Lo que traduces no son palabras
«La gente, debido a varios motivos culturales, de educación y demás, tiene a menudo la idea de que una traducción, para ser una traducción, ha de ser idéntica al original que se está traduciendo. Y mi principal argumento a lo largo de todo el libro es que no, no, una traducción ha de ser «como». Y los modos en los que es «como» el original varían. Varían históricamente. Varían en los patrones específicos del lenguaje con el que estás tratando. Varían dependiendo del tipo de texto u objeto que estás traduciendo. Lo que busca proporcionar una traducción es una similitud. Persigues una buena equiparación, pero la igualdad, y con esto me refiero a la obtención de dos textos idénticos, en fin… eso es algo que nunca podrás alcanzar, porque ni siquiera la misma frase implica siempre lo mismo dentro de un mismo idioma. Ha pasado un momento y ya el mero hecho de repetirla hace que el significado no sea el mismo que al pronunciarla por primera vez. Pero existe esa idea, no muy explícita, no reformulada, pero sí muy poderosa, de que a menos que una traducción sea idéntica al original, no es buena. Eso es lo que intento que la gente rechace, que abandone, que se dé cuenta de que la traducción es algo mucho más sutil y mucho más interesante que eso».
«El caso es que lo que traduces no son palabras, y esto es algo que he intentado explicar en muchos capítulos de mi libro. Lo que traduces es el modo de articularlas. Traduces unidades completas. Y has de crear algo que en la traducción funcione como en el original. Supongo que probablemente estamos demasiado marcados por la experiencia de traducir entre idiomas muy cercanos entre sí, como el inglés y el francés o el francés y el latín, en los cuales, muy a menudo, las palabras coinciden porque, francamente, en realidad son dialectos unos de otros. Pero entre idiomas que son un poco más distantes también tienes que tomar distancia como traductor. Y lo que estás transmitiendo no son las palabras, sino su significado general, y después tanta textura como seas capaz. De modo que no es nada sorprendente que si abordas la tarea como una cuestión de «cuál es la palabra inglesa para esa palabra en el otro idioma» acabes dándote de cabezazos contra la pared o acabes con la idea de que no hay nada que hacer. Pero siempre puedes hacer algo para escribir la frase o el párrafo de manera diferente de modo que los elementos importantes queden representados en la traducción».
Los dos párrafos anteriores son extractos de esta charla radiofónica con David Bellos, director del programa de traducciones y comunicaciones interculturales de la Universidad de Princeton y autor del libro Is That a Fish in Your Ear? Translation and the Meaning of Everything. Creo que es difícil resumir mejor en menos palabras en qué consiste exactamente el trabajo del buen traductor (y por qué el afán por la literalidad que a veces nos exigen ciertos aficionados o, peor aún, según qué clientes, puede acabar convirtiendo en ilegible una novela o en incomprensible una película). La ilustración, por supuesto, es de Max y está sacada de su blog. Veo algo en esa acumulación de libros sin título que me resulta inexplicablemente apropiado para esta entrada.
Conduzco (y yomeloguisoyomelocomo) un programa de cultura. Hablo mucho con traductores; al final siempre acabo hablando del oficio de trasladar las palabras a otro idioma.
Y me hace gracia. Como lectora, sé cuándo un libro está bien traducido y cuándo no. Aunque no conozca nada del idioma original, aunque no sea capaz (posiblemente nunca) de leerlo en el idioma original.
La última vez pensé, como si no existieran los idiomas: qué bien escribe este hombre.
Acabar pensando «qué bien escribe este hombre» me parece el mayor elogio que se le puede hacer a cualquier traductor, cuya máxima aspiración debería ser, creo yo, ser completamente invisible y no interponerse en lo más mínimo ante el autor. Gracias por comentar.
Es posible que una de las cosas que peor eduque acerca de lo que tiene que ser una traducción es la asignatura de latín. No sé cual es el estado actual de la asignatura en el plan de estudios pero yo que hice BUP me acuerdo de que las traducciones nos incitaban a hacer traducciones literales, con lo que acababan siendo sinsentidos completamente ilegibles.
Un texto muy bueno y con el que estoy completamente de acuerdo. De hecho creo que cualquier traductor, cuando adquiere cierta experiencia, acaba por aplicar estas pautas. Bueno, quiero creerlo.
Me han encantado los extractos y no puedo estar más de acuerdo.
Lo malo es cuando te piden una traducción para anteayer. No quiero que suene a excusa típica, pero la tarea de «hacerse invisible» es más difícil cuando no tienes tiempo ni de comer… Aún así, no pierdo la esperanza de ser tan buena traductora que pueda hacer una buena traducción incluso pasándome una semana sin dormir. (La esperanza de que los clientes entiendan que calidad y prisas no son compatibles sí que la he perdido un poco…) ;-)
(Gracias por el chivatazo del libro, no lo conocía. Me lo apunto para el wishlist navideño.)