Megan Abbott en la calle 42
En esta casa adoramos a Megan Abbott. En 2011 publicamos su novela Reina del crimen (galardonada con un premio Edgar) y hemos seguido con entusiasmo su ascenso constante hacia las primeras ligas de la narrativa estadounidense con obras posteriores como The End of Everything (2011), Dare Me (2012), The Fever (2014) y You Will Know Me (2016). Este año se ha estrenado como guionista televisiva formando parte del equipo de escritores de The Deuce, la nueva serie de David Simon y George Pelecanos para HBO, en la que se narran los inicios del cine porno en la Nueva York de los primeros setenta y cómo la irrupción de esta nueva industria impacta las vidas de toda una serie de personajes (prostitutas, chulos, policías, periodistas, camareros) anclados en el epicentro del negocio del sexo, en la calle 42 de la Gran Manzana. (La serie, además de parecerme estupenda, tiene varios puntos en común con nuestro libro El otro Hollywood, circunstancia que aprovecho para dejar descaradamente este enlace por si os queréis descargar un adelanto en PDF). En esta interesante entrevista de Kristopher Mecholsky para Los Angeles Review of Books, Megan comentaba varias circunstancias de su reciente salto de la novela a la pequeña pantalla. Reproduzco en los siguientes párrafos algunas de sus declaraciones.
David y George querían escritoras de novela criminal; George se lo propuso a Lisa Lutz y David me lo propuso a mí. […] Tanto a David como a George les gusta trabajar con novelistas, eran perfectamente conscientes de que necesitaban voces femeninas enérgicas en el equipo y pensaron en nosotras. Por supuesto, me emocionó mucho que contaran conmigo, pero también fue un un poco aterrador. Nunca había trabajado en un equipo de guionistas, ha sido una experiencia completamente nueva para mí. La intensidad, la energía de la colaboración… todo es sumamente distinto, te diría que incluso fundamentalmente opuesto, a la vida solitaria del novelista. Para mí ha supuesto un shock tremendo. Al principio tenía previsto limitarme a escuchar, darme el lujo de permanecer un poco en segunda fila. Pero a las pocas horas del primer día, ya estaba completamente metida en el ajo. ¡En una sala de guionistas no está permitido limitarse a escuchar! Al menos, no en ésta. Y me di cuenta de que me importaba muchísimo el mundo y las vivencias que la serie estaba empeñada en mostrar. Además, David y George son muy buenos a la hora de crear una atmósfera receptiva. Nos animaron tanto a Lisa como a mí a meternos de lleno. He aprendido mucho con ellos y con Richard Price, que también es productor ejecutivo de la serie. Ha sido una clase magistral. Desarrollamos la historia todos juntos en la sala, trazando en primer lugar las tramas de toda la temporada y dividiéndolas luego por episodios. Cada guión contiene elementos aportados por todos y cada episodio ha sido escaletado de manera conjunta en la sala, secuencia a secuencia; después, uno de los guionistas tiene la tarea de escribir los dos primeros borradores. En mi caso, fue el séptimo episodio. Pero, inevitablemente, cosas que has escrito tú acaban en otros episodios y cosas escritas por otros acaban en el tuyo. No puedes ponerte pejiguera con qué es lo tuyo y qué es de otro. Lo cual es un aspecto que me encanta, porque me libera de mucha presión.
Creo que a la hora de ponerme a escribir no pienso en términos alegóricos. Hay cuestiones amplias que siempre van a formar parte de la serie, como el coste humano del capitalismo impenitente y descontrolado. El modo en el que las personas actúan dentro y fuera de sistemas corruptos o deficientes para sobrevivir y encontrar un sentido. Pero no puedes convertir una idea en un personaje ni los personajes deben de ser encarnaciones de ideas. En la sala de guionistas nunca olvidamos que estamos hablando sobre personas, no sobre conceptos. Hablamos sobre un grupo complicado y más bien hermoso de personas, sobre un mundillo picaresco y canalla, caracterizado por el humor negro, cierta belleza arrastrada y una carga emocional.
De manera similar, como novelista siempre he trabajado centrándome en el personaje y cuidándome mucho de representarlo de manera fiel y consistente. Así es como evitas las convenciones o los clichés. Una vez te empiezas a plantear las complejidades y ambigüedades de cualquier personaje, los clichés salen por la ventana. Y así es como hemos trabajado siempre en la sala de guionistas. David y George nos animan en todo momento a ir a contracorriente, a luchar contra lo evidente, contra los estereotipos gastados… y mediante el ejemplo, demuestran las recompensas que obtienes al hacerlo. Si te fijas por ejemplo en nuestras trabajadoras del sexo, no hay ningún personaje que se parezca a otro. Darlene es distinta de Ashley que es distinta de Candy y Ruby. Todas experimentan su mundo de maneras diferentes. Todas toman distintas distancias respecto al mismo. Tan pronto como entras en el marco de lo específico, dejas de operar con clichés. Y ahí es cuando empieza la diversión. Ahí es cuando los personajes cobran realidad.
Cuando escribo ficción intento no pensar temática o analíticamente… ¡eso puede ser mortal! […] Y personalmente me interesa mucho, igual que a la serie, la colisión entre nuestras personalidades públicas y privadas, las personalidades que nos creamos para enfrentarnos al mundo. El punto hasta el cual, las mujeres en particular, debemos llevar siempre una máscara y ser capaces de crear varias máscaras distintas para operar en nuestro mundo. No estoy segura de que los viajes [de nuestros personajes] sean precisamente de autodescubrimiento, pero The Deuce explora un mundo muy insular y tan pronto como empiezas a desplazar a sus habitantes a otros entornos, tú, como espectador, inevitablemente aprendes más sobre ellos. Les ves adoptando otro disfraz y de esa manera se revelan inadvertidamente ante ti. Pero no escribo con estas ideas en mente. Simplemente intento concentrarme en los personajes, […] intento no pensar en los grandes conceptos. Creo que es mejor que surjan de manera orgánica, tal como acaba sucediendo teniendo en cuenta la estructura y la dinámica que han organizado David y George. Pero ahora, viendo la serie con público en este momento en concreto de nuestra cultura, verdaderamente parece formar parte de otra conversación mucho más amplia sobre la complicidad —tanto masculina como femenina— en la violencia sexual, la intimidación y la privación de poder. ¿Qué implica ser testigo o parte interesada en la comercialización, humillación o dominación de otras personas? ¿Qué significa que nos beneficiemos de ello? ¿En qué momento intervenimos? Interiormente he reflexionado mucho al respecto como creo que hemos hecho todos. Puede que sea coincidencia que la serie se esté emitiendo en un momento tan crispado para nuestra cultura, pero quizá no lo sea.