma energía desgarrada, guarrona y salvaje de aquella gira es la que parece haber animado su nuevo y para mi gusto excelente disco: Hombre Lobo, 12 Songs of Desire, una vuelta de rosca a su estilo más roquero y brioso (como en Souljacker y Shootenanny, pero subiendo el volumen al once), que en ocasiones llega incluso a acercarse al tono bribón y primordial de los mejores grupos del sello Alive, como Black Keys, Left Lane Cruiser o los sin par Black Diamond Heavies. Y como muestra, un botón: «Tremendous Dynamite», quizá mi tema preferido de todo el disco.

Por supuesto, en Hombre Lobo también hay espacio para las baladas tristonas marca de la casa, sin dejar nunca de lado, eso sí, un tranquilo y socarrón sentido del humor (característica esta última desplegada por E en todos sus proyectos y que a mí al menos es una de las que me convirtió en fan irredento de todo lo que hace), como deja bien patente el vídeo para su nuevo sencillo, «That Look You Give That Guy», coprotagonizado por Bobby Jr., el único perro del mundo del espectáculo con página web propia.

A propósito del lanzamiento de Hombre Lobo, E ha dado varias entrevistas, entre ellas esta, esta y esta, de las cuales he sacado los siguientes fragmentos:

¿Fue duro para ti escribir el libro?
Fue lo más difícil que he hecho nunca. No recomiendo escribir un libro a menos que quieras descubrir por qué todos los grandes escritores son alcohólicos. El documental, por el contrario, fue muy sencillo. La BBC me abordó con la idea completamente desarrollada. En un principio, tuve mis dudas. Pensé: «¿Cómo van a conseguir unir tres elementos tan dispares como un documental científico, un drama familiar y un rockumental?». Pero en mi opinión lo consiguieron de sobra.
Y después de los cuatro años que te llevó escribir el libro y hacer el documental, ¿vas y decides hacer un disco sobre el deseo?
Tras cuatro años de volver la vista atrás, sólo quería hacer algo que no fuera excesivamente autobiográfico. Quería algo completamente diferente. Y se me ocurrió la idea del deseo, la cual, para mí, musicalmente, equivalía a guitarras eléctricas y a un sonido muy inmediato. La chispa, si quieres… El comienzo de todo, ¿sabes?
De modo que has hecho un esfuerzo por no ser autobiográfico en las letras.
He hecho lo posible por no serlo. En cualquier caso, a menudo acabo dándome cuenta, cuando escribo con la voz de un personaje, que cinco años más tarde, al volver la vista atrás, resulta que, «Oh, eso es justo lo que estaba experimentando personalmente en aquel momento». Pero por algún motivo no soy consciente mientras lo hago. Mientras estaba trabajando en el disco, le describí a una amiga el concepto como básicamente 12 temas desde el punto de vista de un viejo hombre lobo calentorro. Y ella me dijo: «Ah, o sea que es tu disco más sincero hasta la fecha». Así que mejor me vuelves a hacer la pregunta dentro de un par de años; podría ser más autobiográfico de lo que creo.
¿Piensas que como artista necesitas seguir experimentando circunstancias inusuales para seguir creando?
No, no lo creo. Mira a Tom Waits, lleva sobrio veinte años y vive sus obsesiones a través de sus arte. Para nada tienes que ser un tipo torturado para escribir genialidades. Estoy convencido de ello. Quizá haya personas que lo necesiten porque sea el único modo en el que saben trabajar. Pero en mi opinión la imaginación es la herramienta más valiosa que tenemos todos. Sólo tienes que estar dispuesto a abrir de verdad tu imaginación más allá para ver lo lejos que puedes llegar con tus cosas. No tienes por qué vivir torturado. Basta con ser buen escritor.


En tus memorias hablas de lo difícil que te resultaba comprender la actitud distante de tu padre, y cómo iba a poder tener alguna relación su vida en un plano tan abstracto como el de la mecánica cuántica con la tuya, inmerso en la música.
A medida que he ido creciendo, no he podido evitar fijarme (como nos pasa a muchos) en las similitudes entre nuestras personalidades, y en el modo en el que vivimos nuestras vidas. Al principio es inquietante, porque intentas rebelarte y decir: «nunca seré como ellos». Pero un día te miras al espejo y ves a tu padre devolviéndote la mirada. Entenderás que alguien con un historial como el mío tenga dudas a la hora de formar una familia. Incluso sin los aspectos más trágicos, es todo una mierda, y si a eso le sumas las tragedias [su padre falleció a los cincuenta y dos, su hermana se suicidó dos años antes de que su madre muriera de cáncer y su prima iba en el avión que se estrelló contra el Pentágono], no me apetece para nada. Sin embargo, siempre me ha atraído la idea, y esa es una de las cosas que me ha llevado a ser capaz de perdonar a mi padre por sus carencias. No importa lo mucho que intentes rebelarte contra tus padres, genéticamente eres ellos en muchos aspectos. Y cuanto mayor te haces, más te identificas con ellos, en mi caso desde luego.
¿Cómo es volver a la música después de haber escrito un libro?
Me gusta hacer cosas, lo que se me hace duro es mostrarlas luego. Me resulta muy desagradable. Una de mis ideas es hacer discos y no publicarlos. Me lo paso en grande haciéndolos, pero a partir del día en que los terminas te pasas meses jodido.
¿Te refieres a tener que hacer prensa y giras?
En parte. Me gusta estar en casa. Irónicamente, me gusta la rutina, a pesar de que artísticamente no me gusta. Pero la necesito para poder soltarme las alas como músico. Pero es más que eso. Sacar tus proyectos al mundo hace que te sientas vulnerable. Cuando acabé Blinking Lights me sentí como si me hubiera arrinconado a mí mismo. Era el tipo de disco que haces al final de tu carrera. Aprendí una lección con el primer disco de Eels. Para nosotros fue un éxito comercial bastante grande. Tuvimos un vídeo en MTV en el que salíamos volando, y cantidad de gente compró el disco. Pero yo odié toda la experiencia. Me demostró que no quería formar parte de aquel mundo. Para el siguiente disco, Electro-Shock Blues, se me ocurrió una idea loca para el momento, que fue componer canciones que hablaran de tragedia y depresión. Todo el mundo que trabajaba conmigo me aconsejó que no lo hiciera. Ahora considero que, para mí, seguir trabajando en esto ya es un éxito.

E junto a su inseparable puro

Para saber más sobre Eels, visita su página web.
Para seguir oyendo más, pásate por su canal en YouTube o visita este especial de MySpace con versiones en directo, entrevistas y un EP gratuito.
Para ver el documental Parallel Worlds, Parallel Lives (que, de verdad, merece muchísimo la pena), puedes rebuscar por YouTube o seguir algún torrente. Información adicional, aquí.
Y ya que estamos, para acabar de buen rollo, qué mejor que otro tema vigoroso y optimista de Hombre Lobo: «Prizefighter».

EntrevistasLibrosMúsica , 9 comentarios

Creo que es mucho mejor ser buen historietista que mal misionero.
Charles Schulz
Popsy