George Pelecanos: Revolución en las calles – 2
Ésta es la segunda entrega de una entrada en dos partes repasando la obra del escritor George Pelecanos. Pincha aquí para leer la primera.
The Sweet Forever, la segunda novela protagonizada por el dúo formado por Dimitri Karras y Marcus Clay, es probablemente una de las novelas más citadas de George Pelecanos y la que muchos consideran el verdadero punto de inflexión en su carrera. También marca su primera aproximación al mundo de «las esquinas» tan presente en The Wire. La marcha loca y el subidón de los setenta han dado paso al canibalismo económico y el arribismo amoral de los ochenta. A través del escaparate de su tienda de discos, Marcus ha asistido en primera fila a la progresiva degeneración del barrio, que está quedando en manos de pandas de camellos cada vez más jóvenes. Karras, mientras tanto, ha sucumbido a los cantos de sirena ochenteros y se mueve al filo del nuevaolismo entre raya y raya. Un accidente imprevisto que les afecta a ambos pondrá en marcha una serie de acontecimientos que les dejará atrapados en el conflicto entre un traficante de drogas y una pareja de policías corruptos. En este caso, sin embargo, lo que está en juego es algo más que sus vidas. Tal y como lo definió The New York Times Book Review en una de las reseñas más incisivas al respecto, «The Sweet Forever captura con un asombroso sentido de la inmediatez ese momento decisivo en el hundimiento de un barrio, cuando el bien y el mal tienen las mismas posibilidades de hacerse con el campo». A estas alturas cualquiera que haya visto The Wire o The Corner conoce el desenlace de esa batalla, algo que en cualquier caso no le resta un ápice de intensidad ni emotividad a la novela, particularmente en lo que se refiere a la relación entre los personajes más maduros y los más jóvenes.
Propiamente hablando, la última novela del Cuarteto de D.C. es más una aventura de Karras & Stefanos que de Karras & Clay. Nick Stefanos, el protagonista de las tres primeras novelas de Pelecanos, ya había intervenido tímidamente en King Suckerman y en The Sweet Forever. En Shame the Devil vuelve al primer plano de la acción tras ser contratado por Karras para investigar un asesinato múltiple. Otra novedad es que, en vez de ir escalando o acumulándose hasta impregnar el desenlace, la violencia estalla aquí con inusitada ferocidad ya en las primeras páginas. Shame the Devil está centrada precisamente en las consecuencias de ese acto violento, mostrando el modo en el que distintos personajes se enfrentan al dolor, la rabia, la impotencia, la sed de venganza y la devastadora sensación de vacío provocada por el brutal modo en el que les han arrebatado a sus seres queridos. Se trata de una novela admirable (personalmente una de mis favoritas) que da buena muestra del crecimiento experimentado como autor por Pelecanos.
«No tengo la impresión de haber vuelto a escribir misterios desde que acabé la serie de Nick Stefanos», dice él. «Mis libros son, cada vez más, novelas sobre gente trabajadora en una ciudad moderna, pero con elementos criminales. Y no creo que vaya a abandonar nunca esos elementos criminales porque me gusta que en los libros haya conflicto. Me gusta el acto de narrar. Y además de creer que los libros deben ir sobre algo, también creo que deben contar algo». A pesar de esta afirmación, los tres siguientes libros del autor parecen marcar un pequeño regreso a la novela policíaca algo más convencional. Y digo parece porque aún estoy por hincarles el diente (me los estoy racionando), así que cualquier información adicional que queráis aportar en los comentarios será bien recibida. Decir únicamente que se trata de una nueva serie protagonizada por otra pareja de las que Pelecanos describe como sal y pimienta (en referencia a la película del mismo título protagonizada por Sammy Davis y Peter Lawford), la compuesta por el detective privado Derek Strange y el expolicía Terry Quinn. También son las tres primeras novelas de Pelecanos publicadas en castellano: Right As Rain (editada en España como Mejor que bien, Diagonal, 2002), Hell to Pay (Ojo por ojo, Diagonal, 2003) y Soul Circus (Música de callejón, Ediciones B, 2004).
2004 fue el año de Hard Revolution (publicado en España como Revolución en las calles, Zeta Bolsillo), el primero en una racha de cinco libros cerrados y autoconclusivos, extraordinarios todos ellos, en los que, ahora sí, Pelecanos deja atrás cualquier rastro de convencionalismo genérico para terminar de erigirse en uno de los mejores cronistas de la sociedad norteamericana a los que he tenido el gusto de leer. Revolución en las calles vuelve a estar protagonizada por Derek Strange, sólo que éste no es aún detective privado, sino un policía novato recién salido de la academia que se va a encontrar de bruces con los peores disturbios callejeros sufridos en la historia de Washington. El año es 1968, y el asesinato de Martin Luther King va a motivar una arrolladora revuelta ciudadana que, en el transcurso de cuatro días, dejará decenas de locales destrozados y manzanas enteras arrasadas por el fuego. Pelecanos describe las semanas previas al suceso sirviéndose de un mosaico de variopintos personajes (policías, chorizos de poca monta, currantes, fumetas, un fan loco de Link Wray…) que da buena muestra del estado mental de la nación y del insoportable peso acumulado por décadas de tensión racial. «Yo tenía once años en 1968», recuerda el autor. «Dos meses después de las revueltas, tenía que coger el autobús cada día para ir a la cafetería de mi padre, donde trabajaba sirviendo los pedidos a domicilio. La línea pasaba por partes de la ciudad que habían quedado completamente destruidas. Algunas de las personas que iban en el autobús habían perdido su vecindario, pero resultaba evidente que también habían ganado algo. Podía notarlo en su postura, en su estilo, en su actitud. Pero eso es algo de lo que me percataba de una manera más instintiva que intelectual. Desde entonces, siempre había querido averiguar «qué sucedió». Escribir la novela me brindó esa oportunidad».
Tras el ambicioso fresco histórico de Revolución en las calles, Pelecanos decidió centrar su siguiente novela en un conflicto más contenido pero no por ello menos desolador. Drama City (publicado en España con el mismo título por Ediciones B) es la historia de Lorenzo Brown, un expresidiario que trabaja para la Humane Society rescatando perros maltratados, y de Rachel Lopez, su agente de la libertad condicional, dos personajes marcados por profundas heridas emocionales que hacen lo que pueden para no terminar de hundirse en la más absoluta miseria a pesar de verse obligados a pasar los días en contacto con todo tipo de actos de violencia que van de lo ridículo a lo abominable. Este empeño por indagar en la psique de sus personajes, por explorar y exponer su vulnerabilidad y sus carencias de un modo que ilumine con más claridad sus actos, es también el motor de The Night Gardener (El jardinero nocturno, Ediciones B), una novela de estructura engañosa que, por momentos, parece seguir un esquema policiaco tradicional (o si no tradicional por lo menos sobradamente explotado por autores como Ellroy) al abordar un mismo crimen (el asesinato de un adolescente cuyo cuerpo ha sido hallado tirado en un jardín comunitario) desde la perspectiva de tres policías muy dispares enfrascados, cada uno a su manera, en una misma investigación. Nada es lo que parece, sin embargo, en una historia en la que, más que en cualquier otra, el crimen es lo de menos, y en la que el peso específico se decanta por completo del lado del drama humano.
Esta tendencia llega a su culminación, al menos para el que esto suscribe, en su siguiente novela, The Turnaround (2008), centrada, igual que Shame the Devil, en las consecuencias de un acto de violencia absurdo y aleatorio cuyos ecos siguen resonando durante décadas. Al contrario que en aquella, sin embargo, Pelecanos no se limita a mostrar las consecuencias sufridas por la víctima sino que elabora una narración paralela en la que va desgranando no sólo su destino y sus frustraciones sino también el camino seguido por sus agresores, retratando una situación de suma complejidad moral con una profundidad y una perspicacia dignas de un Dostoievski para el siglo XXI. El libro se beneficia también de una excelente descripción de los dos ambientes profesionales en los que se mueven los personajes principales: Alex Pappas es el encargado de una cafetería restaurante y Raymond Monroe es un fisioterapeuta que se encarga de ayudar a soldados que han sufrido amputaciones en Irak con su rehabilitación. Dicho así, puede no sonar demasiado atractivo, pero el modo exacto y casi clínico en el que Pelecanos describe las actividades de ambos hombres hace que resulten fascinantes, pues nos permite observar complejidades en las que de otro modo probablemente nunca hubiéramos reparado y que son las que precisamente hacen que ambos se sientan tan satisfechos con sus trabajos. Este talento para transmitir de manera sencilla y nada farragosa las verdades esenciales de cualquier ambiente en el que decida fijarse es el que aporta una autenticidad casi documental a toda su obra y revela una capacidad privilegiada para la observación. «No soy muy hablador, ni a la hora de trabajar ni en la vida diaria. Sé que aprendo mucho más limitándome a escuchar», afirma él. «Mi «labor de investigación» a menudo consiste en entrar en un bar, tomarme una cerveza tranquilamente y mantener los oídos abiertos. Si alguien me pregunta cómo me gano la vida se lo digo. Pero no es una información que brinde de antemano. Algunas de las cosas que hago podrían parecer peligrosas vistas desde fuera, pero a mí nunca me lo han parecido. Pasé algún tiempo en un fumadero de crack cuando estaba preparando Right as Rain, pero nunca me sentí amenazado. Los consumidores de drogas (con la excepción de drogas pasadas de moda, como el Polvo de Ángel o Barco, como lo llamamos aquí en Washington) son por lo general inofensivos. Es con los camellos con los que tienes que tener cuidado. También acompaño a policías de D.C. en sus patrullas nocturnas. Esto me ha resultado particularmente valioso (me permite ir a sitios a los que no iría solo) y me aporta un mejor conocimiento de la psique del policía. En Hell to Pay hay varios pasajes que son prácticamente periodísticos y describen situaciones vividas directamente por mí en algunas de estas patrullas. Además trabajo estrechamente con un investigador privado que lleva los casos por delitos federales relacionados con el crimen organizado para la oficina del Defensor Público. Las ropas de Derek Strange, los objetos que lleva en el maletero de su coche, todo eso sale del tiempo que he pasado con este hombre. Por último, voy como espectador a muchos juicios por crímenes violentos. Poder asistir a los juicios es un derecho de todos los ciudadanos, y sólo con eso ya puedes aprender todo lo que necesitas saber sobre las operaciones relacionadas con bandas y drogas, además de ponerte al día con la jerga. Aún así, el trabajo de investigación más valioso de cuantos hago sigue siendo el de pasear por los barrios y dedicarme a escuchar».
Su última novela hasta la fecha, la recién editada The Way Home, sigue las historias de cuatro adolescentes presos en un reformatorio y sus esfuerzos por reincorporarse al «mundo real». Argumentalmente, quizá podría considerarse un pequeño paso atrás en comparación con sus cuatro títulos precedentes (el detonante que hace que todas las tramas confluyan es, ejem, un maletín abandonado lleno de dinero), pero al igual que pasaba en El jardinero nocturno lo que para otro escritor habría podido ser un fin en sí mismo, para Pelecanos no es más que una herramienta que le permite hablar, una vez más, de relaciones humanas (en este caso entre padres e hijos; entre amigos de entornos dispares unidos por sus experiencias en el correccional) y abordar incómodas realidades sociales (su disección del sistema penal juvenil es tan devastador como el del sistema educativo realizado en la cuarta temporada de The Wire). Y como ya es habitual en él, consigue nuevamente atrapar y conmover al lector sin recurrir al sentimentalismo barato sino mediante una cruda honestidad que emociona a la vez que te estruja las entrañas.
Pocos autores contemporáneos me suscitan tanta admiración y entusiasmo por su obra como George Pelecanos. Si con esta entrada he conseguido transmitir aunque sólo sea parte de ese entusiasmo, ya me doy por satisfecho. Y aunque tiene suficientes novelas notables como para que sea fácil asomarse a sus páginas por primera vez sin temor a verse decepcionado, si tuviera que escoger alguna en concreto para recomendarla como carta de presentación, probablemente diría que Revolución en las calles o Drama City de entre las editadas en castellano y Hell to Pay o The Turnaround para quien quiera leerle en inglés. Lo mejor de todo es que, en caso de engancharse, puede contar uno con la satisfacción adicional de saber que este hombre ha escrito 16 novelas en 18 años (con lo cual hay material de sobra para seguir dándose el gusto) y tampoco parece que vaya a reducir el ritmo. ¿Cómo lo consigue? Mejor que sea él quien lo explique: «Mis hábitos laborales son bastante rígidos. Cuando estoy escribiendo una novela, escribo siete días a la semana. No creo que puedas abandonar ese mundo durante días y días y poder seguir sintiendo la misma implicación. Empiezo temprano por la mañana y trabajo hasta la tarde, hasta que tengo que parar para comer (intento retrasar la comida todo lo posible; una vez que tengo comida en el estómago, estoy acabado). Por la noche, regreso al escritorio y reescribo lo hecho durante la mañana, de manera que pueda estar listo para seguir avanzando al día siguiente. Escribo un único borrador, reescribiendo a medida que voy avanzando, y normalmente esa es la versión que le envío a mi editor en Nueva York. Siguiendo ese calendario de trabajo, normalmente me lleva entre cuatro y seis meses escribir una novela. Una vez dicho esto, tampoco quiero que dé la impresión de que me resulta sencillo. Me cuesta mucho pillarle el pulso a cada libro, especialmente durante los dos primeros meses. Gran parte del día, de hecho, me lo paso recorriendo la casa de arriba abajo, haciendo botar una pelota, escuchando música, etc. Trabajar implica trabajártelo. Como no escribo escaletas, mi principal preocupación es desarrollar los personajes y luego la trama. Una vez que he llegado a ese punto, el trabajo se acelera. Hay momentos en los que me puedo llegar a pasar diez o doce horas al día escribiendo sin parar. Es entonces cuando el trabajo pasa a ser realmente divertido».
· Todas las declaraciones de George Pelecanos están extraídas de entrevistas recogidas en su página web.
· Aquí, una entrevista en vídeo con George Pelecanos acerca de su nueva novela, The Way Home.
· Aquí, una entrevista en castellano realizada por Eduardo Guillot (ojo: no leer si no has visto la tercera de The Wire).
· Otra buena entrevista (esta vez en inglés) en la web de The Guardian.
(Si te quieres gastar los cuartos) Cultura Impopular recomienda:
· The Wire: The Complete Series
· The Big Blowdown
· The Sweet Forever
· Shame the Devil
· Hard Revolution
· Drama City
· The Turnaround
Pues sí, señor Palmer, es muy de agredecer tu dedicación y devoción a Pelecanos.
Ya te había visto en alguna ocasión con libros de este buen hombre, me los habías recomendado, pero no fue hasta que vi (por primera vez) The Wire, para mí la mejor serie de televisión de todos los tiempos, cuando me decidí a leer lo poco que se ha editado en este país de Pelecanos…
Desde entonces sé que es uno de esos autores que me acompañarán lo que me queda de vida. No sabría definir la literatura de Pelecanos. Creo que la etiqueta de novela negra se le queda pequeña, y aunque esto empieza a parecer un tópico, en el caso de Pelecanos está más que justificado, y no puedo evitar al leer cada una de sus novelas la sensación de que estoy asistiendo también un estudio social invisible perfectamente documentado. Pero es que también me atrapa por lo que tiene de lo que se ha llamado realismo sucio. Pelecanos utiliza un lenguaje descarnado, huye de las adjetivaciones innecesarias y de las fatigosas descripciones, y no nos satura con símiles ingeniosos.
En fin, bienvenidos al Club Pelecanos…
Fantástico par de posts. A mí me has convencido, me he pillado el Jardinero nocturno, y si la cosa me convence, y todo pinta que sí, ya me tiraré a por el resto.
Un saludo…
Rafa, lo has explicado mejor que yo y en menos líneas. Efectivamente, lo de Pelecanos es estudio social, casi naturalismo, como una especie de Zola contemporáneo con un estilo forjado a dentelladas. Que nos siga dando alegrías durante mucho tiempo es lo único que espero.
Toño, espero que no te defraude El jardinero nocturno. No dejes de decirnos qué te parece y, sobre todo, de seguir extendiendo el evangelio de San Pelecanos.
;-)
Qué delicia. Nada, ya tengo a dónde enviar a los potenciales lectores de Pelecanos. Me identifico una barbaridad con uno de tus últimos argumentos, cuando aludes a lo regular y prolífico que es este hombre. Todavía no me he hecho a la idea, por ejemplo, de que ya no podré leer más libros de Marc Behm, ni rebuscándolos en francés…
Muchas gracias, Alejandro. Lo de Marc Behm es una auténtica tortura para sus fans; tan pocos libros y tan difíciles de conseguir, y encima ahora, como dices tú, ya con la seguridad de que nunca habrá más (a no ser que encuentren un manuscrito perdido en un cajón, como pasó con la curiosa novela de acción de Roger Zelazny que editó Hard Case Crime el año pasado, pero eso ya sería esperar milagros, me parece a mí). Un abrazo.
Ese dificilísimo equilibrio entre la atención a los más mínimos detalles (que son en realidad los que lo dicen todo) y la economía de palabras es lo que me tiene loco de Pelecanos. Yo quiero aprender a escribir así.
Ay ay ay… Señores, estoy que no cago. Don Palmer, al final me he pillado La revolucion en las calles y he empezado por el. Todavia no voy por la mitad y ya se que este caballero, Pelecanos, me acompañara durante mucho tiempo y me reportara grandes momentos. Me ha cautivado desde la primera pagina, con esa forma tan aparentemente sencilla (sencilla los huevos, como sabra cualquiera que haya intentado julntar dos palabras alguna vez en su vida) de capturar la cotidianeidad. Casi parece un Dos Passos, hasta que los personajes se empiezan a repetir y la trama se va montando sin que te des cuenta. Que grande. El momento en que la señora Vaughan lava los platos de la madre de Dereck a parte de los de su familia me conmovio casi hasta las lagrimas. Que forma tan sencilla de describir una realidad social tan compleja. Buuff. Me recuerda (con todas las comillas y salvando las distancias) a la busqueda del detalle aparentemente nimio pero definitorio de Simenon. Pero en Pelecanos percibo una epica que no hay en el frances, soterrada pero epica, como en algunas de las ultimas peliculas de Eastwood.
Tampoco me hagais mucho caso, llevo media novela.
Te animo, Oscar, a hablarnos de mas maestros actuales del noir. Yo personalmente estoy perdidisimo con las generaciones actuales, y parece que dominas el tema. Me he apuntado Marc Behm, que tambien pinta muy bien.
Un saludo…
Buf, tenía esto de lo más desatendido últimamente. Toño: supongo que a estas alturas ya te habrás acabado el libro. ¡Espero que te entusiasmara del mismo modo hasta la última página! Y coincido contigo en ese paralelismo con la obra reciente de Eastwood. Supongo que el colmo del orgasmo sería que Eastwood dirigiera una adaptación de Pelecanos, pero como eso parece más bien difícil habrá que consolarse viendo cómo se las arregla Curtis Hanson con Right As Rain, en la cual parece que está trabajando (aunque viendo lo bien que se le dio el retrato de época con L. A. Confidential yo hubiera preferido que adaptara Revolución en las calles, la verdad).
Me compré ‘Revolución en las calles’ al poco de leer este post sobre Pelecanos. Me lo he chupado fácilmente, se deja leer muy bien y tiene momentos acertados desde el principio como cuando detienen al joven Derek en el supermercado. Es un escritor muy visual, muy cinematográfico, como se suele decir. Pero, en mi opinión, no alcanza a Ed McBain o James Ellroy. No sé cómo explicarlo, pero tienen más garra. Anyway, gracias por descubrírmelo. He puesto este blog entre mis favoritos.
Hombre, Juan Carlos, es que Ellroy… ¡es mucho Ellroy! Juega en división propia, como suele decirse, aunque últimamente se prodiga poco el condenado. A ver si acaba de una vez el tercer volumen de American Tabloid, que lo que es a mí me tiene en ascuas. Saludos y gracias por el comentario.
Hace unos meses llegué es este post por casualidad. Gracias a él pude conocer al autor, me he leído Revolución en las calles y estoy encantado con el hallazgo. Gracias
Gracias a ti por comentar. Me alegro de que hayas disfrutado con Revolución en las calles, sin duda una de mis favoritas. Saludos.