Este maravilloso vídeo lleva varios días corriendo como la pólvora, pero no me resisto a colgarlo aquí por dos motivos. Uno, porque me parece una idea brillante, ejecutada de la manera más sencilla y eficaz posible. Dos, porque (para qué nos vamos a poner la careta) adoro a Stoya; la considero una de las grandes estrellas del porno de todos los tiempos por saber hacer como pocas precisamente lo que hace en este vídeo: reír, pasarlo bien, transmitir una visión lúdica, participativa y divertida del sexo que es precisamente la que a mí me interesa. Bueno, y ya que estamos, tres: porque se me ocurren pocas maneras más eficaces de estimular la lectura que viendo lo bien que se lo pasa Stoya con un libro. El vídeo ha sido idea del fotógrafo Clayton Cubbit, y la propia Stoya comenta su involucramiento y varios detalles del rodaje en su blog (cuya lectura, por cierto recomiendo sin ambages, sobre todo para aquellos interesados en temas como el valor comercial de la imagen y su consumo, el postfeminismo, las acrobacias circenses, las crónicas de viajes, la literatura y, por supuesto, el sexo. Warren Ellis y Neil Gaiman son fans). Ahí van un par de fragmentos:
El vídeo para «This Empty Love», de Innerpartysystem, mencionado más abajo.
«Recibí un correo de Clayton preguntándome si me interesaba participar en su nuevo proyecto. Su idea es filmar a mujeres sentadas frente a una mesa leyendo literatura. La sorpresa es saber qué es lo que está sucediendo por debajo de la mesa. Me gustan este tipo de proyectos… El vídeo para «This Empty Love» fue el primero en el que de verdad disfruté trabajando, algo que posteriormente convertiría lo de grabar porno para Digital Playground en una opción a tener en cuenta. Creo que las partes más interesantes del sexo son las sugerencias de lo que no puede verse. La penetración, después de todo, sólo es una exploración de algo oscuro, húmedo, como una cueva. Escogí unos párrafos de Necrophilia Variations, de Supervert, porque estoy fascinada tanto con Supervert como con su obra. Elegí este volumen centrado en la necrofilia porque últimamente estoy atravesando una obsesión nada morbosa con algo triangulado por el modo en el que el orgasmo afecta a la química del cerebro, los motivos tras la expresión francesa la petite mort, y por qué se me queda la mente completamente en blanco cuando alcanzo el punto álgido del acto sexual. Ahí hay algo, muerte y sexo, quizás cambio o crecimiento, en lo que llevo concentrándome desde poco antes de escribir esta entrada. En ocasiones consigo rozar el concepto con las puntas de los dedos, pero aún no soy capaz de agarrarlo e inspeccionarlo. El único modo de comprenderlo es regodearse en cualquier cosa que pueda proporcionar alguna pista hasta que todo ello encaje (o me distraiga algo brillante… pero tendría que ser muy brillante). De ahí que este libro me pareciera el adecuado».
Una espectacular instantánea de Stoya tomada por Allan Amato.
«Se encienden las luces y todo el mundo ocupa sus posiciones. Mi ropa interior descansa en el suelo, fuera del encuadre. Mientras empiezo a leer, entro en modo suspensión de incredulidad. Olvido lo que está a punto de suceder. El primer roce entre mis muslos envía toda la sangre disponible a mi vulva. Continuo pronunciando cuidadosamente, concentrándome en el texto. He empezado a sudar. Si esto se prolonga mucho tiempo, el pelo se me pegará a la cabeza por culpa de la transpiración, como si hubiera estado entrenando o rodando una escena de sexo acrobático con penetración. Me atasco en una palabra, pierdo la concentración mientras intento volver a pronunciarla correctamente. Ni el consolador ni la mujer que lo maneja piensan rendirse, pero por mor del arte (y porque la sensación es tan maravillosamente sucia que no quiero que acabe aún) intento aguantar al máximo. Este rincón del mundo que habito se ralentiza, crece en detalle. De repente se contrae como una goma tirante y me veo placenteramente golpeada por un orgasmo. Río y jadeo, poniendo las manos sobre la mesa. Cuando noto que suficientes fragmentos de mi mente han vuelto, pronuncio la frase de cierre».
Los lectores veteranos de Cultura Impopular quizá recordarán esta entrada, una de las primeras del blog, en la que hablaba sobre el proceso de diseño de El otro Hollywood, el libro sobre la historia de la industria del cine porno escrito por Legs McNeil y Jennifer Osborne con Peter Pavia. En aquel entonces explicaba cómo nos habíamos debatido entre usar una portada eminentemente fotográfica, más fiel en apariencia al contenido de libro, o una ilustrada a partir de viejas imágenes del Hollywood clásico «con el objetivo de, en cierto modo, subvertirlas con la intención de subrayar esa dicotomía, tan bien tratada en el libro, entre la industria cinematográfica “legítima” y la del porno, que no sólo no están tan separadas como en un principio podría parecer sino que en muchos casos se solapan». Como ya sabéis, finalmente optamos por la portada fotográfica y así quedó la cosa. De modo que quizá os sorprenda saber que hoy 20 de mayo El otro Hollywood llega nuevamente a las tiendas con una portada distinta a la original. Bueno, en realidad no tan distinta, ya que no se trata sino de una versión algo más depurada de aquella alternativa que ya manejamos en un principio, la ilustrada con carteles de cine antiguos. ¿Por qué el cambio? Por una parte, a qué negarlo, porque en su día me quedé con las ganas de utilizarla y no quería desperdiciar esta segunda oportunidad. Por otra, más importante, porque creo sinceramente que, viendo el rumbo que ha tomado visualmente la colección Es Pop Ensayo, en aquel momento nos equivocamos al elegir la portada. Si os fijáis, las cubiertas de los otros tres libros que hemos publicado hasta ahora en la colección son eminentemente conceptuales: el logo de Jack Daniel’s en Los trapos sucios; la camiseta de Carlitos en Schulz, Carlitos y Snoopy; incluso la de Slash muestra una imagen deliberadamente icónica y muy tratada del melenudo guitarrista para transmitir una idea de lo que es o lo que representa Slash antes que la realidad física de cómo es él en persona. Por todo ello, y teniendo en cuenta que mi intención para los próximos títulos es seguir por esa línea de ilustración y sugerencia antes que de imagen literal, creo que esta otra portada de El otro Hollywood encaja ahora mismo mejor en el diseño general de la colección que la anterior. Y por eso a partir de hoy podréis verla en las tiendas tal que así:
Siguiendo con El otro Hollywood, precisamente ayer recibía un mail con un excelente artículo escrito por Antonio Marcos para el número de primavera 2011 de la revista Archivamos, de la Asociación de Archiveros de Castilla y León, titulado «Legs McNeil: el archivo oral como relato», cuya lectura os recomiendo (está disponible en Issuu). Entre las cosas que dice, está esta frase que me parece una de las mejores y más sucintas descripciones que he leído hasta ahora de todo lo que es El otro Hollywood: «Un libro modélico que junto a su tema principal desarrolla tramas propias de la mejor novela negra, debates políticos en torno a los derechos civiles y pautas de funcionamiento que nos dicen más del capitalismo que muchos tratados de economía aplicada». ¡Si la hubiera recibido antes la hubiera puesto en la contraportada!
Para terminar, una aclaración: aunque haya titulado esta entrada «El otro Hollywood Redux», lo único que ha cambiado del libro es la cubierta, no se trata de una nueva edición ampliada, revisada o con extras, así que si ya lo tenéis, tranquilos, que no os estáis perdiendo nada nuevo. A los que les guste más la portada anterior, decirles que todavía quedan algunos ejemplares rondando por ahí. ¡No los dejéis escapar! Para los que, por el contrario, tengáis ya el libro pero os guste más la nueva portada, hemos impreso unas cuantas de más por si acaso; escribidme al correo del blog y ya miraremos de encontrar una manera de hacérosla llegar.
Supongo que a estas alturas muchos habréis visto ya el vídeo de «Paradise Circus» (uno de los temas del nuevo disco de Massive Attack), un trabajo que viene firmado por Toby Dye y que a mí me ha parecido particularmente acojonante. En él se suceden una serie de secuencias explícitas extraídas de la película pornográfica de 1973 El Diablo en la señorita Jones, entremezcladas con imágenes de una entrevista actual a la protagonista de dicha película, Georgina Spelvin. Y si por algo me parece particularmente maravilloso el vídeo, no es precisamente porque utilice escenas pornográficas para acompañar a la sinuosa música de Massive Attack (aunque hay que reconocer que el trabajo del montador es para quitarse el sombrero) sino por presentar una imagen tan inaudita, en esta cultura nuestra tan falsa y tan vendida a un falso concepto de la juventud, como la de una septuagenaria hablando con sinceridad y entusiasmo sobre un tema como el sexo. Es por ello y también para cambiar un poco de tercio tras estas últimas semanas dominadas por Snoopy y compañía, que he decidido subtitular el vídeo y también reunir un par de declaraciones extraídas de El otro Hollywood que trataban precisamente sobre el rodaje de El Diablo en la señorita Jones. Si os quedáis con ganas de más, pinchando aquí podéis leer en PDF el capítulo entero en el que aparecían originalmente (o comprar el libro, claro). Al habla, Fred Lincoln (actor, director y productor de cine X), Gerard Damiano (director de Garganta profunda y de El Diablo en la señorita Jones; en el vídeo es el tipo de perilla que sale sentado en el suelo en el minuto 2:26), la propia Georgina y Harry Reems (actor porno de legendario bigotón al que también podéis ver en el vídeo).
FRED LINCOLN: Gerry Damiano era un tío divertido. No creo ni que le gustara hacer porno. Pero una cosa sí hay que reconocerle: sabía escribir buenos guiones. Tenía mucho talento. Hizo El Diablo en la señorita Jones justo después de Garganta profunda. Y sigo pensando que El Diablo en la señorita Jones es probablemente una de las tres mejores películas de la historia del género. Es una película con emoción; es sencillamente magnífica. Estás viendo a una mujer que, debido a su educación, se ha pasado la vida haciendo lo que les decimos a todas las mujeres que deberían hacer: «No hagas esto hasta que encuentres a la persona adecuada». Bueno, ¿y qué pasa si no encuentras a la persona adecuada? Que acabas como la señorita Jones: una solterona. La señorita Jones es una persona solitaria que nunca ha experimentado el goce de tocar a alguien por el que siente auténtico cariño. ¡Incluso aunque sólo lo sientas por una noche! No hay nada igual en el mundo. Y la pobre es tan desgraciada que se suicida. Ves a esta mujer de mediana edad sentada en la bañera que coge una hoja de afeitar y se corta las muñecas. Luego la ves quedarse ahí sentada, mientras la sangre va manchando el agua. Y dices: «Joooooder, tío». Pero como la señorita Jones se suicida, su alma va al infierno. Y el diablo no sabe qué hacer con ella. ¿Cómo castigas a esta persona que nunca ha hecho nada malo, que no tiene ni pecados ni necesidades? Como nunca ha hecho nada, no puede echarlo de menos. ¿Cómo castigas a alguien así? Es como coger a un crío que nunca ha salido a la calle y decirle: «Castigado sin salir».
GERARD DAMIANO: Haber visto el sexo de manera humorística a través de Garganta profunda le dio al público americano el ímpetu que necesitaba para ser lo suficientemente adulto como para tomarse su sexualidad en serio. Por eso usé mi nombre real —Garganta profunda la había firmado con el seudónimo Jerry Gerard— y traté El Diablo en la señorita Jones como si fuera una película muy seria, porque a mí me parecía que lo era. No hay duda de que a la señorita Jones le estaban pasando cosas horribles y deprimentes. Cuando se suicida, lo sientes. Sabes que está muriendo por culpa de una existencia solitaria. Hasta El Diablo en la señorita Jones nunca había tenido nada que decirle al público. Si la gente quería entrevistarme por ser director de cine porno, sencillamente no tenía ningún interés en hablar con ellos. Pero si alguien quería hablar conmigo porque dirigía películas, entonces con mucho gusto hablaba con quien fuera. Sencillamente no me apetecía perder el tiempo hablando con un montón de idiotas superficiales. El único motivo por el que la mayoría de mis películas son pornográficas es porque en aquel entonces aquel era el único género en el que podía trabajar un director independiente. Mis películas estaban pensadas para venderse en un mercado específico porque no disponíamos de suficiente dinero como para dirigirnos a ningún otro mercado. Trabajando con un presupuesto limitado —por debajo de los 25.000 dólares— no podías rodar la gran historia de amor norteamericana. Con ese dinero tenías que limitarte al dormitorio y únicamente de vez en cuando tenías la oportunidad de expresar otra emoción al margen del sexo. El Diablo en la señorita Jones surgió básicamente por el mismo motivo que Garganta profunda, pero a la inversa. Con el éxito de Garganta profunda, hasta el último mono y su hermano se lanzaron a hacer películas eróticas, divertidas y tontorronas. Pensé que si eso era lo que estaban haciendo los demás, había llegado el momento de hacer algo completamente diferente.
Con Steve Guttemberg en Loca Academia de Policía. Visto en su web.
GEORGINA SPELVIN: Marc Stevens, Don 26 centímetros, me preguntó: «¿Te apetecería trabajar en una película de Gerry Damiano?». «¿Quién es Gerry Damiano?», le pregunté. No tenía ni idea de que Garganta profunda hubiera sido una película tan importante y rompedora. Así que cuando Marc Stevens me dijo: «Gerry Damiano es el director de Garganta profunda», no me sonaba ni su nombre ni el de la película. Pero entonces Marc dijo: «Está preparando una nueva película y necesita alguien que se encargue del catering». Y yo dije: «¡Genial!». Un par de días más tarde fui a la oficina de Gerry para hablar con él sobre el catering de la película. Damiano me dijo el presupuesto del que disponía y, mientras yo intentaba dejar de reír, uno de sus socios dijo: «Fulanito está aquí para leer el papel del señor Abaca». Gerry se volvió hacia mí y dijo: «Ya que estás aquí, ¿te importaría darle la réplica a este tipo leyendo el papel de la señorita Jones?». De modo que me senté, leí las frases de la señorita Jones y todo el mundo se quedó mirándome con la boca abierta. Supongo que nunca habían oído a nadie con auténtica experiencia dramática leer un papel de película porno. Harry me dijo: «Tienes que hacer el papel. Has estado magnífica». Pero los productores y Gerry dijeron: «Pero tiene el pecho plano y casi cuarenta años. ¡Qué quieres hacernos!». No hará falta que diga que a mí la idea de interpretar un papel protagonista me intrigaba. Mi ego despertó y prácticamente me engulló de un bocado. Me tomé el papel muy en serio y estudié el personaje. Me inventé todos sus antecedentes: quién era, de dónde venía, todo lo que le había sucedido. ¡Estaba haciendo Hedda Gabler, ja, ja, ja! El hecho de que hubiera escenas de sexo duro era puramente incidental, en lo que a mí respectaba. Estaba completamente engañada. Me había hecho creer a mí misma que era actriz. Estaba mostrando la vida tal y como era, incluyendo el sexo real, no la versión falsa y edulcorada que mostraba Hollywood. Aquella fue mi raison d’être durante todo el rodaje. Estaba bien; yo estaba bien; no era una puta.
HARRY REEMS: Muchas cosas salieron mal durante el proceso de realización de El Diablo en la señorita Jones. Perdimos localizaciones. Nos excedimos en días de filmación. Los productores casi se desentendieron de ella a medio hacer. Dos tipos habían invertido 15.000 dólares cada uno para hacer la película. Cuando quedó terminada, uno de ellos, convencido de que iba a ser un fracaso, exigió que alguien comprara su parte. Pero para aquellos de nosotros que capeamos el temporal, fue uno de los rodajes más extraordinarios de nuestras vidas. Era la primera película importante de Georgina e hizo un trabajo dramático realmente excelente.
Estos últimos días me han coincidido en el tiempo varios encargos que me están manteniendo alejado del blog (y es que, por si alguien se lo preguntaba: no, lo de la editorial no da ni mucho menos para comer, sigo realizando bastantes trabajos por cuenta ajena; espero poder comentar alguno de ellos aquí en breve). En lo que voy despejando un poco la carpeta de pendientes, aquí os dejo una recomendación rapidita y más visual que otra cosa.
Hace un par de años, estando de vacaciones, encontré en la tienda de un museo (ahora mismo no recuerdo cuál) una colección de libritos publicada por la editorial alemana Prestel, dedicada a los dibujos eróticos de varios artistas. Hasta la fecha llevan publicados, que yo sepa, nueve de estos «Erotic Sketchbooks», centrados en la obra de Schiele, Modigliani, Rodin, Degas, Matisse, Kokoschka, Rembrandt, Picasso y Klimt. Todos tienen 64 páginas, un diseño de lo más coqueto y un (breve) texto en inglés y alemán redactado por Norbert Wolf. Aún no los he visto a la venta en ninguna tienda en España, pero supongo que habrá más de una que los tenga, ya que sí he encontrado otros títulos de Prestel distribuidos por aquí. Lógicamente, no son ni por asomo los libros más completos del mundo, pero como curiosidad bien merece la pena echarles un vistazo. Los siguientes son seis ejemplos del buen hacer de Gustav Klimt, artista acusado en su día por los guardianes de la moralidad de, según Wolf, «ofender a la vista con «la insolencia artística más inicua que jamás se haya visto en Viena» y de dar rienda suelta a sus obsesiones sexuales bajo la guisa de arte». A mí, como me pasó con Joe Shuster, del cual me gustan más sus dibujos guarros que sus tebeos, me han servido para darme cuenta de que, en el caso de Klimt, me atrae más la directa simpleza de estos bocetos que sus ornamentados lienzos. ¿A vosotros qué os parece?
Sin título, 1912/13. Pincha para ver en grande.
Izquierda: Desnuda en pie con las manos en las caderas, 1916/17. Derecha: Desnuda en piecon el pelo largo y la pierna izquierda levantada, 1906/07. Pincha para ver en grande.
Izquierda: Sin título, 1912. Derecha: Sin título, 1912/13. Pincha para ver en grande.
Estudio para La novia, 1911/12. Pincha para ver en grande.
Monstruos modernos: Tommy, The Hip-Hop Clown, de Naomi Harris.
«Los norteamericanos tienden a carecer de moderación. Ya sea comiendo, bebiendo, comprando o conduciendo enormes coches que no dejan de tragar gasolina. Los individuos a los que he retratado los superan teniendo además un feroz apetito sexual». Naomi Harris
Si os interesa la fotografía y el arte es muy probable que sigáis ojo avizor las últimas novedades de la editorial alemana Taschen. De ser así, quizá os suene el libro America Swings, de la fotógrafa canadiense Naomi Harris, de cuya publicación a finales del año pasado ya se hicieron eco algunos periódicos españoles (entre ellos el suplemento dominical de El País, que le dedicó todo un reportaje). America Swings es una colección de fotos tomadas en reuniones y encuentros de «swingers», que es como se denomina en Estados Unidos a los aficionados al intercambio de parejas y al sexo con desconocidos. El resultado es, como poco, sorprendente; una nueva prueba palpable de que, como cantaban los Leño, maneras de vivir las hay a puñados. Y a veces no hace falta ir demasiado lejos para encontrar la sorpresa, basta con entrar en casa de los vecinos. Este talento de Naomi Harris para rascar por debajo de la superficie y poner de manifiesto estas realidades superpuestas entre sí (muchos de sus retratados viven en el llamado «cinturón bíblico» de Estados Unidos y son manifiestamente conservadores: devotos creyentes y votantes republicanos que se declaran liberales sólo en lo que se refiere al sexo) le ha valido comparaciones con Diane Arbus, otra fotógrafa también muy apreciada por aquí en Cultura Impopular, cuyas impactantes fotos de decrepitud y decadencia humana han influido no poco en su trabajo.
Monstruos modernos: Leigh en Haddon Hall, de Naomi Harris.
También, igual que Arbus alternaba sus trabajos comerciales como cotizada fotógrafa de moda con proyectos personales mucho más descarnados, Harris combina su labor como retratista de famosos como Michael Bublé, Rufus Wainwright, Peter O’Toole, Sarah Silverman o Jenna Bush, la hija de George W., con impresionantes reportajes centrados en las residencias para la tercera edad de Miami o en el sorprendente paisanaje que frecuenta las carreras automovilísticas de NASCAR. «Me chifla Diane Arbus», corrobora ella desde las páginas de su libro. «Adoro el hecho de que se sintiera atraída hacia individuos que otros habían elegido ignorar. Es evidente que además interactuaba con la gente a la que fotografiaba; una no consigue ese tipo de fotos siendo meramente una observadora. También me gusta mucho el fotógrafo inglés Martin Parr, el sueco Lars Tunbjörk, los primeros trabajos de Richard Billingham y Nick Waplington. También Bellocq, Disfarmer y August Sander. Supongo que puedes ver un patrón: me encanta lo oscuro y el realismo. Adoro ver lo que pasa tras las puertas cerradas y me encantan los fotógrafos que son capaces de conseguir acceso a situaciones realmente duras».
Monstruos modernos: desayuno para perros en elHotel Beverly Wilshire, de Naomi Harris.
Mientras estaba en Miami realizando uno de sus reportajes fotográficos sobre la vida de los ancianos retirados, Naomi Harris empezó a frecuentar una playa nudista llamada Haulover Beach. «Tan pronto como me convertí en una habitual, empecé a fotografiar allí a la gente», contó en esta entrevista aparecida en la edición norteamericana de Playgirl. «Sabía que muchos de los que frecuentaban la playa eran swingers. Un amigo mío, sexagenario, me pidió que le acompañara a cierto club un domingo por la noche ya que necesitaba una «cita» (los clubes de intercambio de parejas raramente permiten la entrada a hombres solos). Y pensé: ¿por qué no? La curiosidad me estaba matando. Todo el mundo vino vestido con ropa sexy pero yo no podía dejar de pensar en ellos como en gente normal y corriente –profesoras, contables, cajeras de banco– con una vida de lo más mundana. Pero allí estaban, poniéndose morados en el bufé y luego, 20 minutos más tarde, metiéndose en un reservado para montar una orgía. Me pareció fascinante y divertido a la vez. Supe que tenía que fotografiar este fenómeno. Nadie más lo había hecho».
Swinger con problemas de apnea en Swingstock, un festival de cuatro días dedicadoal nudismo, el intercambio de parejas y el fornicio. Foto de Naomi Harris.
En su introducción a America Swings, Richard Prince incide en este aspecto de normalidad anormal: «Según el cine, la televisión y la pornografía comercial norteamericana, las únicas personas que follan en Estados Unidos son jóvenes, esbeltos y perfectos. Naomi Harris piensa de otra manera. En el transcurso de sus cuatro años de exploración por el submundo sexual de Norteamérica, la fotógrafa canadiense descubrió que los que tienen la vida sexual más desatada no son los maniquíes de Hollywood, sino la gente normal y corriente de la puerta de al lado: la señora amable del banco, tu médico de cabecera, esa camarera tan simpática e incluso tu maestro de la escuela dominical. Llámenlo como quieran: intercambio de parejas, «la buena vida» o deporte de interior; pero el caso es que lo de entregarse al sexo extramatrimonial consentido bien podría ser la afición que más rápidamente se está popularizando en Norteamérica. Para penetrar en este mundo, Harris, de 38 años, se unió a los swingers en su propio terreno de juego, trabajando a menudo con sólo unas zapatillas y un cinturón de herramientas en el que llevar los accesorios de la cámara. En 48 meses, fotografió 40 fiestas, a lo largo y ancho del país, desde Mahwah, Nueva Jersey, hasta Pleasanton, California; de Big Lake, Minnesota a Washington, Texas. Acudió a fiestas navideñas, de Halloween, de San Valentín, para celebrar la Super Bowl y también a una cena de Acción de Gracias completamente en bolas. Fotografió la fornicación en camionetas y en yates de lujo. Conoció a médicos, abogados, párrocos, granjeros, maestras de colegio y amas de casa, y descubrió que todos estos improbables adictos a la sensualidad eran acogedores y simpáticos, y estaban más que dispuestos a mostrarle la auténtica forma del sexo norteamericano».
Espero que sea champagne. Imagen de America Swings, de Naomi Harris.
Esa forma no solo está completamente alejada de todos los convencionalismos (la propia Harris define su libro más como un trabajo antropológico que como un libro de arte erótico) sino que además ofrece un reflejo de nuestra sexualidad que puede que algunos consideren grotesco, pero que en realidad es mucho más genuino, dentro de su desnudez, su patetismo y su humor, que el que nos muestra a diario el espejo deformante de los medios de comunicación; por mucho que queramos (o quieran) convencernos de lo contrario, nuestro futuro no es parecernos a las estrellas del papel cuché sino más bien a estos maduritos entrados en carnes de nalgas blancas y fofas.
America Swings se publicó, como decía antes, a finales del año pasado. Hace unos días, State of the Art, el interesante blog de la revista American Photo, publicó una entrevista con Naomi Harris que ha sido la que me ha recordado que le debía una entrada. Os pego, para acabar, un par de fragmentos de la misma. El resto lo encontraréis aquí.
Diseño de interiores de America Swings, de Naomi Harris.
AP: ¿Cómo reaccionaron los swingers, muchos de los cuales son tirando a maduros y nada fotogénicos desde un punto de vista tradicional, cuando te vieron? Harris: No hacían más que decirme que dejara la cámara y participara, lo cual no me vino nada mal para el ego. El primer día, recuerdo haber visto a unas mujeres con cincuenta kilos de más disfrutando de orgasmos múltiples. Me pregunté por qué a mí no me pasa eso. AP: ¿No objetaron ante tu presencia? Harris: A veces alguno decía: «¡Ya está bien de fotos!». Pero a menudo les excitaba. Muchos de estos individuos son exhibicionistas, así que no les importaba. Sólo fotografié a aquellos que me firmaron una hoja de autorización. AP: ¿Hiciste un esfuerzo por pasar desapercibida? Harris: Intenté ir vestida según los temas. Si era una fiesta nudista, iba desnuda. Otras veces me vestía sexy, con pantalones cortos ajustados y sujetador. Creo que es mejor no destacar demasiado para hacer las fotos. Consigues que la gente se cuestione menos qué es lo que estás haciendo allí. AP: ¿Qué cámara utilizaste? Harris: Uso una Contax 645. Por desgracia, la empresa ya no existe, pero yo sigo utilizándola. Es mi cámara favorita. Parece de 35mm a pesar de que es de formato medio. Para fotografiar a la gente en el acto, usé un Quantum Q Flash. Sencillamente quería capturar el sexo tal y como lo estaba viendo. Para los retratos, utilicé reflectores con paraguas, haciendo rebotar la luz en el techo para conseguir una apariencia más formal. AP: He visto que la galería de swingers de tu página web está protegida con contraseña. ¿Por qué? Harris Al principio no lo estaba. En un primer momento pensé que la gente se daría cuenta de que si soy capaz de fotografiar a gente como ésta, que no es precisamente chic ni sofisticada, y conseguir que se sientan a gusto, entonces es que puedo fotografiar a cualquiera. Pero he perdido algunos trabajos comerciales debido a esas fotos. Hubo uno en concreto en el que prescindieron de mí después de haberme hecho volar hasta Carolina del Norte. Un ejecutivo vio las imágenes en mi web y se sintió incómodo. Es curioso. Creo que si fotografiase chicas jóvenes y atractivas, sería como Terry Richardson. A él todo el mundo le halaga y le admira por crear imágenes altamente sexuales. Eso te demuestra el doble rasero de nuestra sociedad: las chicas jóvenes y atractivas pueden follar, pero los demás deberíamos quedarnos escondidos en el armario.
Acción de Gracias en pelotas. Imagen de America Swings, de Naomi Harris.
Pincha aquí para ir a la página web de Naomi Harris. Para ver una buena muestra de sus fotos, entra en el Slideshow. ¡Ah! Y no dejes de ver la galería dedicada a Haddon Hall, un hotel de Miami reservado a la tercera edad. Es realmente impresionante. Pincha aquí para ver la página oficial de America Swings y aquí para leer una extensa entrevista de Richard Prince a Naomi Harris.
Y si después de todo esto, aún te quedan ganas de más, entra aquí para leer otra entrevista más con Harris y descubrir quiénes son y qué hacen «los mandingos». ¡Impresionables abstenerse!
A través de The Book Design Review, me entero (seguro que tarde, como siempre) de la existencia de un libro a priori curioso. Se trata de Secret Identity, un nuevo trabajo de investigación a cargo de Craig Yoe, editor de Boody (la recopilación de disparatadas historietas de Boody Rogers recién publicada por Fantagraphics, siguiendo la estela del exitoso I Shall Destroy All The Civilized Planets! de Fletcher Hanks) y autor de Clean Cartoonist’s Dirty Drawings, aquel volumen de hace un par de años en el que se reunían ilustraciones de corte erótico o meramente picantón a cargo de varios grandes de la historieta norteamericana como Charles Schulz, Jack Kirby, Herriman, Carl Barks, Hank Ketcham, Steve Ditko o Alex Toth (podéis ver algunas muestras aquí). Ya en aquel volumen tenía especial preponderancia el trabajo de Joe Shuster (una de cuyas ilustraciones adornaba la portada), pero ni siquiera el propio Yoe sospechaba que lo que en aquel momento conocía de la obra erótica del cocreador de Superman pudiera ser tan solo la punta del iceberg.
Portadas de Secret identity y de Clean Cartoonists’ Dirty Drawings;dibujos originales de Joe Shuster.
“Hace poco descubrí varias ilustraciones fetichistas increíbles, anteriormente desconocidas, realizadas por Shuster», decía esta semana el autor en un mail remitido a varios blogs. «El artista y su guionista, Jerry Siegel, habían vendido a Superman por 130 dólares. Cuando demandaron [a National/DC Comics] con la intención de recuperar los derechos de su personaje, perdieron el juicio y se encontraron marginados en la industria de los tebeos. Shuster pasó una mala racha. Lo que no sabíamos hasta ahora era que, bien para ganarse la vida, bien debido a un interés personal en el tema, Shuster realizó entonces una serie de dibujos de porno sadomasoquista para una colección de librillos titulada Nights of Horror que se vendían de tapadillo en Times Square a primeros de los años cincuenta».
Dos muestras del arte fetichista de Joe Shuster no recopiladas en el libro.
Tras encontrar por casualidad el primer volumen en una librería de segunda mano, Yoe decidió embarcarse en la búsqueda de las restantes entregas (16 en total), descubriendo de paso que la historia aún tenía elementos mucho más sórdidos: Nights of Horror acabó sus días prohibida por mandato del Tribunal Supremo tras haber inspirado supuestamente varias torturas (entre ellas azotar con un látigo a unas jóvenes) y dos asesinatos cometidos por cuatro adolescentes de Brooklyn (posteriormente conocidos como los Brooklyn Thrill Killers) a lo largo del verano de 1954. En su momento, el caso causó sensación debido a la falta de motivo aparente para los crímenes. Como indica esta noticia aparecida en la revista Time el 30 de agosto de 1954, tras conocerse el arresto, «Ninguna de las víctimas fue robada. Todos los chicos vivían en buenos hogares. Todos eran buenos estudiantes. Ninguno pertenecía a bandas juveniles. Les gustaba el deporte, los libros, la música». Este aparente sin sentido, sumado a la posterior declaración por parte de los jóvenes de que habían sacado sus ideas de un número de Nights of Horror, sería posteriormente uno de los argumentos esgrimidos por el doctor Fredric Wertham para justificar su denuncia de que los tebeos eran «una de las principales causas de la delincuencia juvenil».
Diseño de interiores de Secret identity.
Todo esto es lo que, supongo, debe de contar con mucho más detalle Craig Yoe en Secret Identity, The Fetish Art of Superman’s Co-Creator Joe Shuster, un volumen de 160 páginas (prólogo de Stan Lee incluido) que saldrá a la venta el próximo 1 de abril y que recupera gran parte de las ilustraciones e historietas realizadas por el dibujante para Nights of Horror. Mientras tanto, para ir abriendo boca, Yoe lanzó el pasado 2 de marzo un nuevo blog en el que, afirma, irá reuniendo aquellos dibujos que finalmente no han encontrado hueco en el libro así como historias referentes a su creación. Os recomiendo que le echéis un vistazo, sobre todo a la primera entrada, que es una de esas que me gustan a mí particularmente, en la que va desgranando paso a paso el proceso de diseño de la cubierta del libro. No sé si al final el resultado estará a la altura de las expectativas, pero a juzgar por lo que se puede ver en este avance, el elegante diseño de interiores y la mera extravagancia del proyecto ya son motivos suficientes como para que yo al menos me haga con un ejemplar.
Como ya comenté en la entrada dedicada al proceso de diseño de la portada de Los trapos sucios, mi primer impulso es respetar las portadas originales cuando son oportunas y existe la posibilidad de reproducirlas, pero en el caso de El otro Hollywood, una historia oral y sin censurar de la industria del cine porno, nos dimos de bruces con el mismo problema que con el libro de Mötley Crüe: el estudio de diseño propietario de la imagen original parece haber desaparecido y no hubo manera de hacerse con los derechos. Así pues, de vuelta al tablero.
En este caso, el concepto principal de la portada se le ocurrió a Manuel Bartual cuando todavía el libro no estaba ni terminado de traducir. Si en la edición norteamericana habían elegido poner el énfasis en el contraste entre el Hollywood tradicional y el erótico, combinando la imagen de la fachada de un cine con una foto de Marilyn Chambers sobre un glamuroso fondo de focos y edificios, nosotros optamos por ir directamente al grano y mostrar directamente una escena sacada de una película porno, recortada de tal manera que el acto en sí quedara implícito pero aun así resultara evidente.
Izquierda: portada original de Bau Design para la edición norteamericana.
Derecha: primer boceto de Manuel Bartual. Pincha para ver en grande.
La idea de Manuel me entusiasmó de inmediato, pero había un par de detalles que no me acaban de convencer, principalmente la utilización de las tres bandas negras para el texto y la elección de unos colores tan «punk», de modo que le envié un contra-boceto, uniendo todo el texto en el bloque central, cambiando el amarillo por el naranja y acercando un poco más el plano al rostro de ambos actores. Y así quedó la cosa durante lo mínimo medio año, a la espera de que yo acabara de traducir el libro y llegara el momento de ponerse a trabajar de verdad en la realización. Entre medias, quedaba la ardua tarea (ejem) de revisarse decenas y decenas de películas porno en busca de una escena apropiada (las imágenes utilizadas para los bocetos habían salido de una captura de pantalla hecha a vuelapluma).
Sin embargo, cuando ya parecía que lo teníamos todo claro, revisando un libro de viejos carteles de cine que tenía en casa, se me ocurrió que a lo mejor podía ser interesante utilizar el mismo concepto de Manuel pero aplicándolo a imágenes del Hollywood clásico, con el objetivo de, en cierto modo, subvertirlas con la intención de subrayar esa dicotomía, tan bien tratada en el libro, entre la industria cinematográfica «legítima» y la del porno, que no sólo no están tan separadas como en un principio podría parecer sino que en muchos casos se solapan. Así que rápidamente preparé este otro boceto que podéis ver aquí abajo a la derecha.
Izquierda: mi respuesta a la primera propuesta de Manuel. Derecha: un intento por darle a las imágenes del Hollywood clásico un tratamiento erotizante. Pincha para ver en grande.
A Manuel le gustó mucho la idea, pero me sugirió que buscara otras imágenes en las que los rostros tuvieran unas dimensiones más similares, porque de otro modo la portada quedaba un poco descompensada. Esto presentaba una dificultad añadida, ya que por necesidades legales debíamos atenernos a imágenes pertenecientes a películas de los años veinte actualmente en dominio público. En cualquier caso, encontré otra que, con un par de mínimos retoques, se adaptaba perfectamente a lo que necesitábamos. El resultado final, lo podéis ver abajo a la izquierda, ya con las tipografías definitivas, tal y como habría quedado si hubiera llegado a publicarse. Mientras tanto, Manuel, que seguía trabajando en la otra versión de la portada, decidió prescindir del tratamiento original y sustituyó las tramas que había aplicado en un primer lugar por un fondo de manchas y churretones que, una vez superpuesto a las imágenes elegidas, le daba a la portada un aire a película pringosilla de los setenta realmente apropiado. A mí me gustó tanto que, en algún que otro momento de actividad febril, llegué incluso a plantearme seriamente prescindir de cualquier tipo de imágenes para utilizar como portada únicamente los bloques de color salpicados de manchas, tal y como podéis ver abajo a la derecha. De hecho, no estoy seguro de que para este libro hubiera sido la elección correcta, pero sí que estoy convencido de que quedaría de maravilla como portada de algún título de narrativa contemporánea (como la que hizo Frank Miller para el Gravity’s Rainbow de Thomas Pynchon, aunque ésta yo se la pondría más bien, así a bote pronto, a Las partículas elementales de Houllebecq).
Izquierda: versión definitiva de la portada más «clásica».Derecha: sexo conceptual. Pincha para ver en grande.
Finalmente, nos encontramos con que teníamos dos portadas y que las dos nos gustaban mucho. Los amigos a los que se las mostramos se declararon igualmente divididos. Por un lado, estaba la elegancia y la sugerencia de una frente a la contundencia y la claridad de la otra. En última instancia (y debo reconocer que también debido a algo de cobardía por mi parte) nos quedamos con la fotográfica, ya que nos parecía que era la más segura, la que mejor describía el tipo de material que iba a encontrar el lector dentro del libro; no queríamos que nadie fuera a pensar que se trataba de un cúmulo de anécdotas acerca de las costumbres sexuales de los actores del Hollywood clásico u otra especie de Hollywood Babilonia, ni que el público objetivo de la obra (si es que realmente existe eso) pudiera pasar de largo ante una portada que no hiciera referencia directa al porno. Todavía hoy me sigo cuestionando si hicimos bien y sigo fantaseando con que el libro llegue a venderse lo suficientemente bien como para hacer una segunda edición con la otra portada. Así al menos me ahorraré tener que elegir; podré quedarme con las dos. ¡Ah! La definitiva, por si no la habéis visto, es ésta:
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Cultura Impopular está escrito por Óscar Palmer. Puedes contactar con él por correo electrónico.