Cultura Impopular

El blog de Espop Ediciones

lunes 28 de diciembre de 2009

Una profesión de putas (o dos)

David Mamet.

Desde hace un par de semanas sigo con mucho interés Bloguionistas, un nuevo blog conjunto centrado en los aspectos creativos de la escritura de guiones y en los intríngulis de la industria cinematográfica y televisiva. En Bloguionistas escriben varios viejos conocidos de la blogosfera española, como Guionista Hastiado, Pianista en un burdel, Guionista en Chamberí y David Muñoz, y en el poco tiempo que llevan con el proyecto en marcha ya han tratado tanto temas creativos y profesionales como directamente «sociales» (P2P, el canon, derechos de autor), lo cual lo convierte en una lectura bastante interesante tanto si quieres ganarte la vida escribiendo como si no. En cualquier caso, que uno aprecie lo que escribe otra persona o que la lea regularmente con interés no quiere decir que tenga que estar necesariamente de acuerdo con todo lo que expone o que no crea que de vez en cuando se equivoca, que es lo que me ha pasado a mí con la entrada más reciente de Pianista en un burdel. Normalmente cuando leo afirmaciones que demuestran cierto desconocimiento de cómo funciona la industria editorial no suelo darle muchas vueltas, ni mucho menos me molesto en contestar. Primero porque no creo que sea mi lugar, ya que de editor tengo más bien poco, y segundo porque normalmente tampoco sirve de nada. En este caso, sin embargo, y aprovechando que aquí intentamos hablar de vez en cuando sobre las realidades del negocio, creo que merece la pena hacerlo, porque puede servir no sólo para aclarar algunas dudas sino también para proponer alternativas constructivas, que de eso se trata.

El texto de Pianista se titula «Su Biblia, señora ministra» y habla en concreto de la imposibilidad de hacerse hoy en día con un ejemplar de Una profesión de putas, de David Mamet (un libro de referencia para muchos guionistas), explicando que «Originalmente, el libro lo editó en España Debate. Cuando la editorial fue comprada por el gigante Random House Mondadori, muchos de sus títulos quedaron fuera de catálogo indefinidamente. Esto, que es una vergüenza en cualquier caso, roza el ridículo en la época de los libros electrónicos. No hay justificación para algo así: ni siquiera se puede aducir el riesgo económico de imprimir una nueva edición para darle salida. Pero yo creo que, aparte de vergonzoso y ridículo, ese secuestro cultural (a eso lo llamo yo pirateo) se convierte en insultante cuando uno de los títulos secuestrados es una de las “biblias” de la hoy Ministra de Cultura».

Y a continuación reflexiona: «Si una empresa ha demostrado durante años un total desinterés en vender un producto cultural de su catálogo, concretamente un libro que la propia Ministra de Cultura considera una de sus “biblias”, ¿es piratería que yo ponga aquí un link para descargar gratuitamente ese libro? ¿Sería piratería si este blog tuviese publicidad? ¿Habría que cerrar este blog por ofrecer un producto que la editorial no sólo no tiene en venta, sino que retiene en contra del interés general?».

Patty Hearst. ¿Una secuestrada cultural?

Yo personalmente no tengo respuesta para ninguna de esas tres preguntas, pero lo que sí puedo decir es que aquí nadie retiene nada en contra del interés general (y mucho menos en contra del personal, que es el económico; es evidente que si un libro funciona la editorial no deja de reeditarlo). Tampoco creo que se pueda hablar en ningún caso de «secuestro», ni cultural ni de ningún otro tipo. Y me explico: cuando un editor compra los derechos de un libro extranjero para publicarlo en España, firma un contrato con dos cláusulas ineludibles. La primera es el compromiso de editar dicho libro en un plazo inferior a 18 meses (esto se hace precisamente para evitar que las editoriales grandes compren derechos de libros que no quieren publicar sólo para que no las publiquen otros). La segunda es la caducidad de los derechos, que no son ni mucho menos ad eternum como parece dar a entender Pianista. Normalmente, las agencias norteamericanas firman contratos con una validez de cinco o seis años, al término de los cuales o bien los renuevas (pagando nuevamente un segundo adelanto) o dejas que expiren, momento en el cual los derechos del libro vuelven a salir al mercado. Es evidente que si un libro no ha vendido lo suficiente o no ha salido tan rentable como se esperaba, la editorial no renueva dichos derechos. Si el libro ha funcionado bien, por supuesto que se reimprime (basta ver lo que ha tardado Mondadori en reeditar otros libros de Debate como la trilogía de la frontera de Cormac McCarthy tras el pelotazo de La carretera).

Una profesión de putas se publicó originalmente en noviembre de 1995. Eso quiere decir que ha pasado tiempo suficiente como para que los derechos caduquen no una sino incluso dos veces. Eso quiere decir también que si Debate (o cualquier otra editorial) quisiera sacar ahora una versión en texto electrónico del libro, tendría que volver a comprar los derechos del mismo. Es lógico pensar que si no reeditó el libro en soporte físico, mucho menos vaya a correr el riesgo de hacerlo ahora en digital si para ello tiene que volver a pagar un adelanto a fondo perdido, por mucho que cuente con una traducción ya hecha. Eso suponiendo que su contrato con el traductor no haya caducado también (contratos los hay de muchas clases, pero en los míos, por ejemplo, siempre especifico que los derechos de cesión de la traducción deben renovarse cada cierto tiempo o que si la editorial deja de reeditar el libro reviertan por completo a mi persona para poder ofrecérselo a otra; es decir, que podría ser que a estas alturas Debate ni siquiera pudiera usar la traducción que encargó en su día). Por último, en caso de que cualquier editorial, pongamos que Es Pop mismo, tuviera algún interés en reeditar el libro, ¿no es lógico pensar que se lo pensaría dos veces tras comprobar que el texto puede descargarse gratuitamente sin demasiados problemas? Una cosa es pensar que hay suficiente gente dispuesta a pagar por él y otra muy distinta jugarse el dinero para comprobarlo.

En resumen, que Una profesión de putas no está «secuestrado» por nadie; sencillamente está agotado. Y cualquiera puede publicarlo cuando le plazca porque los derechos para hacerlo están disponibles. El caso es que nadie lo ha hecho en casi tres lustros (ni siquiera la editorial original, Faber & Faber, que no ha vuelto a reeditarlo desde 1994).

Bond no sabe si jugárselo todo al Texas Hold’em o montar una editorial.

Pero decía al principio que esta entrada no quería ser sólo informativa, sino también constructiva. Y el texto de Pianista me ha llevado a hacerme unas reflexiones que quería compartir con vosotros. Dirimir el interés real que puedan suscitar para el lector actual libros largamente agotados no es fácil. Pero es indudable que los hay que con el tiempo acaban adoptando una estatura casi mítica (fomentada en parte por esa escasa disponibilidad) que hace que sean más comentados y deseados ahora que en el momento de su publicación. ¿Podría haber algún modo no excesivamente gravoso de ponerlos en circulación, de hacer negocio con ellos? Yo creo que sí. Y creo que puede que el libro electrónico sea, tal y como dice Pianista, una de las mejores soluciones. Pero también creo que la iniciativa debería tomarla alguien que conozca el material y que crea en él. También creo que es un recurso que sólo serviría para las reediciones, no para publicar novedades. Pongamos por ejemplo que alguien quiere reeditar Una profesión de putas. La gestión no tiene demasiada dificultad, basta escribir a Lisa Baker, la responsable de ventas de derechos de Faber & Faber, y hacerle una oferta. Pongamos que, al ser un libro ya editado y por el que nadie ha demostrado demasiado interés en los últimos años, podemos convencer a Faber de que nos deje el adelanto en una cantidad tirando a razonable (unos 2.000 dólares por ejemplo, aunque podríamos empezar ofreciendo menos). Una vez tenemos los derechos, nos ponemos en contacto con los traductores del libro. En mi opinión, 9 de cada 10 traductores (yo entre ellos), van a estar encantados de darle nueva vida a un texto que hicieron hace más de una década. Una solución buena para ambas partes en este caso sería no pagar la traducción íntegra página por página (después de todo, el traductor ya la cobró en su día) y ofrecer a cambio una cifra fija por libro vendido, a modo de porcentaje (más un pequeño adelanto a cuenta, por supuesto).

¿Es una guionista? ¿Es una editora? No, es la «Clara de Noche» de Jordi Bernet.

Pongamos que los traductores aceptan y que el valiente emprendedor que ha decidido liarse la manta a la cabeza con esta aventura cuenta con unos conocimientos mínimos de programación que le eviten tener que pagar a un programador y una presencia en Internet mínimamente decente que le permita prescindir de intermediarios (si llevas a cabo toda esta labor para en última instancia vender el libro electrónico a través de terceros, creo que además de verte obligado a aumentar el precio estarás cometiendo un error, pero eso es evidentemente una opinión muy personal). Lo único que te falta ahora es ponerle un precio a tu libro. David Mamet va a querer, por supuesto, su porcentaje. Ahora bien, si por un libro físico está cobrando el 10% del precio de portada (pongamos 2 euros sobre 20) no va a querer menos por éste, por muy electrónico que sea. Así pues, dos euros para Mamet. A esos dos euros sumémosle entre 50 céntimos y un euro más para el traductor (normalmente nos llevamos un 2% sobre el precio de portada, lo que en este caso equivaldría a 40 céntimos, pero dado que no vas a pagar la traducción completa, lo justo sería subir un poco el porcentaje y dejarlo entre un 3% y un 5% para que todos estemos contentos). Así pues, dos euros y medio o tres para el autor y el traductor y otros tres para el editor virtual. Si vendes 500 descargas a un precio de 6 euros (o cinco y medio) habrás cubierto los 1.500 euros que pagaste de adelanto. Los beneficios y los gastos de mantenimiento de la web tendrán que salir del resto. ¿Son 500 o 1000 ejemplares un número de ventas descabellado para un libro electrónico? Sinceramente, no lo sé. Por eso creo que una iniciativa como esta sólo puede surgir de alguien que conozca muy bien el material y su posible rentabilidad.

Lo cual me lleva a sugerir que a lo mejor el mismo equipo de Bloguionistas debería plantearse dar el paso y hacer algo parecido, y lo digo completamente en serio. He leído que a lo mejor en un futuro tienen planeado ofrecer un servicio de pago de análisis de guiones. ¿Por qué no también una biblioteca digital con libros básicos para guionistas y cinéfilos actualmente descatalogados? A mí se me ocurren un par, pero seguro que a ellos muchos más, que para eso es su especialidad. Más importante aún, tienen la experiencia y las herramientas para saber, a través del contacto con amigos, alumnos y lectores, qué títulos tienen más probabilidades de vender bien. Esto que digo respecto a los libros sobre cine me parece extensible a cualquier otro colectivo organizado y especializado. Pequeñas librerías digitales, perfectamente legales y en las que todo el mundo cobra, gestionadas por pequeños empresarios que conocen el tema y que tratan día a día con sus compradores potenciales. No sólo no me parece descabellado, sino que además es que no le veo otra salida. Seguiremos hablando del tema, de eso podéis estar seguros.

Entresijos de la industria , 5 comentarios

5 comentarios

  1. A este «bloguionista» el libro de Mamet no le ha gustado nunca. Me parece un texto bastante sobrevalorado («¡blasfemia!», dirán algunos, pero qué le vamos a hacer, es lo que pienso). Es más bien espeso y aburridete. Por algo no se ha reeditado. ¡Así que como para pensar en gastarme dinero en él!
    De todas maneras, un texto muy interesante, Óscar.

  2. Interesante entrada.

  3. Es muy complicado el tema de las reediciones. Tengo entendido que cuando un libro no se vende queman los restos. les resulta más rentable que llevarlo a las librerías de lance…vamos que nuestro capitalismo quema libros

  4. Efectivamente, Susi, una de los recursos cuando un libro no ha funcionado bien es destruirlo o reciclarlo en pulpa de papel. A mí siempre me había parecido una solución un tanto bestia… hasta que he visto lo que cuestan los almacenajes. Por otra parte hay quien piensa que los saldos son un buen modo de liquidar stock y de dar a conocer a autores que no han funcionado demasiado bien (todo lo cual como lector creo que es cierto), pero también está quien dice que una vez tu editorial queda asociada a los saldos y las tiendas de segunda mano, mucha gente deja de comprar el libro de salida dando por hecho que lo va a poder comprar más barato cuando se salde (lo cual como editor me parecería desastroso). No sé, como bien dices tú, es un tema muy complicado.

  5. Buenas. Yo tengo un ejemplar de «Una profesión de putas» en pefecto estado. (Debate, 1995). La verdad es que a mí tampoco me gustó mucho, pero… En fin, que soy toda oídos.

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